La fotografía es como es el mundo cuando alguien lo ve
Cuando realizaba la fotografía de la gasolinera en las cercanías de El Callao estaba rindiendo tributo —sin saberlo—, a todos los fotógrafos que lo hicieron antes de mí, corroborando la premisa según la cual la fotografía es una especie de reencarnación contínua. Pero ¿a cuál de las realidades subjetivas alude mi fotografía? O mejor dicho, ¿qué fue lo que vi, cuando lo vi?
Como la tragedia griega, la fotografía es una serie infinita, que se repite una y otra vez reencarnando en autores y protagonistas distintos, impregnados por la influencia de un inconsciente colectivo, que al decir de Jung, deriva de nuestros antepasados comunes a través de los arquetipos. Por mucho que esta teoría no sea una hipótesis confirmada, se puede utilizar para referirnos al quehacer cultural de un período determinado, para tratar de explicar ciertos eventos que nos ocurren como sociedad, aunque no tengamos conciencia de ello. Y es que si observamos las estructuras dramáticas, los relatos y sus personajes desde la antigüedad hasta nuestros días, constataremos, que no hay nada nuevo bajo el sol.
Esta reflexión sobre la fotografía, tomada en préstamo para su título, procede de la declaración que me hiciera el gran escritor y poeta rumano, Mircea Cărtărescu, en entrevista que me concedió en mayo de 2023 en Santo Domingo, mientras asistía al festival Centroamérica Cuenta, congreso de escritores de Centroamérica y el Caribe motorizado por el escritor nicaragüense Sergio Ramírez.
La cita “la fotografía es, como es el mundo cuando alguien lo ve” viene a colación a propósito de la imagen que encabeza este texto. La escribí en las inmediaciones de El Callao, población cercana al río Yuruari, cuando ni siquiera había entrado en contacto con la obra de autores como Garry Winogrand, quien declaró: “Yo fotografío para descubrir cómo se verá algo ya fotografiado”, lo que inevitablemente me remite a la aludida respuesta que Cărtărescu me diera mientras conversábamos de fotografía y realidad.
¿qué nos muestran estas fotografías, más allá del tema que tienen en común?, ¿lo nuevo?, ¿lo viejo?, ¿la transición entre ambos?, ¿nos muestran acaso, una versión distinta de la realidad?
Dedicado como estoy, a la lectura de El momento interminable de la fotografía (The Ongoing Moment, Fundación Televisa) de Geoff Dyer, no pude evitar mi sorpresa al tropezar con la frase: “A menudo resulta, que cuando las cosas han sido fotografiadas se ven como otras fotografías, sea unas que ya se han tomado, u otras que esperan ser tomadas”. Y es que en su maravilloso ensayo, Dyer da cuenta de una serie de fotografías realizadas en diferentes épocas por autores como Garry Winogrand, Dorothea Lange, Robert Frank, William Eggleston, Jack Leigh, Stephen Shore y Peter Bronw; autores con los que aún no había entrado en contacto para la fecha de la realización de mi fotografía.
Me refiero específicament al encuentro —desde el punto de vista fotográfico—, con los autores mencionados, respecto al tema de las gasolineras en los Estados Unidos de América. Pero ¿qué nos muestran estas fotografías, más allá del tema que tienen en común?, ¿lo nuevo?, ¿lo viejo?, ¿la transición entre ambos?, ¿nos muestran acaso, una versión distinta de la realidad? El escritor rumano, Mircea Cărtărescu,me responde en la entrevista: “Me gustaría mucho saber lo que es la realidad. Nadie ha dado jamás una definición sobre ella, aunque Immanuel Kant se haya acercado más que nadie cuando dijo que la realidad era infinita e incognoscible”.
Cuando realizaba la fotografía de la gasolinera en las cercanías de El Callao estaba rindiendo tributo —sin saberlo—, a todos los fotógrafos que lo hicieron antes de mí, corroborando la premisa del interesante ensayo de Dyer, según la cual la fotografía es una especie de reencarnación contínua. Pero ¿a cuál de las realidades subjetivas a las que se refiere Cărtărescu en nuestro diálogo alude mi fotografía? O mejor dicho, ¿qué fue lo que vi, cuando lo vi? En mi primera fotografía se distinguen cuatro surtidores con diseño retro o vintage parecidos a los encontrados en las fotos de Lange, Frank, Leigh y Eggleston; estos presentan huellas de marcas registradas ya desaparecidas del mercado venezolano de carburantes (semiarrancadas del surtidor), lo que sugiere una sensación de abandono, quiebra o fracaso, quien sabe si premonitoria del rumbo hacia donde se dirigía el país. Aunque esto último no pude haberlo previsto en aquel entonces, sin embargo, en aquella oportunidad me invadió esa sensación de nostalgia que potenciaría el tema a futuro: el de una estación gasolinera consumida por el paso del tiempo o reemplazada por otra como consecuencia del ulterior desarrollo tecnológico. Para decirlo en palabras de Susan Sontag, lo que vi fue una imagen que atestiguaría en lo sucesivo, la “despiadada disolución del tiempo”.
Por su parte, a Winogrand le sorprendía que Frank pudiese haber previsualizado un tema fotográfico tan árido “sin habilidad dramática propia en absoluto” (…), “cuando tomó esa fotografía no era posible que supiera que iba a funcionar”. A mí me pareció, sin embargo, luego de entrar en contacto con la obra de Robert Frank, que quizás Winogrand haya subestimado la capacidad de aquel para saber de antemano que se encontraba frente a una gran fotografía, porque a diferencia de Cartier-Bresson, quien siguió fiel a su lema de la captura del “momento decisivo”. En cambio Frank manifiesta predilección por lo que definía como “momentos intermedios”, en los cuales está a punto de pasar (o ya ha pasado) una acción determinante. Aunque lo dicho por Winogrand vaya en apoyo de su teoría de que el fotógrafo al tomar lo que ve aún no sabe cómo se va a ver en la fotografía, cabría argumentar que lo anterior ha perdido vigencia, puesto que con las pantallas líquidas de las cámaras digitales la previsualización es inmediata, pero para la época en que tomé mi fotografía aún trabajaba con cámaras analógicas. Abordaba sin saber un tema ya experimentado por autores de fotografías de una época no tan remota, que seguro gravitaba en mi inconsciente por el sólo hecho de pertenecer al género humano, de forma análoga a cuando Daguerre y Talbot presentaban las patentes de sus invenciones casi simultáneas en París y Londres, sin haber entrado jamás en contacto el uno con el otro.
©Trópico Absoluto
Alfredo Padrón (Cumaná, 1957) es fotógrafo y cinematógrafo, licenciado en Artes mención Imagen de Cine y Televisión, y Master en Business Administration (MBA). Su trayectoria se extiende desde la dirección de fotografía en films de cortometraje documental y largometraje de ficción, pasando por la fotografía de retrato aplicada al mundo del espectáculo, la industria discográfica y la imagen corporativa. En la actualidad se dedica a la docencia en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), y en la Escuela de Diseño, ambos en República Dominicana.
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