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Erupción de estupidez internacional

Por | 11 agosto 2024

La Libertad guiando al pueblo. Eugene Delacroix. 1830. Colección Museo del Louvre.

La parálisis de la OEA para oponerse al flagrante fraude de la dictadura narcochavista será un resplandeciente capitulo en la historia latinoamericana de la infamia. Pero no revela necesariamente que el comunismo está en todos lados, sino que la viscosa estupidez acumulada ha irrumpido con un vigor tectónico. Tanto el comunismo como el nazismo y el fascismo, han sido huéspedes privilegiados de la estupidez, pero esta plaga tiene su propia química. Una cosa es el argumento, otra la savia viva del crimen. Su influjo logra que la carita de decente del presidente chileno diga que el necesita ver las boletas, como si desconociera la tiranía mas infame de las últimas décadas; Kamala Harris también es muy comedida para la masacre impune que desató la horda delictiva y que ya ha mandado millones de hambreados al exilio. En Argentina, las Madres de Plaza de Mayo, perfeccionan un nuevo escalón en su degradación, desde que sobrevivieron a una dictadura asesina que lesionó para siempre la sociedad argentina (la corrupción posterior no fue ajena al uso del «aura heroica» de sobrevivientes oportunistas y el influjo del latrocinio militar). En el caso de Venezuela, la corrupción no fue la de los militares argentinos, avezados ladrones de bebes y saqueadores perversos, fue mucho más intensa, corrupta y larga, 25 años de fiesta: configuraron la base del narcotráfico perfeccionado por el gobierno. La alianza cívico militar venezolana, es hoy el pozo séptico mas grave del hemisferio, aunque nuestros «progresistas» no lo pueden oler, y si lo huelen lo disimulan. Lula, el sindicalista con algún pecadito de juvenil corrupción, dice muy serio que las víctimas pueden apelar a los tribunales, «jueces», en ese país donde lo único eficiente es el crimen organizado. 

Los habladores míticos del «pueblo y sus enemigos», se encontraron en estas elecciones con un pueblo verdadero, que prevaleció a las represiones previas y ha gestado otra generación, dispuesta a sacarse la sarna ideológica que los infectaba desde los engañosos tiempos de Chávez. La caída de sus estatuas, el arrastre de su cabeza, es una escena no menos memorable que la pintura de Giradoux sobre la libertad en las barricadas. La dictadura resiste, multiplica sus giros de lenguaje popular, la retórica falseada, pero vacila, la frase no les permite flotar en la mentira. Se hunden irremisiblemente. Mientras los Lula, Boric, Petro, el murmurante presidente mexicano, para citar solo los más pretenciosos, ponen cara de sorprendido buen corazón.

La maldad más grave es como siempre la de los estúpidos, solamente la estupidez mayor puede legitimar la atrocidad que se comete hoy contra el inerme pueblo venezolano. No es necesario acudir a interpretaciones ideológicas, estos esbirros del mal acampan en todas las toldas, y sus cómplices también. Hace un siglo y medio América del Sur asistió al exterminio del pueblo paraguayo por la Triple Alianza, y esa infamia pobló la memoria endeudada de la historia regional; quizás este es el segundo capítulo de esa dinastía infernal. Ya fueron cómplices en la expulsión de 8 millones de venezolanos por hambre, y la maldad sigue supurando en la corrupción oficial. Uno piensa, no pueden ser tan malos, tienen que ser estúpidos, y luego, no pueden ser tan estúpidos, deben ser muy malos. Tal vez sea el mismo fenómeno inexorable. La estupidez, con la que Erasmo no sabía que hacer, excepto elogiarla en su vastedad.

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