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Veinticinco años

Nos ha secuestrado un grupo de maleantes de puño en alto y represión militar o delictiva. Pero ya está bueno. Ha llegado al fin el momento de darle la espalda a esa hojilla, me digo, y es un rezo. Ha llegado el momento de transitar el camino del tenemos que lograrlo.

Desde las recientes elecciones en Venezuela, el fraude inaudito y la falta de resolución posterior duermo mal y trabajo apenas, me cuesta concentrarme, vivo en incredulidad, en disociación. Mis amigos dentro y fuera del país cuentan más o menos lo mismo. Estamos suspendidos. No me desvela la opinión del mundo ilustrado y apoltronado en la comodidad, ejem perdón: comunidad, internacional, las opiniones de militantes de la verdad teórica miope al presente. Hubo un tiempo para esas discusiones, las tuve durante veinticinco años tanto con académicos que desde la soberbia del supuesto saber intentaron convencerme; como con amistades de las que me alejé con impotencia y tristeza pues hallaron más confortable el guion de izquierda que corroborar lo que ocurría, tan a la vista siempre; como con extranjeros que, recibiéndome en su país, un país que se volvió también mi hogar, preguntaron con suspicacia o intentaron instruirme sobre la veracidad de nuestro suplicio, sobre la campaña mediática, sobre el bloqueo.

Desde las recientes elecciones y el fraude dormimos mal y trabajamos apenas, nos cuesta concentrarnos. No hay mucho qué saber o a quién preguntar, hay un precipicio hojilla a un lado y un tenemos que lograrlo al otro, sé cuál es mi elección, por cuál paisaje voto, y en tanto voy y vuelvo y deslizo los dedos en la pantalla del celular intentando atrapar una verdad, una noticia que verdaderamente lo sea, un rastro. La profunda desigualdad enraizada en nuestra historia colonial y arrastrada a lo largo de los siglos hasta el veinte abrió una ruta paralela que hemos venido transitando y que se propuso borrar tal pasado problemático pero libre en pos de un apocalipsis corrupto y asfixiante. Cuántas de las personas que arriesgan sus vidas en Venezuela protestando hoy ante el nuevo e inaudito fraude electoral, gozaron del lujo de vivir en democracia, crecieron con derecho a denunciar la injusticia o la corrupción y sin deber ni a golpista ni a monigote el alimento, el agua, el pasaporte, el derecho al libre tránsito. Dónde quedó mi país, cómo es posible que llevemos más de veinte años en esto y ahora, cuando el régimen ha perdido toda legitimidad y el apoyo de la población que lo seguía, cuando la vasta mayoría del país se le opone, sobrevenga tal silencio, me pregunto entre el luto y la esperanza, sintiendo la amenaza de aquella hojilla, el precipicio tan cerca.

Hoy sé dónde está, está muy en tiempo presente y en los hermanos que con o sin biografía que los anclen tienen una visión clara sobre un país posible en el que impere la decencia, en el que ganen las formas y la ley, un país sin carteles o trenes de Aragua o minería ilegal o narcotráfico rigiendo en conjunto y de tantas formas posibles los más altos rangos oficiales del gobierno. Nos ha secuestrado un grupo de maleantes de puño en alto y represión militar o delictiva. Pero ya está bueno. Ha llegado al fin el momento de darle la espalda a esa hojilla, me digo, y es un rezo. Ha llegado el momento de transitar el camino del tenemos que lograrlo.

Keila Vall de la Ville
Nueva York
4 de agosto de 2024

4 Comentarios

  1. Felicitaciones Keyla, por ese grito de denuncia, de auxilio. Sigue denunciando, pf, ya acá los que escribimos, declaramos, marchamos … denunciando, nos están cercando cada día más. Oscurantismo comunicacional, persecución, disparos,, detenciones en aeropuertos, amedrentamiento. Pero seguimos luchando! No hay vuelta atrás. Por más cárceles que construyan, no destruirán nuestra fe. Cuando uno cae (preso, exilio, muerte..), otros tomamos su lugar!!!

  2. El final es hasta el final. Nadie nos puede explicar nuestro país ni su sufrimiento. Nuestro sufrimiento. Porque ni lo vive ni lo conoce. Todo se sale de parámetros políticos, nadie entiende la dimensión del secuestro que vivimos, solo quienes lo padecemos. Describes con precisión lo que sentimos todos.

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