Mi camino hacia Hegel
Presentamos a continuación dos textos de Eduardo Vásquez (Fort-de-France, Martinica, 1927 – Caracas, 2018): “Mi camino hacia Hegel” (1992) y “Acerca de un concepto de cultura” (1996). Eduardo Vásquez está considerado en Venezuela como uno de los más importantes traductores y difusores del llamado “idealismo alemán”, sobre todo de la obra de Georg Hegel. Los artículos vienen acompañados por una introducción de Paula Vásquez Lezama, investigadora del Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia e hija del autor.
Hegel y Venezuela, o los venezolanos y nuestro destino. Una introducción de Paula Vásquez Lezama
La transcripción de estos dos textos de Eduardo Vásquez me lleva a preguntarme sobre las herramientas del idealismo para pensar el momento que viven los venezolanos. Estamos atravesados por una sensación de “colapso” generalizado generado por el derrumbe de las instituciones, el disfuncionamiento de los servicios públicos y la desintegración del tejido social. Incluso hasta la “venezolanidad” pareciera estar en entredicho a causa del éxodo de 5 millones de habitantes, según las estimaciones. No tenemos mucha idea de las repercusiones de un tal movimiento migratorio sobre el sentido de pertenencia al territorio, ni del impacto sobre la población de una crisis sanitaria tan prolongada. No sabemos cómo tales niveles de desintegración y de desigualdad ante la ley y la justicia afectan nuestra capacidad a pensarnos como una nación con intereses comunes. Pensar que los venezolanos puedan ser dueños de su destino, o que al menos crean que pueden serlo, parece sonar hasta atrevido. En el idealismo alemán estudiado por Eduardo Vásquez, el “hombre” (entendido aquí, en este momento particular del siglo XXI, como figura genérica y no excluyente de la mujer), puede alterar el curso de las leyes de la naturaleza. La explicación de lo imprevisto pertenece a la sociedad misma, y aun cuando todo proyecto humano está sujeto a los sentimientos de impotencia y de inseguridad, la confianza en nosotros mismos viene del saber, de la inteligencia entendida como capacidad de hacer inteligible el mundo que nos rodea. La idea hegeliana de que la cultura es la igualdad ante la ley desafía al igualitarismo populista ramplón que se ha impuesto en muchas manifestaciones de la política contemporánea, no solo en Venezuela. Igualdad no es igualitarismo ni revancha igualitaria, no es fin de los méritos ni del reconocimiento del individuo, sino una persona jurídica protegida y, a la vez, limitada por la ley. Aquello que ahora llaman la inclusión.
Cierro esta presentación subrayando el hecho de que un joven licenciado en filosofía de una universidad de un país del “sur”, hijo de madre de las Antillas francesas y padre venezolano, a mediados de los años 50 del siglo pasado, se haya dedicado a uno de los más grandes filósofos del “norte”. Un atrevimiento, sin duda. Una rareza vista desde las universidades de la Europa posmoderna, en donde predominan los estudios poscoloniales a la hora de abordar los temas del “sur”. En efecto, mucho antes que se pensara la relación de un Hegel y Haití, parafraseando el título del libro de la profesora de la Universidad de Cornell, Susan Buck-Morss, publicado en 2006, hubo un “Hegel y Venezuela” desarrollado por un profesor que osó pensarnos como una sociedad libre, fundada en la libertad universal.
Mi camino hacia Hegel
¿Cómo tuve acceso a Hegel? Esta pregunta no tendría mucho sentido en otros países, en otras universidades. Seguramente en Europa, Hegel se encuentra en cualquier pénsum. Pero en la Universidad Central de Venezuela, en 1952, cuando inicié mis estudios de filosofía, el pensamiento de Hegel no formaba parte de las materias dadas. Terminé mis estudios de licenciatura en 1955 y nunca vi nada sobre Hegel. Sin embargo, mi tesis doctoral estuvo dedicada a la Filosofía del derecho en Hegel, a la sección titulada el Derecho Abstracto. Esto merece una explicación.
No solo era Hegel el gran ausente del pénsum de Filosofía. Tampoco figuraba Ludwig Feuerbach, ni mucho menos Marx. La ausencia de este último se explicaba. En tiempos de la dictadura, el pensamiento marxista y quienes lo difundían estaban proscritos. Mas difícil de explicar es por qué un pensador de la talla y de la importancia de Hegel no figuraba dentro de la escuela de Filosofía. Se estudiaba a Hartmann, a Husserl, a Heidegger, a Kant, pero Hegel parecía no haber existido.
Llegar a Hegel por medios propios es recorrer un camino largo, lleno de desvíos, de falsas indicaciones, de espejismos. Ni siquiera tuvimos un maestro que nos indicara una bibliografía acreditada. ¿Cómo caímos sobre Hegel? Nos parece que la culpa la tuvo el marxismo. Expliquémonos. A la caída de Pérez Jiménez en 1958, la Facultad de Humanidades se inundó de marxismo. De repente surgieron marxistas de todas partes, movidos por sus deseos de difundir sus ideas y de captar adeptos. Tuve un amigo que continuamente me asediaba con la doctrina marxista. Claro que el marxismo que se difundía era el marxismo soviético. Sin embargo, yo tenía acceso a revistas francesas, sobre todo a L’Express, y ya antes había conocido el libro de Henri Lefebvre El materialismo dialéctico, editado en francés en 1937, y reimpreso veinte años después. Publiqué una versión castellana en 1959 sin pie de imprenta. Allí se hablaba de alienación, del hombre total, de la dialéctica hegeliana. También a través de L’Express supe de la existencia de Lucien Goldmann. Publiqué la versión al castellano de su libro Recherches dialectiques (Gallimard, 1959) y leí su libro La communauté humaine et l’univers chez Kant (PUF, 1948). Como se sabe, Goldmann era discípulo de Georg Lukacs. Fui llevado a este por medio de Goldman. Pronto tuve en mis manos el libro maldito del marxismo, Historia y consciencia de clase, publicado en 1960 por Les Editions de Minuit. Como resultado de esas lecturas entendí que nada podía comprenderse del marxismo o de Marx sin conocer profundamente a Hegel. Con suma dificultad fui entrando en el pensamiento del más difícil pensador de Occidente, pero también, estoy seguro, del que procura más satisfacciones intelectuales. No solo traté de comprenderlo, sino también de difundirlo. Fue así como traduje la Filosofía del derecho, publicada por las ediciones de la Biblioteca de la Universidad central de Venezuela en 1976 y luego la Propedéutica filosófica. Publiqué también numerosos artículos sobre Hegel, recogidos luego en un volumen titulado Ensayos sobre la dialéctica (UCV, 1982. Premio de la asociación de profesores de la UCV). Hegel me enseñó un Marx diferente del de los manuales de la URSS. Pero tampoco podía comprenderse a Marx sin Feuerbach, ni a Hegel mismo sin Feuerbach. Y así me vi envuelto en tres pensadores tramados por la historia. Y ahora, también podemos afirmar que nada puede entenderse de la filosofía contemporánea sin Hegel. Nietzsche, Kierkegaard, Heidegger, Sartre, hunden sus raíces en Hegel. La laguna que encontramos en la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela en 1952 se ha colmado. Creemos que ello tiene un gran valor. Más aún, si se piensa que nuestra cultura filosófica ha dependido mucho de Europa: ¿Cómo comprenderla si estudiamos pensadores aislados, fuera de su contexto y de sus raíces históricas? Hegel es su culminación, el compendio de toda la historia de la filosofía y, a la vez, el punto de partida de toda la filosofía postmoderna. De allí su importancia para todo aquel que se interese por la filosofía, esto es, por el hombre y su destino.
(Publicado en 1992 en Encuentros, revista de la Asociación Cultural Humboldt de Caracas, en colaboración con el Instituto Goethe)
Acerca de un concepto de cultura
El concepto de cultura varía de un autor a otro. Sin embargo, se acepta generalmente que ella se refiere a lo que hace el hombre, a lo que no le es dado, a lo que proviene solo de su actividad. La cultura es la creación de los hombres. La naturaleza, en cambio, no es producto de la actividad humana. Pero esta dicotomía tiene que ser matizada, pues la acción humana crea cultura actuando sobre la naturaleza, transformándola, dándole formas y sentidos que anteriormente no tenía. Forma parte de la cultura la acción transformadora de los hombres tanto de sí mismos como de la naturaleza. Hay acción reciproca entre ambos: modificando la naturaleza el hombre se modifica a sí mismo.
Marx anotó que lo grande de la Fenomenología del espíritu es que concibe al hombre como producto de su propio trabajo, de su propia actividad. No se ha insistido suficientemente sobre la importancia que tiene la filosofía moderna en la actividad humana. Es esto lo que establece la diferencia entre la filosofía moderna y las que la precedieron, la antigua y la medieval. Esas filosofías concebían al hombre como un ser contemplativo, un ser que no alteraba profundamente su ambiente. En cambio, la filosofía que surgió con la producción de mercancías para el mercado concibió al hombre como un creador. No solo creaba instrumentos de producción, mercancías, sino que organizaba la producción de otro modo. La división del trabajo se profundizaba cada vez más, surgían nuevas necesidades, lo cual incidía sobre el surgimiento de nuevas divisiones del trabajo. La producción de mercancías para el mercado modificó profundamente la sociedad europea y trajo consigo una nueva concepción del hombre, inexistente hasta entonces. Es gracias a ella que surge la idea de la igualdad humana. El valor de la fuerza de trabajo tenía que ser igual, para poder medir y calcular la fuerza de trabajo incorporada a las distintas mercancías. Se podía establecer relaciones cuantitativas de igualdad entre diferentes objetos. Por ejemplo, el Palacio de Buckingham vale un millón de cajas de betún o tres trasatlánticos. Los hombres fueron igualados por haberlo sido su fuerza de trabajo.
La igualdad humana no fue un concepto impuesto por juristas religiosos, moralistas, sino por el surgimiento de una nueva manera de concebir la producción de mercancías. Hegel establece un vínculo entre la producción de objetos capaces de satisfacer las necesidades vitales y el trabajo para ellas. Es esto lo que eleva al hombre por encima de la naturaleza, lo convierte en una “personalidad infinita”, la cual es reconocida por el derecho en la conciencia en cada uno de los miembros de la sociedad en tanto que productores y consumidores. Ya los individuos no se piensan como singulares, sino que se piensan en la forma de la universidad. Es allí donde se encuentra la cultura, lo que Hegel llama Bildung.
Un individuo incapaz de elevarse a la universal permanece sumergido en su particularidad, preso de ella, como en una oscura gelatina que cierra el acceso a lo que niega su idola tribus. En palabras del mismo Hegel: “Pertenece a la cultura, al pensar como conciencia del individuo en la forma de la universalidad, el que yo sea concebido como persona universal, en la que todos son idénticos. Así, el hombre vale porque él es hombre, no porque sea judío, católico, alemán, italiano, etc.” (Filosofía del derecho, parágrafo 209). La universalidad de la igualdad humana se impone y avasalla las desigualdades originadas por las religiones y las nacionalidades. En esa misma obra, Hegel insiste, con ocasión del problema de concederles derechos a los judíos (1830), que más fundamental que considerarlos como una fracción religiosa particular o como pertenecientes a un pueblo extraño, es que no hay que pasar por alto que ante todo ellos son hombres, y que ésta no es una cualidad superficial y abstracta, sino que en ella yace el que mediante los derechos civiles otorgados, se estatuye mas bien el orgullo de ser tenido por persona jurídica en la sociedad civil” (nota al parágrafo 270).
La dialéctica del amo y del esclavo concluye con la igualdad de ambos. En el estado regido por el derecho, cada hombre reconoce al otro como su igual: persona jurídica con derechos jurídicos inalienables. Karl Popper, al respecto, nada ha entendido de Hegel, puesto que, según él, esa relación es insuprimible, y esto lleva a Popper a sostener que “Hegel se opone a la libertad y a la igualdad” (La sociedad abierta y sus enemigos, p. 256). Todo lo contrario. Lo que Hegel llama espíritu es la igualdad entre los hombres. El nosotros está compuesto de hombres iguales y libres. Mientras esto no ocurra (“un yo es un nosotros y un nosotros que es un yo”) los hombres seguirán prisioneros de la naturaleza, reino de la desigualdad, de los nacionalismos excluyentes, de las religiones dogmáticas.
La cultura, pues, es la salida de la naturaleza, la igualdad humana, la capacidad del hombre para lo universal.
(Publicado en el suplemento cultural del diario Últimas Noticias, el 3 de marzo de 1996.)
©Trópico Absoluto
Eduardo Vásquez (Fort-de-France, Martinica, 1927 – Caracas, 2018) egresado de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, donde obtuvo su doctorado y de la que fue profesor. Estudió alemán en Múnich, lo que le permitió realizar un largo trabajo de traducciones al castellano de diversas obras de Hegel, Feuerbach y Marx; así como también de autores franceses come Lucien Goldmann, Jean-Paul Sartre (publicadas por la UCV) y Claude Lefort (sin publicar). Fue fundador de la Revista venezolana de filosofía y de la Maestría en filosofía de la Universidad Simón Bolívar. Profesor invitado de la Universidad Autónoma de México, de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad del Rosario en Argentina, y tras su jubilación, de la Universidad de Los Andes en Mérida. Publicó numerosos artículos en revistas arbitradas en español, inglés y francés. Originalmente publicada en 1976 por las Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, su traducción de la Filosofía del Derecho de Hegel fue publicada en Madrid por la editorial Biblioteca Nueva en el año 2000.
7 Comentarios
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Tuve el privilegio de hacer varios cursos sobre Hegel, en la maestría de Filosofía de la USB, con el profesor Vásquez, quien tenía la facultad de hacer comprensible la densa filosofía del filósofo alemán. Le estoy profundamente agradecida por sus enseñanzas y su tutoría.
Tuve la oportunidad y el honor
de conocer como alumno y amigo al Dr. Eduardo Vásquez
y me llena de gran satisfacción que se difundan sus escritos por estos medios.
Que hermoso leer las lineas relacionadas con Eduardo Vásquez. Tuve el honor de ser su alumno en el postgrado de filosofía de la USB y sus enseñanzas sobre como estudiar a Hegel a través de Feuerbach y Marx y llegar a entender sus escritos son invaluables. Impresionante fueron, también las lecturas recomendadas, como las de Jean Piagett, con la Sicología Genética donde se pueden observar aspectos hegelianos. Entre las obras de Hegel que conservo, tengo La Filosofía del Derecho, traducida por Eduardo Vásquez dedicada a mi persona. Un verdadero honor. Agradecido con Eduardo por hacernos fácil la filosofía.
Siempre me emociona ver menciones al trabajo de Eduardo Vásquez. Tuve el privilegio de ser su alumno en el postgrado de filosofía de la USB. Nos facilitó con sus enseñanzas y compartiendo sus estudios, el entendimiento no sólo de Hegel, sino de los filósofos anteriores y posteriores a el que estaban influyendo en el acontecer de esa época. Conservo con orgullo entre otros libros, su traducción de La Filosofía del Derecho de Hegel, la cual me obsequió con su dedicatoria.
El Filosofo Eduardo Vasquez un gran pensador.
Excelente. Por cierto agregar lo que casi nadie sabe, que su nombre completo era Eduardo Vásquez Germain
Recién descubrí algunos libros del profesor Vásquez y me parecen excelentes, aun no los leo pero, lo poco que he leído me hace expresar esa opinión. Estoy tratando de conseguir todos sus libros pero, me ha sido difícil.