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Prólogo a la ciudad asediada

Por | 2 septiembre 2023

Presentamos a continuación el prólogo a las Crónicas de la ciudad asediada, libro de Marco Negrón (Caracas, 1938) publicado por la Fundación para la Cultura Urbana. El arquitecto y urbanista dedicado al estudio de las ciudades venezolanas constata en el conjunto de los ensayos reunidos en este volumen como “a lo largo de veinte años de sedicente socialismo, durante buena parte de los cuales el Estado obtuvo, como ya se vio, ingresos sin precedentes en toda la región y muy por encima de lo alcanzado en los años de mayor bonanza, lo que hoy se contempla es un sistemático desmoronamiento de la ciudad, de sus incipientes bases económicas e, innecesario decirlo, de sus habitantes”.

Marco Negrón. Crónicas de la ciudad asediada. Caracas: Fundación para la Cultura Urbana. 2023

Las páginas que siguen recogen los artículos publicados por el autor en la prensa caraqueña (continuamente en TalCual, esa hazaña del pensamiento independiente en época oscura construida por Teodoro Petkoff, y por un tiempo en El Universal) durante unos años especialmente negativos para la ciudad venezolana. Se consideró importante cerrar con otro más largo, publicado en la revista electrónica Analítica Premium en octubre de 2007 con el título “Contra la ciudad”, porque está referido a los planteamientos sobre organización y gobierno de las ciudades y el territorio que proponía el ambicioso proyecto de Chávez para reformar la Constitución de 1999, afortunadamente derrotado en el referéndum de diciembre de aquel año, porque constituye un temprano e impresionante muestrario de lo que realmente pretendía el régimen en la materia y que posteriormente se ha intentado implantar por otros medios. Por eso lo hemos incluido como una cuarta sección que hemos intitulado “La ciudad según el chavismo”.

La decisión de recuperar estos materiales no corresponde a un capricho personal, a un intento de prolongar artificialmente la vigencia de escritos perecederos como se supone que son los destinados a la prensa cotidiana: más allá de su valor intrínseco, que no toca ponderar a quien escribe, ellos responden a un prolongado y sistemático ejercicio de observación, investigación y reflexión mantenido a lo largo de toda la carrera profesional y académica, que, utilizando el recurso de los medios de comunicación social, se ha procurado llevar también al público no especializado, intentando así estimular el indispensable debate en torno a temas que son, aunque no siempre adecuadamente valorados, de importancia indiscutible para el progreso de la sociedad venezolana, hoy enfrentada a la más grave crisis de su historia republicana. 

La publicación que ahora se presenta estuvo precedida por otra similar escrita todavía en circunstancias que, pese a las preocupantes señales ya presentes, hacían difícil imaginar la magnitud del descalabro: La cosa humana por excelencia, editada en 2004 por la Fundación para la Cultura Urbana. Dentro de la modesta escala del mercado editorial venezolano, tuvo un digno volumen de ventas y en 2014 fue distinguida con el Premio Nacional de Arquitectura en el área de publicaciones de la XI Bienal de Arquitectura de Venezuela.

Por supuesto, como ocurrió también con aquella, el material seleccionado no se ha dispuesto según un simple orden cronológico: a partir de su relectura, se lo ha ordenado por secciones temáticas, repensándolo desde una perspectiva integral que apunte a trascender la visión restringida de la coyuntura que en muchos casos pudo motivar la redacción de cada artículo en particular(1).

Esas secciones temáticas están precedidas de una suerte de introducción general, “Por qué la ciudad”, donde se ensaya una síntesis histórica del fenómeno urbano con énfasis en las cruciales transformaciones ocurridas durante el siglo XX, la formación de grandes áreas metropolitanas en todos los continentes y las polémicas desatadas en torno a ellas. Encuadradas en ese marco general, se discuten las especificidades del proceso de urbanización en Venezuela, sus logros y sus contradicciones, con una aproximación a los orígenes de la crisis de fin de siglo, la transición al siglo XXI y los factores que han determinado su profundización y conducido a la situación actual. 

La primera sección, “La ciudad venezolana del siglo XXI”, es una revisión de sus avatares bajo la égida del sedicente Socialismo del siglo XXI, necesaria sobre todo porque, aún con sus contradicciones y carencias, la experiencia de la segunda mitad del siglo pasado, en particular con las reformas asociadas a la descentralización política y administrativa de la década de los ochenta, parecía anunciar una etapa superior en su evolución. Lamentablemente, esas expectativas no se mantuvieron en el nuevo siglo y, por el contrario, nuestras ciudades entraron, por primera vez desde finales del ochocientos, en una decadencia acelerada donde muchos de los logros hasta entonces alcanzados, particularmente en el campo de los servicios públicos, se han perdido. Paradójicamente, ello ocurre en un contexto en el cual sus pares en la región han registrado progresos nada desdeñables, a veces incluso notables.

Ella cierra con tres modestos homenajes a otros tantos constructores de ciudad y ciudadanía que nos dejaron durante esos años. No fueron los únicos, desgraciadamente, pero estuvieron entre los más destacados.

Uno de los aspectos más importantes de aquellas reformas y que despertó mayores esperanzas fue el asociado con la gestión de las regiones y los municipios: la elección popular de los gobernadores de estado, antes de libre designación y remoción del Presidente de la República, y la creación del poder ejecutivo municipal encarnado en los alcaldes -también estos de elección popular- como instrumento para garantizar niveles adecuados de autonomía y facilitar la participación; a ello se sumó la creación, apenas iniciándose el siglo, del Gobierno del Distrito Metropolitano de Caracas, un objetivo perseguido desde hacía muchos años para sentar las bases de la gobernabilidad de la fragmentada capital y que finalmente materializó la misma Asamblea Nacional Constituyente en el año 2000. Así, los artículos agrupados en la segunda sección, “Gobiernos locales acosados”, se orientan a explorar las causas que convergieron para frustrar en los hechos aquellas reformas, entre las cuales está, sin duda, el carácter crecientemente centralista, autoritario y por último tiránico del régimen, pero también la debilidad económica de los gobiernos locales asociada a algo aún más preocupante: la ausencia de una visión estratégica, de largo plazo, de la mayoría de las autoridades locales de la alternativa democrática (de sus pares oficialistas no cabía esperar nada, sobre todo desde que el ex constituyente y ex alcalde Aristóbulo Istúriz, en el rol de orador de orden en la conmemoración del décimo aniversario de la Constitución que define a Venezuela como un Estado de justicia, federal y descentralizado, afirmó sin parpadear que «los mejores gobernadores y alcaldes serán los primeros que desbaraten las gobernaciones y alcaldías«).

…es realmente desconcertante constatar cómo, a lo largo de veinte años de sedicente socialismo, durante buena parte de los cuales el Estado obtuvo, como ya se vio, ingresos sin precedentes en toda la región y muy por encima de lo alcanzado en los años de mayor bonanza, lo que hoy se contempla es un sistemático desmoronamiento de la ciudad, de sus incipientes bases económicas e, innecesario decirlo, de sus habitantes.

La tercera sección, “Pensando en el futuro”, aborda un aspecto ineludible como es la reflexión sobre el porvenir de nuestras ciudades. Quien intente imaginarlo a partir de lo ocurrido con ellas en lo que va de siglo, inevitablemente tendrá que formular un pronóstico pesimista; no sólo porque su decadencia ha sido dramática, sino además porque, en el momento en el cual se den las condiciones necesarias para emprender la recuperación de la sociedad nacional, el tamaño de las necesidades será inconmensurable y la pérdida de recursos para atenderlas gigantesco, empezando por el talento humano.

Pero el panorama resulta todavía más complejo porque, además, la palanca aparentemente fácil para la recuperación y que sustentó el despliegue del Proyecto Nacional Moderno(2) haciendo posible el crecimiento de Venezuela y de su sistema de ciudades durante dos tercios del siglo XX –la captura del valor retornado de las exportaciones petroleras por parte del Gobierno Nacional– constituye hoy un modelo agotado, cuyos primeros síntomas se hicieron patentes hacia finales de la década de 1970, pero que bajo el Socialismo del siglo XXI ha alcanzado niveles extremos que están, junto con el simultáneo desmantelamiento del aparato productivo interno, en la base de la monstruosa distorsión sufrida en estos años por la economía venezolana y su demoledor impacto en el en el plano social(3).

La profundidad de la crisis es conocida: el país se encuentra postrado, al punto de que la economía se ha contraído en un 65 por ciento entre 2013 y 2019(4), consecuencia de una larga secuela de errores que comenzaron con los intentos del gobierno de Hugo Chávez para controlar, desde el año 2002, el sector interno de la economía a través de una caótica política de expropiaciones, confiscaciones y nacionalizaciones así como de la creación de nuevas empresas de propiedad estatal. Los resultados fueron un verdadero fiasco y se tradujeron en un debilitamiento aún mayor de ese ya no muy robusto sector.

Esa verdadera debacle fue ocultada gracias a las importaciones posibilitadas por los altos precios del petróleo: como señalara el economista Francisco Monaldi, “Los ingresos extraordinarios entre 2004 y 2013 representaron para Venezuela más del 300 por ciento de su producto interno bruto anual. La bonanza más grande en la historia de la región”(5), pero a partir de ese último año a la crisis del sector interno se sumó la profunda caída de la producción petrolera, la columna vertebral de la economía nacional por todo un siglo. Atenazada entre la ineficacia y la corrupción, ella se ubicaba a mediados de 2020 alrededor de los 750 mil barriles diarios, equivalente a lo registrado en 1945 y cuatro veces menos de lo que se producía finalizando la década de 1990. Esa caída se refleja, naturalmente, en el descenso de los ingresos por exportaciones que se ubicaron en 21 mil millones de dólares, casi cinco veces menos que en 2012 (6). Siempre para aquellas fechas, los servicios públicos básicos –electricidad, agua, transporte, comunicaciones– bordeaban el colapso cuando en el pasado reciente ocuparon posiciones de punta en la región. Según la FAO la subalimentación se cuadruplicó entre 2012 y 2018, y según NN.UU. habría 300 mil personas en riesgo por las dificultades de acceder a medicamentos y tratamientos médicos. Según ACNUR 4,6 millones de personas han abandonado el país hasta 2019, dando lugar a una de las mayores crisis de refugiados de la historia moderna y despojándolo de una porción muy significativa de sus mejores talentos. En 2018, la encuesta ENCOVI calculaba que 87 por ciento de la población se encontraba sumida en la pobreza, CONINDUSTRIA registraba que el sector industrial trabajaba al 23,5 por ciento de su capacidad y según CONSECOMERCIO el 40 por ciento del comercio había cerrado.  

Lo que indican esas cifras y la realidad que traducen es que, pese a que la oligarquía en el poder se jacta de que Venezuela cuenta con las mayores reservas probadas de hidrocarburos del mundo, el modelo rentista, lastrado además por la escasa capacidad de diversificación que le es inherente, entró en una fase en la que ya es incapaz de sostener el desarrollo del país(7): reconstruir lo perdido y recuperar los rezagos sólo será posible a partir de un modelo distinto, estructurado no ya en torno de la captación de la renta sino de la capacidad de desarrollar un sistema productivo innovador y  diversificado, en el que necesariamente las ciudades deberán asumir un nuevo protagonismo. Pero, como consecuencia de esa brutal caída de la economía y las distorsiones resultantes, el aparato productivo, además de gravemente mermado, se encuentra bastante menos diversificado que al finalizar el siglo pasado mientras la población enfrenta condiciones de vida cada vez más precarias, de modo que, con seguridad, los recursos internos disponibles serán dramáticamente escasos en relación a la magnitud y urgencia de las demandas. 

Entre las consecuencias de este escenario podría estar una postergación de las prioridades urbanas aún mayor de lo que ha sido tradicional, pero ahora en circunstancias en las cuales la reconstrucción de nuestras ciudades, además de obra física, va a requerir de mucha innovación, de mucha capacidad para repensarla tanto en términos de su configuración material e institucional como de su rol económico, su cultura y su gobierno, lo que significa que se necesitará de mucha investigación, una actividad que en estos últimos veinte años casi ha llegado a desaparecer, para entender las relaciones (si es que a alguien le interesan) entre desarrollo económico y social y reordenamiento del territorio y la ciudad. 

Al reagruparlos saltan a la vista algunas cuestiones que no resultaban tan evidentes al considerar cada artículo aisladamente, la primera de las cuales es la constatación de la continuada decadencia de nuestras ciudades durante el período analizado en coincidencia con una dinámica de florecimiento de otras urbes de la región, incluidas algunas que pocos años antes se daban por desahuciadas. Sin regatear méritos a ninguno de los éxitos del pasado, algunos realmente resaltantes, siempre hemos mantenido una posición crítica porque, pese a los logros alcanzados durante el siglo XX, finalizando este todavía nuestras ciudades registraban elevados grados de vulnerabilidad, desigualdad y exclusión además de una nula autonomía financiera; pero es realmente desconcertante constatar cómo, a lo largo de veinte años de sedicente socialismo, durante buena parte de los cuales el Estado obtuvo, como ya se vio, ingresos sin precedentes en toda la región y muy por encima de lo alcanzado en los años de mayor bonanza, lo que hoy se contempla es un sistemático desmoronamiento de la ciudad, de sus incipientes bases económicas e, innecesario decirlo, de sus habitantes.

Esto lleva a considerar otro aspecto que destaca en esta visión de conjunto como es la importancia que adquiere la reflexión política, específicamente el análisis de las políticas del Estado. 

Es bien sabido el peso que, desde que se inició el ciclo de la economía petrolera en la Venezuela de los primeros años del siglo pasado, ha adquirido el Estado Nacional en la vida del país y no sólo en su economía –una característica del Petro-Estado venezolano, el cual, como se vio, por medio del Poder Ejecutivo, captura directamente la totalidad de la renta petrolera, el principal motor de la economía nacional–, es la capacidad que ella le otorga a los grupos en el poder para ejercer un elevado grado de control político, decidiendo qué tipo de actividades y sectores sociales favorecer en su distribución. En los regímenes democráticos, sin embargo, esa capacidad se ve moderada no sólo por la competitividad social que les es inherente, sino además por los principios de alternabilidad y separación de los poderes que impiden o, en todo caso, dificultan la constitución de hegemonías exclusivas. En cambio, en los regímenes totalitarios como el venezolano actual, donde esos valores son anulados, es literalmente imposible impedir el enquistamiento de oligarquías exclusivistas capaces de mantenerse en el poder por períodos muy largos y vulnerar la legalidad democrática en función de sus particulares intereses (8).

Veinte años deberían ser suficientes para demostrar que bajo el régimen instalado en 1999 es insensato pensar en un renacimiento del país y, menos aún, de sus ciudades; pero hay que tener cuidado con creer que la solución está en regresar al “pasado feliz” de la república civil de los últimos cuarenta años del siglo XX. Sin negar sus virtudes –no cabe duda de que fueron los mejores años de la vida venezolana–, sus serias falencias fueron puestas en evidencia, precisamente, por el infortunado aterrizaje en el socialismo bolivariano. Pero también el acelerado cambio tecnológico de los años más recientes con sus impactos sobre la economía y las radicales transformaciones que están conociendo los conglomerados urbanos, exigen más eficientes estrategias de planificación y nuevas formas de organización política y de gobierno que, partiendo de los postulados básicos de la justicia y la igualdad, ensanchen y profundicen los espacios de la democracia y abran las puertas a una renovación del sistema urbano nacional en grado de producir ciudades sostenibles social, económica y ambientalmente, generadoras de crecimiento económico y capaces de establecer relaciones orgánicas y mutuamente ventajosas con su territorio.  

La tarea que tenemos por delante los venezolanos que nos interesamos por los temas urbanos es enorme, plantea grandes desafíos y requerirá de muchos años, si es que soplan vientos favorables, para ver materializarse sus resultados. A mi generación ya no le alcanzará el tiempo, pero a quienes vengan detrás les convendrá tener siempre presentes los versos de Kavafis:

Cuando emprendas el viaje de vuelta a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras y descubrimientos.
No temas a los lestrigones y a los cíclopes,
ni al colérico Poseidón.
Nunca encontrarás seres así en tu camino
si tu pensar es elevado,
si una extraña y selecta sensación
agita tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones, ni a los cíclopes,
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
a menos que los lleves dentro de tu alma,
a menos que sea tu alma quien los ponga frente a ti.

©Trópico Absoluto

Notas:

1. Se reeditan tal cual como fueron escritos originalmente, exceptuadas algunas correcciones gramaticales o sintácticas muy puntuales. Pero para ayudar a su comprensión fuera del contexto original, algunos títulos han sido ampliados entre paréntesis y, sobre todo, se han añadido notas a pie de página para aclarar o recordar ciertos acontecimientos colaterales que el paso del tiempo pudiera haber desdibujado en la memoria de muchos.
2. Carrera Damas (1991, pp. 147 y ss.).
3. Ver Palacios (2010).   
4. Bahar y Dooley (2019).
5. Monaldi (2016).
6. Asumiendo la hipótesis optimista de que Venezuela lograra revertir esa tendencia y para 2023 alcanzara a producir 6 millones de barriles diarios, las exportaciones petroleras per cápita podrían ubicarse en 2.700 millones de dólares anuales, pero esto apenas ronda el 25% del ingreso anual de exportaciones por habitante de un pequeño país petrolero como Trinidad y Tobago (Daboín, Hernández y Morales (2018).  
7. Daboín, Hernández y Morales, loc. cit.
8. Sin pretender entrar en una discusión que además de escapar a nuestras competencias puede convertirse en bizantina, usamos el término totalitario en lugar de autoritario o dictatorial por su pretensión de fusionar la sociedad con el Estado, de borrar las fronteras entre esfera pública y esfera privada. Como ha hecho notar Palacios, bajo el predominio del llamado Socialismo del siglo XXI en Venezuela se ha producido “un profundo cambio institucional de carácter regresivo. Las normas y las organizaciones político-económicas del Petro-estado tradicional venezolano han sufrido una involución significativa, que ha conducido a la concentración del poder político y económico en una nueva elite, cuyo centro está en la Presidencia” (Palacios, 2010).

Marco Negrón (Caracas, 1938) es arquitecto con estudios de postgrado en Planificación del Desarrollo Regional en la Universidad Central de Venezuela (1961-1963). Profesor titular de la Universidad Central de Venezuela, de la que fue presidente de la Fundación Fondo para el Desarrollo Científico (1997-2003) y decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (1990-1996). Es autor de Ciudad y modernidad: el rol del sistema de ciudades en la modernización de Venezuela 1936-2000 (Caracas: Universidad Central de Venezuela, 2001) y La cosa humana por excelencia: controversias sobre la ciudad (Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2004).

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