¿Y la cultura?
Salvo unos cuantos obsesos, todo es silencio y calma en el campo del pensar y la belleza. Seguro, que dicen, qué se le va a hacer. Esto es un problema de plomo y líos de los políticos. Y se hunden en su trabajo para la inmortalidad, sin expresar alguna vez el alma sangrante del país que nos vio nacer. Pues yo creo que si algo dicen o escriben o pintan sobre el crimen de lesa patria cometido, no les haría mal. No pretendo reabrir la discusión sobre el caso Dreyfus, sino mover a alguno, al menos, a que ponga su contribución ciudadana al escalofriante mal que estamos viviendo. No le hará daño a su obra trascendental, a lo mejor le pone algo de picante trujillano a sus vidas y autorías, estimulante antes por el contrario.
Casi había olvidado un actor, «un sector» que algo podría significar en la vida nacional: la cultura. Con más exactitud significar políticamente, sobre todo en los momentos decisivos. Y, a no dudar, todos estamos viviendo uno de ellos; en muchos sentidos se podría decir que es el más problemático y justamente decisivo del cuarto de siglo de tiranía que hemos sufrido. Y, paradoja, yo casi he olvidado que existe una cultura que podría estar dando la cara. Cosas que tiene la vida.
Lo anterior no es un capricho. El compromiso de la cultura es un tema que viene de lejos, expresamente desde Zola y hasta desde Víctor Hugo en literatura. ¿Y si bien ha tenido sus altas y bajas, aun en las bajas y en los embebidos en su creación siempre hay un periodista que le pregunta al artista o pensador entrevistado algo así como qué piensa de la situación nacional o del destino del mundo y el interpelado dice siempre unas frases solemnes que demuestran su angustia y lucidez ante tales asuntos. De manera que no es ocioso indagar por su presencia o ausencia en esta hora tenebrosa de la tierra que nos vio nacer (¿qué tal la imagen patriótica?).
Bueno, fue justamente el ministro de la Cultura, que como se dice no es en nada culto, un burócrata gris o marrón, dijo en un programa con Maduro una cosa curiosa, que no todos los votos de la oposición eran por odio; algunos son por amor, amor a los hijos peregrinos que desea que vuelvan. Es un poco herético, después de los incesantes vómitos de insultos de Maduro y su séquito mayor -cuando no muerte, cárcel y tortura- contra los votantes enemigos. Claro, el ministro da por sentada la inverosímil victoria de su secta. En realidad, no es una transgresión, es una inoportuna idiotez. Un gesto de benevolencia como él debe suponer le toca a la cultura. El lobo de vaina no se lo comió, a él y de paso a todos los millones de votantes. Pero yo me dije la cultura, coño, la cultura.
Salvo unos cuantos obsesos, entre los que me cuento, todo es silencio y calma en el campo del pensar y la belleza. Seguro, que dicen, qué se le va a hacer. Esto es un problema de plomo y líos de los políticos. Y se hunden en su trabajo para la inmortalidad, sin expresar alguna vez el alma sangrante del país que nos vio nacer (otra vez, me gustó). Pues yo creo que si algo dicen o escriben o pintan sobre el crimen de lesa patria cometido, no les haría mal. Bueno, como por esos lados hay gente que yo quiero, aunque se me están muriendo (yo tengo 82 años y varios males), no pretendo reabrir la discusión sobre el caso Dreyfus, sino mover a alguno, al menos, a que ponga su contribución ciudadana al escalofriante mal que estamos viviendo. No le hará daño a su obra trascendental, a lo mejor le pone algo de picante trujillano a sus vidas y autorías, estimulante antes por el contrario.
Y, por último, no vayan a transar con los tiranos algún trabajillo tentador, no ahora al menos, a pesar de la peladera. Dicen que a veces sucede, en la era de los bodegones.
©Trópico Absoluto
Fernando Rodríguez
Caracas
Este artículo se publicó originalmente en el diario El Nacional, el día 25.8.2024. Se reproduce aquí con autorización de su autor.
1 Comentarios
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SiSi, es escalofriante, y ocurre en todas partes, como el desvanecimiento de los glaciares. Quizás ese mutismo cultural es lo más notorio del gran derrumbe, la facilidad con que hoy habla la maldad patológica, invadiendo todos los predios y esterilizando la sensibilidad y el pensamiento que había prodigado tanto.