Venezuela dentro de los límites imaginados del Caribe. Una entrevista con Rafael Castillo Zapata
A propósito de la exposición ‘Caribe Postal: Materiales para una antropología de la imaginación territorial caribeña’ que el Archivo Fotografía Urbana presenta hasta el 15 de enero de 2024 en el Centro Cultural de la Universidad Católica Andrés Bello, ofrecemos a continuación una entrevista con su curador, el poeta e investigador Rafael Castillo Zapata.
‘Caribe Postal’, una exposición que se presenta en la Sala de El Archivo del Centro Cultural UCAB, explora el imaginario caribeño a través de una muestra de tarjetas postales en las que se pueden apreciar elementos cotidianos vinculados con una particular mirada sobre el caribe neerlandés, espacio que teje grandes vínculos de hermandad con Venezuela desde 1634. Dentro de estos límites marinos compartidos caben muchas preguntas vinculadas al territorio, la mixtura cultural, la producción intelectual, e incluso sobre la pertinencia del territorio venezolano dentro del espacio que algunos han denominado Gran Caribe, destacando nuevamente el debate sobre la representatividad del legado caribeño en el territorio venezolano y su integración concreta dentro de la realidad de la región.
En un encuentro con Rafael Castillo Zapata, curador de la muestra, tuve ocasión de conversar con él para indagar en algunas pistas del discurso elaborado por estas postales en torno al Caribe.
¿Cómo surge la idea de un proyecto expositivo como ‘Caribe Postal’?
‘Caribe Postal’ surge como resultado de la existencia de una importante colección de postales de diversos países de la región caribeña en los fondos del Archivo de Fotografía Urbana. Interesados en explorar ese material y determinar su valor cultural, Vasco Szinetar y su equipo curatorial, respaldados por el estímulo de Diana López, directora general de la institución, concibieron una investigación del material conservado con la intención de producir una instalación expositiva que sirviera para divulgar y someter a discusión crítica su riqueza y complejidad. De ese modo, fui invitado a participar en el proceso de revisión y selección del material para proporcionar un diagnóstico histórico y teórico de su valor. A partir de este primer acercamiento, se determinó la importancia y la trascendencia indiscutibles del material, con lo cual se inició un trabajo específico de curaduría que involucró diversos aspectos investigativos hasta lograr definir y decidir la naturaleza de la muestra que, desde el comienzo de mi trabajo, tuvo como resonancia el título con el que finalmente hemos denominado la exposición. Pensar un Caribe Postal como un universo cultural imaginario articulado a partir del intercambio de las tarjetas postales en un período crucial del proceso de modernización de los países que pertenecen a la cuenca caribeña, incluyendo los litorales continentales y las islas que la constituyen. La tarjeta postal como un dispositivo de producción de imaginarios culturales, tanto territoriales como identitarios. La tarjeta postal como un dispositivo de comunicación capaz de producir comunidades a través de la circulación y el intercambio de imágenes de reconocimiento mutuo, distribuidas y compartidas a lo largo de nuestro territorio geopolítico.
¿Qué supone una antropología de la imaginación territorial caribeña?
A medida que avanzaba en la investigación curatorial me fui dando cuenta de que las imágenes y las narrativas involucradas en el dispositivo de la tarjeta postal producían, en principio, una suerte de geografía imaginaria del Caribe. Las vistas del paisaje natural o del paisaje humano de los diferentes territorios del Caribe, islas y litorales continentales, que la postal comunica, así como las narrativas privadas que se despliegan en sus reversos, proporcionan datos visuales y discursivos que pueden contribuir, junto a los datos históricos, geopolíticos, económicos y culturales, a la constitución de una antropología cultural global caribeña. Consideramos que una parte importante de los imaginarios de la modernidad y de la modernización que circularon en el continente en buena parte del siglo XX fueron diseminados por ese compacto pero contundente artefacto comunicacional, a la vez informativo y testimonial.
Y en esa misma línea entonces ¿qué supone abrir el debate sobre el Caribe y ser caribeños en la actualidad?
En una época como la nuestra donde se ponen en discusión de manera global los paradigmas del humanismo antropocéntrico tradicional y se plantean miradas críticas que apuntan hacia la reformulación postcolonial de los paradigmas del capitalismo en función de la intersección de las especies, las migraciones, las mutaciones genéticas, las metamorfosis y las multiplicidades de géneros, las catástrofes ecológicas, la creciente autonomía de las tecnologías digitales, entre otros muchos aspectos críticos, una relectura benjaminiana de la historia geopolítica y cultural del Caribe puede proporcionarnos materiales valiosos para reinterpretar la ontología y la antropología de nuestra comunidad. El Caribe puede ser asumido como un ingrediente importante para responder a los desafíos del llamado posthumanismo contemporáneo, por su tradición multirracial, políglota, culturalmente sincrética, estructuralmente fluida.
Y en ese contexto, una arqueología del papel que jugó la postal en el proceso de integración comunitaria del Caribe a través de la circulación de las imágenes de sus diversos territorios y sus variados pueblos, lenguas y costumbres puede resultar muy oportuna. Walter Benjamin planteaba que el pasado del hombre regresa al presente histórico en los momentos de peligro. Prestarle atención a ese artefacto anacrónico que es la postal, en el momento de peligro que vivimos, puede ser una modesta pero significativa posibilidad de orientación crítica en medio del torbellino levantado por la decadencia ecológica del planeta, el desprestigio de las instituciones políticas y la infructuosidad de los mecanismos civiles y diplomáticos de disuasión contra la violencia, que constituyen la sociedad global contemporánea, calificada por un número cada vez creciente de filósofos y científicos de posthumana, inscrita en un problemático como confuso post-presente. Cuando Walter Benjamin comenzó a hacer la arqueología de la modernidad que hoy está siendo desplazada, recurrió a los datos que le proporcionaban las ruinas anacrónicas de la mercancía pasada de moda, depositada como fósiles prehistóricos en las viejas tiendas de los pasajes de París, y a partir de allí generó una teoría de la historia y una crítica crucial de la modernidad capitalista que aún forman parte del bagaje intelectual de nuestras prácticas culturales actuales.
Aquí resulta pertinente conocer su reflexión: ¿Es Venezuela un país caribeño?
No lo pongo en duda. Somos caribes territorial y antropológicamente hablando, como lo son Cuba o Puerto Rico, Trinidad o Aruba; como lo son, también, importantes regiones de Colombia o de México. El vasto litoral venezolano es casi prácticamente, en su totalidad caribeño. ¿Qué otras razones tendríamos que alegar?
En los retos educativos ¿Cómo motivar en las nuevas generaciones el interés sobre el Caribe?
Una exposición como ‘Caribe Postal’, instalada en un espacio inscrito dentro de una universidad, es una forma de contribuir a avivar ese interés, siempre que las instituciones involucradas se preocupen por divulgar su presencia en el espacio académico. De cualquier manera, una exposición de postales no puede competir con los dispositivos digitales que son hoy el vehículo inevitable de la información y de la comunicación. La fotografía analógica y la correspondencia postal han sido desplazadas por estos nuevos dispositivos. En este contexto, la tarjeta postal es un anacronismo, pero, como invita a pensar Benjamin, lo anacrónico puede operar como un acicate para cobrar conciencia de los contrastes y los desastres que alimentan nuestro actual malestar en la cultura.
¿Es el lenguaje una barrera determinante para superar las brechas culturales de integración y apropiación caribeña?
Los mismos dispositivos digitales contemporáneos son portadores de aplicaciones que permiten traducir inmediatamente textos en lenguas que no conocemos. Aunque la calidad de esas traducciones dejan mucho que desear, de cualquier forma han allanado prácticamente esas barreras idiomáticas. Por otra parte, la diferencia idiomática no ha sido nunca un obstáculo para la comunicación en una cultura inherentemente babélica. Las razones de la desintegración de un probable cosmos caribeño tienen más que ver, me parece, con motivaciones geopolíticas y económicas, que con motivaciones de carácter lingüístico. Las melodías y las letras de las canciones caribeñas, para poner un ejemplo, han circulado libremente por todo el Caribe y han contribuido a generar elementos de integración cultural indiscutibles. A mi modo de ver, en un determinado período histórico de nuestro desarrollo como cultura mestiza y políglota, la tarjeta postal contribuyó a consolidar lo que he comenzado a llamar “especulación de pueblos”, es decir, la construcción de identidades nacionales a través de las imágenes que vehiculan la fotografía, la literatura, la música popular, la gastronomía, el cine y el deporte.
Tres arcos insulares delimitan los bordes oriental y septentrional del mar Caribe: Las Antillas Mayores al norte, y las Antillas Menores y de Sotavento al sur y al este. Desde su experiencia y aproximación más reciente sobre el Caribe ¿cuáles líneas considera pueden contribuir a consolidar un vínculo más claro en el discurso formal de trabajos específicos desde el arte, la literatura y la fotografía principalmente?
Es una pregunta difícil de responder. El carácter fluido de la cultura contemporánea ha permitido que mantengamos presente la existencia de un Caribe plural y complejo, lleno de contrastes y de diferencias, pero también de coincidencias y numerosos vasos comunicantes. Pero es cierto que esta conciencia del Caribe es patrimonio de un sector muy reducido de la cultura y no afecta, me parece, a la cultura masiva, salvo por razones de índole turística o espectacular (conciertos de música popular, eventos deportivos, certámenes de belleza, novedades del show business). La literatura y el arte no han dejado de trabajar en el despliegue de redes conectivas que permitan tejer un texto cultural comunitario que involucre las diferentes singularidades de nuestra vasta diversidad pelágica. Sin embargo, ¿cuántos caribeños conocen a José Lezama Lima, cuántos han leído acerca de su teoría de la insularidad, cuántos se han acercado a su exigente poesía, sus ensayos, sus novelas? ¿Quién lee hoy a Saint-John Perse? ¿Quién sabe que Omeros es un monumento de la literatura moderna y que ha sido escrito por un poeta de Santa Lucía, Derek Walcott? ¿Dónde queda Santa Lucía, por ejemplo? Preguntas como éstas nos ponen frente a la triste evidencia de que seguimos siendo extranjeros y anónimos para nosotros mismos como caribeños. Ejercicios como el de ‘Caribe Postal’ son, no por limitados, menos importantes. Su divulgación a nivel regional podría ser un granito de arena en el ingente trabajo colectivo, tan cuesta arriba, de la integración. Pero, con todo, sería un granito de arena sustantivo.
Ahora para cerrar desde la aproximación más cercana con el Caribe neerlandés que se ha abordado en este proyecto ¿qué vínculos expresados en esta selección de postales se aspiran más allá de la resolución de esta exposición?
Creo que la respuesta a la pregunta anterior involucra muchas de las cosas que pudiera decir aquí. De modo que no voy a repetirme. En el caso específico de la relación de Venezuela con el Caribe neerlandés, consideraciones particulares se hacen necesarias. Históricamente, la relación entre el litoral occidental venezolano con las islas, tan próximas, de Aruba, Bonaire y Curazao, ha sido una relación conflictiva: reclamaciones territoriales y bloqueos, comercio de contrabando, migraciones ilegales, entre otras cosas, emborronan la página de una experiencia compartida que ha generado, no obstante, influencias mutuas positivas, a través de las metamorfosis por contacto de las lenguas regionales, por ejemplo, a través del intercambio cultural y a través del turismo. Una exposición como ‘Caribe Postal’ puede colaborar a modificar esta situación y activar fructíferos intercambios y colaboraciones futuras, que enriquezcan lo ya logrado y establezcan condiciones más idóneas para seguir logrando experiencias cada vez más sustantivas de desarrollo compartido. Esto será posible, sin duda, si se amplían los escenarios de relación y de interacción entre los diferentes pueblos involucrados.
©Trópico Absoluto
2 Comentarios
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Querido Rafael, hermoso proyecto…. una pregunta: es posible pensar y enunciar el Caribe desde dentro sin evocar el maravilloso concepto de » Creolitud» desarollado por el Antilles Edouard Glissand? . Esa idea de sublimar la postal no termina siendo una mirada del «otro» exterior a nuestra hermosa y caotica hibridacion cultural?
Querido y admirado Rafael Castillo Z. Estoy muy contento con el hermoso e interesante proyecto que están presentando desde El Centro Cultural de la UCAB. Desde Valencia y Puerto Cabello hemos reunido a un pequeño grupo de poetas, intelectuales y artista para publicar CARIBE, Revista de Poesía, Digital. Que va a salir al final de noviembre, desde la ciudad de Valencia. Por eso me alegra tanto el trabajo de la Universidad, con un poeta tan valioso como usted al timón. Dios los cuide. Un cordial saludo.