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Para la libertad

Marco Antonio Ettedgui (1958 -1981), retratado por Vasco Szinetar. c. 1980. ©Vasco Szinetar.

Esta es la utilidad de la memoria
Para la liberación: no reduce el amor sino lo expande
Más allá del deseo, y así nos libra
Del futuro y del pasado

T. S. Eliot
Cuatro cuartetos

Mientras escribo estas líneas, María Corina Machado está en la clandestinidad. El «delito» de la política venezolana no tiene perdón: llevar al candidato Edmundo González Urrutia a una contundente victoria en las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio, en Venezuela. No sólo desconoció su derrota el jefe del Partido Socialista Unido de Venezuela, Nicolás Maduro, sino que el Consejo Nacional Electoral le forjó unos resultados favorables en la madrugada del 29 de julio. Para los entendidos es siempre previsible un fraude de parte del dictador, pero esta vez la calidad del montaje fue tan pobre e improvisada que se hizo evidente a la vista de cualquiera. La colaboración servil del CNE —y luego del Tribunal Supremo de Justicia, con el que se pretende obliterar a la población soberana vía sentencia— ha puesto en entredicho la legitimidad misma del chavismo, que en febrero pasado cumplió 25 años en el poder. Incluso algunos gobiernos de la región —entre ellos Brasil, Colombia y Chile— hasta hace poco «compañeros de viaje», exigen hoy transparencia y respeto a los venezolanos que ya expresaron en las urnas de votación su voluntad de cambio de modelo político.

¿Y cómo se sabe que Nicolás Maduro perdió de veras las elecciones? Gracias a la base de datos que ideó María Corina Machado. Allí pueden consultarse las actas escaneadas, que, según investigación de El País de España, corresponden a “24.532 mesas electorales, el 81% del total (30.026). Estos documentos los imprimen las máquinas de votación en cada centro, durante la noche electoral, en un proceso público donde se entregan copias a los presentes. Las actas son esenciales para la verificación del disputado resultado electoral”.

Las primeras víctimas de la violencia oficial fueron, de nuevo, los manifestantes pacíficos en distintas ciudades de Venezuela. De salir derrotado, había amenazado Maduro tan sólo diez días antes de las elecciones, vendría un «baño de sangre». Nadie puede tomar a la ligera estas declaraciones, viniendo de quien vienen: el detentor del poder de facto —y no se sabe hasta cuándo— de las fuerzas militares, policiales y grupos paramilitares («colectivos») del país. El saldo de la represión asciende hasta la fecha a 24 asesinados y 2200 presos políticos, según la ONG Provea, que se dedica a los derechos humanos en Venezuela. La última cifra es aún mayor a la de las protestas de 2014, 2017 y 2019. En la actualidad se encarcela a cualquiera, sin previa orden judicial, bajo sospecha de «terrorismo»: haber dado like a un político de oposición, por ejemplo, o haber denunciado por redes el uso excesivo de la fuerza por parte de los efectivos. A esto se suma, por último, la persecución y desaparición forzada de periodistas locales y extranjeros. Los venezolanos tenemos ahora la sensación de estar al borde de un abismo, como bien supo leer en una de sus columnas el ensayista colombiano Carlos Granés. Tenemos el vértigo del último chance, como si pudiéramos entrever la preciada libertad.

Aunque fue tan sólo una vez, puedo decir que la vi en persona a finales de abril de 2014, en Caracas. El informativo digital en el que trabajaba entonces, me había mandado a cubrir un congreso en torno al liberalismo organizado por la asociación civil Cedice, ya que allí tendría una participación especial Mario Vargas Llosa. La esquiva premisa de mi pauta —sacarle una entrevista al mayor novelista vivo de la lengua española, o al menos hacer una crónica con el intento— tenía una cara oculta, que sólo pude entender en la oscuridad de la sala del Centro Cultural Chacao: existía una impresionante cantidad de personas preparadas, valientes y dispuestas a arriesgar la vida por restablecer la democracia en mi país. Sólo unas breves pausas entre las conferencias permitían al público estirar las piernas. Durante una de ellas, decidí merendar en el cafetín. Fue un reto porque la rampa lateral de acceso estaba repleta de gente charlando. Cuando llegué a la terraza de las mesas, me volví por curiosidad para intentar leer los rostros y fue entonces que pude ver, en la fina estampa de una mujer de blanco, alta y radiante, a María Corina Machado.

De regreso a la oficina, mandé mi crónica al jefe editorial. Habría de ocurrir lo mismo que con algunos de mis textos en ese medio: no obtuve respuesta y entendí, con el correr de los días, que jamás sería publicado. Es probable, pensé, que la decisión estuviese fundada en debilidades informativas y narrativas de la pieza. Pero me llama poderosamente la atención que sí publicaron otras de mis notas de color posteriores. Ahora sé que la excepción tocó sólo a aquellas en que ya asomaba con nitidez el perfil de la dictadura venezolana. Algunos días más tarde al envío de mi crónica, la periodista de la fuente política nos puso sobre aviso de manera extraoficial. El medio que nos empleaba (Contrapunto.com) sería propiedad de un militar de alto rango, que tenía además un cargo de gobernador estatal. Una maniobra igual había vuelto de pronto acríticos o «neutrales» a varios canales de televisión, emisoras de radio, impresos y portales digitales. Fue un golpe de chequera para borrar la cruda realidad de aquellos meses. Porque en 2014 también arreciaron la represión, las ejecuciones extrajudiciales, la persecución y el encarcelamiento de los manifestantes por parte de las fuerzas del Estado, bajo las órdenes de Nicolás Maduro, que, casualmente, se negó entonces también junto al CNE a realizar un conteo mesa a mesa de los votos de su primera elección presidencial. O más bien pantomima de «elección presidencial».

Los contenidos publicados en Contrapunto de 2014 a 2015 fueron eliminados de Internet por el mismo portal. Así quedaron borrados los reportajes sobre el racionamiento de comida, medicamentos y luz eléctrica que el gobierno impone a la población desde esos días. No quedan rastros de trabajos como Justicia para los caídos, que ofreció un seguimiento sistemático y actualizado de los 43 asesinados en protestas, y mereció un premio del Instituto Prensa y Sociedad Venezuela. Ni siquiera pueden recuperarse usando la herramienta en línea Way Back Machine. Conservo la amistad de una periodista que participó en la investigación de marras. Se oye un punto de desconsuelo en su voz, hacia el final de la nota de audio con la que respondió mi consulta sobre este asunto: «Es memoria perdida».

Diez años más tarde, mientras escribo estas líneas, la libertad de los venezolanos sigue en la clandestinidad. Tanto María Corina Machado como Edmundo González Urrutia se encuentran en paradero desconocido. Pero entre estas y tantas otras desgracias premeditadas por el chavismo a lo largo del siglo XXI, hemos entrevisto la libertad. Eso tenemos en común los emigrados —tanto los pocos miles que lograron votar, como los siete millones que no pudimos por las contínuas trabas de los consulados venezolanos en el exterior— y los más de siete millones de personas que en Venezuela votaron por González Urrutia: recordamos que es posible liberarnos de un pasado reciente y un futuro totalitario. Recordamos que es posible hacer un uso justo de la memoria en honor a los caídos y transmitirla a nuestros hijos. Aunque espero con todas mis fuerzas que ellos, los que vienen después de nosotros, encuentren un país liberado, en el que estas cosas se puedan decir a viva voz en cada esquina sin por ello arriesgar la vida.

Nota: El domingo 8 de septiembre de 2024, tres semanas después de la publicación de este artículo, aterrizó en Madrid Edmundo González Urrutia, a bordo de un avión militar español. El Gobierno de España aceptó su petición de asilo político.

Hensli Rahn Solórzano
Berlín, Alemania

4 Comentarios

  1. Luisa Solórzano

    Excelente ,muy acertada descripción y que repetimos nuevamente por incongruentes eventos .Honor a quien honor merece.

  2. Muchas gracias Hensli Rahn por compartir memoria para la liberación!
    » TENEMOS EL VÉRTIGO DEL ÚLTIMO CHANCE»
    Es una lucha desde todos los flancos y la comunicación es una de las armas más poderosas para no dejar extinguir la flama de la esperanza y de la victoria!
    Dios te bendiga 🙏

  3. Muchas gracias Hensli Rahn por compartir memoria para la liberación!
    «TENEMOS EL VÉRTIGO DE LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD»
    Es una batalla desde todos los flancos y la comunicación es una de las armas más contundentes para no dejar extinguir la flama de la esperanza y de la victoria!
    Dios te bendiga 🙏

  4. Andreina Yepez Solorzano

    Felicitaciones por tu trabajo primo, has logrado capturado la realidad y la profundidad de la situación en Venezuela con claridad y emoción. Tu escritura es necesaria, especialmente en estos tiempos tan difíciles. Gracias por usar tu talento para dar luz a la verdad.

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