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La resistencia civil como formación estética del individuo

María Eugenia Cisneros (Caracas, 1970) realiza una reflexión sobre la resistencia civil como parte de una formación estética. Cisneros plantea que “la genuina resistencia comienza por el “sé tú mismo” que se revela en las acciones estéticas que intervienen en lo establecido para producir cambios significativos hacia la libertad como condición humana. Un comportamiento individual, único y rebelde despierta la presencia de la libertad política para generar progreso en la sociedad. Hallar formas de gobierno no autoritarias, ni opresivas. Es el punto de quiebre en el que la acción ética como estética de la existencia se enfrenta a la perversión pública institucional”.

Alnedy. Petare, 20016. De la serie: La otra violencia. Fotografía de Gabriel Osorio.

De la resistencia civil

El Estado se fundamenta en el poder y la fuente de su dominio consiste en la capacidad que tiene de suscitar lealtad y obediencia de los individuos singularmente considerados y de la sociedad a las instituciones fundamentales sobre las que descansa su estructura, tales como: el ejército, la policía, el derecho y la burocracia. Persigue asegurar la colaboración y la conformidad de la mayoría de la población a su organización. A mayor contribución voluntaria por parte de los individuos y la sociedad, el Estado está más seguro, y su poder deviene de la reivindicación de su legitimidad ante la sociedad y su derecho a exigir obediencia dentro de los límites del marco constitucional.

Se tiene así, por un lado, un Estado que se establece a partir del poder, un mando que descansa en la legitimidad y legalidad que proviene de la obediencia de cada individuo y la sociedad, la lealtad del ejército y el marco constitucional. Por el otro, una sociedad conformada por individuos singulares y por una comunidad política que acata, consiente, apoya y coopera con el Estado y sus Instituciones.

Ahora bien, cuando un gobierno utiliza la violencia y la opresión para lograr la lealtad, cooperación y obediencia de la sociedad descontenta ante sus actos abusivos, entonces, la estructura que soporta al Estado se encuentra al margen de la ley, la legitimidad institucional está debilitada. Lo que se vislumbra es una relación conflictiva entre los ciudadanos y el Estado, terreno fértil para la aparición de la desobediencia civil como resistencia activa, imaginativa y estética.

La desobediencia civil[2] es una forma de resistencia pacífica, activa, que se vale de las prácticas estéticas de la existencia humana cuando materializa su imaginación y no de las armas. Irrumpe cuando los ciudadanos se oponen al ejercicio arbitrario del poder dirigido a limitar o extinguir la libertad individual y social como un derecho fundamental de la condición humana.

Aparece un contexto en el que, por un lado el Estado monopoliza la fuerza; utiliza hegemónicamente el poder para dominar, subyugar, obligar a los individuos y la sociedad por la violencia a obedecer a sus prácticas, cualquiera que estas sean; lograr la lealtad de los ciudadanos y otros Estados para llevar a cabo los abusos del poder, reprimir mediante el miedo, temor; fortalecer la legitimidad y legalidad perdida en las relaciones comerciales y de intercambio que lleva a cabo con otros países; asegurar el acatamiento del ejército, policía y todo cuerpo que represente terror. Se trata del autoritarismo llevado más allá de sus límites (nazismo, stalinismo, totalitarismo, etc.) para mantener su configuración injusta y realizar acciones ajenas a la Constitución. Y por el otro, una sociedad conformada por individuos singulares y una comunidad que gozan de un poder que se manifiesta cuando son capaces de desarrollar métodos y técnicas para enfrentar mediante actos estéticos imaginativos concretos las injusticias de que son objeto por parte del abuso del dominio político que hace el grupo que está en posición de mando: “el poder se instituye para preservar derechos y libertades en un orden de convivencia política, la misma fortaleza que lo caracteriza se traduce en la amenaza de aquello a lo que está dirigido a garantizar, de manera que en la vida política se despliega una relación antitética entre el poder y la libertad, entre Estado y sociedad”.[3]

El hecho cierto es el siguiente: un Estado para permanecer, por más arbitrario que sea, requiere de un mínimo de lealtad, cooperación y obediencia de algún grupo para asegurar que sus órdenes se cumplan. Cuando en un país existen estancamiento de la vida económica, cultural, corrupción en la administración pública, estos son indicadores que muestran:

1) La pérdida de legalidad y legitimidad de un gobierno;

2) Un gobierno que utiliza la violencia, el terror, la represión como formas de conservar el poder. Actúa fuera de la ley. Desaparece el estado de derecho.

3) El Estado se muestra como un poder hegemónico.

Ante esta circunstancia, la desobediencia civil se presenta como una forma de lucha política, individual y social, una resistencia estética activa e imaginativa que hace visible que los gobiernos dependen de la colaboración, sumisión, acatamiento, cooperación de la mayoría de los ciudadanos de una sociedad; de la lealtad de los militares, la policía y los servicios de seguridad civil. Se fundamenta en las circunstancias reales del poder político y busca movilizar a la población civil para que retire el consenso, la colaboración y la obediencia con el fin de procurar socavar las fuentes de poder del Estado injusto, ilegítimo y arbitrario e incluso buscar apoyo internacional para lograr su cometido.

Los actos de desobediencia civil se presentan en forma de protestas, mediante la no cooperación social, económica y política, la intervención no violenta, huelgas, jornadas de trabajo lento, los boicots, las sentadas, ocupaciones, creación de instituciones de gobiernos paralelas, la objeción de conciencia, los movimientos ecológicos, entre otros.

a los individuos (…) les corresponde emprender acciones que despierten la responsabilidad cívica de aceptar y asumir que se forma parte de una comunidad que padece las consecuencias de la pérdida de la libertad por la imposición de un poder hegemónico arbitrario.

La resistencia civil responde a la facultad imaginativa que tienen los individuos y la sociedad de innovar, crear en cualquier momento formas inéditas de lucha política para socavar el poder abusivo del contrario o de un modo de institución injusta, ilegal e ilegítima para que se someta nuevamente a la regulación constitucional, al camino democrático y al estado de derecho. Puede que persiga la reforma de una ley determinada, la supresión de alguna injusticia; o que busque el derrocamiento de todo un sistema político y social.

Cuando se decide ejercer la desobediencia civil hay que tomar en cuenta que intervienen factores psicológicos y morales: la conciencia; la capacidad de movilización, aguante y persistencia en la lucha; considerar si las circunstancias políticas justifican efectivamente este tipo de acción; evaluar si los hechos a realizar son legítimos, tienen sentido político y si son capaces de lesionar la fuente de dominio que mantiene la constitución del Estado arbitrario.

La lucha política entre el Estado y la sociedad moviliza los campos de la experiencia y cotidianidad individual y de la comunidad. La política, la economía, la religión, la educación, el derecho, la sexualidad, la familia, el trabajo, el tiempo de ocio, el sentido de la vida son trastocados en una intensidad que depende de cómo se aborden las desavenencias que surjan de la propia dinámica conflictiva. En este contexto, la desobediencia civil coloca en puntos opuestos el poder y la libertad; el Estado y la sociedad; autoritarismo y democracia; el Estado de derecho y el no-Estado de derecho; la represión y la participación; la opresión y la persistencia del individuo en la lucha política, sólo por nombrar algunos.

En este conflicto a los individuos en cooperación con los otros les corresponde emprender acciones que despierten la responsabilidad cívica de aceptar y asumir que se forma parte de una comunidad que padece las consecuencias de la pérdida de la libertad por la imposición de un poder hegemónico arbitrario:

la presencia de dos esferas del poder político: una, la del poder artificial, instituido constitucionalmente y depositado con límites en manos del Estado y la representación; la otra, la del poder del cuerpo político, entendido como multiplicidad y pluralidad de ciudadanos dispuestos a participar en lo público, con lo cual asumen su capacidad de incidencia en los asuntos del común y, por tanto, influyen en la conducción general del poder artificial. Las causas de tal pulsión que dispone a los individuos, a los ciudadanos a realizar una participación más o menos activa en la esfera de lo público […] movida por un sentido virtuoso de deber cívico.[4]

La desobediencia civil se manifiesta en la experiencia, en la realidad social efectiva, en la cotidianidad. Le exige al individuo y a la comunidad emprender acciones imaginativas concretas para defender o rescatar el ejercicio de su libertad, limitar los actos abusivos del poder político.[5] Empero, es preciso señalar que impulsar tales acciones es difícil, pues le demanda, tanto, al individuo como a la participación pública sacrificio, sufrimiento, incomodidad e incluso la muerte por la libertad. En la realización de hechos concretos de lucha política interviene la libertad como condición humana (esfera privada-individual) y la libertad política (esfera pública-mayoría o minoría de los ciudadanos) porque somos individuos sociales.

El individuo tiene el deber de forjar su existencia como una estética de vida para que sea posible la libertad política. Es deber de los ciudadanos oponerse a los actos arbitrarios del Estado realizando acciones imaginativa concretas que debiliten el poder opresor.

Una joven escribe sobre el pavimento una lista de los muertos en manos de funcionarios del Estado caídos durante las protestas del último mes en Venezuela. Caracas, 15.5.17. Fotografía: Gabriel Osorio.

Resistencia civil y estética de vida

Oscar Wilde en “El alma del hombre bajo el socialismo”[6] afirma: “La rebeldía, para todo el que haya leído la Historia, es una virtud primordial del hombre. Ella y la desobediencia han hecho posible el progreso humano”.[7] La idea central que propone el escritor es que el progreso humano se ha dado mediante la desobediencia y rebeldía. El rebelde tiene personalidad y lleva consigo un descontento ante lo establecido que lo empuja a rechazarlo.

El dramaturgo de origen irlandés considera que el desobediente muestra a los otros la miserable situación que viven y siembra en la sociedad la semilla de la lucha. Allí donde se instale un tirano también habrá algún individuo que resista a la dominación[8]: “cada hombre debe tener la libertad de escoger por sí mismo su trabajo. No debe ejercerse sobre nadie ninguna coacción”.[9] La sociedad tiene el deber de impedir ser oprimida y sometida al ejercicio hegemónico del poder. Tiene que cultivar la libertad de asociación entre los individuos que la componen para que cada miembro desarrolle toda su belleza. La desobediencia se construye a partir del progreso espiritual de cada individuo: “la verdadera perfección del hombre consiste, no en lo que tiene, sino en lo que es”.[10] Hay que tener en cuenta que la sociedad también limita a los individuos a la costumbre, tradición, los educa para acumular riqueza y los convierte en esclavo de sus necesidades.

La mayoría de los individuos al hallarse en situación de extrema pobreza como consecuencia de la opresión a la que están sujetos concibe el valor de su existencia por los bienes materiales y no por la fuerza que proviene de sí, de su condición humana, conciencia, ética, principios. Declara Wilde:

Lo lamentable es que la sociedad esté edificada sobre unos cimientos tales, que el hombre se vea forzado a una rutina, con lo cual no puede desarrollar libremente lo que en él hay de maravilloso, fascinante, exquisito, ni puede por eso mismo, sentir el verdadero placer, el goce de vivir […] Lo que se posee realmente, lo único que se posee, es lo que lleva uno en sí. Cuanto está fuera de un hombre, no debería tener ninguna importancia.[11]

Si al individuo se le aparta de las posesiones, de lo que es ajeno a su condición humana, podrá comenzar a sentir el goce de vivir. ¿Y qué es vivir? Las palabras de Wilde evocan a Michel de Montaigne.

En el ensayo “De la desigualdad que hay entre nosotros”[12], Montaigne destaca que existe más distancia entre los seres humanos que entre éstos y los animales. La naturaleza humana debería ser apreciada por las cualidades que le son ínsitas y no por las características que le son externas y la rodean como: el poder, el prestigio, la riqueza, entre otras.

Las cualidades internas a lo humano son las que hacen que los hombres se diferencien de los animales, no las posesiones materiales. Emprender la desobediencia civil contra la opresión es una acción humana que exige templanza, firmeza de carácter, voluntad, ética, principios, ecuanimidad. Se trata de comprobar que el hombre es: “Sabio y dominador de sí mismo; capaz de resistir sin miedo enfermedad, hierros y muerte; rechazador de concupiscencias y desdeñador de honores; en sí mismo recogido […] siempre imperturbable ante la fortuna”.[13]

La máxima condición del hombre es desarrollarse hacia la creación de una vida humanizada y para eso cada individuo tiene que esculpirse a sí mismo. Este hecho lo coloca ante la decisión de asumir el riesgo de la libertad y autonomía o ser cobarde, pusilánime, débil. Y son las situaciones límites las que lo sitúan ante esta disyuntiva: la enfermedad, la muerte, el miedo, estar sometido a la opresión. Todas estas se manifiestan independientemente del poder, riqueza, posesiones que se pueda tener.

Para Montaigne la vida consiste en la dignidad de ser vivida con ética, estética y hedonismo. La estética de la vida exige la formación de un criterio propio, de un juicio como guía para decidir entre lo bueno y lo malo, el desarrollo de la capacidad de dirigirse por sí mismo que dan la fuerza para la puesta en escena de la resistencia civil. El poder, la fortuna, los privilegios apartan a la mayoría de los individuos del camino del arte de vivir. El poder, la riqueza hacen que los individuos se crean dioses y no mortales. Son las divinidades que aparecen sobre un altar de arena presas fáciles de la opresión.

En la lectura de este ensayo Montaigne advierte que la diferencia entre los hombres radica en la riqueza, los honores, los privilegios. En cosas ajenas a lo que constituye su naturaleza humana. El sentido de la esencia humana despierta los principios, la belleza del alma, el goce de vivir, el hedonismo.

Estas ideas de Montaigne las tomó Jean Jacques Rousseau para presentar su noción de libertad y las causas de la desigualdad entre los hombres. El tema recurrente de Rousseau consiste en indagar el origen de la desigualdad entre los individuos. Diferencia que surge cuando los individuos se relacionan.

En el Discurso sobre las ciencias y las artes[14] Rousseau elucida sobre cómo las ciencias y las artes han contribuido a corromper las costumbres. Las ciencias y las artes se desarrollan en la sociedad, la sociedad implica relación entre los hombres. Mediante las ciencias y las artes los hombres se aproximan desde la diferencia porque entre ellos se valoran de acuerdo a un cúmulo de información, quién es más culto, más sabio. Del conocimiento se derivan privilegios, honores, reconocimientos, la oportunidad de destacar, distinguirse del resto. No hay un progreso en la socialización, los hombres no son educados para convivir. No se persigue la estética de la existencia.

Las ciencias y las artes instituyen la máscara del lujo, la ostentación, la fama, la reputación, una envoltura más del individuo. La sociedad es producto de un artificio, de una fachada que profundiza las diferencias entre las personas. La consecuencia de ello es la depravación en las costumbres, la pérdida de la virtud, la aparición de la perversión. Todo artista, intelectual, músico, escritor o filósofo quiere ser aplaudido, elogiado. Esta es su máxima recompensa. La vía para la sociedad del espectáculo.

El problema para Rousseau consiste en la conformación de la sociedad como un modo de desigualdad que tiene su origen en las ciencias y en las artes como instrumento de exclusión de las costumbres, principios, virtud, ética, que constituyen la fuerza y el vigor del alma. La cuestión reside en que el conocimiento no cultiva la estética de la existencia, corrompe la naturaleza humana al vestirla de apariencias.[15] Las letras convierten a los individuos en esclavos, perfecciona las formas de dominación de la sociedad y la institución.[16] Imponen la servidumbre y aplastan la libertad.

reina en nuestras costumbres una vil y falaz uniformidad, y todos los espíritus parecen haber sido arrojados en un mismo molde; sin cesar la cortesía exige, la conveniencia ordena; sin cesar se siguen los usos, nunca el genio propio. Nadie se atreve ya a aparecer lo que no es; y en esta coacción perpetua, los hombres que forman ese rebaño llamado sociedad, puestos en las mismas circunstancias, harán todos las mismas cosas si motivos más poderosos no los apartan de ello.[17]

Rousseau postula que la diferencia que incorpora las ciencias y las artes entre los individuos se traduce en lo siguiente: “Ya no se pregunta de un hombre si tiene probidad, sino si tiene talentos; ni de un libro si es útil, sino si está bien escrito.  Las recompensas son prodigadas al hombre culto y, la virtud queda sin honores. Hay mil premios para los discursos bellos, ninguno para las buenas acciones”.[18] En una frase: se recompensa al individuo culto aunque no sea probo y carezca de virtud. Probablemente Rousseau se preguntó: ¿para qué sirven las ciencias y las artes si a pesar de su progreso la diferencia entre los hombres se profundiza a tal punto que sin darse cuenta viven en un entorno de vicios que reproducen y mantienen?[19]

Las ciencias y las artes no deben estar en función del comercio y del dinero.[20] Deben estar dirigidas a instituir principios éticos. Rousseau denuncia que las ciencias y las artes causan desigualdad entre los individuos; originan el lujo, la ociosidad y la vanidad en la sociedad; y son perjudiciales para las cualidades morales.

Por un lado, la moral como cualidad humana está separada de las ciencias y las artes porque la educación no se destina a formar hombres que encarnen la virtud, sino a producir hombres viciosos. Por el otro, las ciencias y las artes en su función socializadora cambian las costumbres, la ética, y esto modifica el comportamiento de los individuos y sus formas de relacionarse. Los individuos son socializados artificialmente, su comportamiento responde a las diferencias que originan los honores, privilegios, riquezas, lujos, reputación, poder; y no a la virtud, el corazón, los sentimientos. En vez de crear ciudadanos se reproducen esclavos.

La virtud, los deberes, los principios éticos y la ciudadanía deben estar por encima de las riquezas, los honores, los privilegios. La socialización entre los hombres debe obedecer a la virtud. La virtud es la condición humana que aproxima a los individuos mediante el amor de sí y la piedad. La toma de conciencia entre los hombres de asumir que lo humano es lo que los hace común porque son vulnerables al dolor, la enfermedad, el miedo, la muerte, la opresión.

La virtud desarrolla el propio criterio, mantiene la fuerza y la pasión por la libertad. Los individuos deben relacionarse mediante la práctica de la virtud para evitar ser oprimidos, subyugados bajo las apariencias, lo ficticio. Se trata de procurar una socialización que forje ciudadanos con sentimientos de libertad, fuerza y arrojo para preservarla. Ser ciudadano, en el pensamiento de Rousseau, supone que los individuos construyen su vida escuchando la voz de la conciencia y los sentimientos del corazón. Por eso al referirse a Sócrates destaca la siguiente frase “Quiero seguir siendo lo que soy”. Y ¿qué soy? ¿qué somos?“ [21]

Armando José Sequera en su cuento ´Preguntas y respuestas´, afirma que el hombre es «un niño, pero más grande» que le gusta ser «un pescado que no se deja pescar».[22]

Y en su poema Esencia leemos:

Puerta abierta a la metamorfosis, nudo resuelto por la espada. Soy el que soy, el que será, el que aún ausente seguirá estando mañana. Soy este, el mismo y tantos otros. Soy y en tanto sea, aquí estaré: único, irrepetible. Una astilla de la divinidad.
Provisionalmente eterno.[23]

Realiza actos virtuosos, no te quedes en el mero estudio teórico sobre la virtud. La contribución de las ciencias y las artes deben concentrarse en lo político y lo moral para hacer de la virtud, las costumbres, los principios éticos, las instituciones que enseñen a los individuos a ser libres, ciudadanos, y no esclavos. Rousseau sostiene que la virtud es la acción sublime de las almas sencillas cuyos principios están grabados en sus corazones y cada día ejercitan el diálogo consigo mismas para permitirse oír la voz de sus conciencias. Esta ascesis no requiere del conocimiento que proveen las artes y las ciencias, solicita el examen continuo de nuestros actos cotidianos que son los que despiertan la exploración de la estética de nuestra existencia.

¿A qué buscar nuestra felicidad en la opinión ajena si podemos encontrarla en nosotros mismos? […]
¡Oh virtud! Ciencia sublime de las almas sencillas ¿tanto esfuerzo y aparato son precisos para conocerte? ¿no están tus principios grabados en todos los corazones, y no basta para aprender tus leyes con recogerse en uno mismo y escuchar la voz de la propia conciencia en el silencio de las pasiones? He ahí la verdadera filosofía.[24]

Las propuestas que hace Rousseau en el Discurso de las ciencias y las artes son desarrolladas y profundizadas en el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. En su disertación sobre la desigualdad entre los hombres Rousseau define como causa: la socialización bajo varias aristas que planteó como interrogantes:

¿Cómo convivir con el otro a pesar de las desigualdades que genera la socialización establecida?;

¿Cómo aceptar la existencia del otro, diferente a mí artificialmente, e igual a mí en nuestras naturalezas humanas?;

¿Cómo se construye el otro en la sociedad?;

¿Cómo practicar la virtud en la apariencia?;

¿Cómo me mantengo escuchando la voz de mi conciencia en la sociedad que me toca vivir?; y

¿Cómo impido que el amor de sí sea disminuido por el amor propio?[25]

En este Discurso, el pensador ginebrino comienza por reflexionar sobre la naturaleza humana. Resurge la pregunta ¿Qué constituye la naturaleza de los seres humanos? La premisa de Rousseau es la siguiente: los hombres por naturaleza son iguales entre sí y en esto consiste su estado original. Rousseau tiene presente que la propia naturaleza establece diferencias físicas entre los hombres como la edad, salud, contextura del cuerpo, la fuerza del alma. Pero la cuestión que le ocupa es que: algo produjo cambios en la naturaleza humana, alterando su estado original. El resultado de esta metamorfosis consiste en la desigualdad entre los hombres, diferencias que son productos de una convención consentida por los individuos y que se desarrolla en el ámbito moral y político. Estas distinciones responden a los privilegios como la riqueza, el honor, el poder, el dominio.[26]

Rousseau aborda la constitución de la naturaleza humana en un estado original y en un estado artificial. El problema que presenta consiste en una invitación a examinar qué sucede con la naturaleza humana cuando se incorpora en la esfera social. Asume de entrada que la estructura primigenia al incluirse en la sociedad pierde elementos que le son intrínsecos. Tal hecho la corrompe y la pervierte “no es liviana empresa separar lo que hay de originario y de artificial en la naturaleza actual del hombre, ni conocer bien un estado que ya no existe, que quizá no haya existido, que probablemente no existirá jamás”.[27] Le interesa analizar la composición de la naturaleza humana en su estado original para conocer los fundamentos reales de la sociedad como institución política. Se trata de una elucidación que parte de un ejercicio imaginativo que hace Rousseau al preguntarse por el tipo de hechura de la naturaleza humana primigenia.[28]

¡Oh hombre, de cualquier región que seas, cualesquiera que sean tus opiniones, escucha! He aquí tu historia, tal cual yo he creído leerla no en los libros de tus semejantes que son falaces, sino en la naturaleza que no miente nunca. Todo cuanto sea de ella, será verdadero. No habrá de falso sino lo que yo haya puesto de mi cosecha sin querer. Los tiempos de que voy hablar están muy lejanos. ¡Cuánto has cambiado de cómo eras! Por así decir, es la vida de tu especie lo que te voy a describir según las cualidades que recibiste, que tu educación y tus hábitos han podido depravar, pero que no han podido destruir.[29]

El Discurso sobre el origen de la desigualdad persigue mostrar que:

 “en el progreso de las cosas el momento en que, sucediendo el derecho a la violencia, la naturaleza fue sometida a la ley; de explicar por qué encadenamiento de prodigios pudo el fuerte decidirse a servir al débil, y el pueblo a comprar una tranquilidad ideal al precio de una felicidad real”.[30]

Rousseau analiza la naturaleza humana en sus cualidades físicas y en sus modos morales y metafísicos. En la consideración de estas últimas se referirá a la libertad. El hombre escoge mediante un acto de libertad. Los animales están determinados por su instinto. ¿Quiere decir esto que el hombre elige libremente la institución de su propia esclavitud y dominación? ¿El individuo se distancia de su naturaleza voluntariamente? ¿Por qué lo hace?

El hombre en su estado original es fuerte, ágil, con vigor y valor. Tiene en contra la degeneración propia del cuerpo en el sentido biológico, la infancia, la vejez y la enfermedad. Cuando el hombre se vuelve sociable se convierte en débil, temeroso, cobarde, sin valor y esclavo. También está conformado por el amor de sí y la piedad. Dos sentimientos que al ingresar en la sociedad la razón modifica su textura primigenia al colocarlas sobre fundamentos artificiales. Por eso enfatiza Rousseau:

meditando sobre las primeras y más simples operaciones del alma humana, creo percibir dos principios anteriores a la razón, uno de los cuales nos interesa vivamente para bienestar nuestro y para la conservación de nosotros mismos, y el otro nos inspira una repugnancia natural a ver perecer o sufrir a cualquier ser sensible, y principalmente a nuestros semejantes. Del concurso y de la combinación que nuestro espíritu es capaz de hacer de estos dos principios, sin que sea necesario hacer entrar ahí el de la sociabilidad, es de donde me parece que derivan todas las reglas del derecho natural; reglas que la razón se ve luego forzada a restablecer sobre otros fundamentos, cuando por sus desarrollos sucesivos termina por ahogar a la naturaleza.[31]

La constitución de la naturaleza humana está compuesta por una sensibilidad que se manifiesta mediante los sentimientos de la conservación y de no hacer daño, ni mal a los otros individuos. Estos sentimientos son desnaturalizados por la razón que se fortalece mediante las letras, las artes y las ciencias.

El hombre se caracteriza:

1.- Por ser libre.  Elige si quiere vivir para y en libertad, o sometido a las formas establecidas convencionalmente al punto de consentir su propia opresión: “La naturaleza da una orden a todo animal, y la bestia obedece. El hombre experimenta la misma impresión, pero se reconoce libre de asentir, o de resistir; y es sobre todo en la conciencia de esta libertad donde se muestra la espiritualidad de su alma”.[32]

2.- Por su facultad de perfeccionarse. Capacidad que unida con las circunstancias hace que el hombre progrese, adquiera conocimientos para proveerse lo necesario y se desarrolle. Lo que implica la comunicación. Este es el comienzo de las diferencias, la depravación. El nacimiento de lo superfluo, los placeres, riquezas, poder, dominio. El progreso produjo que alguien cercara un terreno y se le ocurriera decir: “esto es mío y encontró personas lo bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil”[33] y de la servidumbre.

La naturaleza humana para Rousseau se conforma por:

1) Los sentimientos de conservación y piedad;

2) La libertad; 

3) La facultad de perfeccionarse.

En esta estructura Rousseau está alertando que es ínsita a la naturaleza humana la tendencia tanto a la virtud, la probidad, los principios, la ética como al vicio, la corrupción, la depravación. La naturaleza humana tiene necesidades que se manifiestan como pasiones. Las pasiones progresan por el conocimiento. Es decir, las letras, artes y las ciencias movilizan los deseos del gozo, la sensualidad, los placeres. La perfectibilidad como el impulso hacia el progreso y porvenir es lo que modifica la naturaleza humana originaria: “los progresos del espíritu fueron exactamente proporcionados a las necesidades que los pueblos habían recibido de la naturaleza, o a las que las circunstancias los habían sometido, y consiguientemente a las pasiones que los llevaban a proveer a tales necesidades”.[34]

Es inherente a la naturaleza humana su inclinación a la construcción y a la destrucción. Esta disposición al desastre, desmoronamiento, exterminio se materializa por las acciones que los individuos eligen realizar. En otras palabras, la naturaleza humana es artífice de su propia ruina cuando posibilita las condiciones institucionales que la alteren y la conduzcan a su corrupción.

Rousseau muestra la paradoja humana: la perfectibilidad, el progreso de crear respuestas para resolver los obstáculos que se le presentan en su desarrollo lleva en sí mismo la causa de su hundimiento. A mayor ilustración más perfeccionamiento de la industria y simultáneamente pérdida de las cualidades inherentes a la naturaleza humana. Al crear los instrumentos que le facilitan el trabajo, al procurarse comodidad, quedaron sometidos a su yugo y presos de vivir solo para la satisfacción de sus necesidades. Entonces,

Todos comenzaban a mirar a los demás y a querer ser mirado uno mismo, y la estima pública tuvo un precio. Aquel que cantaba o danzaba el mejor; el más bello, el más fuerte, el más diestro o el más elocuente se convirtió en el más considerado, y éste fue el primer paso hacia la desigualdad, y hacia el vicio al mismo tiempo: de estas primeras preferencias nacieron, por un lado, la vanidad y el desprecio, por otro, la vergüenza y la envidia; y la fermentación causada por estas nuevas levaduras produjo finalmente compuestos funestos para la dicha y la inocencia.[35]

El amor de sí es un sentimiento natural que lleva a los hombres a velar por su conservación. La piedad es un sentimiento de rechazo que manifiestan los hombres ante el sufrimiento de sus semejantes. La cuestión a descifrar, según Rousseau, reside en cómo el amor de sí y la piedad son socializados. Aquí se produce la alteración. El amor de sí en la sociedad se convierte en amor propio[36] y la piedad se transforma en egoísmo. Se da una metamorfosis del sentimiento: de natural pasa a lo artificial. Y esta es otra de las fuentes de la desigualdad entre los hombres.

Si el amor de sí es socializado como un sentimiento intrínseco a la naturaleza humana y relacionado con la piedad, entonces, produce la humanidad y virtud en los hombres. El contenido de la naturaleza humana son los sentimientos y no la razón.

A Rousseau le interesa dar a conocer los elementos constituyentes de la naturaleza humana en su estado primigenio y original para destacar los sentimientos del amor de sí y la piedad aunque la sociedad donde se viva sea violenta, agresiva, depravada, egoísta, individualista y recompense a los hombres por los privilegios adquiridos y no por la práctica de la virtud.

La cuestión está en cómo el individuo preserva el amor de sí y la piedad ante un mundo que enaltece el amor propio. Sólo el asirnos a la voz de la conciencia, a los sentimientos del corazón, al sentido interior intensifica la fuerza de nuestra humanidad y virtud para edificar como una roca nuestro juicio cuyo fundamento son los principios éticos. Desde este punto de vista, Rousseau está resaltando la importancia de entender que la socialización es posible en tanto yo como individuo acepte la existencia del otro mediante los sentimientos del amor de sí y la piedad. La voz de la conciencia no es sólo un asunto individual, también es político. Es un sentimiento que involucra al otro, no puedo ser yo sin aceptar al otro, esto significa que la conformación de lo social requiere de lo individual y lo individual necesita lo social. Utilicemos las siguientes palabras de Castoriadis para comprender la idea:

Deseo poder encontrar al prójimo a la vez como a un semejante y como a alguien absolutamente diferente, no como a un número, ni cómo a una rana asomada a otro escalón (inferior o superior, poco importa) de la jerarquía de las rentas y de los poderes. Deseo poder verlo, y que me pueda ver, como a otro ser humano, que nuestras relaciones no sean terreno de expresión de la agresividad, que nuestra competitividad se quede en los límites del juego, que nuestros conflictos, en la medida que no pueden ser resueltos o superados, conciernan unos problemas y unas posiciones de juego reales, arrastren lo menos posible de inconsciente, estén cargado lo menos posible de imaginario. Deseo que el prójimo sea libre, pues mi libertad comienza allí donde comienza la libertad del otro y que, solo, no puedo ser más un <<virtuoso en desgracia>>. No cuento con que los hombres se transformen en ángeles, ni que sus almas lleguen a ser puras como lagos de montañas, ya que, por lo demás, esta gente siempre me ha aburrido profundamente. Pero sé cuánto la cultura actual agrava y exaspera su dificultad de ser, y de ser con los demás, y veo que multiplica hasta el infinito los obstáculos a su libertad.[37]

La exposición que hace Castoriadis traduce el planteamiento de Rousseau en cuanto a la forma en que se desarrolla la socialización. La sociedad implica a los individuos singularmente y también socialmente. La cuestión está en cómo se aproxima lo individual y lo social. El enigma radica en cómo la práctica del amor de sí y la piedad generan una socialización que estimule los sentimientos de humanidad y virtud en los individuos y la comunidad. Cómo hacer para incorporar en la experiencia la voz de la conciencia como un sentimiento individual y social a la vez. Estas palabras de Rafael Cadenas expresan la tesis de Rousseau poéticamente: “Hemos entrado en una barbarie. No ha habido invasiones. Después de todo, los bárbaros portan una energía que avigora civilizaciones cansadas. En nuestro tiempo es la sociedad la que, revestida de progreso, se barbariza. Se trata de una destrucción <<inteligente>>”.[38]

La manifestación del ser del individuo producto de su propio diálogo a solas, de la confrontación consigo mismo es una cuestión debatida desde los griegos. Ciertamente, en su diálogo, Sócrates hostiga a sus interlocutores con una serie de preguntas que los llevan a prestarse atención a sí mismos, a examinar su conciencias, a cuidarse a sí mismos, que los llevan al célebre “conócete a ti mismo”. José Manuel Briceño Guerrero en su obra ¿Qué es la filosofía?[39], afirma que son pocos los auténticos creadores de formas de vida que se atreven a liberar su indeterminación y cuestionar el modelo cultural establecido al que están sometidos. Briceño hace énfasis en el conócete a ti mismo, al momento en el que el individuo comienza a cuestionar su propia existencia, su manera de estar en el mundo, a examinar su vida. Dicho de otro modo, el hombre se atreve a preguntarse ¿Cómo vivo? ¿Cuál es la vida digna de ser vivida? ¿Cómo me realizo humanamente en el tiempo que me toca vivir?

Pierre Hadot en su obra Ejercicios espirituales y filosofía antigua[40] destaca la importancia del arte de vivir, la construcción de la vida a partir de la existencia. Se trata de que el hombre decida comprometerse con su existencia como un arte de vivir; vivir responsable y libremente. Michel Onfray[41], destaca el arte de vivir, en la estética de la existencia, en la relación consciente con la cotidianidad que lleva a los hombres a cuestionar su propia vida. Se trata de mostrar que los cambios, las transformaciones, transgresiones de lo establecido se inician desde la existencia, la acción, la imaginación activa, la praxis social, toda vez que los hombres se atreven a cuestionar su existencia para deconstruir el estilo de vida impuesto por lo establecido y autocrear el propio modo de vida que queremos a partir del ejercicio de nuestra lucidez, estética, ética, hedonismo.

Esto significa aceptar que la creación de una forma de vida producto de nuestra reflexión obedece al emprendimiento de acciones imaginativas y no a los dictados de la institución establecida. Se trata de una confrontación entre la pseudo realidad y la realidad, que nos obliga a la toma de una decisión existencial entre seguir los mandatos sociales o ser nosotros mismos. Quien opte por su autonomía y autenticidad asume una decisión dolorosa, que comporta riegos, consecuencias, pérdidas, separaciones, algunas veces soledad, porque estamos en la vida tal como hemos decidido ser y estar. Por ello, son muy pocos los auténticos creadores de su propio estilo de vida.[42]

Y aquellos que logran vivir estéticamente generalmente son desobedientes. Para Wilde:

“La mayoría de las personalidades se han visto obligadas a la rebelión. La mitad de su fuerza se ha desperdiciado en el roce. La personalidad de Byron […] se malgastó terriblemente en su lucha contra la estupidez, la hipocresía y el filisteísmo de los ingleses. Tales luchas no siempre aumentan la fuerza; muchas veces, al contrario, acrecen la debilidad”.[43]

La personalidad es la manifestación del sí mismo, la fuerza interior, la conciencia que conduce nuestros actos al ejercicio de la libertad. El individuo es la imagen viviente de la autonomía. Solo obedece a sus propias leyes y autoridad. Lo que el escritor llama: “Sé tú mismo”.[44] Sé tú mismo significa vivir estéticamente, que seas capaz de elegir tu propia forma de expresarte en la vida. Esto implica prescindir de lo que es ajeno a lo humano: poder, gloria, riquezas, lujo, vacuidad, comodidad. “Tu personalidad está dentro de ti y no fuera, y así podrás ver lo que eres realmente y lo que en realidad necesitas”.[45] Cualquiera puede ser sí mismo: el jardinero, el carpintero, el campesino, la ama de casa, el profesor, la enfermera, la costurera, el chofer del autobús, el cajero del banco, la secretaria, el empleado de una empresa, el vigilante, el estudiante, el albañil, el plomero, el panadero, el comerciante, cualquier ciudadano que se levanta cada día para continuar viviendo[46].

En la concepción de Wilde el Estado debe encargarse de lo que es útil como organizar el trabajo, fabricar y distribuir los artículos de primera necesidad; y los individuos se ocuparán de hacer lo que es bello. Las máquinas deberían encargarse de realizar aquellos trabajos que son molestos, penosos y desagradables como recoger la basura. La máquina debe servir al hombre y no hacerle la competencia en el ámbito laboral. A los individuos les corresponde el ocio para alimentar su imaginación y crear lo hermoso. La estética de cada individuo mostrará lo que es en sí mismo. Un sí mismo que estará en contradicción con el mundo que le toca vivir. Una de las soluciones a esa diferencia es buscar el cambio. Por consiguiente, para Wilde el progreso es la realización de la desobediencia ante la tiranía.

Desde este punto de vista, la desobediencia constituye una acción estética del individuo producto de su personalidad, es una de las formas más intensa de arte porque en ésta se revela lo humano. El genuino desobediente inventa formas inéditas de lucha política para oponerse a la arbitrariedad del poder y llama a los otros a la rebeldía. La desobediencia como práctica estética del individuo tiene la característica de irrumpir en lo establecido con una propuesta diferente de vida que apunta a la reconquista de la dignidad. Esta alteración hace que los actos de resistencia civil sean extraordinarios porque buscan derrocar la dominación. La desobediencia civil es una acción que posibilita que el sentido de vida de los individuos se visibilice en hechos concretos de libertad que se oponen radicalmente a las formas políticas opresivas de organización social.

Enfatiza Wilde: “La forma de gobierno más ventajosa para el artista es la ausencia total de gobierno”.[47] Parafraseando a Wilde: La forma de gobierno más ventajosa para el sé tú mismo es la ausencia total de gobierno. En esta frase recordemos a Etienne De la Boétie que dice: no veo bien alguno en tener algún amo; y a Thoreau que sostiene: el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto. Wilde también cuestiona a los gobiernos con inclinaciones autoritarias. Es absurdo que se oprima a los individuos por la violencia y la fuerza. El individuo debe ocuparse de desarrollar su sí mismo libre, bella y naturalmente. Así como rechazar a cualquier tipo de autoritarismo. Cada individuo debe vivir de acuerdo a lo que le sea más favorable para desarrollar su sí mismo y pensar por cuenta propia cuál es esa forma. Este proceso hará que sienta simpatía “por la vida en su plenitud y no sólo por sus plagas y enfermedades […] por la alegría, la belleza, la energía, la salud y la libertad de la vida”.[48]

En resumen, para Wilde, la desobediencia se caracteriza:

1) Por un hacer individual;

2) Por la posibilidad del progreso;

3) La factibilidad de mostrar que la forma institucional más ventajosa para el individuo que ha logrado su autonomía es la que no sea opresiva;

4) Por ser un acto estético;

5) Por ser una práctica creativa e innovadora;

6) Por buscar la transformación;

7) Por generar el rescate de la libertad, el desarrollo del individuo, la imaginación;

8) Despertar la simpatía por la belleza, la alegría, el gozo de vivir, el hedonismo, la salud;

9) Activar el sentido de vida de cada individuo.

La resistencia civil como formación estética del individuo es su fuerza propia transformada en su existencia como una obra de arte que lo impulsa a enfrentar la tiranía y vivir en libertad. Ante cualquier forma de opresión aparece la desobediencia civil. La genuina resistencia comienza por el sé tú mismo que se revela en las acciones estéticas que intervienen en lo establecido para producir cambios significativos hacia la libertad como condición humana. Un comportamiento individual, único y rebelde despierta la presencia de la libertad política para generar progreso en la sociedad. Hallar formas de gobierno no autoritarias, ni opresivas. Es el punto de quiebre en el que la acción ética como estética de la existencia se enfrenta a la perversión pública institucional. El sentimiento de dignidad que toca lo vital humano en el mismo hecho de vivir se materializa en acciones de resistencia ante la injusticia cuya estética demuestra que hay formas de luchas políticas distintas al uso de la violencia que posibilitan el resurgimiento de la libertad.

©Trópico Absoluto

Notas

[1]Este ensayo es parte de un trabajo más extenso titulado La desobediencia civil: una perspectiva filosófica.

[2]“…Se trata de una condición en la que el apelativo de civil aparece por no ser parte de las fuerzas armadas o cualquier organización religiosa”. Valencia, N. M., Psicología política, resistencia y democracia. La resistencia comunitaria y la transformación de conflictos. Buenos Aires, Editorial Proa XXI, 1a ed., 2006, p. 88.

[3]Guerrero, C., “De la sociedad, del Estado: latitudes del poder en la insurgencia democrática”, en Documentos de trabajo N° 1. Caracas, Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, 2014, p. 6.

[4]Ibíd., pp. 11-12.

[5]“…la participación en lo público es cosa que atiende al problema sustantivo de la república: prevenir el surgimiento de individuos o grupos tiránicos; esto es, de formas de dominación u opresión. Para responder a tales fines, los ciudadanos no solo establecen una organización según la cual el gobierno pertenezca al cuerpo político, sino que además colocan sus talentos a disposición del bien común como modo de ejercer control sobre los intereses de las facciones, que amenazan siempre la libertad común…”. Ibíd., p. 12.

[6]Wilde, O., “El alma del hombre bajo el socialismo”, en Obras completas. Madrid, Aguilar, 8a ed., 1963, pp. 1285-1314.

[7]Ibíd., p. 1290.

[8]“Hay tres clases de déspotas. El déspota que tiraniza el cuerpo. El déspota que tiraniza el alma. El déspota que tiraniza, a la vez, los cuerpos y las almas. Al primero se lo denomina Príncipe. Al segundo se lo denomina el Papa. Al tercero se le denomina el Pueblo”. Ibíd., p. 1309.

[9]Ibíd., p. 1291.

[10]Ibíd., p. 1292.

[11]Ídem.

[12]Montaigne, M., Ensayos completos. Ediciones Orbis, S.A., Barcelona, Vol. I, 1984, pp. 210-218.

[13]Ibíd., p. 211.

[14]Rousseau, J-J., Discurso sobre las ciencias y las artes. Madrid, Alianza Editorial, S.A., 1980, pp. 142-176.

[15]“¡Cuán dulce sería vivir entre nosotros si el continente exterior fuera siempre imagen de las disposiciones del corazón; si la decencia fuera virtud; si nuestras máximas nos sirvieran de reglas; si la verdadera filosofía fuera inseparable del título de filósofo!…”. Ibíd., p. 150.

[16]“…las ciencias, las letras y las artes, menos despóticas y más poderosas quizá, extienden guirnaldas de flores sobre las cadenas de hierro de que están cargados, ahogan en ellos el sentimiento de esa libertad original para la que parecían haber nacido, les hacen amar su esclavitud y así forman lo que se denomina pueblos civilizados […] Esclavos felices, les debéis ese gusto delicado y fino del que os jactáis; esa dulzura de carácter y esa urbanidad de costumbres que entre vosotros vuelve el trato tan comunicativo y tan fácil; en una palabra, las apariencias de todas las virtudes sin tener ninguna”. Ibíd., p. 149.

[17]Ibíd., p. 151.

[18]Ibíd., p. 170.

[19]“…la depravación real, y nuestras almas se han corrompido a medida que nuestras ciencias y nuestras artes han avanzado a la perfección…”. Ibíd., p. 152.

[20]“…Los antiguos políticos hablaban sin cesar de costumbres y de virtud; los nuestros no hablan más que de comercio y de dinero […] se tiene de todo con dinero, excepto costumbres y ciudadanos…”. Ibíd., pp. 163 y 164.

[21]Ibíd., p., 157.

[22]Sequera, J., “Preguntas y respuestas”, en Teresa en mosaico. Cuentos 1977-2001. Caracas, El otro & el mismo, 2000, pp. 243 y 244.

[23]Sequera, J., “Esencia”, en Passarola. Caracas, Editorial El Perro y la Rana, 2007, p. 69.

[24]Rousseau, J-J.,  Discurso sobre las…, op. cit., p. 176.

[25]¿Cómo podría meditar sobre la igualdad que la naturaleza ha puesto entre los hombres, y sobre la desigualdad que éstos han instituido, sin penar en la profunda sabiduría con que una y otra, felizmente combinadas en este Estado, concurren, de la manera más cercana a la ley natural y más favorable para la sociedad, al mantenimiento del orden público y a la felicidad de los particulares?”. Cf. Rousseau, J-J., Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Madrid, Editorial Alianza, S.A., 1980, p. 180.

[26]“…desde el instante en que un hombre tuvo necesidad del socorro de otro, desde que se dio cuenta de que era útil para uno solo tener provisiones para dos, la igualdad desapareció, se introdujo la propiedad, el trabajo se hizo necesario y las vastas selvas se trocaron en campiñas risueñas que hubo que regar con el sudor de los hombres, y en las que pronto se vio la esclavitud y la miseria germinar y crecer con las mieses”. Ibíd., p. 258.

[27]Ibíd., p. 195.

[28]“…No hay que tomar las investigaciones que se puedan realizar sobre este tema por verdades históricas, sino sólo por razonamientos hipotéticos y condicionales que para mostrar su verdadero origen […] formar conjeturas sacadas únicamente de la naturaleza del hombre y de los seres que lo rodean, sobre lo que habría podido devenir el género humano de haber quedado abandonado a su suerte…”. Ibíd., p. 208.

[29]Ibíd., pp. 208 y 209.

[30]Ibíd., p. 206.

[31]Ibíd., p. 198.

[32]Ibíd., pp. 219 y 220.

[33]Ibíd., p. 248.

[34]Ibíd., p. 222.

[35]Ibíd., pp. 255 y 256.

[36]“No hay que confundir el amor propio con el amor de sí mismo; dos pasiones muy diferentes por su naturaleza y sus efectos. El amor de sí mismo es un sentimiento natural que lleva a todo animal a velar por su propia conservación y que, dirigido en el hombre por la razón y modificado por la piedad, produce la humanidad y la virtud. El amor propio no es más que un sentimiento relativo, ficticio y nacido en la sociedad, que lleva a cada individuo a hacer más caso de sí que de cualquier otro, que inspira a los hombres a todos los males que mutuamente se hacen, y que es la verdadera fuente del honor”. Ibíd., pp. 329 y 330.

[37]Castoriadis, C., La institución imaginaria de la sociedad. Marxismo y teoría revolucionaria, Vol.1, Buenos Aires, Tusquets Editores, 2a reimpresión, 2003, pp. 158 y 159.

[38]Cadenas, R.,  Anotaciones. Caracas, Fundarte, 1991.

[39]Briceño Guerrero, J., ¿Qué es la filosofía?, Mérida, Ediciones La Castalia, 2a ed., 2007.

[40]Hadot, P., Ejercicios Espirituales y Filosofía Antigua, Madrid, Biblioteca de Ensayo Siruela, Ediciones Siruela, 2006.

[41]De este autor ver, entre otras obras: Antimanual de Filosofía. Madrid, Editorial Edaf, S.A., 2005; Cinismos. Retrato de los filósofos llamados perros, Buenos Aires, Editorial Paidós, 1a reimpresión, 2004; La fuerza de existir. Manifiesto hedonista, Barcelona, Anagrama, 1a ed., 2008; Las sabidurías de la antigüedad. Contrahistoria de la filosofía I, Barcelona, Editorial Anagrama, 2007.

[42]Cf. Cisneros, M. E., “Los Cínicos: El arte de vivir en libertad”. Recuperado de:  filosofiaclinica1.blogspot.com/2009/04/los-cinicos-el-arte-de-vivir-en.html

[43]Wilde, O., “El alma del hombre…”, op. cit., p. 1293.

[44]“…Tienes una personalidad maravillosa. Desarróllala. Sé tú mismo. No imagines que la perfección consiste en acumular o poseer cosas exteriores. Tu perfección está dentro de ti mismo…”. Ibíd., p. 1294.

[45]Ibíd., p. 1295.

[46]“…sólo el hombre que es íntegra y exclusivamente el mismo puede decir que vive una vida semejante a la de Cristo. Quizá este sea un gran poeta, un gran sabio, un joven estudiante de Universidad, o quizá un pastor apacentando su rebaño en la llanura o un dramaturgo como Shakespeare, o un teólogo como Spinoza, o un niño jugando en un jardín, o un pescador echando sus redes en el mar…”. Ibíd., p. 1296.

[47]Ibíd., p. 1308.

[48]Ibíd., p. 1312.

María Eugenia Cisneros Araujo (Caracas, 1970) es candidata a Doctor en Filosofía (Universidad Simón Bolívar). M.Sc. en Filosofía, mención Filosofía y Ciencias Humanas (Universidad Central de Venezuela-UCV). Lic. en Estudios Internacionales (UCV). Abogado (UCV). Lic. en Filosofía (UCV). Profesor-Investigador adscrita al Instituto de Filosofía. Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, Venezuela. Ha publicado: “Cornelius Castoriadis y la imaginación radical: caminar hacia la libertad ”. En Libertad y totalitarismo. El individuo ante el poder. Historia de las ideas. Anuario de Estudios Bolivarianos. Instituto de Investigaciones Históricas Bolivarium (Segunda epoca). Universidad Simón Bolívar, Caracas-Venezuela, Año III, N° 3, 2020, pp. 20-38.

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