Apreciaciones sobre la figura del héroe. De cómo se fragua la historia de los seres providenciales
Ofrecemos a continuación un fragmento del libro José Antonio Anzoátegui. Accionar y forja de un héroe binacional (1810-2019) (Mérida: Universidad de los Andes, 2021), del historiador Hancer González Sierralta. El texto explora las formas en que, en el contexto de la emancipación latinoamericana, se inventó la tradición del héroe nacional. Una práctica que al avanzar en un proceso de formalización y ritualización vio coincidir a aquellas personas simbolizadas como héroes con las necesidades del Estado-nación y los valores que las élites nacionales impusieran en sus respectivas sociedades.
José Antonio Anzoátegui ha sido mitificado por las élites políticas venezolanas y colombianas. En las construcciones historiográficas de esos países el barcelonés es un personaje destacado, uno de los héroes más importantes de su Independencia. Estudiar ese proceso de heroización nos compete, pero antes de hacerlo, iniciamos con algunas visiones sobre la figura del héroe y el papel del mismo en la construcción de la nación luego de la Independencia.
Georg Wilhelm Friedrich Hegel veía a los protagonistas como individuos de la historia del mundoe instrumentos de sus más altas realizaciones.[i] Es conocido por todos que el tema ha estado presente prácticamente a lo largo de la evolución de la humanidad:
Poetas, historiadores, moralistas y hombres de Estado, desde la más remota antigüedad, celebraron de los héroes como centros del devenir histórico. Cantaron la gloria de los grandes guerreros que morían con honor, que conducían a sus pueblos como jefes político-militares y que consideraban padres de la patria, de todos aquellos que entregaban sus vidas en defensa de su pueblo o de los intereses del Estado. Estas individualidades, a veces vistas como semidioses, recibieron el culto entusiasta de sus pueblos, y del mismo se dejó testimonio en hermosas producciones intelectuales y en monumentos conservados a través de los siglos.[ii]
Thomas Carlyle propuso un concepto análogo en su obra Los Héroes,[iii] proponiendo que la historia universal era sustancia única y exclusivamente de los grandes hombres, conductores de la humanidad, los inspiradores y campeones.[iv] Este culto a las figuras bosquejado por el autor tiene dos supuestos, por una parte el carácter providencial de la historia, que se cree dirigida a realizar un plan perfecto e infalible en cada una de sus fragmentos, y la otra el privilegio, concedido a algunos, de ser los instrumentos principales de la realización de este plan. Estas dos creencias constituyen las características propias de la concepción romántica del acontecer humano.[v]
Tanto Hegel como Carlyle pensaron y redactaron en la primera parte del siglo XIX, en aquellos años en los cuales las corrientes del clasicismo y romanticismo andaban de la mano. El neoclasicismo revivió el ideal del republicanismo, la imagen de que todo hombre tenía el deber de servir a su patria e incluir en ella a todos. En el periodo de la Independencia en América, y particularmente en Venezuela, entró con vigor el republicanismo clásico y su culto por los héroes.
La investigadora Lucía Raynero parte de la idea de que el culto al héroe no es producto de una construcción historiográfica, sino que es producto del neoclasicismo y del romanticismo:[vi]
El primero aportó un lenguaje particular que se concretó en discursos, alocuciones y proclamas. El segundo proporcionó la idea del drama, del sacrificio, de la patria y de lo glorioso que podía ser una lucha por alcanzar la libertad. Entre estas dos aguas, aparece el héroe y, por supuesto, su culto.[vii]
Edificar a un héroe es una tarea vinculada a la construcción de la nación, por lo cual comparte muchas de sus características. Una de ellas es la que tiende a presentarlos como “objetos”inmodificables en el tiempo.[viii] El Estado desempeña un papel fundamental en el proceso de heroización, que se relaciona, con el proyecto de inventar la nación “en tanto rector del destino de sus gobernados, se dio a la tarea de configurar una memoria histórica homogénea que reconociera a los principales personajes y momentos del pasado, sumiendo en el olvido a todos aquellos (…) que no fueran acordes con la ideología dominante (…)”[ix]
a partir del siglo XIX, con la política moderna y la formación del Estado-nación, las élites nacionales latinoamericanas inventaron la tradición del héroe de manera más frecuente que en el Antiguo Régimen, buscando trasformar tales prácticas en rutinas que pasaron por un proceso de formalización y ritualización, coincidiendo aquellas personas simbolizadas como héroes con las necesidades del Estado-nación y los valores que a dichas élites les interesaba se impusieran en la sociedad.
Para el caso venezolano, ejemplos de ello serían los de Santiago Mariño o Manual Piar. José Antonio Anzoátegui refrenda tal consideración por el hecho de haber sido siempre uno de los más fieles servidores del Libertador, razón primordial para resaltarlo positivamente. Asimismo, considera el historiador Guillermo Brenes Tencio, uno de los rasgos más constantes del nacionalismo de la segunda mitad del decimonónico y los primeros años del siglo XX -el culto a los héroes- forma parte del proceso de invención de las tradiciones, según los argumentos del historiador británico Eric J. Hobsbawn. Estas pueden ser de tres tipos: “aquellos que simbolizan la cohesión social o la pertenencia a comunidades reales o artificiales; los que legitiman las instituciones y relaciones de autoridad y los que contribuyen a la socialización y el inculcamiento de creencias, sistemas de valores y comportamientos convencionales.” De tal forma, los héroes nacionales se convierten en la mejor representación que un pueblo tiene de sí, personajes sobresalientes en el enfrentamiento bélico serán estereotipados atribuyéndoles rasgos particulares como el valor y el arrojo “héroes en suma, de los que el Estado se apropia para nacionalizarlos, ponerlos como un ejemplo que seguir”[x]
Así, a partir del siglo XIX, con la política moderna y la formación del Estado-nación, las élites nacionales latinoamericanas inventaron la tradición del héroe de manera más frecuente que en el Antiguo Régimen, buscando trasformar tales prácticas en rutinas que pasaron por un proceso de formalización y ritualización, coincidiendo aquellas personas simbolizadas como héroes con las necesidades del Estado-nación y los valores que a dichas élites les interesaba se impusieran en la sociedad.[xi] Para mantener al héroe en la memoria se hacía necesario argumentar las virtudes excepcionales, comenzando a olvidar todo aquello que pueda hacer recordar su condición humana común, reforzando las cualidades positivas y delineando un estereotipo de hombre único.[xii] Por tal motivo no es nada extraño que la historiografía sobre José Antonio Anzoátegui omita actuaciones que podrían considerarse como negativas.
El politólogo venezolano Luis Ricardo Dávila se hace varias interrogaciones sobre el tema: ¿Qué es un héroe nacional? ¿Cómo se construye? ¿Cuál es el imaginario social subyacente a su creación? ¿Ha existido siempre esta clase de arquetipos simbólicos? ¿Quién, cuándo y cómo se les crea? ¿Para qué sirven? ¿Es posible crear tendencias unificadoras nacionales sin su existencia? ¿Para ser popular es necesario apoyarse en lo heroico? [xiii] Para el investigador, los pueblos tienen casi una necesidad patológica de héroes nacionales y de su construcción depende su supervivencia y unidad.[xiv]
Toda sociedad tiene figuras que se han destacado en la historia, personajes civiles y militares que encarnan los ideales colectivos. La palabra “protagonista,” se origina del griego “protos,” que significa primero; y “agonistes” que expresa actor. Dentro de esta acepción, el héroe, como creador de grandes hazañas en bienestar de la sociedad, constituye el máximo escalafón de un “protagonista” del devenir.[xv] En nuestro país la idea del “protagonista” comenzó a manejarse con más fuerza a partir de la segunda parte del siglo XIX, momento en que se emprendieron acciones recordatorias para resaltar las actuaciones de los altos jefes de la Independencia, así como de aquellos “hombres ilustres” que iniciaban la construcción de la nueva nación. En el resto de la centuria, y con muy poca distancia temporal, se dieron diversas formas de enaltecer a “los hacedores de la Patria.”[xvi] Según el investigador Napoleón Franceschi González tal culto fue un valioso sucedáneo histórico para quienes condujeron al país y pretendieron borrar el pasado colonial, así como el grancolombiano, y el carácter de guerra civil asignado por algunos historiadores al proceso de la Independencia, así como enfrentar un presente lleno de dificultades en términos económicos y sociales.[xvii]
Juzgando por la retórica, estatuas y monumentos, dicho momento es el período que más parece influir en los venezolanos, teniendo a Simón Bolívar en la cúspide del culto a los héroes.[xviii] El pueblo que culmina la conflagración le hace homenajes a quienes cumplieron a cabalidad el trabajo, comenzando así a florecer “la religión de los prohombres.” A partir de entonces, los guerreros de la Independencia – especialmente Simón Bolívar,- fueron convertidos en “símbolos patrios” al igual que el himno y la bandera, “su cometido es agruparnos y cobijarnos (…) a nadie le parecen feos ni anacrónicos (…) la gente sólo debe sentirlos como emblema mayor en términos personales y gregarios,” esa era la función antes que los “gobiernos [los] codificaran”[xix] en la medida que cumplen el propósito de cohesionar, los objetos-símbolo y los hombres-símbolo “forman parte de una rutina cívica que no puede someterse a análisis, mucho menos a censura.” [xx]
El historiador venezolano Germán Carrera Damas, en su ya clásica obra El Culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela,propone que con el reconocimiento a los protagonistas hay algo que no deja de alertar el sentido crítico, pues por el mismo hecho de ser objeto de veneración, se termina por no saber claramente si el héroe crece en razón del perfeccionamiento del proceso mitificador, o si esto último proviene de la creciente significación propia del personaje derivada de la investigación. Aclarando que, aunque no sea realizable precisar la importancia de las dos vertientes del fenómeno, sí es posible en cambio, considerar que ambas están “subordinadas a los intereses (…) de los hombres del presente”[xxi] puesto que tanto el culto como el discernimiento del héroe son su obra.[xxii]
De esa forma el desarrollo y la consolidación de una creencia heroica, inmersa en intereses concernientes a la actualidad, podrá inflar su significado y a su vez atraer sobre el protagonista el interés de la investigación. Esta noción del “ídolo edificado” bien podría parecerse a la del “héroe histórico,” entendido este último como producto del conocimiento del personaje real. La investigación científica podría corroborar las características y coincidencias entre el “ídolo edificado” y el “héroe histórico,” pero también podría patentar la falta de identidad entre ambos. ¿Concuerda o es antípoda el hombre real José Antonio Anzoátegui con el construido posteriormente? Esta concurrencia es posible cuando el héroe erigido es producto de una investigación histórica científica y no subordinada a intereses diferentes de los propios del conocimiento.[xxiii]
Afirma también Carrera Damas que “la realidad histórica del héroe” es en sí misma un producto complejo en el cual se unen tres elementos: “el hombre, el significado de su acción como expresión de un anhelo colectivo que le es contemporáneo, y la proyección que sobre él se hace, de inmediato, de los rasgos del proceso precedente en cuya cúspide se sitúa el héroe.” De allí que considere que la existencia del culto heroico testimonia no sólo, y tal vez ni siquiera especialmente, el homenaje rendido a quien se deben servicios extraordinarios, testimonia también la proyección al presente real o impuesto, de esa forma el héroe será un punto de referencia para el momento actual, posiblemente un punto de consuelo o de estímulo.[xxiv]
¿Qué es un prohombre?
Analizaremos al “ídolo edificado” por la historiografía tradicional y profesional y la pompa ceremonial, para ello utilizaremos los mismos argumentos de Germán Carrera Damas, pues debemos “poner tierra bajo los pies de nuestros héroes,” esto implicaría la:
Para el Germán Carrera Damas de 1972, -planteamiento de su emblemático estudio sobre metodología de la historia- en el devenir nacional el protagonista es el pueblo y no una individualidad, esto debido a que con la figura histórica de Simón Bolívar -al igual que con el resto de los próceres, santos y grandes personajes de la humanidad- “(…) yace bajo un impresionante túmulo de lucubraciones, ficciones e incluso consejas, poco menos que imposibles de remover.”[xxvi]Los planteamientos del historiador pueden ser observados también al tratar la figura heroica de José Antonio Anzoátegui, pues ha prevalecido un forjamiento de su imagen histórica por la historiografía tradicional y su principal patrocinador, el Estado.[xxvii] Otros aspectos a tener en cuenta en el culto de un héroe es la veneración del pueblo y el resguardo, sostenimiento y enseñanza que de él hacen los gobiernos, son los cuidados oficiales los que le dan “al culto heroico carácter de fuerza política” destinada a actuar sobre la conciencia nacional. [xxviii]
Amplió Carrera Damas sus argumentaciones cuando señaló que la conversión del “culto de un pueblo” en “un culto para el pueblo,” relegando al primero a lo “folklórico” como expresión popular,[xxix] lo cual significa un cambio en la estructura “al volverlo parte de las funciones del Estado y por lo mismo objeto de reglamentación y de administración,”[xxx] institucionalizado, organizado y celebrado a través de sus fundaciones “cuyo funcionamiento se acuerda, por consiguiente, con la política del gobierno de turno, y que se encargan de regular las manifestaciones del culto, haciéndolo eficaz medio de acción sobre la conciencia popular al servicio de la política oficial imperante.” [xxxi]
Para el reconocido historiador mexicano Enrique Florescano, antes que a los propios historiadores o a los movimientos sociales, debemos nuestros mitos de identidad -los héroes y los símbolos patrios- al gobierno de turno o a sus ideólogos, así se convierte el Estado y sus órganos en defensores del “Panteón de los héroes.”[xxxii] Similares argumentos defienden los historiadores españoles Manuel Chust y Víctor Mínguez, pues para ellos los héroes son construidos por el poder “tanto estadal como local” e idealizadas sus cualidades y gestas que son apropiados por el Estado para ponerlos como ejemplos nacionales unificadores de los ciudadanos.[xxxiii] El caso de José Antonio Anzoátegui es muy particular, se inició su construcción heroica primeramente por las autoridades nacionales de la República de Colombia, y luego a finales del siglo XIX, fue exaltado por los gobernantes de su ciudad natal, aunque no de forma unánime.
Luis Ricardo Dávila, al igual que Germán Carrera Damas, reflexiona que la construcción heroica está estrechamente relacionada a la naturaleza misma del poder. Como ya se ha dicho, el héroe se cimenta con la finalidad de la unificación simbólica de los integrantes de una nación, asimismo con la intención de superar la precariedad social e institucional, y para justificar la estructura de dominación en su nombre.[xxxiv] Cree que la historiografía patria, fabricadora de héroes, ha sido desgraciadamente de primer orden para la evolución histórica de la nación venezolana, particularmente para la mentalidad del pueblo, que por lo general ha sido manipulado en una suerte de espectador y nunca protagonista principal.[xxxv] Finalmente, medita que es pertinente pensar la vida social más allá del heroísmo acostumbrado desde el poder.[xxxvi]
Para cierta historiografía sólo la fase bélica de la Independencia produjo héroes. Estos sólo se dieron entre los militares que lucharon a su favor en los campos de batalla, inventándose para los civiles un escalafón menor, siempre y cuando los candidatos hubiesen tenido algún nexo cercano con Simón Bolívar: “Para quienes (…) no demostraron ciega fidelidad a este último, aun cuando promovieron su causa, se ha inventado una especie de purgatorio (…)”, rescatados únicamente por la crítica histórica tal como lo hizo el historiador Caracciolo Parra Pérez con Santiago Mariño.[xxxvii]
En el caso venezolano, a los fabricantes de héroes les ha tocado distinguir entre el heroísmo militar y el civil, y en tiempos recientes el empresarial. Esto último debido al desarrollo de la burguesía, en un momento determinado de la historia contemporánea se trabajó en el reconocimiento de varios empresarios -Eugenio Mendoza, Ricardo Zuluaga- aunque no llegaron a ser propuestos públicamente para ser traslados sus restos al Panteón Nacional.[xxxviii] A pesar de ello, tal como lo señaló Germán Carrera Damas en el año 2003, persiste la renuencia de que haya heroísmo en el tiempo democrático venezolano, quizás debido a su cortedad:
Incluso algunos autores consideran que si el pueblo venezolano se hubiera alejado del culto a los hombres providenciales evitaría la negativa tendencia de arrodillarse ante el personalismo político, así lo piensa Luis Ricardo Dávila, quien señala: “de cuantos gobernantes mediocres nos hubiésemos evitado, cuya única carta de presentación ha sido adormecernos, elevando el culto heroico a política de Estado.” También se opone Dávila a contar sólo con héroes militares, despreciando a los civiles, a quienes -señala- se los ha minimizado.[xl]
A pesar de esto, el historiador Elías Pino Iturrieta cree que no se puede pensar en la prohibición del culto a los héroes, ya que de esa forma nos “convertiríamos en un pueblo insólito y absurdo que no fue capaz de preservar su historia sagrada como todos los pueblos,” proponiendo como solución la revisión de la historia patria pues: “se viene haciendo fatigosa la cohabitación con una sola estatua, podemos establecer una relación respetuosa con muchas de ellas.”[xli] Considera además que los héroes no surgieron sólo por la influencia divina, ni por la manipulación de los historiadores, la mayoría fueron hombres de sus circunstancias, que realizaron una obra exaltada por un conjunto posterior de destinatarios, requiriéndolos en oportunidades como probanza de legitimidad.[xlii]De similares ideas es el también historiador Tomás Straka, quien cree se deben mantener en su conjunto a los héroes porque no hay pueblo que no los tenga, “ni menos que no los necesite, pero que dejen de ser un fardo que nos impida caminar hacia el porvenir.”[xliii]
Pero más allá de las figuras mitológicas en que han convertido los Estados a los militares de la Independencia, está el rigor del historiador en su trabajo contrastando diversidad de fuentes y su sentido crítico en la pesquisa de archivos. Conocer e interpretar la mayor cantidad y variedad de materiales es labor de primer orden, no tanto para destruir la imaginación cívica, sino con el fin de mostrar el lado humano de aquellos trasformados en estatuas sagradas e intocables, y comprender mejor su contexto y desempeño político-militar. [xliv]
Los héroes están en la temporalidad, forman parte del pasado porque su acción ya la hicieron, pero es también presente porque se recuerda constantemente, y será futuro “porque la memoria se convierte en garantía de que su gloria nunca perecerá”,pues pasarángobiernos, desaparecerán hombres y mujeres, se derrumbarán monumentos, pero los héroes seguirán incólumes en el tiempo recordados por generaciones que los glorificarán y los exaltarán en todas las épocas.[xlv]
También se convierten los héroes en un mecanismo de trasmisión de conocimientos y de interpretación del mundo, que permite la comprensión, de forma más fácil, de múltiples acontecimientos del pasado revividos mediante la rememoración y la constante trasformación narrativa de los hechos.[xlvi] Consideramos, al igual que algunos historiadores preocupados por el tema de la construcción de los héroes, que lo verdaderamente heroico de estos personajes es permanecer en la memoria colectiva por varias décadas e incluso consolidarse con el paso de los siglos. [xlvii]
El culto a José Antonio Anzoátegui se inició el mismo año de su fallecimiento, 1819, pero se consolidará como figura heroica en el paso del siglo XIX al XX, y aunque hoy su lugar en el procerato de los héroes nacionales sea indiscutible, su exaltación definitiva en el último cuarto del decimonónico no fue absoluta. Hoy, en su Barcelona todo se nomina o se respalda en Anzoátegui, el territorio completo lleva su apellido, el himno lo recuerda, avenidas, museos, aeropuertos, instalaciones deportivas, liceos, universidades, un internado judicial y hasta un complejo petroquímico e industrial, ni hablar de cuantas pinturas, estatuas y bustos hay en su honor.
Ahora bien, nos preguntamos: ¿Quién construyó su figura heroica? ¿Es un héroe local, regional, nacional o binacional? ¿Su culto ha sido homogéneo o ha tenido variantes a lo largo del tiempo? ¿Han sido los Estados venezolano y colombiano los únicos promotores del culto? ¿Las historiografías oficiales de ambos ayudaron en su exaltación? En base a estas interrogantes discutiremos y reflexionaremos en torno a José Antonio Anzoátegui y cómo se ha construido la memoria para reconocerle en los contextos del proceso histórico de Venezuela en los siglos que van del XIX al XXI.
©Trópico Absoluto
Notas
[i]Nicola Abbagnano: “Héroe” en: Diccionario de Filosofía. 4 ed. México, Fondo de Cultura Económica, 2004. (Colección Filosofía) p. 542.
[ii]Napoleón Franceschi González: El culto a los héroes y la formación de la nación venezolana. Una visión del problema a partir del estudio del discurso historiográfico venezolano del período 1830-1883. Caracas, Instituto Pedagógico de Caracas, 1999.p. 30.
[iii]Thomas Carlyle: Los Héroes. 2d. Barcelona (España), Editorial Iberia, S.A, Ediciones Orbis. S.A, 1985. (Título original: On heroes (1841) (Traducción, notas y prólogo: J. Farran y Mayoral) (Biblioteca de Historia, 5)
[iv]“Sin entrar en la discusión acerca de si Carlyle fue o no un biógrafo (…) debe admitirse que dio una enorme importancia a la biografía como método para el estudio de la historia.” Tomás Polanco Alcántara: “La biografía como instrumento de la Historia”… p. 122.
[v]Nicola Abbagnano: “Héroe” en: Diccionario de Filosofía…p. 542. Para ampliar sobre esta definición pueden consultarse los libros de Joseph Campbell: El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México, Fondo de Cultura Económica, 1993. (Título original: The Hero a Thousand Faces); Vladimir Toporov,Viacheslav Ivanov y Eleazar Meletinski: Árbol del mundo. Diccionario de imágenes, símbolos y términos mitológicos. La Habana, Casa de las Américas, UNEAC, 2002. (Colección Criterios)
[vi]Lucía Raynero: Clío frente al espejo. La concepción de la Historia en la historiografía venezolana (1830-1865). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2007. (Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela, 88) p. 338.
[vii]Ibíd.; p. 390.
[viii]Carlos Demasi: “La construcción de un héroe máximo: José Artigas en las conmemoraciones uruguayas de 1911” en: Revista Iberoamericana, 213 (Pittsburgh, octubre-diciembre de 2005), p. 1029. Disponible en: revista-iberoamericana.pitt.edu/oss/index.php/iberiamericana/article/viewFile/5402/5556. Consultado el 2-3-2019: 2:48 pm.
[ix]Guillermo Brenes Tencio: “Héroes y liturgias del poder: La ceremonia de la apoteosis. México, 6 de octubre de 1910” en: Revista de Ciencias Sociales, 106 (San José, 2004), p. 108.
[x]Ibíd.; p. 113.
[xi]Carlota Alicia Casalino Sen: Los héroes patrios y la construcción del Estado-Nación en el Perú (Siglos XIX y XX). Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2008. (Tesis de grado para optar al Título de Doctora en Ciencias Sociales, Inédito) p. 203.
[xii]Ibíd.;p. 83.
[xiii]Luis Ricardo Dávila: “Venezuela fábrica de héroes” en: Laberintos del poder. Mérida (Venezuela), Universidad de Los Andes, Publicaciones Vicerrectorado Académico, 2006. (Carmen Díaz Orozco compilación y prólogo) (Colección Ciencias Sociales y Humanidades) p. 243
[xiv]Ibíd.; p. 244.
[xv]Marian Caballero Torres: “El Héroe cabalga sobre el lienzo de la gloria” en: Revista Bigott, 41 (Caracas, enero-marzo de 1997), pp. 29-30.
[xvi]Ibíd.; p. 31.
[xvii]Napoleón Franceschi González: El culto a los héroes y la formación de la nación venezolana… p. 9.
[xviii]Elías Pino Iturrieta: El Divino Bolívar. Ensayo sobre una religión republicana. Madrid, Los Libros de la Catarata, 2003. p. 20.
[xix]El subrayado es nuestro.
[xx]Ibíd.; pp. 21-22.
[xxi]El subrayado es nuestro.
[xxii]Germán Carrera Damas: El Culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela…pp. 219-220.
[xxiii]Ibíd.; p. 220.
[xxiv]Ibíd.; p. 221.
[xxv]Germán Carrera Damas: Metodología y estudio de la Historia…p. 245.
[xxvi]Germán Carrera Damas: El Culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela… p. 39.
[xxvii]Ibíd.; p. 63.
[xxviii]Ibíd.; p. 229.
[xxix]Sobre este particular debe consultarse el interesante trabajo de Yolanda Salas de Lecuna: Bolívar y la historia en la conciencia popular. Caracas, Universidad Simón Bolívar, Instituto de Altos Estudios de América Latina, 1987.
[xxx]Germán Carrera Damas: El Culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela… p. 232.
[xxxi]Ibíd.; p. 244.
[xxxii]“Visiones y revisiones de Historia Patria” en: Nexos, 285 (México, septiembre de 2001), p. 58.
[xxxiii]Manuel Chust y Víctor Mínguez: “Presentación” en: La Construcción del héroe en España y México (1789-1847).Valencia (España), Universitat de Valéncia, 2003. (Manuel Chust y Víctor Mínguez editores)pp. 9-10.
[xxxiv]Luis Ricardo Dávila: “Venezuela fábrica de héroes”en: Laberintos del poder… p. 251.
[xxxv]Ibíd.; p. 256.
[xxxvi]Ibíd.; p. 259.
[xxxvii]Germán Carrera Damas: “Del heroísmo como posibilidad al héroe nacional-padre de la Patria” en: La Construcción del héroe en España y México (1789-1847)… p. 33.
[xxxviii]Ibíd.; p. 35.
[xxxix]Idem.
[xl]Luis Ricardo Dávila: “Venezuela fábrica de héroes” en: Laberintos del poder... p. 256.
[xli]Elías Pino Iturrieta: El Divino Bolívar. Ensayo sobre una religión republicana. p. 249.
[xlii]Ibíd.; p. 20.
[xliii]Tomás Straka: La épica del desencanto. Bolivarianismo, historiografía y política en Venezuela. Caracas, Editorial Alfa, 2009. (Colección Trópicos, Historiografía, 84) p. 13.
[xliv]Ernesto Fritsche Aceves: “Los niños héroes o el olvido” en: Nexos, 285 (México, septiembre de 2001), p. 78.
[xlv]Patricia Cardona Zuluaga: “Del héroe mítico, al mediático. Las categorías heroicas: héroe, tiempo y acción” en: Revista Universidad EAFIT, 144 (Medellín, octubre-diciembre de 2006), p. 55.
[xlvi]Ibíd.; pp. 55-56.
[xlvii]Téngase en cuenta esta pequeña muestra de trabajos recientes sobre la construcción de los héroes: Lorena Armijo: “La centralidad del discurso del héroe en la construcción del mito nacional: una lectura de la historiografía conservadora desde el género” en: Revista de Sociología, 21 (Santiago, 2007), pp. 237-256. Disponible en: repositorio.uchile.cl/bitstream/handle/2250/122171/la-centralidad-del-discurso-del héroe-en la construcción-del mito-nacional.pdf. Consultado el 25-06-2017: 5:50 pm; Rafat Ahmed Ghotme Ghotme: “Santanderismo, antisantanderismo y la Academia Colombiana de Historia: La operación histórica en el proceso de construcción de nación en Colombia, 1910-1970” en: Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 34 (Bogotá, 2007), pp. 121-164; Herib Caballero Campos: “En búsqueda de un héroe: La construcción de la figura heroica del general José E. Díaz; Paraguay, 1867-1906” en: Temas Americanistas, 32 (Sevilla, 2014), pp. 22-44; Raúl Román Romero y Vanessa Niño: “Los relatos de la Independencia. La invención de los héroes y de una memoria histórica en la primera mitad del siglo XIX colombiano” en: Cuadernos de Historia, 43 (Santiago, diciembre de 2015), pp. 7-30; Abel Fernando Martínez y Andrés Ricardo Otálora: “Un átomo volando. Antonio Ricaurte y la construcción de la imagen de un héroe-mártir (1883-1920)” en: Americanía, Revista de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Pablo de Olavide, 5 (Sevilla, enero-junio de 2017), pp. 103-123.
Hancer González Sierralta (Acarigua, 1983) es licenciado en historia por la Universidad de Los Andes (Mérida) (2007), Magister en Historia de Venezuela por la Universidad Católica Andrés Bello (2011) y Doctor en Historia (UCAB) (2021). Profesor de la Escuela de Historia (ULA) adscrito al Departamento de Historia de América y Venezuela. Miembro de los Grupos de Investigación de Historiografía de Venezuela e Historia de las Ideas en América Latina. Coordinador de Presente y Pasado. Revista de Historia. Autor de los libros: El Ayuntamiento en los orígenes y consolidación de la sociedad colonial merideña (1558-1622) (2010); Mérida después de la guerra. Consideraciones sobre la gestión de gobierno del Cabildo republicano (1823-1826) (2011); y Documentos para el estudio de Mérida durante la Campaña Admirable (1813). (2013). El autor trabaja también en el área de documentación e información en la Biblioteca Febres Cordero de Mérida.
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