/ Historia

Indiana Jones tras la ruta de Simón Bolívar

La imagen de un gringo de sombrero de fieltro, revólver al cinto y un chaquetón arrugado protagonizando exploraciones y aventuras en tierras exóticas recordará a muchos a Harrison Ford, en su personaje ficticio Indiana Jones. Pero son pocos los que conocen la leyenda –no confirmada aún por Steven Spielberg– de que Indiana Jones fue inspirado en un personaje de la vida real: el explorador norteamericano Hiram Bingham (1875-1956), el controvertido “descubridor” de las famosas ruinas de Machu Pichu y también catedrático de la universidad de Yale en Historia de América Latina, fotógrafo, héroe militar, aviador, político, senador, escritor, y admirador de Bolívar y Páez, entre otras cosas. Pero todavía son menos los que saben que Bingham, el posible Indiana Jones de la vida real, inició su extraordinaria carrera de exploraciones y descubrimientos nada menos que en la llanura de Carabobo, en Venezuela, para finalizar en la exploración de Machu Pichu que lo haría mundialmente famoso.

Hiram Bingham (1875-1956). Fuente: Enciclopedia Británica.

En su carácter de historiador de América Latina, Bingham se sintió cautivado por las proezas militares de Simón Bolívar, cuyas campañas estuvo estudiando por ocho años en las universidades norteamericanas, pero sostenía que no se habían encontrado ni mapas de los lugares de las batallas ni recuentos fidedignos de estas acciones. Su interés lo llevó en el año de 1906 a organizar un primer viaje a Venezuela y Colombia, para poder conocer in situ los lugares donde se habían desarrollado las marchas y batallas de Bolívar.  Llega a escribir:

“He llegado a la conclusión de que si yo deseo comprender este período de la historia de Suramérica es necesario para mí tomar una expedición que debe tener por objeto un estudio, no solamente el país donde Bolívar peleó y vivió y visitar las escenas de las batallas de Carabobo y Boyacá, sino también hacer una exploración de la ruta de estas campañas”

De esta primera expedición ha dejado un maravilloso testimonio escrito, denominado: The Journal of an Expedition Across Venezuela and Colombia 1906-1907. An exploration of the route of Bolívar’s celebrated march of 1819 and of the battle-fields of Boyacá and Carabobo (Diario de una Expedición a través de Venezuela y Colombia 1906-1907. Una exploración de la ruta de Bolívar realizada en Marzo de 1819 y los Campos de Batalla de Boyacá y Carabobo) (Yale Pusblishing Association, 1909) en el cual con un lenguaje sumamente ameno nos lleva casi de la mano a recorrer la Venezuela de hace más de cien años, muy parecida a la que vio la guerra de independencia, completamente atrasada, sin casi vías de comunicación y con grandes extensiones de terreno virgen.

Con un estilo a veces periodístico, a veces científico, describe cuidadosamente lugares, personas, animales, costumbres y paisajes, haciendo apreciaciones de historia, geografía, etnología, naturalismo, etc.  Compara lo que ve con lo que ha conocido en otros lugares, critica lo que no le gusta y elogia lo que considera valioso. También nos deja un importante registro fotográfico, con un enorme número de fotos en el libro, algo inusual para la época. Más de cien fotos ilustran la obra.

La expedición

Bingam llega a La Guaira en tiempos de Cipriano Castro, un 4 de diciembre de 1906, algo enfermo con un dengue contraído en Puerto Rico, su escala luego de salir de Nueva York. Empieza describiendo el bonito trayecto en tren desde el puerto hasta la capital. Pasa un mes en Caracas, donde se incorpora a la expedición el Dr. Hamilton Rice, otro explorador y aventurero perteneciente a la Royal Geografic Society.  Durante su estadía en la capital contacta a diplomáticos extranjeros y a políticos y científicos e historiadores venezolanos. Según su relato, ninguno de los extranjeros ha llegado más allá de Valencia, y le sugieren desistir de la aventura, ya que Venezuela adentro es un territorio primitivo, inundado en invierno y sin vías de comunicación. Las personalidades venezolanas le informan que debido al reciente invierno que ha sido muy fuerte debe haber todavía lugares inaccesibles  Inquiere a los historiadores criollos sobre sus exploraciones en los campos de batalla y queda estupefacto al recibir la respuesta:

“No nos ha hecho falta conocer los terrenos de los eventos porque hemos leído todos los libros sobre el tema.”

En Caracas, lo primero que le impresiona es que debido a una disputa entre el gobierno y la compañía del cable, es imposible enviar o recibir mensajes desde Venezuela al exterior, las noticias del mundo llegan con hasta una semana de atraso provenientes de las Antillas Holandesas. Se entera de que ese año el invierno ha sido muy fuerte en los llanos y es casi imposible viajar, a menos que sea por vía fluvial. Sus planes originales de conocer Achaguas se frustran por las inundaciones y decide entonces ir al Apure, luego de pasar por Valencia y Campo de Carabobo.

Cuenta cómo ve Caracas, dice que rara vez hay algún desorden, que hay muchos policías bien uniformados de azul y armados de carabinas, que le recuerdan a los gendarmes de Paris. Ve soldados de caqui barato confinados en muchos cuarteles. Se queja de la gran cantidad de vendedores de loterías y mendigos y enfermos en las calles caraqueñas, en las que nota una mezcla de estilos francés y español. Comenta sobre las pequeñas pulperías, sastrerías, barberías y boticas. Su gran número le hace recordar las ciudades de el Sur de Europa. Señala que la moneda, el Bolívar, vale unos veinte centavos de dólar. Los carruajes  también se le parecen a los franceses y nos cuenta de las tarifas de los carros de alquiler.  Observa que todos andan despacio en las calles, a excepción de los chóferes de alquiler. Es común que los caballeros anden de bastón. Observa mucho vagos en la plaza, dice que no hay casi indios, muchos mestizos, algunos rasgos franceses y alemanes, ve pocos rasgos completamente españoles y ningún anglosajón.

Todas las casas le parecen iguales (las viejas casas coloniales), y se queja de lo estrecho de calles y aceras, y de lo atravesado de los postes de teléfono que no permiten caminar. Dice que el Sur de Caracas es atravesado por un “atractivo río”  y que hay un bonito nuevo suburbio con modernas calles y puentes llamado “El Paraíso”,  donde Castro y sus amigos han construido maravillosas mansiones. Allí no recuerda haber visto más bellos colores: el azul intenso del cielo, el ligero azul de las distantes montañas con sus verdes sombras y jardines, los techos rojos y las calles negras hacen una hermosa combinación.

Hace un recorrido por los tradicionales lugares de interés de la capital: el Capitolio, la universidad, las Academias, y se queja amargamente del pobre estado del museo de Ciencias Naturales: “Uno siente que el museo no es muy querido por las autoridades”; en cambio, queda maravillado por la Biblioteca Nacional.

En una reunión con diplomáticos extranjero sólo escucha  sobre la enfermedad de Castro, Algunos dicen que su vida está en peligro. Visita el hospital Vargas y observa modernos métodos aunque  se sorprende de que los médicos no usen guantes de goma, encuentra un buen laboratorio de bacteriología muy bien dotado y atendido por un joven médico.  Asiste a los toros, al juego de lotería, que en su criterio atenta contra el trabajo, a un concierto decepcionante y al Club Concordia y La India, los mejores de Caracas. Las mujeres de Caracas le parecen muy apagadas, dice que no salen de sus casas y que se limitan a hablar con sus vecinos desde sus ventanas.

Encuentra una excelente colección de historia natural en manos de los hermanos capuchinos, mucho mejor conservada y organizada que la del Museo. Disfrutó de las celebraciones de navidad y año nuevo, dejando pormenorizada relación de nuestras costumbres y usos.

Valencia

Antes de partir, sus amigos le hacen ver lo incierto de su viaje, le dicen que temen que no logre llegar y están temerosos de su destino. Ninguno de los extranjeros con quienes ha tratado jamás han llegado llano adentro. Relata sobre su equipo; teodolitos, prismáticos, compases, sextante, cocina de campaña, linternas, sillas de montar, mecates, hamacas, tiendas de campaña, mantas, raciones de emergencia como café, chocolate, azúcar, sal, equipos quirúrgicos, un winchester y un máuser, dos escopetas, tres revólveres y abundante munición, unos pocos mapas y la ropa necesaria etc.

Sale el tren alemán de Caracas el 3 de enero a las 8 am., se queja de que le obligan a pagar exageradamente un sobrepeso que no es tal. Protesta por lo que considera un ultraje: 65 dólares de Caracas a Valencia. Describe el viaje por cañaverales y un bello valle densamente cubierto por un follaje tropical alternado con diversas plantaciones y montañas de lado y lado. Cuenta hasta noventa túneles, ninguno muy largo. Luego, el Lago de Valencia con un solitario vapor, una parada abrupta del tren por un sujeto dormido en el medio de los rieles y por fin llegan a Valencia.

«The Flying Senators,» El senador Frederick Hale, Maine, a la izquierda, y el senador Hiram Bingham, de Connecticut, son llamados los «senadores voladores» en el Capitolio por su frecuente uso del avión para tramitar asuntos gubernamentales. Foto: Harris & Ewing Photograph Collection, Library of Congress Prints and Photographs Division. 1927.

Valencia se le parece a Caracas, la misma clase de carruajes, algo más viejos y descuidados, las calles menos limpias, y las casas más pobres. Le gustan la Catedral y la plaza. Conoce al padre Voghera, quien le ha acompañado en el tren, es el director del Colegio Salesiano, donde estudian 90 muchachos y trece internos. El instituto cuenta con teatro e imprenta. Presenta su carta de recomendación al Presidente del Estado, pero este parece sentirse algo incómodo y lo remite al gobernador de distrito.

Para el 8 de enero compra las cinco mulas necesarias luego de galopar con ellas en el centro de la ciudad para verificar su condición. Dice que la gente es amable. Conoce a Don Carlos Stelling, cuyo abuelo materno luchó en Carabobo. En Caracas y Valencia aceptan billetes de banco, pero para llano adentro tiene que llevar plata u oro, le han advertido.  Las monedas de oro (onzas) son españolas del s. XVIII y mexicanas, peruanas y colombianas.   Las de plata son venezolanas.

En Valencia se hospeda en un hotel de un italiano que había viajado por Magadascar, Australia, China y California, que tiene habitaciones descuidadas, pero comida excelente.  No dice el nombre ni del italiano ni de su hotel.  Compran una carreta fuerte y contratan a un cochero, Rafael Rivas, recomendado por Stelling, quien ha viajado hasta Barinas y está dispuesto a viajar hasta el Arauca. Mientras termina de apertrecharse explora la ciudad y se monta en el campanario de la Catedral, desde donde logra varias de las primeras fotografías desde una altura de la ciudad.

El 10 de enero están listos a las seis de la mañana para partir, pero el cochero no aparece hasta las once porque había ido a despedirse de toda su familia. A lo largo de todo el libro se queja de la impuntualidad de los venezolanos, que nunca salen temprano. Luego de horas de camino, hacen parada en una agradable posada a las afueras de Tocuyito. Se instalan finalmente en su primer objetivo; lo que suponen es el sitio de la batalla de Carabobo, señalado por un hito colocado por el gobierno de Castro, encuentran a un tuerto vagabundo, “el bohemio Bernardo”. Recorren colinas y valles, Bernardo los lleva hasta la colina de Bellavista (Buenavista) donde Bingham  tiene especial interés en encontrar la pica por donde la Legión Británica pudo alcanzar el valle para dar batalla a los realistas.

En Carabobo permanece varios días explorando y alternando con caballeros cazadores que vienen desde Valencia a cazar venados.  En sus exploraciones por el Campo inmortal conoce simpáticos ancianos, casi centenarios, que tratan de engañarlo alegando que vivieron los tiempos de la batalla. Allí conoce a Don Alfredo Pietri, quien lo lleva a los lugares por donde posiblemente incursionó la Legión Británica para llegar a enfrentar a las tropas españolas y en el recorrido encuentran antiguas armas de la guerra. 

Comenta con ironía que un historiador venezolano le ha comentado que considera una pérdida de tiempo el recorrer el campo de batalla y que él ha escrito mucho sobre la misma, pero que jamás ha ido a Carabobo.

Llano adentro

El 21 abandona el Campo de Carabobo, siguiendo la ruta del río Chirgua, llegan a Tinaquillo, Guamita, río Tamanaco, Macapó. Describe el clima, las gentes, la topografía, las aves, peces, ríos y cascadas con una sencillez y claridad que parece que estuviéramos acompañándolo en la expedición.

Encuentra a Tinaco, la encrucijada a los llanos centrales y occidentales, bien dotado con un hotel, varias tiendas y posadas. Se sorprende del número de iguanas y dice que es el animal más rápido que haya visto. Se duele del estado de San Carlos, antes una floreciente ciudad, ahora arruinada por terremotos, guerras y plagas. Dice que en toda América no hay ruinas tan pintorescas; se maravilla de los frescos y relieves que encuentra en las paredes de algunas lujosas casas arruinadas, así como sus pisos de mosaicos, que le recuerdan a Roma y Pompeya.

Observa las prácticas de los llaneros y se impresiona con las quemas provocadas y con los caminos de bachacos (hormigas).A fines de mes abandonan Guanare por el río, que los maravilla con sus enormes manadas de garzas, y continúan la ruta hacia Barinas siguiendo el cableado del telégrafo. Describe nuevas especies de aves, peces, reptiles y monos.

Luego, las ruinas de Tucupido. El camino a Barinas por Bocono era infranqueable para el carro y deben ir por Sabaneta, cruzar el río Bocono diez millas más abajo, la selva alrededor del río y llegar hasta Sabaneta donde pernoctan en la posada, el punto intermedio entre Guanare y Barinas. Una ruda ruta por la selva, muy difícil para la carreta. Hace cuidadosas observaciones sobre los hormigueros y los caminos de hormigas, que junto con moscas, abejas y toda clase de insectos les hacían la vida imposible. Luego Barrancas. Barinas. Conoce la  historia del marqués que apoyó a los realistas y su famoso palacio “La Marqueseña”. 

Estima que la población de esos lugares, que han perdido su riqueza y grandeza debió ser diez veces más de lo que es ahora. Nota patios para bolas criollas en casi cada pulpería. Observa la elemental producción de la zona: cerdos, plátanos, café, papelón y cueros.

El 4 de febrero con un guía contratado, sale de Barinas donde finalizaba la línea de telégrafo, rumbo a Guasdualito, sorteando dificultades por lo inhóspito del paisaje lleno de pantanos, ríos infranqueables y selvas impenetrables. Río Paguei. Pueblos de nombres casi olvidados como Totomal o San Silvestre, Suripa, La Calzada, Grateral, La Tigra. Se entusiasma al recorrer los lugares por donde Páez bregó las batallas de la independencia. Habla de un lugar conocido como “El Templo de la Independencia” donde supuestamente Páez organizó a los bravos de Apure y vivió por 3 años. Describe las jornadas de los llaneros cruzando los ríos infestados de caimanes con centenares de cabezas de ganado.

Siguen la ruta hacia el Arauca por caminos de ganado, no hay ningún tipo de carreteras, cazan iguanas y armadillos, lapas, venados, observan espejismos en la llanura infinita, critica la pereza del llanero: comen mal, tienen maíz pero no lo muelen para hacer arepas y prefieren darlo a los animales. Muchas vacas lecheras, pero poco ordeño. Llegan a Las Queseras del Medio, El Amparo, un Guasdualito completamente arruinado, en algunas partes la gente sale corriendo despavorida al verlos armados, pensando que se trata de una revolución o de bandoleros. El 10 de Febrero llegan a la población de Arauca, en Colombia, para proseguir la ruta de el Libertador hasta Pantano de Vargas y Boyacá, pero sus expedición por los llanos de Colombia será otra historia. Luego vendrán otras expediciones por Suramérica hasta finalizar con su sensacional encuentro y divulgación  de las ruinas peruanas de Machupichu.

Es una verdadera lástima que en más de cien años ninguna editorial o institución venezolana haya traducido en nuestro país este valioso estudio, tan importante para la comprensión de la historia, geografía, sociología y hasta la antropología venezolana del siglo XIX.

©Trópico Absoluto

Luis Heraclio Medina Canelón (Valencia, Venezuela, 1960), es abogado e historiador.

2 Comentarios

  1. Fco. Javier Lasarte Valcárcel

    Voy un poco más allá que Medina Canelón: el cuaderno de bitácora de Bingham en su ruta venezolana, no sólo es «importante para la comprensión de la historia, geografía, sociología y hasta la antropología venezolana del siglo XIX». Es otra de tantas piezas del archivo (de propios y extraños) que trágicamente nos resultan hoy familiares, vivas.

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