Un poderoso relato coral: Otra tierra, otro mar
Arnaldo Valero (Caracas, 1967) reseña el volumen Otra tierra, otro mar. Crónicas de la migración venezolana en Colombia, compilado por Luz Marina Rivas (2021), y publicado en Bogotá por la editorial Frontera Viva. “Leída la última página de Otra tierra, otro mar, uno advierte que tiene en sus manos algo más que una oportuna selección de crónicas sobre venezolanos que han migrado a Colombia con la esperanza de llevar una vida digna. Por sobre todas las cosas este libro es una expresión coral de repudio contra un régimen que ha socavado la soberanía de la institucionalidad democrática para imponer el señorío de la represión y el saqueo, y cuya política gubernamental ha inaugurando una relación con la Historia promovida por la degradación social, el hambre y el miedo”.
De manera masiva, por millones, hasta llegar a superar la población total de países como Panamá o Uruguay: de esa magnitud ha sido el éxodo de venezolanos que huye de la crisis humanitaria que azota su país. Y como Colombia comparte con Venezuela una frontera de más de 2.219 kilómetros, muchos de los náufragos han buscado amparo en esa rivera del Arauca, como ocurriera hacia 1950, cuando se huía de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez… La cifra de venezolanos en el exilio supera los seis millones y un alto porcentaje de ellos tienen carácter de refugiados, pero hay algo que las cifras y los datos estadísticos no llegan a revelar: las angustias y las aspiraciones, los sueños y los temores, los desvelos, el desasosiego, el desamparo, las caídas y las esperanzas, las pequeñas historias de tantos hombres y mujeres que se han visto forzados a abandonar lo que alguna vez fue su hogar.
En ese “dato” que las estadísticas no computan, en ese clamor que suele ser desatendido por los historiadores habituados a continuidades ideales, se gesta la crónica, un género que obedece a la inquietud por percibir el coro de una multitud sepultada bajo los escombros de algo que los cínicos se han atrevido a llamar grandeza, porque el cronista advierte la singularidad de escenas que no suelen tener cabida en las versiones oficiales de la Historia y muestra disposición y sensibilidad para escuchar una miríada de voces que expresan los temores, los deseos, las emociones de cuerpos marcados a fuego por los acontecimientos. De ahí su agudeza y capacidad para relatar el saldo de un combate que se lleva a cabo frente a la adversidad.
Del diálogo entre decenas de venezolanos en el exilio y dieciséis escritores dispuestos a escucharlos (o a referir sus propias historias) nace Otra tierra, otro mar. En virtud de las adversas circunstancias que enmarcan esas historias y los méritos —tanto humanos como literarios— de quienes se han ofrecido a narrarlas, Luz Marina Rivas termina siendo algo más que una compiladora: en realidad, ella asume la dirección de un poderoso relato coral. Un coro que se rebela contra la censura, la mentira y la indiferencia, porque pocos libros podrían resultar más reveladores del poder ejercido como tanatopolítica que este, cuyas páginas hacen de albergue y refugio a las voces múltiples y migrantes de venezolanos dispersos a lo largo del territorio colombiano como los pecios de un naufragio.
Los méritos de Otra tierra, otro mar son innumerables. La capacidad de Lizandro Samuel para asentar por escrito la atmósfera que imperó en el Puente Internacional Simón Bolívar el sábado 23 de febrero de 2019, cuando la orden de Nicolás Maduro fue impedir a como diera lugar el ingreso de la ayuda humanitaria a Venezuela, resulta admirable. (Esas páginas—escritas y publicadas en cuestión de cuatro días—demuestran cuánta razón asistía a Juan Villoro cuando definió la crónica como “literatura bajo presión”.) ¿Y qué decir de la constancia y la inquietud demostrada por Leo Felipe Campos durante el último trimestre de ese mismo año, que no solo ilustra el enorme desafío que ha supuesto para las instituciones colombianas el éxodo masivo de venezolanos, sino que desenmascara el cinismo y la vileza de los funcionarios de Maduro que justifican su gestión negando esos hechos? En otras deslumbra el tino y la agudeza de los cronistas para acoger esa frase que revela la particularidad de un momento, su talento para advertir el significado oculto en la melodía de lo cotidiano (“No es fácil venderse, pero más duro es no poder darles de comer a tus hijos”, “Mi error fue no haber emigrado antes”). En la mayoría destaca la potencia artística de quien se ha sumergido intensamente en el flujo de un país que se desangra. Al leer lo que ocurre en las trochas, el lector no puede dejar de preguntarse si la ahogada contracción de esa palabra —“trocha”— no traduce aquello en lo que ha llegado a convertirse el país para millones de venezolanos. La innegable calidad de las dos crónicas de Luis Guillermo Franquiz despiertan el interés por aquello que puede haber escrito sobre las razones que lo obligaron a migrar a Colombia, sobre sus dos años en Bogotá y sobre cómo lo recibió ese territorio donde, más que velar por la protección de los ciudadanos, el decreto de cuarentena por pandemia de Covid-19 buscaba disolver y criminalizar las aglomeraciones de conductores y transportistas que llevaban semanas en las estaciones de servicio esperando la llegada de combustible. La atención que estos escritores les han prestado a tantos venezolanos obligados a partir florece en pasajes que condensan verdades universales, como lo demuestran las siguientes líneas de María Gabriela Méndez:
Y como si todo eso no fuera suficiente, la selección realizada por Luz Marina Rivas concluye con una sección de historias cuyo hilo conductor es la solidaridad, la excepcional e inesperada facultad de lo humano para sobreponerse a la adversidad y ofrecer lo mejor de sí. Algo que concede el privilegio de conocer a personas como Gabriela Costa, o la señora Leonor Carreón de Mendoza y su esposo, cuya compasión tiene un aura de santidad.
Leída la última página de Otra tierra, otro mar, uno advierte que tiene en sus manos algo más que una oportuna selección de crónicas sobre venezolanos que han migrado a Colombia con la esperanza de llevar una vida digna. Por sobre todas las cosas este libro es una expresión coral de repudio contra un régimen que ha socavado la soberanía de la institucionalidad democrática para imponer el señorío de la represión y el saqueo, y cuya política gubernamental ha inaugurando una relación con la Historia promovida por la degradación social, el hambre y el miedo. Como los autores han ejercido su oficio impulsados por la genuina necesidad que hay de reflexionar sobre lo que ha ocurrido en Venezuela en lo que va de siglo, sus páginas atesoran testimonios fundamentales para realizar una lectura crítica de la historia venezolana durante el chavismo, una lectura al servicio de la vida entendida como sed de justicia y anhelo de sí.
©Trópico Absoluto
Arnaldo E. Valero (Caracas, 1967), catedrático adscrito al Instituto de Investigaciones Literarias “Gonzalo Picón Febres” de la Universidad de Los Andes. Licenciado en Letras, Master en Literatura Iberoamericana especializado en cultura y literatura del Caribe. Ha sido el editor de Voz y escritura. Revista de Estudios Literarios (2008-2016). Es autor de Nación y transculturación (Mérida: APULA, 2002), Mínima historia (Mérida: APULA 2008), Entre zombis y caníbales. Ensayos sobre literatura del Caribe (Caracas: FUNDARTE, 2015) y Canciones de fuego negro. Del reggae a la poesía dub (Caracas: CELARG, 2015).
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