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El discurso autoritario: Viktor Klemperer en Venezuela

Este trabajo no busca una comparación de las figuras políticas del hitlerismo y del chavismo y poschavismo, sino del lenguaje de sus gobiernos autoritarios. Su oratoria tienen en común  la voluntad de poder, el irrespeto por el otro, el asumir a los ciudadanos, al “pueblo”,  como su propiedad. La  crítica política reciente ha adoptado la denominación literaria de “neolengua”, con base en la novela de Orwell, 1984, para esa forma de lenguaje.  Con la debacle venezolana, los analistas del país se vuelcan hacia ella para tratar de explicarse lo que sucedió en Venezuela.

4 F. ¿La democracia o la vida? Collage digital. Francisco Bassim. 2012

¿Por qué estuvo presa? –le pregunté–. Bueno, por expresiones.
Ella había ofendido al Führer, los símbolos y las instituciones del Tercer Reich.
Viktor Klemperer

En los tiempos de la dictadura en Venezuela se ha volcado la atención hacia el lenguaje de la política. El discurso del autoritarismo ha sido objeto de estudio en Venezuela desde  los comienzos del chavismo y no ha cesado en lo que puede llamarse el poschavismo. Periodistas y académicos se dieron cuenta de su importancia en el convencimiento y  el arrastre de las multitudes, y en el moldeado de las conciencias. No era difícil darse cuenta, porque Hugo Chávez era un hablador incansable e histriónico.

Varios analistas han estudiado el tema de la estigmatización de los opositores [1] Cánova González denomina la jerga del chavismo como neolengua, con el término acuñado por Orwell en su novela 1984, como “newspeak”, referido a la lengua ⎯y la historia⎯permitida en la sociedad autoritaria. La neolengua sustituye a la viejalengua, la  oldspeak de los tiempos anteriores a la dictadura.[2] En ese compendio, especialmente Herrera Orellana hace referencia a los aportes de Viktor Klemperer para el estudio de la lengua del totalitarismo. Justamente,  sus diarios,  publicados en 1947 como LTI. Lingua Tertii Imperii: Notizbuch eines Philologen (La lengua del Tercer Reich, notas de un filólogo), son un tesoro invalorable para el análisis no solamente de la lengua de la Alemania de esa época sino en general del lenguaje en los regímenes autoritarios.

Klemperer, un profesor alemán de origen judío y casado con una aria, logró sobrevivir al Reich en Dresde, despojado de su cátedra universitaria y obligado a trabajar en una fábrica. Después de la destrucción de Dresde, en febrero de 1945, huyó hacia el sur con su esposa, pero pocos días después de terminar la guerra emprendieron el camino de regreso hacia su ciudad (Rivera 2021). Sus ideas sobre la lengua del Tercer Reich son fundamentales para comprender la lengua o neolengua del totalitarismo.

La llamada “neolengua” no es precisamente una lengua en el sentido que se conoce en la lingüística. La reserva con esa denominación no se debe a criterios puristas ni al deseo de mantener a la lengua impoluta, sino en que no constituye una lengua diferente del español, o del inglés, o del alemán para los efectos.[3]  Es decir, la neolengua no es una “lengua histórica”, como la entendió Coseriu (1981). Es un medio de comunicación que permite al individuo identificarse con una comunidad de habla y comprende la totalidad pancrónica de las variedades diatópicas (geográficas), diastráticas (sociales) y diafásicas (estilísticas) de una lengua. La forma de hablar del totalitarismo involucra tanto lo léxicosemántico, como la pragmática, la retórica y, sobre todo, la forma de pensar; sin embargo conservamos el término por la difusión que ha tenido, con las precisiones correspondientes.

En efecto, Klemperer habla  varias veces en su libro de la “jerga” del nazismo (pp. 46, 94, 206, 215, 295). Cita, para los efectos, su conversación con un farmaceuta y su ayudante después de terminada la guerra:

[…] dijo: «En relación con las preocupaciones eternas»– en realidad, no se molestó en evitar la jerga venenosa; y para su filial ayudante no era una jerga, sino el lenguaje de la fe en el que ella había crecido y del  que nadie habría podido sacudirla, incluso si se le hubiera ocurrido tal riesgo”. (Klemperer, 2020, 303).

El joven no era nazi, pero de igual modo habla del ewige Belangen (la búsqueda continua, el deseo eterno) sin siquiera tratar de evitar la expresión; la actitud de la ayudante es la de una joven para quien no existe otra forma de expresarse.  Justamente en esa cita está lo que preocupa a Klemperer, y lo que aquí parece de fundamental importancia. La absorción, la filtración de la forma de hablar y, a través de ella, del esquema mental que permite la trasmisión de la ideología. 

Las características de la neolengua pueden resumirse en los siguientes términos: se origina siempre en  el poder; impone formas de pensar y  busca  modelar la consciencia de los ciudadanos; se relaciona intrínsecamente con la propaganda política y el discurso publicitario; está ligada a lo religioso; la actitud del enunciador es asertiva y condescendiente; la autoridad del emisor le confiere una fuerza ilocutiva sustancial que genera consecuencias en los hechos; implica e impone juicios de valor. En sus características intrísecas es simple, coloquial y repetitiva; emplea léxico nuevo y formas usuales con cambios semánticos; se vale de metáforas y de otras figuras retóricas; va dirigida a quienes tienen pocas posibilidades de informarse; se habla a los subordinados aunque no siempre se los convence.[4]

Siguiendo a Klemperer, en este trabajo analizo la neolengua del chavismo y el poschavismo. El lenguaje de ambos totalitarismos tiene  en común  la voluntad de poder, el irrespeto por el otro y el asumir a los ciudadanos, al “pueblo”, como su propiedad. Klemperer sostiene la importancia del lenguaje como base del autoritarismo, pues la lengua está, para él, en la base de todo. 

La conciencia invadida

Klemperer titula Gesinnung, conciencia, el capítulo sobre la mentalidad totalitaria que se permea a través de las palabras. Contrapone este concepto a Weltanschauung, la palabra que usa el régimen pero que le resulta molesta porque implica separarse de la racionalidad de la filosofía. Weltanschauung se relaciona con los sentidos, con el ver pasivamente, una forma de influencia del nazismo sobre la población; es la mirada del místico, la intuición y el éxtasis religioso justamente la actitud que asume la joven ayudante del farmaceuta (Klemperer, 2020, 164). 

La mentalidad, la Gesinnung del totalitarismo, se transluce según Klemperer a través del lenguaje, pero también se disimula cuando se quiere desviar, confundir o  engañar a la población. Sin embargo, aunque la lengua siempre pone al pensamiento en evidencia. Klemperer lo toma metafóricamente porque, para él, la expresión de una época es su lenguaje (Klemperer, 2020,20).

Lo inquietante es que la neolengua cumple, entre otras, las funciones de dividir, engañar y confundir al otro, sea este adversario o subordinado.[5] No es un léxico especializado pues, si bien comprende el componente léxico-semántico y el empleo de figuras retóricas, este modo de hablar convence y propicia a través de la copia y la repetición de palabras, de formas y estructuras discursivas, la incursión en una forma de pensar y razonar distinta.

La lengua del nazismo es una forma de hablar invasora que se esparce como un veneno. Con la toma del poder por el partido nazi, en 1933, se convirtió en una lengua grupal y con ello se apropió de todos los dominios públicos y privados, desde la política, pasando por el ejército y llegando hasta la familia y los niños (Klemperer, 2020, 29). Su función es eliminar al individuo y adormecer su individualidad. Quiere convertir al ciudadano en un ente sin pensamiento y sin voluntad.

La LTI está totalmente dirigida a privar al individuo de su ser individual, adormecerlo como personalidad, convertirlo en pieza irreflexiva y sin voluntad de una manada conducida y acarreada en una determinada dirección, en el átomo de un bloque de piedra rodante (Klemperer, 2020,33).

A través de la lengua  del Tercer Imperio se inculca a los ciudadanos la idea de que ellos no son nada individualmente, que el pueblo lo es todo (Klemperer, 2020, 33); de ahí que no esté dirigida hacia la voluntad, porque la voluntad es del individuo. El Führer lo es todo (Klemperer 2020, 56). No necesitan de recuerdos individuales, porque todo se conservará en la historia de su lenguaje.

¿Cómo se logra apaciguar la mente y el pensamiento? A través de los sentimientos (Gefühle). La jerga del Tercer Reich sentimentaliza. Los sentimientos, la sensiblería, la “vivencia” (Erlebnis) era la forma de lograr el adormecimiento, el aturdimiento, la confusión. El sentimiento, para Klemperer, no era un fin en sí mismo ni una meta, era el medio y el camino. Así lograban que la gente los siguiera, sin pensar.

El peligro reside, para el autor, en que ese lenguaje ⎯esa jerga⎯ está en la base del pensamiento y es su nutrición, su alimento. Por ello tardará en desaparecer aún después de la guerra, porque esa forma de pensar está arraigada en los esquemas mentales generados por la lengua.

El disimulo y la mentira pertenecen a esta jerga simplista. La masa atontada y confundida se cree las palabras que esconden la realidad. La gente “viaja” (de “viajar” verreisen) y desaparece del entorno ⎯se les “liquida” o “ termina”–, como a los bienes de fortuna, cuando va a los campos de concentración, se les aplica la “solución final” cuando se les dispara o van a las cámaras de gas.

En lo pragmático, esto sucede a través de la fuerza ilocutiva de lo dicho y de quién lo dice, lo cual le da al lenguaje el poder de hacer algo (Austin, 2020). No solo se dice algo, sino que se dice con autoridad y de determinada manera. Se habla en forma asertiva desde el poder  para controlar a la población. Asimismo, un manejo psicológico relacionado con el discurso publicitario y la propaganda política le confiere una actitud casi didáctica, pues se “enseña” a la población una forma de actuar bien. Introduce al usuario de la jerga en un esquema mental, en un modelo de pensamiento acorde con los propósitos e intereses del totalitarismo.

De ese modo se infiltra en la población joven la violencia de los gobernantes. Klemperer se asombra cuando un joven amigo ario le cuenta que habían organizado una “expedición de castigo” contra los judíos, con un poco de aceite de ricino y unas porras de goma, nada sangriento (Klemperer 2020: 54). Se quiere eliminar el pensamiento crítico, esclavizar a la persona. Ello se logra incluso entre los mismos judíos, y eso es lo que más inquieta a Klemperer: el hecho de que incluso quienes se oponen al nazismo hablen de la misma manera y con ello asuman una mentalidad que les es ajena y que corre el riesgo de perpetuarse. El filólogo ve cómo esa jerga se convierte en una propiedad durable de la lengua alemana de modo que hasta las revistas académicas emplean expresiones como Novemberlinge, los revolucionarios de 1918, o das jüdische Geist, “el espíritu judío” (Klemperer 2020, 23). Todos, los que siguen al Führer y los que se oponen, se guían por los mismos modelos de comportamiento:

“No hubo grandes diferencias; no, en realidad ninguna. Sin duda, todos, simpatizantes y opositores, beneficiarios y víctimas, fueron guiados por los mismos modelos” (Klemperer, 2020, 22).

El peligro reside, para el autor, en que ese lenguaje ⎯esa jerga⎯ está en la base del pensamiento y es su nutrición, su alimento. Por ello tardará en desaparecer aún después de la guerra, porque esa forma de pensar está arraigada en los esquemas mentales generados por la lengua.

Pero hasta entonces, esto llevará bastante tiempo, porque no solo tienen que desaparecer las actividades nazis sino también las actitudes nazis, la forma de pensar nazi y su caldo de cultivo: el lenguaje del nazismo (Klemperer 2020,  10).

La lengua piensa por el individuo, quien la bebe sin percatarse actuando sobre él. Klemperer se percata de eso cuando oye a un jovencito repetir el cliché  “guerra fresca y alegre” “frischen, fröhlichen Krieg”, algo impensable si no lo hubiera bebido inconscientemente.

«Lenguaje que escribe y piensa por ti… Veneno que bebes inconscientemente y que tiene su efecto: no se puede señalar suficientemente” (Klemperer 2020,74-75).

La lengua del nazismo confunde y  seduce. Por ejemplo, el filólogo  se asombra de que después de la guerra todavía se hable de heroicidad, un concepto clave para toda la época nazi. El lenguaje cambia los valores de las palabras y su frecuencia ⎯sie ändert Wortwerte und Worthäufigkeiten⎯, y lo que antes fue un bien de todos se convierte en una posesión del partido, del sistema, quien lo usa como su mejor medio de propaganda; con ella  se dirige los  sentimientos de la persona en la medida en que ésta se entrega a ella (Klemperer 2020, 26).

Se trata de construir un lenguaje unitario, uno para todos, sencillo y repetitivo, la lengua del “pueblo”. Para evitar que los oyentes piensen críticamente hay que manejar todo de la forma más simple. En 1934, con motivo de la revuelta de Röhm, Goebbels explica que hay que hablar la lengua que el pueblo entienda. Y hay que repetir. El nazismo no se logró infiltrar con los discursos, ni las pancartas, ni las banderas; nada que se captara conscientemente a través del pensamiento o la sensibilidad. Se propagó con la palabra, las frases, las formas sintácticas repetidas  por millones y asimiladas mecánica e inconscientemente.

Venezuela, un nuevo escenario

El régimen venezolano actual ⎯chavismo y poschavismo⎯ se caracteriza por su poder central autoritario, ausencia total de la división de poderes, limitación de las libertades políticas y poca tolerancia a la oposición. Existe un partido hegemónico, mientras se persigue y hostiga permanentemente a los demás y se castiga fuertemente el disenso. La prensa opositora es casi inexistente y sobrevive por internet. Su forma de hacer política tiene como función mantenerse en el poder y comprende, entre otras características, el uso de una narrativa democrática, la transformación y tergiversación de las leyes e instituciones, la sustitución de los derechos individuales por los colectivos y limitación de estos derechos,  uso de la mentira como política de estado y el llamado constante a la confrontación (Peña Angulo, 2020, 46).

La  instauración de patrones de sumisión al poder comprende el uso de elementos de fuerza militar y de grupos criminales; se somete incluso por la carencia de alimentos y medicinas. De este modo se busca el control y la sumisión social no  solo en el uso de la fuerza física “selectiva y sectorizada” a los  individuos y grupos políticos e ideológicos adversos, sino también la sumisión a través de la adquisición de cajas de alimentos y en la prohibición de la libertad de expresión. Según Peña Angulo (2020) los patrones de sumisión al poder van desde la adquisición de cajas de alimentos hasta la prohibición de la libertad de expresión.

El mandatario es el elemento que acapara la autoridad para decidir, imponer y juzgar. Tiene la autoridad para decidir qué es lo bueno y lo malo. Impone su criterio en su gobierno y juzga, saltándose las divisiones del poder propios de una república.[6]

La propaganda y la neolengua pretenden dividir a la sociedad venezolana, hacerla sumisa y polarizarla (Cánova, 2020). Martínez Meucci (2020, 9) habla de la retórica polarizadora de la presidencia que  divide discursivamente a la nación “entre  “patriotas” y “apátridas”, entre el “pueblo” y las “cúpulas podridas”, entre “soldados de la patria” y “lacayos del Imperio” (esto es, los Estados Unidos). Puede decirse que la “fuerza perlocutiva” de ese discurso, es decir, las consecuencias de ese discurso en los hechos y en el modelado de la conciencia, busca hacer del ciudadano un individuo sumiso, inseguro, temeroso, cuya forma de subsistencia, salud y transporte depende de las dádivas del gobierno.

Léxico e ideología se encuentran estrechamente conectados en el discurso político y ambos planos se influyen recíprocamente. Por ejemplo, el constante uso del insulto en el ámbito público, a más de amalgamar a los propios  degrada simbólicamente al otro y evita, al mismo tiempo, la  formación de un contradiscurso (Leáñez Aristimuño, 2020).  El insulto, además de ser una expresión de la intolerancia, cumple el cometido de la descalificación individual, la función de demoler instituciones e investiduras, y cobra en el país hoy una función de agitación política, pues busca convulsionar y transformar el statu quo de la República (Álvarez y Chumaceiro, 2012).

Con el insulto no solo se descalifica al otro, sino que se le anula como interlocutor, lo que implica en algunos casos inhabilitarlo como actor o contrincante político. Además, los agravios crean un clima de miedo e indefensión en una parte importante de la sociedad venezolana, que se siente amenazada por el poder avasallante del poder ejecutivo. Por otra parte, el chavismo empleó un léxico popular y, en algunos casos hasta vulgar. Como  ejemplo  el teléfono móvil que denominó “vergatario” y sus repetidos llamados a la “chusma bolivariana”. Destaca un uso de este tipo: “¿Van ustedes a empichacar este acto con ese grito? ¿Van ustedes a empichacar esta grandeza con ese grito de un ser verdaderamente insignificante?”, son preguntas que hace Chávez  al oír el apellido de un alcalde del grupo opositor (Chumaceiro, 2010).

Klemperer recogía las expresiones características del nazismo empleadas como propaganda contra los judíos. Entre ellas: Konzentrationslager, “campo de concentración” por campo de exterminio; Sonderbehandlung, “tratamiento especial” por asesinato; verschärfte Vernehmung, “interrogatorio intensificado” por tortura. En la Venezuela actual, Herrera Orellana (2020) señala que no se usa la palabra “devaluación” de la moneda, sino “revaluación”, se  llama “empoderamiento popular” a la entrega de subsidios que crean sumisión voluntaria.

El filólogo recuerda también palabras como fanatisch (fanático), blindlings (a ciegas), referidas a la actitud de la población ante las órdenes del gobierno. Asimismo, el énfasis en lo “histórico” (historisch) y lo “eterno” (ewig) del Reich, conceptos que también hemos visto reflejadas en el chavismo y el poschavismo; “el comandante eterno” es la manera de referirse al difunto Chávez. La sacralización es una estrategia del discurso político chavista orientada hacia la continuidad y legitimación del gobierno. La sacralización de Hugo Chávez se vio en Venezuela durante su gobierno, promovida por él mismo, y después de su muerte, impulsada por sus seguidores (Álvarez y Chumaceiro, 2013, 2014). Con el chavismo se construyó una incipiente religión política en Venezuela, una tendencia dirigida desde el poder, lo que la distingue de otras creencias populares y otros cultos.

En la neolengua del chavismo, el emisor se vale de elementos léxicos para crear estereotipos del opositor, a quien muestra como débiles, irresponsables, y mediocres, con vocablos que resultan insultantes y estigmatizantes.  Según Chumaceiro, en el plano léxicosemántico destaca, entre otros aspectos, la creación y el uso de neologismos.

Chávez insultó e ilegitimó a Henrique Capriles, su contendiente en la campaña de 2012, no solo como majunche (“de calidad inferior, deslucido, mediocre”) (cf.DLE) (cf. Chumaceiro y Álvarez, 2021) sino también empleando la expresión “cochino”, aplicada como adjetivo coloquial, con el sentido de “sucio, desaseado o asqueroso”, despreciable, miserable o ruin”,  “grosero o indecente”.[7]    Sin embargo, Chávez empleó el término en una nueva acepción, para aludir al origen judío del candidato opositor al traducir el insulto nazi Saujude, hoy prohibido en Europa. Así dice Chávez:

Una de mis tareas, señor majunche, va a ser quitarte la máscara, porque por más que te disfraces tienes rabo de cochino, tienes orejas de cochino, roncas como un cochino, eres un cochino”.[8]   

Estos insultos contribuyeron a dividir  a los venezolanos en los partidarios del gobierno, fuertes y patriotas, y a la oposición que se describe como débil, antipatriota y, sobre todo, sucia, con el sentido que tenía en el nazismo. Deslegitimaba así a una oposición que se había consolidado, con marchas enormes en todo el país que fueron salvajemente reprimidas. 

En la era poschavista, la neolengua perdura y se enriquece con nuevas creaciones para legitimarse como autoridad y deslegitimar a la oposición. Durante la pandemia del Covid-19, Nicolás Maduro ha ocultado sistemáticamente las desastrosas condiciones sanitarias del país[9] y responsabiliza a los  retornados de la diseminación de la pandemia. Los llama “trocheros”, con un cambio semántico, al designar no a los traficantes de personas y mercancías en la frontera, sino a las víctimas de este tráfico. Con ello  estigmatiza discursivamente a esa población –que no es ni la causa del incremento de la pandemia, ni busca  contaminar a sus compatriotas– como pobres, derrotados, apátridas, incluso como “bioterroristas” y “armas biológicas”, y la despoja  de su derecho al libre tránsito.    

Asimismo, deslegitima a los países vecinos, hablando del “virus colombiano” para vincular al gobierno vecino del incremento de los casos de covid en Venezuela.[10] Ha vinculado asimismo al gobierno de Brasil, designando a la variante brasileña del virus como la “mutante Bolsonaro”.

“Es la mutante Bolsonaro, porque abandonó a su pueblo, por insensible y psicópata, no le duele su pueblo y no le duele nada la situación en que ha metido a Brasil y al mundo”.[11]

Con ello señala a los gobiernos limítrofes como causantes de la catástrofe venezolana y  se convierte en víctima de su acoso.  

Los esquemas  o modelos mentales

Como lo denunció Klemperer en su momento, el peligro de esas jergas –o de las neolenguas a lo Orwell– es que permean la conciencia de quienes la utilizan. Se conforman en la base de una forma de pensar, de creer y de sentir el mundo de modo que debilita la crítica, el racionamiento individual, y convierte al ser humano en un repetidor y un seguidor de la autoridad.

Si los contextos fueran únicos y objetivos, las mismas situaciones comunicativas serían percibidas de la misma manera por los participantes, pero el contexto se forma a través de modelos mentales subjetivos de los participantes (van Dijk, 2018). De allí surgen diferentes interpretaciones, incluso en la misma situación social, pues los participantes definen ellos mismos las situaciones comunicativas. Esto no significa que las situaciones políticas y sociales no tengan dimensiones objetivas, sino que estas situaciones influyen sobre el discurso a través de la interpretación de los participantes, por lo cual dependen de su conocimiento, sus opiniones y sus emociones.

Shuy emplea el término esquema en sus artículos forenses como un instrumento lingüístico.[12] Los participantes de la comunicación traen conocimientos, actitudes, ideas, creencias y valores hacia la información adquirida recientemente. Los esquemas, de acuerdo con Shuy (2013,56) refieren a los planes mentales que sirven como guías para la acción y el pensamiento de un hablante. A grandes rasgos, los modelos mentales pueden equipararse con los esquemas.

En la neolengua, los  contextos y los esquemas tienen su base en palabras creadas, modificadas o impulsadas por el gobierno con la finalidad de manejar a la población a su favor. Hay un líder carismático que le habla al pueblo, que es él mismo, que se encarna en él y que resolverá sus problemas. Al decir de Krauze (2018,88), es el intérprete supremo de la verdad. Pero, además, apela a su religiosidad, algo que se da tanto en el líder alemán como en el caudillo caribeño. Klemperer titula uno de sus capítulos “Ich glaube an ihn” (Yo creo en él). Entiende que hay un auto endiosamiento de parte del Führer, que recalca su relación con la divinidad y se compara con Cristo y su misión religiosa.

La construcción del líder como patriarca religioso se refleja en el apasionamiento de la población y el fervor llevado a los extremos. Se da entre los seguidores alemanes, que reiteran su creencia, aún después de perdida la guerra, en la palabra del líder. Se da entre los seguidores de Chávez, que declaran que “Chávez vive” aún después de muerto.

Esta autodeificación directa y adecuación estilística de sí mismo al Cristo del Nuevo Testamento puede ser una excepción, y quizás realmente solo existió una vez, pero persiste el hecho de que el Führer haya subrayado una y otra vez su relación particularmente cercana con la Divinidad, su ser el elegido, su especial filiación con Dios, su misión religiosa. (Klemperer, 2020, 129).

Hugo Chávez también alardeó sobre su unión con Cristo a quien tenía por el primer socialista de la historia. Le pedía a Dios en una de sus últimas apariciones ante el público: “Dame vida, Cristo, dame tu corona, dame tu cruz, dame tus espinas, yo sangro, pero dame vida, no me lleves todavía porque tengo muchas cosas por hacer”. Krauze señala:

Pero el vínculo tenía también una evidente intención política: apelaba a la religiosidad natural de un pueblo proclive a la fe, la magia y la santería, para manipularlo. Chávez había llevado a extremos escatológicos su identificación con Bolívar al grado de abrir su sarcófago, descubrir sus huesos, ordenar un retrato a partir del ADN, y revelar a un Bolívar no criollo sino mulato, como Chávez” (Krauze, 2018, 124).

De ahí que el líder sea, según Krauze, intérprete supremo de la verdad general y también la agencia de noticias del pueblo, y fabrique su verdad, la verdad. Convierte su voz en la voz de Dios.

La construcción del líder como patriarca religioso se refleja en el apasionamiento de la población y el fervor llevado a los extremos. Se da entre los seguidores alemanes, que reiteran su creencia, aún después de perdida la guerra, en la palabra del líder. Se da entre los seguidores de Chávez, que declaran que “Chávez vive” aún después de muerto. El “comandante eterno” comienza casi inmediatamente después de su muerte, a hablar a través de los  elementos de la naturaleza.[13] Se le construyen altares, se cambia el Padrenuestro.[14]

Los  distintos esquemas se corresponden asimismo con las ideologías y sus prácticas.  Tulio Hernández comenta el documental de Carlos Oteyza y Enrique Krauze “El pueblo soy yo”.[15] Hernández nos hacer recordar dolorosamente las notas de Klemperer cuando describe las alocuciones del Führer, el recurso a la afectividad, las injurias, la furia, los gritos, la violencia de la palabra:

“Y lo que más ha rebotado en el día de hoy en mi cabeza son las imágenes, o mejor los fragmentos de videos del teniente Hugo Rafael Chávez, en medio de las más estrambóticas situaciones. Dando órdenes gritonas de expropiar cualquier empresa, edificio o propiedad que se le atravesara por delante, como un señor feudal quitándoles sus productos a los siervos de la gleba. […]  ¡O su atronadora presencia en el Poliedro de Caracas dirigiendo a las multitudes absolutamente uniformadas de rojo que corean ante su mirada complacida “¡Comandante en jefe, ordene, ordene, ordene!”, mientras aplauden como focas hipnotizadas para rematar al grito de: “¡Obedeceremos!, ¡Obedeceremos!”. […]¿Por qué un solo hombre derrotó a tantos y tan poderosos y hoy su sucesor los mantiene arrodillados o en el exilio? ¿por qué todos estamos derrotados?”

Conclusiones

Aquí buscamos no una comparación de las figuras políticas del hitlerismo y del chavismo y poschavismo, sino del lenguaje de sus gobiernos autoritarios. Su oratoria tiene en común  la voluntad de poder, el irrespeto por el otro, el asumir a los ciudadanos, al “pueblo”,  como su propiedad. Klemperer la llamó LTI: Lingua Tertii Imperii, LTI: La lengua del Tercer Imperio. La  crítica política reciente ha adoptado la denominación literaria de “neolengua”, con base en la novela de Orwell, 1984, para esa forma de lenguaje.  Con la debacle venezolana, los analistas del país se vuelcan hacia ella para tratar de explicarse lo que sucedió en Venezuela.

La neolengua es una manera de hablar, una suerte de jerga originada en el poder, que promociona e impone una forma de pensar única y busca modelar la conciencia de los ciudadanos. Las palabras del emisor, una figura autoritaria, cuasi religiosa y generalmente  histriónica gozan en lo pragmático, en razón de la posición de poder del orador, de una fuerza ilocutiva única de mando con la cual impone su ideología y sus juicios de valor. El solo proferirlas genera para sus receptores consecuencias espirituales o materiales, dada la condición de quien las emite. La lengua, que se dirige al “pueblo” subordinado –con pocas posibilidades de informarse debido a  la censura– es simple, coloquial y, como toda propaganda, repetitiva. El léxico emplea neologismos o cambios semánticos relacionados con su función, y se vale en lo estilístico  de figuras retóricas frecuentes.

El totalitarismo se entromete en la conciencia de la población como un veneno a través de las palabras. Lo que en literatura se llamó “neolengua” refleja la convicción de Klemperer sobre la importancia del lenguaje como base del autoritarismo: la lengua estaba para él, en la base de todo.

©Trópico Absoluto

Notas

[1] Martínez Meucci (2020); También Campos (2016) ¿Qué tanto han cambiado el lenguaje y los símbolos en Venezuela desde la llegada del chavismo al poder?https://www.revistadonjuan.com/historias/escualidos-y-boliburgueses-vocabulario-de-la-revolucion-bolivariana+articulo+16589179y https://www.dw.com/es/retorno-a-venezuela-segregación-y-estigmatización/a-54090639; Asimismo https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/majunches-y-pitiyanquis-el-curioso-glosario-de-la-revolucion-bolivariana-nid1480980/.

[2]Además de la de Orwell, surgen una serie de novelas distópicas, situadas en un futuro de avances tecnológicos (Baldick, 2001, 74) y en contextos autoritarios. Es una literatura basada en comunidades de ficción “defectivas” que satirizan a las comunidades utópicas, incluso las de la vida real (Booker, 2005).  Según Gebreen (2020), las novelas utópicas se construyen sobre los sueños de una sociedad, mientras que las distópicas refieren a pesadillas individuales.

[3]  cf. Álvarez y Chumaceiro (2020) y Chumaceiro y Álvarez 2020 (en prensa).

[4]  cf. Chumaceiro y Álvarez (2021)

[5] cf. Cánova González 2020. 

[6] cf. Álvarez Muro (2018) sobre el caso de la jueza Afiuni.

[7] cf. DLE

[8] Milagros de Guereño, Mundo. 19.02. 2012. https://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20120219/mundo/chavez-adelanta-campana-insultos-20120219.html https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Chavez-llama-cochino-a-Capriles-candidato-presidencial-unico-de-oposicion-uc160661?plantilla=872

[9] Decadencia de la infraestructura, mengua de los profesionales de salud, escasez de insumos, vacunas y medicamentos, opacidad de la información sanitaria, entre otros elementos contribuyen con las insuficiencias de cobertura y de acceso efectivo a los servicios públicos de salud de los hogares venezolanos, cuyos presupuestos han sido cargados con una parcela creciente de gastos en salud. (Carrillo Roa 2018, 12)

[10] https://www.infobae.com/america/venezuela/2020/07/08/nicolas-maduro-llamo-al-covid-19-el-virus-colombiano/

[11] http://consuladobarcelona.gob.ve/webalterna/venezuela-en-cuarentena-radical-ante-la-mutante-bolsonaro-que-incrementa-contagios-y-victimas-en-pandemia/correiobraziliense.com.br/mundo/2021/04/4916136-covid-19-na-venezuela-maduro-chama-cepa-brasileira-de-bolsonaro.html

[12]cf. Shuy 2006, 2013, 2015. El concepto fue originalmente fue definido por Bartlett como un constructo psicológico. La gente tiene esquemas o construcciones mentales inconscientes que constituyen el conocimiento que la persona tiene sobre el mundo.  A partir de esos esquemas los conocimientos adquiridos anteriormente influyen sobre la información nueva (Bartlett [1932] 1995, 201).

[13]A Maduro se le aparece Chávez como pajarito: https://youtu.be/qv5dAqSS0XU; https://youtu.be/xUiReC-vP_U

[14] La Nación, Buenos Aires, 2 de Septiembre de 2014. El chavismo estrenó su propio Padre Nuestro: “Chávez nuestro que estás en el cielo”

[15] Tulio Hernández, 28.01.2021. Bajo Palabra. “El pueblo era él… y era un pretexto”. https://lagranaldea.com/2021/01/28/el-pueblo-era-el-y-era-un-pretexto/

Referencias

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Alexandra Álvarez Muro es Licenciada en Letras de la Universidad Central de Venezuela y Magíster en Lingüística y  Ph.D en Sociolingüística en la Universidad de Georgetown. Es profesora titular jubilada de la Universidad de Los Andes, Mérida. Como investigadora, ha trabajado sobre sociolingüística, análisis del discurso y español de América. Entre sus libros figuran: Poética del habla cotidiana;  Textos Sociolingüísticos; Cortesía y Descortesía: Teoría y praxis de un sistema de significación y, con Irma Chumaceiro, El español, lengua de América. Historia y desarrollo del español en el continente americano.

1 Comentarios

  1. Terminamos hablando como ellos, me incluyo. Aunque a partir de un proceso de catarsis y la migración obligada, algunos hemos ido superando la retorica del odio.

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