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Fran Beaufrand (1960-2023)

Fran Beaufrand retratado por Nelson González Leal. 2017.

Ha fallecido en Caracas el fotógrafo Fran Beaufrand, uno de los artistas venezolanos más relevante de las últimas décadas. Nacido en la ciudad de Maracaibo en 1960, Beaufrand realizó estudios de artes gráficas en la escuela Cristóbal Rojas y egresó de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela. Se interesó desde muy joven por el diseño, la arquitectura y la moda, por lo que complementó su formación en el prestigioso Instituto Neumann de Caracas. Fue un autodidacta en el campo de la fotografía, lo que no le impidió desarrollar desde mediados de la década de 1980 una brillante carrera en una profesión apenas explorada en Venezuela, la fotografía de moda, desde la que produjo una valiosa exploración autoral convertida en amplia obra.

©Fran Beaufrand

A contrapelo de la dominante fotografía documental venezolana, más interesada en mostrar paisajes naturales o las radicales desigualdades sociales del país, el artista llevó a cabo un proyecto absolutamente original para la escena local, capaz de dialogar con los grandes referentes del campo: Penn, Avedon, Newton, Testino, Leibovitz. De hecho, el propio autor tuvo a comienzos de la década de 1990 una pasantía en el estudio de Halston, en Nueva York, donde trabajó en la concepción y puesta en marcha de las campañas del diseñador estadounidense. Esa experiencia sería clave en su trabajo junto a Angel Sánchez a lo largo de una década, o sus colaboraciones con Margarita Zingg y otros diseñadores venezolanos en un momento de auge de la moda hecha en Venezuela.  

La obra de Beaufrand se desarrolló así en dos frentes fundidos en un mismo edificio, el de la publicidad y los editoriales de moda, y el de la experimentación autoral. Y en ambos alcanzó enorme prestigio y reconocimiento, articulando un lenguaje propio en el que la indagación en las formas del cuerpo, con todo su potencial erótico, y las más diversas manifestaciones de la belleza fueron su mayor inquietud. Esos cuerpos fascinantes que hemos visto desplegarse en coloridas fotografías impresas en revistas y en grandes vallas sobre las autopistas de Caracas se identifican por la ambigüedad sexual, el homoerotismo y la belleza, siempre la belleza en todas sus formas; elementos que están en la base de una investigación en el mundo queer, el mundo gay, las masculinidades y la elaboración de situaciones y personajes en la forma de “still scenes” que a su manera siempre me han recordado la teatralidad de la obra de Cindy Sherman; a pesar de las distancias y conflictos entre ambas propuestas. Hay que referirse aquí sobre todo a la obra no publicitaria de Beaufrand para evitar malosentendidos.

En diálogo con Lorena González Inneco publicado en la Revista Estilo, afirma el artista

“Para mí era importante mostrar otra manera de hacer y de mostrar imágenes, era necesaria la vuelta al estudio, la construcción del escenario, la mirada íntima, introspectiva. (…) Creo que a lo largo de mi trabajo, sea personal, autoral o el de la publicidad, yo estoy como dices, construyendo escenarios permanentemente. De eso trata la publicidad y de eso se trata esta fotografía íntima que he realizado a lo largo de mi carrera, de construir espacios para fotografiar, de levantar escenarios donde un sujeto va a protagonizar una historia y allí, de alguna forma, como un director de teatro o como un director de cine establezco unas pautas, pero que ya vienen precedidas por una reflexión, una idea, un concepto que he elaborado previamente.”

Al revisar su trayectoria de casi cuarenta años, no creo equivocarme al afirmar que él mismo, su figura y su carácter eran parte de su proyecto, de esa meticulosa búsqueda y elaboración de una cierta belleza capaz de estimular los placeres mundanos. Embutido en un cuerpo menudo –pero rebosante de músculos-, delicado en sus modales, de hablar pausado, Beaufrand era un hombre lleno de energía y creatividad. Ese estilo tan suyo, esa estética propia que fue depurando a lo largo del tiempo lo hacía el centro de todas las miradas allí donde fuera. Por ello, a finales de los años 80 era ya una figura clave de la escena caraqueña, en ese Zoológico retratado por Fernando Venturini en 1992, que resistía con uñas y dientes el inexorable ocaso que lo esperaba a la vuelta de la historia.

Quienes tuvimos el placer de conocer a Fran (Franbo, Franbi, para los amigos), de visitar su apartamento en el edificio Las Américas de Altamira (del cual, por cierto, fue presidente de la junta de condominio por varios períodos y cuyo esmerado cuidado es parte de un legado de civilidad integrado en su obra fotográfica), recordaremos por siempre esas experiencias como un viaje a otro tiempo, a un espacio cargado de una estética minimalista alejada del caos caraqueño, que aún en años recientes continuaba indoblegable reflejando los ecos de una ciudad perdida. 

Además de su obra creativa, recogida en libros e innumerables revistas y catálogos, en años recientes Fran tuvo tiempo para dedicarse a la docencia, y en una faceta menos conocida fue un desprendido filántropo que colaboró en la lucha contra el sida y el cáncer en Venezuela. Esto habla del temperamento de un artista y de su papel en la Venezuela de finales del siglo XX, y aún de comienzos del siglo XXI. Pero describe más que nada a un hombre maravilloso que fue querido, admirado y celebrado por todos los que tuvieron el privilegio de estar a su lado. Su obra, qué duda cabe, tiene ya los ribetes de un clásico y deberá ser incluida en toda antología de la fotografía venezolana y latinoamericana del futuro.    

Fran Beaufrand. Autorretrato. 1993

©Trópico Absoluto

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