/ Historia

Solemnidades inaugurales de la Batalla de Carabobo en Caracas

Ofrecemos a continuación un fragmento del libro La Tradición Inamovible. Persistencias en las conmemoraciones de la Batalla de Carabobo en Venezuela (1821-2021) del historiador Hancer González Sierralta (Acarigua, 1983). En el texto el autor se detiene en los homenajes inaugurales en el mismo año del enfrentamiento, principalmente los actos oficiales verificados en Caracas, que «lejos de ser estimados instancias de entretenimiento general, aportaron decisivamente en la difusión de ideas y valores novedosos que fueron instituidos a partir del proceso independentista, fundando así las bases de una práctica política».

“Batalla de Carabobo mandada por el Presidente Libertador... Ambroise Louis Garneray (1783-1857), circa 1821, litografía sobre papel, Colección Fundación Museos Nacionales, Galería de Arte Nacional, Caracas”, en: Venezuela vista e imaginada. Un recorrido visual por nuestra historia... Capítulo Independencia 1810-1830, Caracas, Centro Nacional de Historia, 2011, p. 91.

El 29 de junio de 1821, cinco días más tarde de la victoria en Carabobo, el Libertador, junto al héroe fundamental de la refriega, el general José Antonio Páez, y su Estado Mayor entran por la noche[1] a Caracas, abandonada por los realistas el día anterior. Según el historiador Elías Pino Iturrieta en la plaza de armas lo saluda un anuncio en el cual se podía leer: «De Carabobo el nombre en letras de oro escribirá la musa de la historia, Abriendo de Bolívar el ejemplo de la inmortalidad el sacro templo»[2]. Desde la misma época de la Independencia el enfrentamiento se relacionó con el prócer.

Fueron aclamados en celebración espontánea por una multitud, tal como lo dejó plasmado el militar Pedro Briceño Méndez, en su escrito dirigido al vicepresidente interino de la República de Colombia del 30 de junio de 1821:

No hubo tiempo de que se hiciesen otros preparativos que los del corazón, y ha sido este el modo con que Caracas ha expresado más vivamente sus sentimientos de gratitud y amor al Libertador de la Patria, y su ardiente entusiasmo por la libertad. Las calles desiertas dos horas antes, se vieron de repente llenas de una concurrencia numerosa e inmensa; las casas cerradas se abrieron y se iluminaron. S. E. entró en medio de las aclamaciones y transportes de un pueblo que enajenado de placer corría en tropel a participar de la felicidad de volver a ver, de estrechar y abrazar mil veces al Padre de la Patria. Mujeres y hombres, niños y ancianos, todos iban mezclados confundiendo sus vivas. Hasta las doce de la noche no cesó de renovarse el concurso en la casa, y fue preciso cerrarla al fin, para poderse ocupar S. E de algunos negocios importantes. Al amanecer se ha repetido la escena de la noche y ha continuado por todo el día.[3]

¿Gratitud y amor al Libertador? ¿Enajenado el pueblo de placer para abrazar a Simón Bolívar? ¿Entusiasmo por la libertad? Relación idílica que muestra la expectativa de la gente. Recordemos, Caracas había estado en manos realistas desde hacía siete años, y una parte importante de su población seguía siendo partidaria de las autoridades monárquicas. Por supuesto que hay una intencionalidad en lo señalado por Briceño Méndez, una manifiesta posición política de los hechos.

Luego de la victoria de Carabobo, las celebraciones espontáneas y oficiales se produjeron, ya que la nueva agrupación, la República de Colombia, necesitaba de emblemas para identificar a sus integrantes, y un triunfo militar era un acontecimiento que había que utilizar. El símbolo, tal como lo plantea el historiador Georges Lomné, es «con propiedad lo que autoriza el reconocimiento. De silenciar sus símbolos, un sistema político se privaría, de facto, de la adhesión por parte del grupo a sus ambiciones»[4].

El Congreso instalado en la Villa del Rosario de Cúcuta recibió la noticia de la victoria cuando discutía la ley de libertad de los esclavos. El historiador José Manuel Groot expone que la alegría y el entusiasmo se apoderaron de la asamblea, cuyos integrantes confiaban en las habilidades militares de Bolívar y del resto de los jefes, a pesar del respeto infundido por el ejército enemigo, en particular por el número considerable de sus mesnadas y su disciplina, lo cual hacía difícil que los realistas fueran derrotados en un solo combate, así los integrantes de la corporación mezclaron asombro y admiración[5].

Fue celebrado en Bogotá el triunfo con locura. Desde Cúcuta, el secretario de Gobierno le informó al vicepresidente Francisco de Paula Santander, procediéndose a realizar repiques de campanas y salvas de artillería lo que causó una movilización espontánea de personas a la plaza. Allí, la autoridad leyó el parte de guerra y recorrió algunas calles principales acompañada de militares y de empleados públicos arengando a Simón Bolívar y su Ejército. Luego hubo una misa con Te Deum en la Catedral y posteriormente se repartió la proclama del vicepresidente en la que anunciaba la derrota de los españoles en Venezuela, «Carabobo ha sido el teatro en que el INMORTAL Bolívar ha sellado para siempre la libertad y la independencia de la república». Por la tarde, Santander preparó un agasajo al cual invitó a las personalidades políticas, eclesiásticas, comerciantes y militares, brindando por el Libertador y su Ejército, resaltando las palabras del doctor Francisco de Urquinaona[6]

También conocemos de festividades espontáneas en Maracaibo –una de las ciudades que se había mantenido realista desde 1810 hasta 1821– tal como lo reseñó El Correo Nacional[7]en sus gacetas extraordinarias del 9 y 10 de julio. El gobernador Francisco Delgado, quien la controlaba desde el 28 de enero de ese año, recibió el parte de lo acontecido que luego fue compartido con la población, produciéndose demostraciones de júbilo. El 11 de julio se celebró en la Catedral un Te Deum, al cual asistieron funcionarios y personalidades. Por la noche se iluminó la ciudad y se produjo un baile que se alargó por varios días[8]

Batalla de Carabobo, 24 de junio de 1821, Pedro Castillo (1790-1858) 1830. Falso fresco temple. Casa del General Páez, Valencia, estado Carabobo”, en: Venezuela vista e imaginada. Un recorrido visual por nuestra historia…, p. 90

Actividades oficiales

Las conmemoraciones espontáneas se adelantaron a lo que posteriormente decretarían las autoridades colombianas, proponiendo un conjunto de actividades oficiales y la construcción de monumentos para exaltar al Ejército victorioso y por supuesto al Libertador. El Congreso General estableció el 23 de julio de 1821 gracias y honores a los vencedores en Carabobo[9]. Se cumplía así lo señalado por Ligia Berbesí y José Gregorio González, cuando expresan que los sistemas simbólicos se relacionan fundamentalmente a la necesidad de educar a todos en la aprobación de unas definitivas redes de poder, en el marco de un núcleo de atribuciones y compensaciones que integran y separan a individuos y colectivos sociales. Estos ordenamientos alegóricos definen valores, significados y comportamientos atendiendo al orden y la subordinación social. Por ello, las galas patrias promovidas por las autoridades de gobierno para celebrar un acontecimiento exacto ayudan a la legitimación del poder y se asumen como instrumento ideológico en la valoración de la memoria colectiva[10]

Marcaban los considerandos de la normativa del Congreso que por la ofensiva había dejado de existir el único ejército enemigo en Venezuela; la victoria permitió consolidar la nueva república, Colombia; y el enfrentamiento era merecedor de agradecido recuerdo y eterna alabanza por las ejecutorias de las tropas comandadas por Simón Bolívar; por tanto, se convertía la evocación en un deber de justicia y gratitud con los guerreros y un tributo de dolor para los fallecidos en la contienda. Por ello decretaron honores al Libertador y su tropa a realizarse en Caracas, encargando a las autoridades del Ayuntamiento[11].

Ello permite descartar, en este caso, aseveraciones difundidas sobre Simón Bolívar como organizador de todos sus actos de exaltación, a manera de típico director de una escenificación de la cultura revolucionaria, aunque fue ampliamente proclive a realizarlos y consciente de su importancia. Diversos, al contrario, son los medios de la elaboración de la litúrgica, y uno de ellos seguirá siendo el Cabildo, que no deja de ser la institución fundamental en la toma de decisiones referidas a celebraciones, pues administra «(…) los triunfos y honores en función de sus rentas de propios y de su voluntad política»[12].

Establecía también la norma que en todos los pueblos de Colombia y en las divisiones del Ejército se dedicaría un día honorario por la victoria, además de realizar funerales simbólicos. Proponían levantar una columna ática en el campo de Carabobo, que en sus frentes llevarían inscripciones alusivas a Simón Bolívar, al Estado Mayor, y a los generales de las tres divisiones del Ejército y de los regimientos y batallones con el nombre de sus respectivos comandantes; haciendo especial mención a Manuel Cedeño y Ambrosio Plaza, fallecidos en el marco del combate. La pilastra preferida pertenecía a la corriente estilística neoclásica y principalmente napoleónica, como la instituida en la Plaza Vendome de la capital francesa, referente de la victoria castrense[13]. En los salones del Senado y en la Cámara de Representantes se colocaría un retrato de Bolívar y se le reafirmaba a José Antonio Páez su distinción de General en Jefe. Finalmente, los participantes llevarían en el brazo izquierdo un escudo amarillo «orlado con una corona de laurel, con la frase: Vencedor en Carabobo, año 11», asimismo el Libertador, a nombre del Congreso, ofrecía un agradecimiento a los integrantes vivos del Batallón Británico por sus denodados aportes para la existencia de su patria adoptiva[14].

Observamos como la alegórica revolucionaria se ajusta con los rayos solares masónicos. Como se estipuló que los veteranos del combate lo llevarán en el brazo izquierdo bajo la forma de divisa amarilla. Dos elementos explican la particularidad del mito solar bolivariano comparado con la imagen de la irrupción del día, por una parte, se alimenta su raciocinio del dualismo sostenido con la leyenda negra de la pacificación, y la otra porque el emblema solar vincula en los Andes con el pretérito Inca al que se enaltece por americano[15].    

Festividades oficiales en Maracaibo reflejó en su número 10, del 11 de agosto de 1821, El Correo Nacional. Las actividades organizadas por la municipalidad y el gobernador Delgado se planificaron por varios días, el martes 7 se adornaron la calle Libertador y la plaza San Francisco con banderas y arcos. Fue plantado un cocotero en el medio de la Plaza de la Libertad, por las autoridades del Ayuntamiento y los oficiales de los cuerpos militares, actividad que se acompañó con música y fuegos artificiales. También hubo toros todo el día, y asimismo representaron una figura alusiva al «despotismo» que fue arrastrada a la discreción del populacho, realizando un juicio simbólico, en el cual terminaron quemándola. El jueves 9 se arrojaron fuegos artificiales y hubo un concierto, se cantaron canciones referentes a la libertad, al que asistieron las señoras y lo más visible del lugar. El domingo se concluyeron las fiestas con una representación de un castillo, símbolo de Colombia batiendo a un buque peninsular «y al arder, quedarán iluminadas varias inscripciones emblemáticas alusivas a Carabobo»[16].

Día de San Simón

En Caracas las actividades se desarrollaron sin la presencia física del héroe, a pesar de ello fueron las celebraciones más importantes en honor al combate, planificadas simbólicamente para el 28 de octubre de 1821, con la intención de que coincidieran con el día de san Simón, y con la participación protagónica de un familiar cercano de Bolívar, asignándole mayor alegorismo. El Libertador se había dirigido a la Nueva Granada para asumir responsabilidades establecidas por el Congreso de la Villa del Rosario de Cúcuta.

Destacamos de la minuciosa descripción que se hace en un documento anónimo publicado en la Gazeta de Caracas, que la ciudad a pesar de encontrarse afectada económicamente celebró grandemente la recuperación de su libertad[17]. Aunque las actividades oficiales se realizarían el día planificado, las fiestas iniciaron con fuegos artificiales y el sonido de las campanas de los templos. Temprano del día 27 se limpiaron las calles y se pintaron los muros, acercándose la noche «en la cual habían de principiarse las diversiones del pueblo (…) millares de luces disiparon después las tinieblas: el cristal reluciente brillaba por todas partes sus resplandores eclipsaron para nosotros el de las estrellas (…)». Se produjo la movilización de personas en los lugares principales, la calle del Colegio estuvo siempre llena, atrajo la atención un transparente situado en la puerta de la capilla de la Universidad:

En él se veía el robusto y musculoso Hércules, y a Minerva adornada de todas las gracias en la actitud más propia colocando sobre la columna de la inmortalidad el busto del gran Bolívar, a cuyo acto concurría el genio simbólico de Colombia en ademán de júbilo y satisfacción que ocupaba la parte superior del cuadro, teniendo en una mano las cadenas rotas, y en la otra el pabellón de la Independencia pendiente del asta que sostenía el gorro de la libertad, significándose así que la sabiduría y valor del héroe a quien se debe la elevación de Colombia al alto rango que goza inmortalizarán su nombre y la memoria de sus eminentes cualidades. En la parte inferior se leía el siguiente epígrafe: HONOR Y GLORIA AL LIBERTADOR DE LA PATRIA.[18]  

En las jornadas patrióticas, dedicadas al prócer, con mucha asiduidad se utilizó la imagen de Hércules, instaurado por la Revolución francesa como emblema de la fuerza de la nación destruyendo al despotismo. El acompañamiento de Minerva, la estratega guerrera y divinidad virgen de la sabiduría, equiparada con la filosofía de las Luces, aparece también continuamente. «Coloca la diosa el busto de Bolívar en la columna de la inmortalidad y le asegura las virtudes del triunfo. En el meollo del ritual bolivariano la heroización se afirma, pues, como valor revolucionario, ya que celebra la reconciliación de la Palabra y de la Acción»[19].

Las festividades patrióticas, lejos de ser estimadas instancias de entretenimiento general, aportaron decisivamente en la difusión de ideas y valores novedosos que fueron instituidos a partir del proceso independentista, fundando así las bases de una práctica política.

Los balcones de la Casa Consistorial fueron el lugar propicio para ubicar la bandera y el escudo de armas de Colombia, cuyo lema «MORIR O SER LIBRES era leída y repetida con placer y entusiasmo (…)»[20]. ¿Realmente sucedió así? Constituyó la devoción al pendón tricolor el más destacado de los usos alegóricos provocando la unión del Libertador con el legado de la Gran Nación. Desde los inicios de la guerra optó Simón Bolívar a favor del pabellón de Francisco de Miranda, «cuya referencia nacional permite eclipsar la multitud de estandartes, regionales y pueblerinos, que floreció en los albores de la Independencia». El conjunto de lo figurativo resulta entrañablemente fusionado a los colores nacionales, por ello no es casual la ubicación del novedoso emblema de la agrupación y del banderín en la celebración, pues el lenguaje de los emblemas del ritual bolivariano nos permite establecer su procedencia directa con lo imaginario revolucionario[21].  

Constante reunión de personas se observó en la Plaza Mayor, en donde hasta la medianoche del 27 de octubre, disfrutaron de la música vocal e instrumental de la orquesta ubicada en las gradas del norte y elevada a seis pies de altura en una tarima. A su alrededor se construyeron cinco arcos, tres levantados al frente, debajo de ellos se ubicaron «estatuas de dimensiones regulares que representaban el valor, la justicia y la libertad», y los otros dos al costado, adornados con hojas de árboles. En la arcada principal, en medio de las estatuas, ubicaron una pintura que representaba la Batalla de Carabobo, no se informó quién la pintó[22]

Otra muestra coetánea de evocación sobre el enfrentamiento, también desde la iconografía, fue el cuadro realizado por el artista francés Ambroise Louis Garneray, «Batalla de Carabobo mandada por el Presidente Libertador..».; litografía sobre papel en la que se destella la operación de armas, sin particularizar a próceres ni eventos individuales, plasmando principalmente el colectivo, poco resaltado en el imaginario romántico[23]. Ambas obras serán sin duda pioneras, que resaltan al enfrentamiento, desde la pintura. Este género artístico, junto a la escultura monumental, cumplió una función en el condicionamiento de la opinión pública, con la finalidad de dirigirla por carriles propicios a intereses políticos explícitos. El arte desempeñó una acción didáctica en las celebraciones, como un medio formativo particularmente práctico en el adoctrinar ideológico del pueblo iletrado[24].

Mantiene la Plaza un lugar privilegiado en las conmemoraciones. El interior del espacio en su parte posterior fue revestido, barandillas rodeaban el piso extendiéndose de derecha a izquierda, la iluminación permitió realzar los demás ornamentos, junto a la música que se escuchó por varias horas, no faltaron los fuegos artificiales, y la elevación de globos. El disfrute fue interrumpido para continuarlo al día siguiente[25].

Expresiones artísticas momentáneas levantadas para el evento cumplían un papel esencial como recurso de enseñanza gubernativa, las pinturas, adornos, despliegues escenográficos, cuerpos escultóricos y comparsas, más allá de ser atavíos de las festividades, «encarnaron una forma discursiva privilegiada del programa simbólico oficial (…) estas manifestaciones artísticas efímeras actuaron como vehículos necesarios para la difusión de las nuevas ideas (…)»[26]. La totalidad de representaciones pictóricas desplegadas en las festividades cumplieron una función publicitaria, su presencia en la plaza pública respondía más apropiadamente que las alocuciones escritas, a la expectación proselitista con que los gobernantes dotaban a las evocaciones, valiéndose del poder práctico de lo percibido en términos de persuasión, en un momento caracterizada por un bajo nivel de educación de la gente «(…) las imágenes y representaciones visuales significaron una herramienta fundamental para que el gobierno pudiera trasmitir al público general –y no solo a los sectores letrados– mensajes, ideas, intenciones, proyectos, logros (…) al encarnar en clave visual y simbólica discursos sobre el orden político y social vigentes que poseía la élite dirigente»[27].

Llegado el día central, 28 de octubre de 1821, evidenciando una fuerte vinculación entre el acontecimiento y el héroe, que se mantendrá en lo adelante, la primera actividad oficial se realizó en la iglesia, que estuvo concurrida por las autoridades, y la asistencia de todo el clero secular y regular. La pompa del santuario en el acto fue respetable, la música majestuosa y «los fieles oyeron que los que antes eran llamados réprobos, incapaces de las gracias celestiales, dignos de los suplicios eternos habían sido protegidos por el mismo dios, en cuyo nombre se tuvo la audacia de condenarlos, eran objeto de sus beneficencias y admitidos con agrado a la manifestación»[28]. Muestra evidente del monarquismo imperante en la gran mayoría de los religiosos de la época y de su cambio de opinión cuando fue necesario.

Así, parte valiosa de las conmemoraciones patrióticas fue el revestimiento religioso que tenía el mismo objetivo de épocas anteriores, ratificar el nuevo estado de cosas con la bendición de la providencia divina. La dimensión mítica de la fiesta incluía el ceremonial tradicional, repiques de campanas en las iglesias, misas y cantos de Te Deum, pero si antes el centro de la conmemoración era la realeza, como enlace entre lo divino y lo humano, ahora será la República y sus funcionarios, con sus principios de libertad, igualdad y justicia[29].   

Finalizada la función religiosa S. E. el Vicepresidente se retiró a su palacio acompañado de los miembros del Ayuntamiento, autoridades, oficiales, y jefes de las oficinas públicas. Estando allí el gobernador político Andrés Narvarte dirigió unas frases a la concurrencia: «llegó por fin el día, (…) en que la constancia y el valor debían triunfar de la tiranía (…) iban ya a cumplirse siete años, que Caracas, (…) arrastraba las cadenas de la más degradante servidumbre (…) sabéis, conciudadanos, que hablo de la por siempre memorable jornada de Carabobo (…) y nos ha restituido una patria (…)»[30].  

Luego del discurso de Narvarte, y del resto de las autoridades, se trasladaron a la casa de la señora Juana Bolívar con la finalidad de agasajarla por el cumpleaños de su hermano y de invitarla a Palacio donde se había preparado un abundante ambigú. La orquesta militar, la comida y los «animados brindis fueron prolongados por muchas horas mientras el pueblo se hallaba divertido por las calles y plazas con toros, máscaras, música y otros entretenimientos». Muestra de la diferenciación social que se mantenía, a pesar del cambio de sistema de gobierno, los de abajo celebraban en las calles y las élites en lugares cerrados. Las actividades culminaron por la noche con un baile en dos anchas salas, en una de ellas se ubicó el retrato del Libertador con la misma inscripción que el Congreso había decretado, «S. E. el Vicepresidente y la señora Bolívar rompieron el baile con una contradanza» al ritmo de la suave música, los acompañaban unas cien parejas que bailaron cómodamente hasta el amanecer[31]

Para el historiador Pedro Correa es posible que la coincidencia de la Batalla de Carabobo con el funcionamiento del Congreso de la Villa del Rosario de Cúcuta contribuyera a la euforia laudatoria de este combate[32]. Las festividades patrióticas, lejos de ser estimadas instancias de entretenimiento general, aportaron decisivamente en la difusión de ideas y valores novedosos que fueron instituidos a partir del proceso independentista, fundando así las bases de una práctica política, que se mantendrán en lo adelante[33]

Notas

[1] Autobiografía de José Antonio Páez, Caracas, Bloque de Armas (Colección Libros y Revistas Bohemia, 58), s. f., tomo i, p. 209.

[2] Elías Pino Iturrieta, Simón Bolívar (1783-1810), Caracas, El Nacional / Fundación Bancaribe (Biblioteca Biográfica Venezolana, 100), 2009, pp. 119-120.

[3] “Pedro Briceño Méndez a S. E. el vicepresidente interino de la República. Caracas, junio 30 de 1821”, en: Conciencia Campaña de Carabobo, la estrategia que liberó a Venezuela, Caracas, Archivo General de la Nación / Centro Nacional de Historia, 2012, pp. 130-134.

[4] Georges Lomné, “La Revolución francesa y la simbólica de los ritos bolivarianos”. Disponible en: https://revistas.uniandes.edu.co/doi/pdf/10.7440/histcrits.1991.01, p. 3. [Consultado: 12-5-2021].

[5] José Manuel Groot, Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada escrita sobre documentos auténticos, Bogotá, Imprenta i estereotipia de Medardo Rivas, 1870, tomo iii, p. 120.

[6] Ibíd., pp. 124-125. 

[7] Sobre la publicación consúltese: Pedro Grases, Los papeles de Bolívar y Sucre. (Manuscritos y ediciones), Caracas, Bloque Editorial Latinoamericano de Armas (Colección Libros Revista Bohemia, 125), s. f., pp. 63-64.

[8] José Gómez López, “Maracaibo se lanzó a la calle a celebrar el triunfo de Carabobo”, El Nacional (Caracas), 25 de junio de 1971, p. D-14.

[9] “1. Decreto de 23 de julio de 1821 decretando gracias y honores á los vencedores en Carabobo”, Leyes y decretos de Venezuela (leyes y decretos de Colombia vigentes en Venezuela 1821-1828), Caracas, Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, 1984, tomo 6, pp. 1-2.

[10] Ligia Berbesí de Salazar y José Gregorio González, “Patria y nación: El sesquicentenario de la batalla naval del lago de Maracaibo. 1823-1973”…, p. 152.

[11] “1. Decreto de 23 de julio de 1821 decretando gracias y honores á los vencedores en Carabobo”, Leyes y decretos de Venezuela…, pp. 1-2.

[12] Georges Lomné, “La Revolución francesa y la simbólica de los ritos bolivarianos”…, p. 10.

[13] Fundación Empresas Polar, Cronología de Historia de Venezuela y eventos mundiales, 1821, julio 20. Disponible en: https//bibliofep.fundacionempresaspolar.org/_custom/sttic/cronología-hv/200m/s19/1821-s.html [Consultado: 5-6-2021].

[14] “1. Decreto de 23 de julio de 1821 decretando gracias y honores á los vencedores en Carabobo”, Leyes y decretos de Venezuela…, pp. 1-2.

[15] Georges Lomné, “La Revolución francesa y la simbólica de los ritos bolivarianos”…, p. 14.

[16] José Gómez López, “Maracaibo se lanzó a la calle a celebrar el triunfo de Carabobo”, El Nacional (Caracas), 25 de junio de 1971, p. D-14.

[17] “Descripción de los festejos en Caracas el 28 de octubre de 1821”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia (Caracas), N.º 16, junio de 1921, p. 397.

[18] Ibíd., p. 398.

[19] Georges Lomné, “La Revolución francesa y la simbólica de los ritos bolivarianos”…, p. 6.

[20] “Descripción de los festejos en Caracas el 28 de octubre de 1821”…, pp. 399-400.

[21] Georges Lomné, “La Revolución francesa y la simbólica de los ritos bolivarianos”…, p. 4.

[22] “Descripción de los festejos en Caracas el 28 de octubre de 1821”…, pp. 399-400.

[23]Batalla de Carabobo mandada por el Presidente Libertador… Ambroise Louis Garneray (1783-1857), circa 1821, litografía sobre papel, 38,9 x 64,4 cm., Colección Fundación Museos Nacionales, Galería de Arte Nacional, Caracas”, en: Venezuela vista e imaginada. Un recorrido visual por nuestra historia… Capítulo Independencia 1810-1830, Caracas, Centro Nacional de Historia, 2011, p. 91.

[24] María Lía Munilla Lacasa, Celebrar y gobernar. Un estudio de las fiestas cívicas en Buenos Aires, 1810-1835, Buenos Aires, Miño y Dávila Editores, 2013, pp. 17-18.

[25] “Descripción de los festejos en Caracas el 28 de octubre de 1821”…, p. 401.

[26] María Lía Munilla Lacasa, Celebrar y gobernar. Un estudio de las fiestas cívicas en Buenos Aires…, pp. 12-13.

[27] Ibíd., p. 27.

[28] “Descripción de los festejos en Caracas el 28 de octubre de 1821”…, p. 402.

[29] Ligia Berbesí de Salazar y José Gregorio González, “Patria y nación: El sesquicentenario de la batalla naval del lago de Maracaibo. 1823-1973”…, p. 153.

[30] “Descripción de los festejos en Caracas el 28 de octubre de 1821”…, pp. 403-405.

[31] Ibíd., p. 406.

[32] Pedro Correa, “¿Y quién dijo que la Batalla de Carabobo puso fin a la guerra de Independencia?”, El relato invariable. Independencia, mito y nación, Caracas, Editorial Alfa (Colección Trópicos, Historia, 95), 2011, p. 216. (Inés Quintero; coord.).

[33] María Lía Munilla Lacasa, Celebrar y gobernar. Un estudio de las fiestas cívicas en Buenos Aires…, p. 25.

Hancer González Sierralta (Acarigua, 1983) es licenciado en historia por la Universidad de Los Andes (Mérida) (2007), Magister en Historia de Venezuela por la Universidad Católica Andrés Bello (2011) y Doctor en Historia (UCAB) (2021). Profesor de la Escuela de Historia (ULA) adscrito al Departamento de Historia de América y Venezuela. Miembro de los Grupos de Investigación de Historiografía de Venezuela e Historia de las Ideas en América Latina. Coordinador de Presente y Pasado. Revista de Historia. Autor de los libros:  El Ayuntamiento en los orígenes y consolidación de la sociedad colonial merideña (1558-1622) (2010); Mérida después de la guerra. Consideraciones sobre la gestión de gobierno del Cabildo republicano (1823-1826) (2011); y Documentos para el estudio de Mérida durante la Campaña Admirable (1813). (2013). El autor trabaja también en el área de documentación e información en la Biblioteca Febres Cordero de Mérida.


El libro La Tradición Inamovible. Persistencias en las conmemoraciones de la Batalla de Carabobo en Venezuela (1821-2021), de Hancer González Sierralta, puede descargarse gratuitamente en: https://www.bancaribe.com.ve/la-tradicion-inamovible

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