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Victoria de Stefano (Rímini, 1940 – Caracas, 2023)

Foto: Marta Viaña

La pasada noche del 6 de enero falleció en Caracas la escritora Victoria de Stefano. Figura fundamental de la literatura venezolana contemporánea, su obra ha sido valorada positivamente por la crítica internacional.

De Stefano nació el 21 de junio en Rímini, Italia, ciudad portuaria sobre el Adriático, donde su madre y sus abuelos acostumbraban pasar las vacaciones de verano. Finalizada la guerra, en 1946, se trasladó con su familia a Venezuela, donde estudió en la Facultad de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela. Tras obtener su licenciatura, en 1962, se desempeñó como investigadora en el Instituto de Filosofía de la UCV e impartió clases de estética, filosofía contemporánea y teoría del arte y estructuras dramáticas en las Escuelas de Filosofía y de Arte. De ese tiempo la recuerdan sus colegas y alumnos con enorme aprecio. “En mi diario, en mis novelas, las relaciones interpersonales son relaciones de amistad. Ahí me siento cómoda, me siento feliz”, dice la autora en entrevista con el periodista Hugo Prieto. 

Entre sus novelas se cuentan El desolvido (1970), La noche llama a la noche (1985), El lugar del escritor (1993), Cabo de vida (1994), Historias de la marcha a pie (finalista del Premio Rómulo Gallegos, 1998), Lluvia (2002), Pedir demasiado (2004), Paleografías (2010) y Vamos, venimos (2019). En ensayo, destacan sus títulos Sartre y el marxismo (1975) y Poesía y modernidad, Baudelaire (1984). En el 2016, publicó La insubordinación de los márgenes, que recoge sus diarios de 1988-1989. En 2019, la editorial bogotana El Taller Blanco, dirigida por el poeta venezolano Nestor Mendoza, publicó Su vida, una colección de textos autobiográficos. 

El escritor argentino Sergio Chejfec, quien compartió con la escritora durante su estancia en Venezuela, dice de su obra y su personalidad: “Uno siempre tiende a establecer jerarquías, pero no es fácil encontrar en la literatura de Victoria un título decisivo en el desarrollo de su escritura, o que atrae por sobre otras coordenadas principales de su obra. Acaso esto sea así porque ella es más que nada una presencia que deja una obra en espera. El carácter intelectual y afectivo de Victoria –curioso y estoico, renuente a la vida literaria pero observador, dado a la intimidad pero frecuentemente indignado frente a lo público–, me hace encontrar en ella un perfil de escritor bastante infrecuente, que asume la dicción asumida en sus libros como una de las mas profundas de la discreción intelectual.”

©Trópico Absoluto

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