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Teodoro Petkoff. La crisis de un revolucionario profesional. Segunda parte: Un nuevo partido

Por | 19 febrero 2021

Esta entrevista autobiográfica de Teodoro Petkoff es la segunda y última parte de unas 20 horas de diálogos que tuvieron lugar entre 1971 y 1972. El material constituye una importante revelación documental de la vida interior del Partido Comunista de Venezuela (PCV) durante los años 50 y 60, cuando el partido estuvo profundamente involucrado en la insurrección contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1948-1958), y más tarde en las operaciones de guerrilla urbana y rural contra los regímenes de Acción Democrática de los presidentes Rómulo Betancourt y Raúl Leoni (1959-1969). La primera parte de estas entrevistas narró los primeros años de Petkoff en el PCV, las disputas políticas durante el período insurreccional, el establecimiento de unidades guerrilleras en el campo y las ciudades, y la dramática fuga de Petkoff, en 1963, del Hospital Militar de Caracas. Esta segunda parte aborda el declive del movimiento guerrillero, la crisis post-insurreccional dentro del PCV que llevó a su división, y la formación del Movimiento al Socialismo (MAS).

Teodoro Petkoff retratado por Luis Brito. Caracas, 2003. ©Fundación Luis Brito

Cuando el novelista colombiano Gabriel García Márquez regresó a Caracas, en el verano de 1972, para recibir el Premio Rómulo Gallegos a la mejor novela latinoamericana, pronunció un discurso de aceptación de tres minutos y rápidamente donó los 23 mil dólares del premio a un nuevo partido marxista-leninista, el MAS (Movimiento al Socialismo). Dirigido por un grupo de hombres cuyas edades oscilaban entre los treinta y principios de los cuarenta años, que habían desempeñado un papel clave tanto en el levantamiento que llevó al derrocamiento, en 1958, de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, como en la insurrección guerrillera de los sesenta, el MAS se formó a principios de 1971 a raíz de una amarga división del Partido Comunista de Venezuela (PCV). Se propuso convertirse en un nuevo tipo de partido revolucionario que a través de la reexaminación ideológica y la innovación se liberaría de los rituales y dogmas de la política comunista tradicional. Los jóvenes que formaron el núcleo de la dirección del MAS son lo más cercano que América Latina ha llegado a producir un cuerpo coherente de revolucionarios profesionales, en el sentido leninista clásico del término. Sin embargo, también han logrado dar una nueva amplitud y calidez humana a su creciente movimiento. García Márquez describió esta cualidad en una entrevista publicada en París poco antes de recibir el premio Rómulo Gallegos:

El MAS es un partido joven e imaginativo con una gran claridad doctrinal, con una política propia basada en la realidad nacional, con un estupendo espíritu de sacrificio personal y una determinación revolucionaria que no puede fallar. En algún momento, y esto es formidable y nuevo, sus militantes saben que la seriedad revolucionaria no está reñida con los bailes modernos, las fotos de vaqueros y el sentido del humor, y no se avergüenzan de amar. Me identifico con su propósito, soy amigo personal de muchos de sus líderes y estoy convencido de que tienen mucho por hacer en Venezuela.” (1)

El interés por el MAS de García Márquez y otros intelectuales latinoamericanos que viven en Europa comenzó con la publicación, en 1969, de un pequeño libro: Checoeslovaquia: EI Socialismo como Problema (Caracas: D. Fuentes, 1969) una crítica ideológica de la invasión soviética de 1968. Concebido originalmente como un documento interno del PCV, el libro fue escrito por Teodoro Petkoff, un miembro del Comité Central del PCV que fue uno de los líderes de la guerrilla de los años 60 y más tarde fundador del MAS. Poco antes de que el PCV se dividiera, en diciembre de 1970, Petkoff fue acusado en Pravda por “posiciones anti-leninistas”, “revisar el marxismo, tergiversar sus tesis más importantes, desacreditar a los líderes más fieles del PCV, rechazar los principios leninistas de organización” y “adulterar maliciosamente el proceso de construcción del comunismo en la URSS”. Por otra parte, García Márquez, que había pertenecido brevemente al Partido Comunista de Colombia, había adquirido una perspectiva diferente de la visión oficial soviética cuando viajó por Europa del Este en los años 50 como corresponsal del diario bogotano EI Espectador, y más tarde mientras trabajaba para la agencia de noticias cubana Prensa Latina, en Bogotá y Nueva York. El novelista, que una vez se describió a sí mismo como “un comunista que no sabe dónde sentarse”, me dijo durante su visita a Caracas, en 1972, que el libro de Petkoff sobre Checoslovaquia “expresaba lo que él sentía sobre el socialismo, que el socialismo sin democracia era una contradicción. La invasión soviética no era socialismo. O eso no era socialismo o yo no soy socialista”. El mismo Petkoff, en su segundo libro, ¿Socialismo para Venezuela? (Caracas: D. Fuentes, 1970), rompió con la línea tradicional del PCV de la Guerra Fría al argumentar que “la lucha antiimperialista en Venezuela no consiste en una declaración de guerra contra los Estados Unidos, sino en un enfrentamiento muy real con nuestro propio capitalismo dependiente y su poder político”.

Teodoro Petkoff y Gabriel García Márquez en Caracas. 1973. Autor desconocido.
Imagen Archivo Teodoro Petkoff.

Petkoff y el MAS encarnan la crisis del revolucionario profesional en América Latina: la búsqueda de un nuevo papel e identidad revolucionaria tras el fracaso de los movimientos guerrilleros de los años 60. En el curso de esta búsqueda, el MAS ha tratado de revivir el populismo revolucionario del mayor partido de Venezuela, Acción Democrática (AD), cuando éste irrumpió por primera vez en la escena en los años 30 y 40 tras el fin de la larga dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935). Al mismo tiempo, el MAS ha tratado de preservar el papel leninista clásico de la vanguardia revolucionaria profesional, en cierto sentido tratando de reconciliar la vieja contradicción en las tradiciones revolucionarias del mundo que se remonta a la amarga controversia entre el populismo de Bakunin y el antipopulismo de Marx.

Se necesita urgentemente una organización y orientación de liderazgo, ya que el polvorín de las masas marginales podría explotar en una dirección completamente opuesta a los intereses de la revolución. La propia inestabilidad de esta masa hace que responda a la acción de cualquier demagogo, o de esa versión muy especial de la demagogia latinoamericana: dictadores y ex-dictadores militares (es decir, el notable regreso político de Pérez Jiménez). Si no se produce un cambio revolucionario, el futuro contiene un colapso económico y un deterioro catastrófico de las condiciones de vida de las masas populares.

En el prólogo a la tercera edición de ¿Socialismo para Venezuela? (Caracas: D. Fuentes, 1972) el Secretario General del MAS, Pompeyo Márquez, quien fue el jefe operativo del PCV durante muchos años, reflexiona sobre los errores del pasado del PCV como un hecho de “insuficiente dominio del método marxista, prácticas dogmáticas y un conocimiento limitado de la realidad nacional”. Márquez afirma:

La necesidad de encontrar las razones de nuestra derrota en la insurrección, así como de nuestros repetidos fracasos puso a trabajar a muchos pensadores marxistas. Numerosos ensayos fueron publicados o sometidos a discusión interna. También apareció una literatura teórica de académicos y líderes revolucionarios. Este fue un período, si se quiere, de investigación personal, de investigación para la que los principales “laboratorios” fueron las cárceles, los escondites y la lucha diaria de decenas de líderes. Los prisioneros del campo de concentración de Tacarigua, bajo la dirección de Eloy Torres, habían formado una especie de universidad popular.

Esta búsqueda continúa hoy en día en vísperas de las elecciones venezolanas de diciembre de 1973, en las que varios sondeos y muchos observadores políticos han calificado al MAS como probable ganador de un importante bloque de escaños parlamentarios. El candidato presidencial del MAS es José Vicente Rangel, un abogado y parlamentario que ganó atención nacional durante la década de 1960 por sus denuncias de tortura policial de guerrilleros capturados. (2)  Sin embargo, entre estos revolucionarios en crisis sigue habiendo grandes dudas sobre el potencial de las clases marginales para la revolución en una Venezuela que se ha vuelto hiperurbanizada a través de las torrenciales migraciones campesinas a las ciudades, y que políticamente se ha desviado hacia el conservadurismo desde principios de la década de 1960. (3) Mientras Petkoff señala en su ¿Socialismo para Venezuela? que “el violento proceso de urbanización” es “peculiar del capitalismo en general”, también escribe sobre el “conservadurismo y pasividad” de la clase obrera venezolana, que contrasta con la “dinamita social” del subproletariado marginal:

Se necesita urgentemente una organización y orientación de liderazgo, ya que el polvorín de las masas marginales podría explotar en una dirección completamente opuesta a los intereses de la revolución. La propia inestabilidad de esta masa hace que responda a la acción de cualquier demagogo, o de esa versión muy especial de la demagogia latinoamericana: dictadores y ex-dictadores militares (es decir, el notable regreso político de Pérez Jiménez). Si no se produce un cambio revolucionario, el futuro contiene un colapso económico y un deterioro catastrófico de las condiciones de vida de las masas populares.” (4)

En esta segunda parte de la entrevista con Petkoff, éste explica cómo él y sus camaradas del MAS han tratado de ir más allá del marxismo-leninismo tradicional para proporcionar una base más amplia y más viable para el movimiento revolucionario en un país que ha experimentado transformaciones extraordinarias en la última generación. Esta búsqueda de una nueva fórmula política, tal como la narra Petkoff, estuvo implicada en la amarga polémica del PCV con Fidel Castro, en 1967, la lucha interna en el PCV sobre la cuestión checa y la formación del MAS en el difícil esfuerzo de crear un nuevo populismo revolucionario. En 1965, tras su captura en las montañas del oeste de Venezuela y su regreso a la prisión del Cuartel San Carlos en Caracas, Petkoff tradujo al español el antiguo clásico chino de Sun Tzu: El Arte de la Guerra, de la versión inglesa del Coronel de la Marina V.S. Samuel R. Griffith. En su introducción a esta traducción, Petkoff observó:

“Para Sun Tzu: la política es un arte que el soberano debe dominar en profundidad. El soberano debe conquistar, sobre todo, por medios políticos. Apelará a las armas solo cuando las circunstancias agoten los medios pacíficos y le obliguen a desarrollar su política a un nivel más alto, el de la lucha armada. Una de las ideas centrales de Sun Tzu, que aparece diversamente en muchas de sus máximas, es que conquistar a un enemigo por la espada no puede ser el desiderátum del soberano. ¡Cuánta más habilidad, talento y sabiduría se necesita para conquistar, sin derramamiento de sangre!”

I

En algún momento de 1965 ó 1966 los cubanos propusieron a algunos de nuestros camaradas que vivían en La Habana que el Che Guevara viniera a Venezuela a luchar en nuestro movimiento guerrillero. Como yo estaba en prisión en ese momento, nunca conocí muy bien los detalles. Sé que la dirección del partido rechazó la propuesta, y los que estábamos presos en ese momento estuvimos de acuerdo con esta decisión, con la que yo sigo estando de acuerdo hoy en día. Esta decisión tuvo que ver con la amarga polémica que estalló, en 1966, entre Fidel Castro y el Partido Comunista de Venezuela, sobre la decisión del PCV de retirarse de forma gradual y ordenada de la lucha armada. Este debate se intensificó después de que Pompeyo Márquez, Guillermo García Ponce y yo nos escapáramos, en febrero de 1967, de la prisión “a prueba de fugas” del Cuartel San Carlos, a través de un túnel excavado por miembros de la Juventud Comunista desde el otro lado de la calle hasta nuestras celdas.  

Fidel Castro nos llamó cobardes y traidores a la causa de la revolución en América Latina, mientras que nosotros tratábamos de salvar tanto nuestra organización partidaria como la posibilidad de una futura revolución de una destrucción casi segura y total, después de que se hizo evidente que nuestra insurrección armada había fracasado. (5)

En el fondo, tanto en nuestra decisión contra la participación del Che Guevara como en la polémica con Fidel Castro, sentimos que nuestra autonomía e integridad estaban en juego. La idea de traer al Che a Venezuela era parte del mito romántico que rodeaba a la lucha armada y a algunas de sus figuras clave. Este tipo de mito siempre aparece en los movimientos revolucionarios que, ya se sabe, han sido derrotados. Es una especie de creencia mágica que una sola acción audaz o la figura de una sola persona heroica es capaz de revivir un movimiento que ya no puede basarse en las condiciones reales existentes en el país. 

Por otro lado, y más importante aún, es el hecho de que los movimientos de liberación nacional, especialmente en Venezuela, deben enfrentarse a una gran maquinaria publicitaria que trata de distorsionar la imagen del movimiento revolucionario a los ojos de las masas, presentando a los revolucionarios como agentes soviéticos o cubanos. Creo que la lucha mundial por el socialismo borra todas las fronteras, y que cualquier revolucionario puede luchar en cualquier país. En esa época tuvimos exiliados republicanos españoles en nuestro movimiento guerrillero urbano, y peruanos, brasileños y colombianos en diferentes partes del país; recuerdo a un colombiano que murió de forma muy heroica con nosotros. Todos ellos eran hombres comunes y corrientes que habían venido a unirse a nuestra lucha. Pero es necesario comprender que el pueblo puede ser engañado y manipulado por la propaganda enemiga, que es capaz de hacer que un acto de inmensa generosidad, como la presencia de una figura importante como el Che Guevara en Venezuela, aparezca en la televisión y en la prensa como un acto más de injerencia extranjera. Por otra parte, después de nuestro rechazo a la participación del Che Guevara y nuestra decisión de retirarnos gradualmente de la lucha armada, nuestro aparato guerrillero se llenó de ilusiones de vanguardia ultraizquierdista y Fidel pudo promover una división del PCV, en 1966, con gran parte de la organización militar del partido escindida bajo la bandera de nuestro líder guerrillero en Falcón, Douglas Bravo.

El fracaso de nuestra campaña para detener las elecciones de 1963 había producido cambios muy importantes, tanto en el país en su conjunto como en nuestro movimiento. Tal vez nuestro mayor error de este período fue tratar de detener las elecciones, en lugar de participar en ellas. La dirección del partido durante todo este período se equivocó al no comprender los modos de la guerra revolucionaria en las condiciones de Venezuela. No había un régimen dictatorial como las dictaduras militares de derecha en otras partes de América Latina, ni un régimen colonial como en Argelia o Vietnam, sino una democracia electoral que en Venezuela era algo nuevo. Venezuela no tiene una tradición democrática centenaria como Chile o Uruguay, pero estaba viviendo el primer régimen democrático de su historia –bajo el presidente Rómulo Betancourt (1959-1964)–, el segundo si se cuenta el abortado gobierno de Acción Democrática del período 1945-1948. (6)

Bajo estas condiciones, la democracia en Venezuela era un nuevo juguete recién sacado de la caja y aún permanecía intacto a los ojos de las masas. Contenía válvulas de escape para las tensiones revolucionarias como la libertad de prensa y de reunión, el debate parlamentario y los sindicatos, mientras que en la lucha contra una dictadura todo se reduce a la lucha armada. En estas condiciones, era evidente que la lucha armada debía ser solo un elemento de una política global del movimiento revolucionario, que no podía ignorar los demás procesos políticos que se desarrollaban en el país. Las elecciones de 1963 tuvieron lugar en el período en que la lucha armada alcanzó su punto culminante y, sin embargo, el proceso electoral se convirtió en el fenómeno político más importante del país, absorbiendo el interés y la pasión de las masas. No entendimos que en las condiciones de la época, en un país sacudido por la lucha armada, con una democracia todavía inestable, con el ejército inquieto, estas elecciones podrían haber agravado las contradicciones de la sociedad venezolana y nuestro movimiento podría haber surgido mucho más fuerte al participar en ellas.

Nuestro aliado natural en las elecciones de 1963 era un partido liberal-progresista, URD (Unión Republicana Democrática), que se involucró con nosotros en el proceso insurreccional y tuvo representación parlamentaria y un fuerte ala izquierdista. En las elecciones de 1958, tras la caída de la dictadura de Pérez Jiménez, URD había hecho muy bien en respaldar la popular figura del Almirante Wolfgang Larrazábal, que había intervenido para encabezar la revuelta militar contra Pérez Jiménez y se convirtió en el Presidente Provisional de Venezuela hasta que comenzó la campaña electoral. Larrazábal era una figura carismática que había invitado a los campesinos a venir a Caracas para construir chozas y participar en un enorme programa de obras públicas de emergencia. Así que a través de él la URD había obtenido el apoyo electoral de los sectores marginales de la población, tanto en Caracas como en las ciudades del interior. El líder de URD, Jóvito Villalba, era un político bastante ordinario que, como los acontecimientos demostraron más tarde, era capaz de hacer un trato con cualquiera. Pero URD había entrado en las elecciones de 1963 con una campaña muy radical, atacando severamente al régimen de Betancourt y a Acción Democrática, aprovechando el fuerte sentimiento anti-Betancourt que estaba profundamente involucrado en la lucha armada y en las movilizaciones populares, manifestaciones y combates callejeros de aquellos tiempos.

Por esto debimos hacer un llamado a suspender temporalmente nuestras acciones insurreccionales y apoyar la candidatura presidencial de Jóvito Villalba, por la sencilla razón de que él estaba en contra del establishment de ese tiempo, y habría mantenido intacto el movimiento revolucionario y su base política. En 1963, nuestro aparato militar todavía no había sufrido ningún golpe importante, y estábamos en muy buena forma para llamar a un cese al fuego temporal para participar en las elecciones y así ampliar la base política de la lucha armada. Pero el resultado fue que URD acabó muy mal en las elecciones, en parte porque llamamos a la abstención en lugar de apoyarla. Así que, justo después de que el nuevo gobierno de Raúl Leoni fuera instalado, URD cedió y se unió a la coalición de gobierno, expulsando a sus principales líderes de izquierda y eliminando una de las bases de apoyo de nuestra insurrección. Así, en las elecciones de 1963, AD ganó la reelección fácilmente y su socio de coalición durante los cinco años anteriores, el partido socialcristiano COPEI, duplicó su voto anterior, mostrando un cierto movimiento hacia la derecha en la política venezolana –especialmente en las clases medias– que presagiaba un declive en la lucha armada. Una prolongada insurrección sin ningún triunfo o decisión clara genera una búsqueda de estabilidad y paz, especialmente en la clase media, y esto fue lo que ocurrió en Venezuela en esos años.

Fidel Castro nos llamó cobardes y traidores a la causa de la revolución en América Latina, mientras que nosotros tratábamos de salvar tanto nuestra organización partidaria como la posibilidad de una futura revolución de una destrucción casi segura y total, después de que se hizo evidente que nuestra insurrección armada había fracasado. 

Aunque la guerrilla urbana fue, por la naturaleza de la sociedad venezolana, nuestra forma más importante de lucha armada hasta las elecciones de 1963, comenzamos después de nuestra derrota política y nuestro creciente aislamiento a teorizar sobre una “guerra larga” y a trasladar nuestro campo de acción guerrillera al campo. Empezamos a intoxicarnos con la lectura acrítica de la literatura guerrillera maoísta, vietnamita y cubana sobre la lucha en las montañas y la creación de un ejército popular de campesinos en el campo. La banalidad con la que interpretamos estos escritos nos cegó al hecho de que, mientras que las poblaciones de China y Vietnam eran fuertemente rurales, tres cuartas partes de la población de Venezuela es urbana y el país continúa urbanizándose a un ritmo muy rápido. 

Poco después de las elecciones, en abril de 1964, celebramos una reunión plenaria del Comité Central del PCV y realizamos un análisis absurdo de la situación, decidiendo sumergirnos en el movimiento guerrillero rural. Entre los que tomaron esta decisión en el pleno se encontraban Freddy Muñoz, entonces presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Central, Germán Lairet, Alberto Lovera, quien fue bárbaramente torturado y asesinado al año siguiente tras su detención por la policía política (DIGEPOL), Tirso Pinto, que más tarde se convirtió en comandante de la zona guerrillera en el Estado Lara, Douglas Bravo, el jefe guerrillero del Estado Falcón y principal figura militar del partido, y yo. Pompeyo Márquez y Guillermo García Ponce, los dos pilares de la antigua dirección del PCV, habían sido encarcelados poco antes de las elecciones, y algunos de los líderes más jóvenes del partido se habían convertido en miembros del politburó para reemplazar a los miembros de la antigua dirección que habían sido encarcelados.

Había muy poco desacuerdo en esos días entre las dos generaciones sobre la estrategia militar. Incluso el viejo Eduardo Machado, quien fue a Moscú en 1970 para que los líderes más jóvenes fueran denunciados como “antisoviéticos” en un artículo de Pravda, era muy pro-chino en esos días. Pero cuando el PCV se legalizó de nuevo en el período 1968-1969 y los líderes más antiguos pudieron reclamar su antigua autoridad, la generación más joven había estado dirigiendo el partido durante tanto tiempo que era inevitable un enfrentamiento. Esto llevó a la división del PCV, en diciembre de 1970, y a la formación del MAS (Movimiento al Socialismo), que intentamos construir como un nuevo tipo de partido marxista-revolucionario. 

A partir del pleno de abril de 1964 hubo una creciente conciencia por parte de los que hoy estamos en el MAS, así como de los que dejaron el PCV con Douglas Bravo, en 1966, de que el partido era inadecuado para las tareas que se había propuesto. (7) En ese caso fue la lucha armada la que absorbió toda nuestra atención, pero más tarde esta crítica se extendió a otras áreas de acción. Yo era amigo de Douglas Bravo y nos escribimos cuando estaba en la cárcel. Pero cuando se separó del partido, en 1966, para continuar la guerra de guerrillas con el apoyo de Fidel Castro, yo había llegado ya a la conclusión de que las posibilidades de la lucha armada se habían agotado y que debíamos retirarnos. Los líderes del PCV que estaban prisioneros en la fortaleza del San Carlos, en 1966, estaban también de acuerdo en que debíamos retirarnos, pero había un fuerte desacuerdo sobre cómo hacerlo. Los líderes más antiguos –Gustavo Machado, Eduardo Machado y Guillermo García Ponce– abogaron por una retirada abrupta e inmediata, lo que demostraba un desconocimiento del estado de los cuadros del partido. Por otro lado, Freddy Muñoz, Pompeyo Márquez y yo argumentamos que el PCV tenía años de lucha a sus espaldas, que sus cuadros se habían condicionado a la actividad clandestina y a la insurrección, y que sólo dos años antes habíamos atacado severamente al líder del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) por argumentar la misma retirada que entonces habíamos decidido. 

Por estas razones, nuestra retirada de la lucha armada no debía ser un cambio brusco de rumbo, sino que debía hacerse de forma gradual y ordenada. Al final, prevaleció nuestro punto de vista, pero ambos grupos estuvieron en desacuerdo entre sí sobre varias cuestiones –reflejando profundas e irreconciliables diferencias en sus actitudes hacia el partido y la vida política– hasta que tomamos caminos separados cuando el PCV finalmente se dividió en diciembre de 1970.

II

Yo había vuelto a la prisión del San Carlos, en 1964, después de haber sido capturado mientras servía como especie de comisario político o representante del partido en la zona de la guerrilla que abarcaba los estados Lara, Portuguesa y Trujillo. Las montañas al oeste de las plantaciones de azúcar de El Tocuyo, en el estado Lara, se conocían como la Zona Roja, porque el PCV había hecho muchos trabajos prácticos entre los campesinos de allí durante los años 40. El jefe de la guerrilla en Lara era Argimiro Gabaldón, hijo del General José Rafael Gabaldón, un viejo caudillo de Lara que se rebeló con miles de campesinos contra la tiranía de Juan Vicente Gómez y se rindió, como un acto humanitario, sólo después de que las tropas de Gómez quemaran 300 chozas de campesinos en represalia. Cuando el gobierno de Acción Democrática llamó bandido a Argimiro, los campesinos respondieron diciéndose unos a otros: “Eso es ridículo. ¿Cómo puede ser un bandido el hijo del General Gabaldón?” Las guerrillas en los estados vecinos de Trujillo y Portuguesa estaban lideradas por Fabricio Ojeda, una de las figuras principales de la revuelta contra la dictadura de Pérez Jiménez, mi hermano Luben y Gregorio Lunar Márquez. 

Todo 1964 fue un año de intenso trabajo político entre los campesinos. Debido a esta alianza política y social con los campesinos, las guerrillas prácticamente sirvieron de gobierno en unos 125 caseríos de la sierra de Lara. Los campesinos hablaban de dos gobiernos, el gobierno nacional de Caracas y el gobierno de arriba en las montañas. Muchas veces los campesinos de Trujillo, cuando querían viajar a la ciudad principal de la región, Boconó, primero pedían autorización a los comandantes de la guerrilla. Después de un período de trabajo organizativo en Lara, fui a la Sierra de Boconó para una reunión de tres o cuatro días con los líderes de nuestra red de apoyo urbano en los pueblos de los alrededores. Iba a regresar inmediatamente a Lara, pero justo cuando la reunión terminó el ejército comenzó a penetrar en la zona desde dos direcciones diferentes, con helicópteros volando por encima para tratar de encontrarnos en ese denso bosque. Estas fueron las primeras penetraciones de las patrullas del ejército en la zona guerrillera, y fueron muy diferentes a las del año siguiente (1965), cuando el ejército rodeó toda la zona guerrillera, controló cuidadosamente a todas las personas que entraban y salían, y con sus batallones de cazadores atravesó la región ejecutando sumariamente a los campesinos que pensaban podrían estar ayudando a la guerrilla.

Teodoro Petkoff retratado por Vasco Szinetar para la campaña electoral de 1988. ©Vasco Szinetar

La zona de las montañas de Boconó donde celebramos nuestra reunión era muy poblada. La guerrilla se movía con gran libertad entre los caseríos de las montañas como La Negrita, Los Volcanes, Guaramacal y, aunque esto no es políticamente muy importante, tenía un paisaje montañoso majestuoso que levantaba el espíritu, sobre todo si lo comparo con las desoladas montañas del Estado Falcón, donde organizamos la guerrilla en 1962-1963. En la Sierra de Boconó la guerrilla fue ayudada en gran medida por los campesinos, que nos alimentaron, nos acogieron en sus ranchos, nos dieron información y ayudaron a nuestros movimientos. La mayoría de los campesinos que se unieron a la guerrilla eran casi unos niños, de alrededor de 18 años. Los campesinos mayores se limitaban a dar apoyo logístico. Toda la dirección del PCV del Estado Portuguesa, unas nueve o diez personas, estaba en las montañas con nosotros cuando el ejército hizo su primera incursión en la zona. Teníamos que evitar cualquier enfrentamiento con una patrulla del ejército, porque esta gente no era guerrillera ni estaba acostumbrada a las montañas, así que nosotros éramos responsables de sus vidas. Tuvimos que permanecer ocultos durante 15 días, hasta que el ejército se retiró de la zona y pudimos bajar de las montañas. Primero bajaron los jefes del PCV de Portuguesa y le dijeron a nuestro contacto en Boconó que yo estaría allí al día siguiente. Al día siguiente bajé con Abreu, un teniente del ejército que había desertado y se había unido a la guerrilla, en una caminata que duró casi 20 horas, llegando tarde en la noche a la casa de este contacto.

Por la mañana empezamos a notar varias cosas extrañas: primero, mucha gente empezó a entrar y salir de la casa varias veces, y algunas adolescentes vinieron a ver a los guerrilleros. Cuando nos quejamos de esto, nuestro contacto dijo: “No pasa nada. Ellos lo saben todo. Están con nosotros”. Cuando Abreu miró fuera de la casa, vio pasar el mismo carro varias veces. Estábamos muy nerviosos con todo este ir y venir de gente extraña, y con nuestro contacto saliendo de la casa varias veces para hacer llamadas telefónicas. El carro que nos iba a llevar a El Tocuyo, en el Estado Lara, vino por nosotros a las 3 p.m., y mientras dábamos la vuelta a la Plaza Bolívar en Boconó un carro negro se acercó por detrás y comenzó a seguirnos. Abreu me dijo: “Ese es el carro que pasó por la casa varias veces”. Dimos dos vueltas a la plaza y el otro carro se fue. Pensamos que era una coincidencia y salimos de la ciudad hacia la carretera principal. Miramos detrás de nosotros y la carretera estaba vacía, excepto por un camión azul de la empresa municipal de aguas que venía por detrás. El camión azul nos pasó cuando estábamos a poca distancia de la ciudad, y cuando nos adelantó vimos que en la parte trasera del camión había un grupo de hombres armados. El camión nos rebasó, se detuvo, y los hombres armados salieron y abrieron las puertas de nuestro carro. Salimos y nos golpearon unas cuantas veces y nos agarraron. Entonces ocurrió una de esas cosas graciosas: recordaron que habían olvidado sus esposas. Así que el jefe del grupo envió a alguien a una ferretería para comprar una cadena. Nos metieron en la parte trasera del camión y se dirigieron a Guanare, la capital del estado. 

Al día siguiente, me dolía el cuerpo por los golpes recibidos. Aunque cuando me capturaron sólo podía pensar en que me enviarían de nuevo al San Carlos, que me enterrarían detrás del mismo muro, del mismo canal. En la parte trasera del camión estaba aturdido, como si estuviera huyendo de la realidad. Después de un rato los compañeros que fueron tomados prisioneros conmigo señalaron que nos llevaban a las montañas, y no a la zona de las llanuras donde estaba Guanare. Parecía que nos iban a fusilar. Detuvieron el camión y organizaron una escena con un pelotón de fusilamiento, gritaron insultos y nos dijeron: “Ahora los vamos a matar”. Pero uno se da cuenta muy pronto cuando las cosas son reales y cuando están montando un show, porque ya habían hecho esto dos o tres veces conmigo. Cuando van a fusilar a alguien, lo fusilan y listo. Así que después del espectáculo nos llevaron de vuelta a Guanare, donde dormimos en la comisaría. Al día siguiente un avión militar especial vino a buscarnos para llevarnos de vuelta a Caracas. Primero me llevaron al cuartel general de la DIGEPOL, luego al SIFA (Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas). No hicieron preguntas, sólo me tomaron fotos, y luego me enviaron de vuelta al San Carlos, que sería mi hogar durante los próximos tres años. A mi regreso a la cárcel me absorbió la traducción del antiguo tratado chino de Sun Tzu, El Arte de la Guerra. (8)

Poco después de mi regreso al San Carlos, comenzó el debate ideológico sobre el futuro de la lucha armada. En el período 1962-1963, fui un ferviente defensor de la insurrección guerrillera, pero gradualmente me di cuenta de que cuando nos involucramos en todo ese asunto no sabíamos lo que realmente era Venezuela, y para 1965 me convencí de que la guerrilla había llegado a un callejón sin salida. Recuerdo que, en abril o mayo de 1965, expresé estos pensamientos en una carta a un amigo, y estas dudas se extendieron gradualmente a otros aspectos de nuestro cansancio político y organizativo. Durante todo este período intercambié varias cartas muy polémicas con mi hermano Luben, quien permaneció con la guerrilla en Trujillo y Portuguesa, y siguió siendo un apasionado defensor de la estrategia guerrillera, tanto que dejó el PCV con Douglas Bravo cuando el partido decidió abandonar la lucha armada. La polémica batalla con Fidel Castro no perjudicó realmente al PCV. Lo que realmente perjudicó al partido fue la lucha con Douglas Bravo, pues cuando Douglas se separó formalmente del partido, en 1966, se llevó consigo a todo el frente guerrillero de Falcón –unos 200 hombres– y casi todo el aparato guerrillero urbano de Caracas. 

Todo este proceso de debate sobre el futuro de la lucha armada produjo un copioso cuerpo de escritos teóricos en ambos lados, y el partido todo vivió en un estado de mucha tensión durante largos meses. Douglas y Fidel Castro, sobre todo, utilizaron argumentos morales, llamándonos traidores, temporeros y cobardes. Por nuestra parte, tratamos de defendernos con argumentos políticos racionales, y elaboramos varios documentos para dar un fundamento racional y teórico a una táctica política que nos parecía obvia. Hoy, seis años después, los acontecimientos han demostrado que teníamos razón. Intentábamos colocar a la izquierda en una posición en la que pudiera volver a ser un punto de referencia en el país. Cambiamos de dirección para salvar lo que quedaba del movimiento revolucionario. Mi intercambio de cartas con mi hermano Luben era el único contacto personal que quedaba entre los dos grupos. Mi hermano y yo nos enfrentábamos políticamente, pero no personalmente. Después de un tiempo, Luben también rompió con Douglas.

Teodoro Petkoff retratado por Vasco Szinetar durante la campaña electoral de 1988. ©Vasco Szinetar.

III

El periódico del Partido Comunista Francés, Humanité, llamó a nuestra fuga del San Carlos, en febrero de 1967, “la fuga del siglo”. Esto fue algo exagerado, pero cuando Guillermo García Ponce, Pompeyo Márquez y yo nos arrastramos por el túnel de 64 metros que fue cavado por cuatro jóvenes comunistas desde una tienda de comestibles al otro lado de la calle hasta un lugar justo debajo de nuestras celdas, causó algo de sensación tanto en Venezuela como en la prensa internacional. Nos llevó tres años de trabajo heroico de estos jóvenes cavar ese túnel; nuestro único papel fue señalar con las teclas de nuestra máquina de escribir para guiar la excavación del túnel hacia nuestra celda en las últimas semanas. Se tardó tanto tiempo en cavar por la necesidad de ser muy cuidadosos en la disposición de la tierra que se estaba excavando. El trabajo fue ejecutado por un hombre extraordinario conocido como Simón el Árabe, un sirio que llegó a Venezuela en 1956 y más tarde se convirtió en miembro del PCV. Simón tenía cualidades excepcionales de frescura y audacia que se combinaban con un don para la actuación. Este talento le permitió engañar a los militares durante 34 meses al otro lado de la calle del Cuartel San Carlos. Simón se instaló como dueño de una pequeña tienda de comestibles en la calle que corre detrás de la prisión, se hizo amigo de los soldados, obtuvo un permiso especial para entrar a San Car1os a horas impares, y se le permitió circular por el área de la prisión en su camioneta de panel fuera de las horas normalmente permitidas. Sin embargo, para evitar levantar sospechas, Simón tuvo que remover la tierra de su excavación en pequeñas cargas de sacos de azúcar blanco para ser vertidos en diferentes partes de la ciudad. Las cargas de sacos de azúcar no podían ser transportadas muy a menudo ni podían ser demasiado grandes, y por eso la excavación duró 34 meses. Simón era tan buen actor que siguió siendo amigo de los soldados hasta el final. Nunca olvidaré el momento en que nuestros muchachos terminaron el túnel y atravesaron el suelo de nuestra celda, la sonrisa en la cara sudorosa de uno de ellos cuando nos miró a través del suelo roto, su boina empujada hacia abajo sobre una ceja. Sus nombres siguen siendo un secreto, excepto los de Simón, que escapó del país, y Nelson López, que fue muerto a tiros por la espalda en una calle de Caracas en venganza por la policía después de saber que era uno de los excavadores. En realidad, Nelson era el jefe de una cuadrilla de excavadores formada por cuatro hombres. (9)

Nuestra fuga de San Car1os, el 5 de febrero de 1967, llegó en un momento en que el debate ideológico del PCV con Fidel Castro estaba alcanzando su punto álgido. El conflicto ocupó gran parte de las energías del partido durante ese año, hasta que la disputa se extinguió tranquilamente tras la muerte del Che Guevara en Bolivia, en octubre de 1967, unos meses después de que la DIGEPOL (policía política) destruyera la última unidad de la guerrilla urbana de Douglas Bravo en Caracas. (10) El PCV trabajaba intensamente pero en silencio para desmantelar su aparato insurreccional, mientras trataba de asegurar un lugar en la boleta electoral en las elecciones de diciembre de 1968 para su recién inventado partido de frente, UPA (Unidad para Avanzar), para que pudiéramos restaurar nuestra fuerza política y nuestros contactos con el pueblo. Todo este proceso fue interrumpido por la invasión soviética de Checoslovaquia, en agosto de 1968, provocando un nuevo tipo de lucha abierta en el seno del PCV, que finalmente condujo a su división dos años más tarde.

La idea central de nuestros argumentos contra la resolución del politburó era que, lejos de ser un complot contrarrevolucionario, el experimento de Dubcek en Checoslovaquia representaba una renovación del socialismo y un intento de desarrollar un nuevo tipo de socialismo que fuera adaptable para países mucho más avanzados que la Unión Soviética de los años veinte y treinta.

Fue una coincidencia que el Comité Central del PCV hubiera programado previamente un pleno para discutir las tácticas electorales que tuvieron lugar unos días después de la invasión de Checoslovaquia. Hacia el final de esta reunión el politburó presentó lo que pensó que sería una resolución rutinariamente aprobada de apoyo a la invasión soviética. Sin embargo, se produjo un animado debate en el que, por primera vez en la historia del PCV, se debatió seriamente una política de la Unión Soviética. Sólo cinco personas se opusieron a la invasión soviética, expresando diferentes puntos de vista individuales, y su oposición fue fácilmente derrotada por una abrumadora mayoría del Comité Central. Entre los cinco opositores a la resolución se encontraban tres líderes de la Juventud Comunista –Antonio José Urbina, Luis Bayardo Sardi y Alexis Adam– así como Germán Lairet y yo mismo. Todos nosotros íbamos a involucrarnos profundamente en el proceso que llevó a la división del PCV y a la formación del MAS. La idea central de nuestros argumentos contra la resolución del politburó era que, lejos de ser un complot contrarrevolucionario, el experimento de Dubcek en Checoslovaquia representaba una renovación del socialismo y un intento de desarrollar un nuevo tipo de socialismo que fuera adaptable para países mucho más avanzados que la Unión Soviética de los años veinte y treinta. Aunque nuestra oposición a la resolución del politburó fue fácilmente derrotada, la dirección establecida del PCV –especialmente Eduardo Machado y Guillermo García Ponce– comenzó después de esa reunión del Comité Central a referirse a nosotros en privado como una especie de grupo fraccionario dentro del partido, «un grupo checo», ya que habíamos cuestionado algunos valores tradicionales del PCV.

Poco después de que el candidato socialcristiano de COPEI, Rafael Caldera, ganara las elecciones presidenciales de diciembre de 1968, el Comité Central del PCV se reunió en secreto una vez más. En este pleno, la dirección del partido comenzó a hablar de nuevo de la vieja cantaleta de formar un frente unido con algunos de los partidos más pequeños que acababan de perder las elecciones de 1968. En esa reunión, sin embargo, presenté un documento que cuestionaba severamente las propuestas políticas del politburó, y por primera vez hubo una confrontación a gran escala sobre los objetivos fundamentales de la política del Partido Comunista. Los que nos habíamos opuesto a la intervención checa no actuábamos todavía como grupo, pero ya había cierta comunicación entre nosotros, sobre todo porque mi amigo íntimo, Freddy Muñoz, acababa de regresar del extranjero y me ayudó a preparar el documento que leí ante el Comité Central. Este documento cuestionaba en primer lugar la propuesta del politburó de un nuevo frente unido, que es el viejo juego de los partidos comunistas tradicionales de América Latina y de la Tercera Internacional. Abogaba por la necesidad de trabajar por un nuevo tipo de agrupación política en el país que no se pudiera ver sólo en términos de los partidos existentes. Hay que prestar atención a los procesos sociales que subyacen en la política venezolana, a las nuevas clases obreras y medias, a la explosión de la población marginal. Sobre la base formada por estos sectores sería posible desarrollar una política explícitamente socialista en lugar de la vieja fórmula de “democracia hoy, socialismo mañana”. Abogamos por la necesidad de que el Partido Comunista se convierta en el centro de una agrupación socialista. Al mismo tiempo, señalamos muy tímidamente la necesidad de revisar la estructura organizativa del PCV, para adaptarla a las condiciones del país y al nuevo período en el que entrábamos, en el que debíamos restablecer nuestra actividad política legal.

La lectura de mi documento provocó una tormenta. Guillermo García Ponce se levantó y anunció que el partido estaba siendo devorado desde dentro por una facción pequeñoburguesa ultraizquierdista en la política nacional (porque propusimos una campaña abierta por el socialismo, lo que ocasionó que fuéramos denunciados como trotskistas, algo que, por supuesto, era la mayor herejía). También nos llamó liberales y derechistas en cuestiones organizativas, porque propusimos una revisión de los principios organizativos del PCV. Además nos tachó de antisoviéticos en asuntos internacionales, por nuestra postura previa sobre la cuestión checa.

La acusación principal era que estábamos conspirando para liquidar a la antigua dirección del partido, las figuras más gloriosas del partido, el Secretario General, Jesús Faría, Gustavo Machado y Eduardo Machado. Después de que García Ponce hiciera su denuncia, se produjo una discusión tan furiosa que la reunión se interrumpió sin llegar a ninguna conclusión. Los ánimos se caldearon tan rápidamente que se hizo evidente que una profunda crisis se había estado gestando dentro del partido durante mucho tiempo. En esta amarga discusión surgieron problemas y conflictos personales que los miembros más jóvenes del Comité Central nunca conocimos, porque se remontaban a muchos años atrás. De todas estas animosidades personales la más obvia era el odio de García Ponce hacia Pompeyo Márquez, quien era el Secretario de Organización del PCV y quien realmente dirigía el partido antes de pasar a la clandestinidad durante la insurrección armada. Vimos que la intervención de García Ponce, que había llegado a jugar un papel extremadamente importante en la actividad clandestina del PCV, estaba solo aparentemente dirigida contra nosotros. Pero en verdad, estaba realmente dirigida contra Pompeyo, quizás porque había permitido que nuestra “facción pequeñoburguesa” se desarrollara dentro de la organización del partido, aunque en realidad podría ser una animosidad que se volvió muy intensa cuando estaban presos juntos en San Carlos. De esta manera, nos vimos como los corderos de sacrificio en un ataque que fue mucho más allá, como tal vez el comienzo de un movimiento de García Ponce para ganar el control de la organización del partido para sí mismo. Por otro lado, los líderes de la Juventud Comunista, que habían jugado un papel importante en la insurrección armada y que habían estado con nosotros en la cuestión checa, habían pasado por un período de reflexión y auto-examen sobre el fracaso del castrismo y las teorías de la vanguardia armada en Venezuela y América Latina en general, y el desastre para el movimiento revolucionario en Venezuela causado por la forma en que la lucha armada fue dirigida y llevada a cabo. Aunque éramos miembros de la dirección del PCV y no de la Juventud Comunista, Germán Lairet, Alfredo Maneiro, Freddy Muñoz y yo estábamos pasando por el mismo tipo de reflexión en otro compartimento de la estructura del partido, y fue el debate político de Checoslovaquia el que nos unió y nos hizo darnos cuenta de que teníamos puntos de vista muy similares.

El conflicto entre Pompeyo Márquez y Guillermo García Ponce se volvió muy importante para la lucha de poder al interior del PCV, y se puede entender mejor en términos psicológicos que políticos. Desde finales de los años 40, Pompeyo fue el primer líder joven distinguido del PCV. Tenía una enorme energía y dinamismo, y una capacidad de trabajo que era asombrosa para cualquier estándar. Antes de convertirse en un revolucionario profesional, Pompeyo había sido director de una gran empresa comercial, por lo que había aprendido a dirigir las cosas de forma eficiente, metódica y muy bien organizada. Dentro del PCV tenía un ritmo de trabajo muy absorbente que tendía a centralizar muchas funciones en sí mismo.

Aunque Jesús Faría era el Secretario General del partido, fue Pompeyo, como Secretario de Organización, quien realmente dirigió el PCV. Pompeyo tenía vía libre para dirigir el partido porque la mayoría de sus líderes eran bastante perezosos, y encontró en él un caballo de batalla que haría todo el trabajo por ellos.

Guillermo es unos años más joven y fue Secretario de Juventud del PCV cuando Pompeyo se convirtió en el Secretario General de facto. Tienen muchas de las mismas características, y trabajaron juntos armoniosamente durante años. Guillermo también es un tractor de gran energía que empuja hacia delante, o destruye, cualquier cosa en su camino. Pero tiene también un sentido del trabajo en equipo, como un jugador de baloncesto o un centrocampista en el fútbol.

Creo que el conflicto entre los dos comenzó en esa época. Poco a poco Guillermo fue ganando estatura dentro del PCV, entre ese grupo de líderes sin rumbo, por lo que rápidamente se transformó de Secretario de la Juventud en uno de los principales líderes de facto del partido. Cuando todos estuvimos en la cárcel en San Carlos, Guillermo comenzó a comportarse ostentosamente para mostrar que ya no se aceptaba la autoridad de Pompeyo, como hacíamos los demás. Aunque todos éramos miembros del politburó y, por derecho, deberíamos haber sido informados de sus opiniones, sólo nos enteramos de ellas a través de los documentos que Guillermo envió por mensajeros fuera del San Carlos y que luego nos transmitió a través de la red del partido. Esto era muy extraño porque los tres, y el viejo Gustavo Machado, ocupábamos dos celdas contiguas y pasábamos varias horas al día juntos: Más tarde me di cuenta de que no nos mostraba sus escritos políticos porque mostrárselos a cualquiera de nosotros significaría que tendría que mostrárselos a Pompeyo. Decía que todos éramos iguales, aunque evidentemente comenzó a desarrollar un plan mientras estaba en la cárcel para salir de debajo de Pompeyo. No sé si fue premeditado o no, pero empezó a tratar de influir en los ancianos, Gustavo y Eduardo Machado, y Jesús Faría, para ponerse bajo su ala. No quiero pensar que todo esto fuera una maniobra maquiavélica, pero Guillermo se convirtió en secretario de Gustavo. Nos dijo que en la cárcel Gustavo dictó sus memorias y Guillermo las retiró. “El partido son los viejos”, me dijo Guillermo más tarde. “Donde están los viejos, allí también está el partido.”

Guillermo se hizo amigo de Eduardo Machado, el hermano menor de Gustavo, y esta alineación se cristalizó en 1966 y 1967, cuando preparamos aquellos célebres documentos de la cárcel de San Carlos en los que proponíamos al politburó la retirada del PCV de la lucha armada. Pompeyo, Freddy Muñoz y yo queríamos presentar el plan como una retirada gradual y ordenada. Pero Guillermo inexplicablemente se opuso. No asistió a más reuniones y publicó un segundo documento casi idéntico al nuestro. Por eso siempre se hablaba de dos documentos, el de Pompeyo, Freddy y mío, y el de Guillermo, Eduardo y Gustavo. Casi no había diferencia entre ellos, pero de esta manera Guillermo podía explotar el capital político de los antiguos jefes del partido para reducir a Pompeyo. Después de que Pompeyo fue nombrado Secretario General en funciones, Guillermo argumentó que el PCV no necesitaba un Secretario General. Curiosamente, Guillermo tenía una de las mentes más audaces, originales y heterodoxas del partido. Muchas de las cosas que nosotros, que más tarde formamos el MAS, estábamos instando, eran cosas que él también había defendido. Pero él dio la vuelta a todo esto para deshacerse de Pompeyo. Guillermo ligó su destino a los viejos cuadros del partido, como Gustavo Machado, quien era conocido públicamente como el líder del PCV, pero que realmente no hizo nada dentro del partido; y a Jesús Faría, el Secretario General, que era una especie de tótem, depositario de la confianza en la ortodoxia pro-soviética dentro del PCV. (11)

En sus ataques contra los líderes más jóvenes del grupo «pro-checo», a quienes denunció como liberales, ultra izquierdistas, antisoviéticos, etc., Guillermo atacaba realmente a Pompeyo, insinuando que éste era nuestro protector y que no podíamos sobrevivir dentro del partido sin su tolerancia y engaño. El plan de Guillermo era expulsar al grupo «pro-checo» del partido. Pensó que, en el último minuto, Pompeyo reaccionaría como un viejo comunista y permanecería dentro del PCV, pero como un conserje y no como Secretario General. Posteriormente se eligiría un nuevo Comité Central, lo que daría a Guillermo un enorme poder. Pompeyo sería así completamente derrotado porque, aunque no estaba de acuerdo con nosotros, siempre defendió nuestro derecho a mantener una posición en los consejos del partido. Pero en el último minuto Pompeyo sorprendió a Guillermo, y a muchos otros, dejando el PCV para unirse con nosotros al MAS. En el PCV no percibieron el cambio de perspectiva que había tenido lugar en Pompeyo en los amargos debates con los cubanos a finales de los años 60, y cómo su concepto de partido revolucionario fue cambiado en el debate interno del PCV sobre el derecho a discutir. (12)

Pompeyo Márquez junto a Teodoro Petkoff. c. 1980. S/A.

En marzo de 1969, luego de la toma de posesión del Presidente Rafael Caldera (1969-1974), se legalizó formalmente el PCV, y poco después se realizó un pleno del Comité Central para convocar el primer congreso del partido en diez años, para diciembre de 1970. El Comité Central declaró que todo el debate político en preparación del congreso del partido se llevaría a cabo como un debate libre y público. Como he dicho antes, el PCV nunca fue un partido estalinista anticuado y siempre toleró una gran cantidad de discusión en sus filas. Pero esta vez la antigua dirección del partido no era consciente del inmenso descontento en las bases del PCV después de diez años de fracaso. Cuando los preparativos del Cuarto Congreso del PCV abrieron el camino para la discusión pública de todas las cuestiones importantes que tenía el partido ante sí, aproveché la oportunidad para pedir permiso al politburó para publicar el documento que había preparado después del pleno de agosto de 1968, en el que criticaba la invasión soviética de Checoslovaquia. Este documento se amplió en mi pequeño libro, Checoslovaquia, que causó tanto revuelo en 1969 y 1970.

García Ponce comenzó los preparativos para el Congreso del PCV con una enorme confianza en sí mismo, y cuando pedí al politburó permiso para publicar el libro sobre Checoslovaquia, dijo: “No importa si se imprime; podemos imprimirlo nosotros mismos en las prensas del partido”. Al final el libro fue producido por una editorial marxista independiente y en pocos meses vendió 5.000 copias sólo en Caracas, lo que es muy inusual para este tipo de materiales.

Después del pleno del Comité Central, en agosto de 1968, en el que se debatió la invasión checa, sentimos que había un movimiento contra nosotros dentro del partido, y decidimos formar un comando separado dentro del partido que serviría para nuestra defensa. Al principio este grupo estaba formado por Germán Lairet, Antonio José Urbina y yo; pero más tarde se amplió cuando Freddy Muñoz volvió del exilio y Alfredo Maneiro salió de la cárcel. Urbina fue Secretario General de la Juventud Comunista y fue nuestro contacto con la dirección del movimiento juvenil. Aunque había algunas diferencias entre el grupo Lairet-Petkoff-Muñoz y la dirección de la Juventud Comunista, formamos una unidad política única durante el calor de la crisis a medida que ésta se desarrollaba. Este mando de «autodefensa» creció en fuerza y cohesión durante casi dos años de apasionado debate público en el seno del PCV, rompiendo el aislamiento que tradicionalmente existía entre las diferentes unidades de base de un partido comunista, con cada célula separada del resto del partido y recibiendo órdenes del Comité Regional directamente encima de ella. El debate público rompió los mecanismos que daban tanta autoridad al aparato y que podían ser manipulados por unas pocas personas clave del politburó.

Parece increíble, pero una parte muy importante de este debate infernal dentro del PCV dejó de ser una discusión sobre problemas de fondo, problemas del país, y se convirtió en cambio en una discusión sobre el derecho a discutir. Esto parecía al principio una digresión de los problemas importantes, pero en el fondo era la gran pregunta que tenía el partido: si los miembros del PCV, aunque en minoría, tenían el derecho de discutir y disentir internamente de la política del partido, si las tradiciones establecidas dentro del PCV sobre la libre discusión interna serían reemplazadas por mecanismos represivos estalinistas. El grupo de García Ponce intentó, siempre infructuosamente, acabar con el papel de la libre discusión pública decretado explícitamente por el Comité Central a principios de 1969, acabar con los polémicos intercambios en el periódico del PCV, Tribuna Popular, prohibir la publicación de libros y panfletos que trataban los problemas internos del partido, detener las asambleas públicas celebradas por los comités locales del PCV en todo el país para discutir estos problemas. Mientras el grupo de García Ponce intentaba detener estas discusiones, también intentó centrar el debate interno del PCV en el tema de Checoslovaquia por una razón táctica obvia: la opinión mayoritaria dentro del partido era muy favorable a la Unión Soviética, al igual que para la mayoría de los partidos comunistas del mundo. Por ejemplo, cuando el Partido Comunista Italiano condenó la invasión soviética, tuvo problemas muy graves para hacer frente a la disidencia en sus organizaciones de base, cuyos miembros se negaron a escuchar una posición antisoviética; lo mismo ocurrió con el Partido Comunista Español, y casi cualquier otro partido formado intelectualmente por 40 años en el espíritu de la Tercera Internacional. Así que cuando García Ponce trató de fijar el debate interno a la discusión sobre Checoslovaquia, estaba tratando de dividir el partido en una gran mayoría pro-soviética y un grupo aislado de disidentes antisoviéticos.

Si hubiéramos mordido el anzuelo de los principios ideológicos puristas, aceptando el reto de discutir los problemas generales del socialismo centrándonos en la cuestión checa, habríamos sido liquidados inmediatamente. Nos habríamos convertido en un pequeño grupo marginal en la política venezolana, teóricamente muy sólido y con toda la corrección del mundo desde el punto de vista de la historia, pero habríamos sido políticamente ineficaces. Así que nos negamos a quedar atrapados en este tipo de discusión; de hecho, la discusión sobre Checoslovaquia nunca tuvo lugar formalmente dentro del partido, sólo en aquella primera reunión del Comité Central inmediatamente después de la invasión soviética, en la que los cinco fuimos fácilmente derrotados.

Sin embargo, mi libro sobre Checoslovaquia circuló libremente y fui invitado a comparecer en las asambleas locales del partido en todo el país para expresar mis puntos de vista y responder a las preguntas. Pero nunca nos dejamos atrapar en una discusión sobre Checoslovaquia en otra reunión del Comité Central. Siempre intentamos, sobre todo en nuestras discusiones con las bases del partido, centrarnos en los temas que eran fundamentales desde nuestro punto de vista: el derecho a la libre discusión, la definición del carácter de nuestro proceso revolucionario y de la sociedad venezolana, y la necesidad de fortalecer el carácter socialista y anticapitalista de nuestra lucha yendo más allá de las vacías consignas antiyanquis. Lo haríamos atacando a los económicamente poderosos clanes venezolanos, que ejercen gran influencia sobre el gobierno y los principales partidos políticos, Acción Democrática y COPEI. Todo este reenfoque de nuestros objetivos políticos implicaba una renovación organizativa del partido. La discusión tocó muchos problemas en los que los militantes de base del PCV estuvieron de acuerdo con nosotros de todo corazón, especialmente en la definición de los problemas nacionales y la ineficacia de la estructura tradicional del partido. En muchas reuniones del partido en Caracas y en el interior la gente se acercaba a nosotros y decía: «Estoy en contra de ustedes en la cuestión de Checoslovaquia, pero estoy de acuerdo con ustedes en todo lo demás.»

Al final del debate, cuando el PCV se dividió en diciembre de 1970, Pompeyo Márquez y los otros viejos líderes del centro dejaron el PCV junto a nosotros para fundar el MAS como un nuevo tipo de partido revolucionario.

Durante el largo debate sobre el derecho a la libre discusión dentro del partido surgió un tercer grupo que se situó a medio camino entre los seguidores de Guillermo García Ponce y el grupo “de izquierda” que se había opuesto a la resolución del politburó sobre Checoslovaquia. Este tercer grupo, encabezado por Pompeyo Márquez, era conocido como el sector de centro y luchó hasta el final para mantener tanto la libertad de discusión como la unidad del partido. Al principio, este grupo de centro era absolutamente contrario a nuestro punto de vista. Sin embargo, por su honestidad personal y su formación en la tradición de tolerancia intelectual dentro del partido, defendieron nuestro derecho a disentir. Empezaron a ser atacados por el grupo de derecha de García Ponce y a identificarse con nosotros ideológicamente. En ciertas etapas de la discusión, la mayor hostilidad se dirigía no a nosotros, sino a los del centro, que es lo que suele suceder a los que se encuentran en medio de un debate muy acalorado. Mientras que la derecha nunca los perdonó, se desarrollaron fuertes lazos de amistad entre el grupo del centro y nosotros. A través de su propia experiencia, este grupo –que había votado en contra de nuestra posición sobre Checoslovaquia– se involucró en la discusión sustantiva sobre la estructura y función de un partido revolucionario y las diferencias que nos separaban comenzaron a disolverse. Al final del debate, cuando el PCV se dividió en diciembre de 1970, Pompeyo Márquez y los otros viejos líderes del centro dejaron el PCV junto a nosotros para fundar el MAS como un nuevo tipo de partido revolucionario. Aunque originalmente estaban en desacuerdo con nosotros sobre Checoslovaquia, una reacción sorprendentemente diferente apareció en estos viejos comunistas cuando en octubre de 1970, poco antes de que el PCV finalmente se dividiera, apareció un artículo en Pravda condenándome a mí y al resto del “grupo antisoviético” del PCV. Cuando ese artículo del Pravda apareció, uno de los miembros más antiguos del grupo del centro me dijo: «Esos son los tanques que están entrando, chico. Si estuviéramos más cerca de la Unión Soviética todos estaríamos en la cárcel.»

Durante esos dos años de debate público viajé de un extremo del país al otro y me puse en contacto personal con todos los miembros del PCV y de la Juventud Comunista en las asambleas públicas celebradas en todas las ciudades importantes de Venezuela. Se suponía que cada célula del PCV debía invitar a un miembro de la dirección del partido a presentar sus puntos de vista, pero las cosas nunca funcionaron de esa manera y las discusiones tuvieron lugar en reuniones públicas mucho más grandes. Al mismo tiempo, los preparativos para el Cuarto Congreso del PCV siguieron adelante con reuniones celebradas en cada célula y en cada comité de ciudad y estado para elegir a los delegados al Congreso. Estas reuniones locales y estatales produjeron poco a poco una ventaja más o menos marcada para la alianza de centro-izquierda que se había desarrollado durante las prolongadas discusiones internas. A finales de 1970, llegamos a la etapa final en la que sólo quedaban cinco reuniones estatales, entre ellas dos muy importantes, en el Estado Miranda y en el Distrito Federal (Caracas). Antonio García Ponce, hermano de Guillermo, estaba a cargo del Distrito Federal. Mientras que nuestras fuerzas y las de García Ponce estaban igualadas en el comité estatal con cinco cada una, nuestra fuerza era muy grande entre los militantes de base.

Nuestra alianza de centro-izquierda había ganado fuerza en la mayoría de las organizaciones de base del PCV, aunque el grupo de García Ponce mantenía el control del Comité Central, que había sido elegido por el Tercer Congreso del PCV en 1961 y nunca había sido cambiado. Al final cada lado sabía cuántos delegados tenía, pero García Ponce logró que se aprobara una moción en el Comité Central para anular los procesos de selección de delegados en el Distrito Federal y en Miranda, donde nuestra victoria en el Congreso habría quedado envuelta. Después de que un pleno del Comité Central había pasado por 15 días de furiosa discusión sobre el derecho a la discusión, se celebraron dos plenos más en noviembre y diciembre para discutir la anulación de las elecciones en Miranda y el Distrito Federal, y la moción de García Ponce de posponer el Congreso del PCV por varios meses más allá de la fecha prevista de diciembre de 1970. La división del PCV se produjo en diciembre, después de que una reunión del Comité Central no pudiera llegar a una decisión sobre el aplazamiento del Congreso y se pospuso durante una semana. Durante esa semana contamos los votos en el Comité Central y nos dimos cuenta de que, si volvíamos a la reunión, el Congreso se aplazaría y nuestra posición sería liquidada dentro del partido. Yo para entonces ya había tomado la decisión de abandonar el partido. Pompeyo y los demás del centro lucharon duro para mantenerlo unido, y cuando aceptaron la inevitabilidad de una ruptura fue porque se habían percatado que no había alternativa.

Las etapas finales fueron extremadamente finas y sutiles en la maniobra táctica. En el curso del largo debate sobre la derecha a discutir, los izquierdistas vimos que esta larga lucha terminaría en la división del partido. En cierto sentido el verdadero problema no era si el PCV se dividiría, sino cómo y bajo qué bandera política, porque al final la bandera de la unidad del partido es muy querida por cualquier partido comunista. García Ponce y quienes conformamos el otro extremo del partido, entendimos que la división sería beneficiosa para cada lado, pero que debía hacerse ondeando la bandera de la unidad. Cada uno buscó atribuir la provocación de la escisión al otro. Como el verdadero equilibrio de poder estaba en el grupo del centro, que luchaba por la unidad del partido, el lado que ganara el centro sería el verdadero ganador. En un momento dado, el viejo Gustavo Machado, aliado de García Ponce, me llamó aparte y me pidió “por el bien del partido y de la Revolución Venezolana” que no fuera candidato al nuevo Comité Central a elegir por el IV Congreso. Al final, el Secretario General del PCV, Jesús Faría, que era el miembro más apasionadamente pro-soviético de la antigua dirección, se resignó a la perspectiva de perder el control del Congreso. La derecha nunca estuvo realmente unida. Faría aceptó la alianza con García Ponce porque entendía que Guillermo era el principal apoyo, pero Faría siempre tuvo miedo de las ambiciones de García Ponce y todavía lo tiene. Sin embargo, en un momento dado, Faría le dijo a García Ponce: “Sabes, Guillermo, vamos a tener que aprender a estar en minoría”. Sin embargo, cualquier tendencia a hacer concesiones o ampliar la base de la unidad del partido se veía alterada por una nueva agitación de ambos extremos.

Mi segundo libro ¿Socialismo para Venezuela?, apareció a finales de 1970 y volvió a agitar las aguas. Entonces, el viejo Eduardo Machado hizo un viaje apresurado a Moscú para pedir un artículo en Pravda denunciando nuestra “facción ultraizquierdista y antisoviética”. Cuando el artículo del Pravda que nos condenaba apareció en octubre de 1970, el mismo Eduardo Machado anunció con gran cinismo en una reunión del politburó: “Esta es una orden que debe ser obedecida. Debemos expulsar a Teodoro del partido.”  A partir de ese momento Faría no vaciló más. Se dio cuenta de que tenía todo el respaldo soviético y condujo los asuntos de tal manera que la selección de delegados en Miranda y el Distrito Federal fue anulada y el Congreso fue pospuesto.

Una cosa interesante fue que, como sucede a menudo en estas grandes discusiones, tanto García Ponce como nosotros sabíamos muy bien adónde íbamos y qué queríamos. Por esta razón, podíamos tener relaciones personales cordiales y sin animosidad. A diferencia de otros camaradas –especialmente los del medio– que se tomaban estas cosas muy personalmente, tanto García Ponce como nosotros mismos entendíamos que se estaba culminando un proceso político en el que los sentimientos personales podían ser dejados de lado. Por ejemplo, en la última reunión del Comité Central a la que asistimos García Ponce, Urbina y yo hablamos muy cordialmente sobre el futuro. García Ponce dijo, sonriendo: “es obvio que nos estamos moviendo hacia una separación. Supongo que no haremos el ridículo expulsándonos mutuamente, que ustedes nos expulsen y nosotros los expulsemos a ustedes. Tendremos una separación civilizada y no un espectáculo para el país de los insultos”. Cuando finalmente nos despedimos, Guillermo nos dijo: “Y más tarde nos pondremos de acuerdo para lanzar la candidatura presidencial de José Vicente Rangel.” Eso fue hace dos años, y José Vicente Rangel, por supuesto, se convirtió más tarde en el candidato presidencial del MAS en las elecciones de 1973. Es una figura joven y renovadora de la izquierda venezolana, el tipo de hombre al que el PCV debería apoyar si alguna vez mostrara interés en renovarse. Guillermo puede o no haber dicho esto en broma, ya que es un hombre muy complejo. Su intolerancia y brutalidad dentro del partido siempre se combinó con una gran sagacidad política y comprensión de la necesidad de renovación. Consideraciones muy personales e ideológicas estuvieron involucradas en la división del PCV. El viejo Partido Comunista tomó el camino hacia el pasado, mientras que nosotros empezamos un camino diferente para formar un nuevo tipo de partido revolucionario. Sin embargo, aunque fuera una broma, era bueno separarse hablando de la candidatura de José Vicente Rangel, aunque después de la división del PCV Guillermo olvidó una vez más su cordialidad.

Cartel de José Vicente Rangel, candidato del MAS para las elecciones de 1973.

IV

Hacia el final del proceso que llevó a la división del PCV llegamos a la conclusión de que sería intolerable para nosotros permanecer incluso como mayoría en un Partido Comunista anticuado, teniendo que lidiar con 40 años de inercia y una oposición que siempre estaría tratando de arrastrarnos hacia el pasado. Si hubiéramos ganado el cuarto congreso del partido previsto para el año 1971, habría sido por una mayoría relativamente estrecha, lo que habría hecho muy difícil emprender iniciativas políticas importantes como las llevadas a cabo por el MAS. No hubiéramos logrado el impacto que hemos logrado hoy como un nuevo tipo de partido revolucionario, compuesto por una élite revolucionaria formada en los últimos 20 años dentro del PCV, que lleva el sello del Partido Comunista y que, sin embargo, representa una renovación, una nueva fuerza en la política venezolana.

En cierto sentido, estamos buscando algo como la mística y la movilización de masas que representaron Rómulo Betancourt y Acción Democrática cuando luchaban por el poder a mediados de los años 40. Cuando algunos sugieren que nosotros, los del MAS, somos el AD de los 70, me gusta bastante este paralelo y lo considero importante. Esto se debe a que creo que AD en los años 40, como dijo el propio Betancourt, fue un fenómeno telúrico, una fuerza elemental. Acción Democrática fue capaz de movilizar los deseos y esperanzas de sectores emergentes de nuestra sociedad, y también fue capaz de formular una política que satisfizo las necesidades de la época. Antes de que AD tomara el poder con la “Revolución de Octubre”, en 1945, cuando Betancourt aún luchaba por el poder como líder de la oposición, demostró una lucidez marxista mayor que la de cualquier otro líder político contemporáneo. Betancourt logró en 1945 lo que Fidel Castro logró años más tarde: la toma del poder a la cabeza de un inmenso movimiento de masas. Si Betancourt hubiera sido un revolucionario, habría habido un cambio revolucionario en Venezuela. Aunque personalmente no era un cobarde, era pusilánime en el manejo del poder. Así que Betancourt no se atrevió a hacer lo que Fidel Castro hizo después con su Movimiento 26 de Julio: reorientar hacia la revolución un movimiento heterogéneo y anti-dictatorial que no es en sí mismo revolucionario. Betancourt tuvo esta oportunidad histórica, ya que AD en 1945 era apoyado por el 80% del pueblo venezolano. En un impulso revolucionario Betancourt también habría sido respaldado por parte del ejército, ya que parte de éste se mostró posteriormente favorable a AD en numerosas conspiraciones contra Pérez Jiménez, quien derrocó a AD con un golpe militar en 1948. Betancourt y AD optaron por lo que parecía ser un mero cambio político a favor de la participación masiva a través de elecciones, ya que la sustitución de la democracia por la autocracia era la panacea del día.

Materiales de la campaña electoral del MAS
para las elecciones de 1983

Así como Acción Democrática construyó un movimiento de masas sobre la idea de la democracia y el rechazo de una estructura política tradicional y autocrática, nosotros, los del MAS, estamos empezando a canalizar un sentimiento popular cada vez más profundo de que Venezuela debe avanzar hacia el socialismo. Este sentimiento hoy es tan difuso e intuitivo como lo fue el sentimiento por la democracia en los años 40, que sólo la vanguardia de AD tenía la suficiente lucidez para entender y expresar. Por esta razón, nuestra conducta política actual se basa en un cierto sentimiento de futuro, especialmente en los acontecimientos de la segunda mitad de los años 70, que nos lleva a subrayar la necesidad de reconstruir la fuerza revolucionaria que una vez existió en Venezuela. Así, quisiéramos eludir todo tipo de batallas a gran escala que podrían abortar nuestro propósito de construir tal movimiento, quizás lentamente pero también de manera firme y sostenida, que podría actuar de manera decisiva en la crisis revolucionaria que se avecina.

Creo que debemos distinguir entre la revolución política, es decir, la conquista del poder, y la revolución en su sentido más exacto: cambiar la estructura infernal del país. En la década de 1940, fue suficiente para AD hacer lo que hizo con la industria petrolera, es decir, establecer la regla del 50-50 de reparto equitativo de los beneficios entre el gobierno y las compañías petroleras extranjeras. Por supuesto, destruir la estructura social tradicional de Venezuela habría sido muy difícil en un país donde, en ese momento, prácticamente no había clase trabajadora. Pero ahora creo que es posible comenzar una serie o grandes transformaciones sin que el primer paso sea la nacionalización de la industria petrolera, que ha sido la bandera de la izquierda durante tanto tiempo.

Moisés Moleiro, Teodoro Petkoff y Freddy Muñoz
durante los actos por la fusión del MAS y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Caracas. c. 1988. S/A

Creo que es mucho más importante romper la estructura interna de poder en la que descansa la oligarquía empresarial local, incluyendo los muchos intereses no petroleros de las empresas estadounidenses que abundan aquí. Si los Estados Unidos estuvieran dispuestos a aceptar estos desarrollos, podríamos establecer un acuerdo con las compañías petroleras que le permitiría a Venezuela por un tiempo mantener el flujo de divisas hacia su Banco Central. Si un gobierno de los Estados Unidos estuviera dispuesto a aceptar un modus vivendi con un régimen revolucionario aquí, tendría mucho que ganar. Especialmente en términos de un suministro seguro de petróleo. Me parece que uno de los nuevos conceptos que deben comprender los revolucionarios de América Latina es que estamos en la esfera de influencia de los Estados Unidos. Por esta razón el proceso de cambio estructural dentro de nuestro país requiere el mantenimiento de las relaciones económicas con los Estados Unidos. Una ruptura repentina de estas relaciones económicas causaría muchos problemas de diversa índole –como la interrupción de los flujos de créditos, de suministros y de tecnología– por lo que tenemos grandes motivos para mantener una política flexible. Nuestra principal tarea es crear una nueva estructura social. Por eso nosotros, los del MAS, hemos dicho que el principal enemigo no son los Estados Unidos, sino la élite capitalista dependiente de nuestro propio país.

Material propagandístico del MAS-MIR para la campaña de 1988.

La mayoría de las concesiones otorgadas a las compañías petroleras extranjeras en Venezuela expirarán alrededor de 1983, cuando se prevé que éstas vuelvan al Estado. Hay tanto en juego, tanto para el sistema político venezolano y para las compañías petroleras y los Estados Unidos, que no sería extraño ver una gran convulsión política acompañando la expiración de las concesiones. Más aún, existe un problema más grave, que es el declive de la capacidad de producción petrolera de Venezuela a medida que se acerca el año 1983. Esto significa que los actuales niveles de gasto público per cápita no pueden ser mantenidos por un Estado derrochador que emplea una burocracia colosal e improductiva sólo para aliviar la posibilidad de desorden social. Seguramente dos tercios de los empleados públicos de Venezuela son innecesarios, una forma de desempleo disfrazado absorbido por el Gobierno para calmar el malestar social. Dos tercios del presupuesto público venezolano provienen de los ingresos del petróleo, y mucho depende de la capacidad del Estado para emplear a la gente y redistribuir esta riqueza. Un bloqueo de este canal único hundiría a toda la sociedad en una tremenda crisis.

Como dije, el MAS se está preparando lentamente para estos años de crisis. La organización revolucionaria que estamos construyendo se enfrenta a grandes dificultades. Para reducir nuestros problemas económicos, simplemente hemos eliminado todos los salarios del partido, que recibíamos como revolucionarios profesionales dentro del PCV. El MAS eliminó estos pequeños salarios porque no podía pagarlos. Esto ha creado serias dificultades para muchos de nuestros camaradas. Eloy Torres, por ejemplo, nuestro veterano líder sindical, combina su trabajo político y sindical con la venta de relojes. Otros son apoyados por sus esposas. Esto permite al MAS utilizar todo el dinero que recibe para inversiones en propaganda y actividad política. El aparato del partido en diferentes partes de Venezuela también se ha visto obligado a sobrevivir por su cuenta, algo muy diferente a los días del PCV, cuando recibían pagos mensuales de las sedes del partido.

Por otro lado, ningún movimiento político puede vivir sin dinero y hemos tenido un éxito relativo en su recaudación. Cuando dejamos el PCV nos quedamos con algunas propiedades del partido: casas que se usaban como escondites y espacios clandestinos. Vendimos estas propiedades por unos 20.000 dólares para comenzar nuestra primera campaña publicitaria del MAS. Los espléndidos carteles que tuvieron tanto impacto, representando a los plutócratas venezolanos engordando en el trabajo de los pobres, costaron cerca de 7.000 dólares. Hemos sido ayudados por muchos venezolanos importantes que son simpatizantes o miembros del MAS y han donado valiosos cuadros que hemos vendido a buen precio. Tenemos muchos amigos que son jóvenes profesionales que han contribuido generosamente, pero nuestros ingresos son todavía muy escasos para nuestras necesidades. Nuestro periódico tuvo que suspender su publicación durante tres meses, en 1972, por falta de dinero para pagar la imprenta, justo en el momento en que los otros partidos comenzaban sus campañas para las elecciones de 1973. En ese momento no teníamos dinero ni siquiera para imprimir nuestros carteles políticos para la campaña. En esos meses el MAS sobrevivió con pequeños milagros diarios. Un gran número de cuadros del MAS viven en la extrema pobreza. Cuando el PCV se dividió, algunas personas empleadas en el aparato del PCV nos dijeron, “estamos con ustedes, pero el PCV paga nuestro salario”.

Estamos creando un movimiento revolucionario que requiere un gran sacrificio. Estamos haciendo tales sacrificios para crear una organización revolucionaria que sea lo suficientemente abierta como para no intentar imponer un modelo rígido a la sociedad en la que vive. Tendría que ser lo contrario de una secta política cerrada y rígida como un partido comunista tradicional. Tenemos que inventar un nuevo tipo de organización, y este invento es doloroso y difícil. Hemos rechazado la forma de organización tradicional de la célula del partido, porque la célula se convierte en un pequeño mundo aislado y egocéntrico propio. En lugar de ser un organismo capaz de influir en la comunidad en general, la célula tradicional del partido comunista es un compartimiento amurallado y clandestino, incluso en períodos de actividad legal que separa a sus miembros de la comunidad y los priva de su influencia en su vecindario o fábrica.

Teodoro Petkoff retratado por Patrick Dolande Gaslonde. Caracas. c. 2014 ©Patrick Dolande

En el MAS estamos estableciendo una organización muy abierta, con una línea difusa entre el simpatizante y el activista comprometido, borrando la mentalidad de mandarin de aparato del partido tradicional. Tratamos de no hacer distinciones entre nosotros y el resto de la humanidad, justo lo contrario de lo que Stalin dijo en su famoso juramento en la tumba de Lenin, que somos hombres de un temperamento especial, que nosotros los comunistas estamos hechos de un tipo especial de acero. Estas pretensiones tendían a convertir a los comunistas en una raza separada dentro de la especie humana. Queremos exactamente lo contrario. Aceptamos a todos aquellos que deseen unirse al MAS en este momento. Sin embargo, como somos muy conscientes de que podrían producirse cambios políticos que nos obligarían a volver a la actividad clandestina, mantenemos un núcleo dentro del MAS de activistas de probada eficacia que podrían estar dispuestos a pasar a la actividad clandestina a corto plazo.

Si bien debemos inventar nuevas formas de organización, nos damos cuenta de que la política, y no la organización, es la característica fundamental de cualquier partido político, lo que le permite convertirse en un punto de referencia para una parte de la población. Para garantizar que la dirección del MAS esté siempre en diálogo con las bases del partido y con el pueblo en su conjunto, estamos construyendo una organización muy horizontal en la que la distancia entre la dirección y su base es muy pequeña. De esta manera eliminamos las autoridades intermediarias de un partido comunista tradicional a través de las cuales se filtran las órdenes y opiniones y se delega el poder. De este esfuerzo por avanzar directamente hacia el socialismo, está surgiendo un nuevo partido que fortalecerá las fuerzas de la revolución y el populismo en Venezuela.

Teodoro Petkoff retratado por Luis Brito. Caracas, 2011. ©Archivo Fundación Luis Brito

©Trópico Absoluto

Notas

  1. La entrevista con Plinio Apuleyo Mendoza fue publicada en la revista Libre, No. 3 (1972) y reimpresa en el suplemento literario de El Nacional, Caracas, 30 de agosto de 1972.
  2. Ver: José Vicente Rangel, Expediente negro. Caracas: Editorial Fuentes, 1969. Esta es una colección de documentos y discursos parlamentarios de Rangel sobre el asesinato del líder del PCV Alberto Lovera después de la detención de Lovera por la DIGEPOL (policía política) en 1966.
  3. Al respecto véase mi trabajo: «Petróleo y Democracia en Venezuela», Parte I: Sembrando el Petróleo y Parte II: El Hombre Marginal [NG-1.2-’73], Fieldstaff Reports, East Coast South America Series, V 01. XVII, Nos. 1 y 2, 1973.
  4. Citado en mi próximo artículo en un número de noviembre del New York Review 01 Books, tentativamente titulado “Venezuela»: La democracia pródiga”.
  5. Los ataques cubanos al PCV comenzaron con algunas transmisiones de Radio Habana y un editorial del 7 de noviembre de 1966 en Granma, el periódico del partido cubano, que decía: “En Venezuela los verdaderos comunistas apoyan decididamente la lucha guerrillera como la única forma efectiva de combatir el régimen de explotación que sufre este país hermano.” En un discurso del 13 de marzo de 1967, el propio Castro acusó al PCV de “cobardía y repugnante oportunismo.” Las respuestas del PCV están contenidas en una colección de documentos: Pompeyo Márquez. Una polémica necesaria: Fidel Castro/PCV. Caracas: Ediciones Documentos Políticos, 1967.
  6. Este primer episodio del gobierno de AD comenzó con el golpe militar del 18 de octubre de 1945 liderado por el Mayor Marcos Pérez Jiménez que llevó a AD al poder bajo la presidencia provisional de Betancourt. Este período de tres años de «trienio» terminó cuando Pérez Jiménez ejecutó otro golpe el 24 de noviembre de 1948 para derrocar el régimen de siete meses encabezado por el novelista Rómulo Gallegos, quien fue el candidato de AD en las elecciones de 1947.
  7. El 18 de mayo de 1966, el politburó del PCV denunció a Bravo y lo suspendió por emitir declaraciones no autorizadas que contradecían la línea del partido y respaldaban la afirmación de Castro sobre la primacía de la insurrección guerrillera en la estrategia revolucionaria. Poco después, Bravo y su aparato guerrillero urbano y rural abandonaron el PCV y continuaron la actividad insurreccional con dinero, armas y mano de obra suministrada por los cubanos. Sin embargo, en dos años, el movimiento de Bravo se disolvió en una disputa pública con Fidel Castro después de que el ejército venezolano infligiera severas derrotas a la guerrilla, obligando a evacuar el contingente cubano que había desembarcado secretamente en Venezuela.
  8. Sun Tzu, El arte de la Guerra. Traducido con una introducción de Teodoro Petkoff de la versión inglesa por el Coronel Samuel B. Griffith USMC. Caracas: Ediciones La Muralla, 1965.
  9. Para un relato más completo de la fuga de San Carlos, ver: Guillermo García Ponce, El Túnel de San Carlos. Caracas: Ediciones La Muralla, 1968. También ver el artículo de Petkoff, “Como nos fugamos de San Carlos”, publicado en la revista Elite poco después de la fuga.
  10. Para un recuento de la redada policial que destruyó el último Comando de Sabotaje Estratégico de las FALN, ver mi “Últimos destellos de la lucha armada” en The Economist. 30 de septiembre de 1967.
  11. Gustavo Machado nació en 1898 y fue el primer Tose to Came en una abortiva invasión a Venezuela en 1929 desde la vecina isla de Curazao para derrocar la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935). Machado escapó después de que la invasión fracasara, pasando años en el exilio en Panamá, París y Bogotá y regresando a Venezuela después de la muerte del dictador para ayudar a fundar el PCV y su periódico, Tribuna Popular. Fue elegido al Congreso en 1958 y sirvió hasta su arresto, junto con otros parlamentarios del PCV y el MIR, en 1963, por apoyar abiertamente la actividad insurreccional.
  12. Para una explicación de su decisión de unirse al MAS, ver Pompeyo Márquez, «Del dogmatismo al marxismo crítico», en el Libre No. 3. París, 1972.

Normal Gall (New York, 1933) es periodista, analista e investigador especializado en América Latina. Sus trabajos han aparecido en los más importantes periódicos de Occidente: The New York Times, The Washington Post, Forbes, The Economist, The Wall Street Journal, The Observer, The Nation, Le Monde, Die Zeit y El País. Trabajó para el American Universities Field Staff (AUFS) desde Caracas y São Paulo (1971-1977). Fue Asociado Senior en el Carnegie Endowment for International Peace. Editor colaborador de la revista Forbes (1980-1987). Gall ha sido consultor de Exxon Corporation (1979), el Banco Mundial (1984-85 y 1989-90), y Naciones Unidas (1985), entre otros. Vivió en Puerto Rico (1961-67) y Venezuela (1968-74). Desde 1977 reside en Brasil, donde es director ejecutivo del Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial con sede en São Paulo y editor de su periódico de investigación y opinión Braudel Papers.

Esta entrevista, escrita originalmente en inglés para el American Universities Field Staff, se publica aquí con la autorización de su autor. Su versión original en: Gall, Norman. “Teodoro Petkoff: The Crisis of the Professional Revolutionary. Part I: Years of Insurrection”, (NG-1-’72), Fieldstaff Reports, East Coast South America Series, Vol. XVI. Nº 1, 1972.

Traducción al español: Trópico Absoluto.

2 Comentarios

  1. Juan Fermin La Fe

    Como dije en el comentario que hice en la primera parte de esta interesante entrevista de Teodoro Petkoff que le hizo el periodista estadunidense Norman Gall, este es un documento historico de primera mano que le va permitir a los historiadores y otros especialistas de la Ciencias Sociales, cuando investiguen y estudien el proceso de la lucha armada en Venezuela contar con un material valioso para desentrañar y entender el comienzo y el fin de este hecho historico que a mi modo de ver es necesario investigarlo en profundidad, para comprender su proyecion en la historia reciente de Venezuela que conocemos como el chavismo en Venezuela o Socialismo del siglo XXI ( 1999-2021 ).
    Por otro lado, y pido disculpa por este comentario personal, porque fui militante del MAS, que lamentable ha sido para el pais que este partido no pudo por sus errores y debilidades, convertirse en el ente transformador y de cambio del pais.

  2. Ricardo Escalante

    Estos trabajos, hechos con la aguda óptica de Norman Gall, muestran a Teodoro como lo que fue: hombre de contradicciones, posiciones radicales absurdas, recapacitaciones y contribuyente efectivo al debate profundo. En su etapa madura hizo aportes democráticos. La contribución de Tropico absoluto al conocimiento de estos episodios es tremendamente valiosa y asi debe ser reconocida. Por cierto, en el home page de Tropico Absoluto aparecen ciertos detalles técnicos que merecen ser corregidos. ¡Larga vida a Tropico absoluto¡ Quisiera tener una dirección electrónica para enviar un comentario adicional. Muchas gracias

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