/ Cultura

Transportes y Comunicaciones: la devastación chavista

Por | 16 diciembre 2018

Reproducimos aquí, por gentil concesión del autor y de los editores, el prólogo y el epílogo del más reciente libro de Antonio Pasquali: Transportes y Comunicaciones: la devastación chavista (AB Ediciones de la Universidad Católica Andrés Bello y Libros de El Nacional, 2017). Libro destinado a ser un arma en la lucha contra la dictadura venezolana: breve, periodístico, instrumento bélico demoledor de lo que ésta ha devastado en todos sus espacios la comunicación, en el sentido más amplio. Pero que conserva las virtudes intelectuales de rigor y erudicción que han hecho de Pasquali uno de los más importantes pensadores venezolanos.

Vasco Szinetar. De la serie “Caracas Postcards" (2017-2018)

 

Prólogo.

Las futuras generaciones de venezolanos disfrutarán con toda seguridad de transportes y comunicaciones hoy inimaginables, pero ninguna garantía existe que alcancen una sabiduría moral y política superior a la nuestra o a la de cualquier civilización pasada. El desfase no es nacional, es humano y universal. Lo ha constatado hace siglos la filosofía y lo viene confirmando la historia: el saber científico y la sabiduría moral avanzan a velocidades disímiles, son el Aquiles y la tortuga del humano devenir o, en todo caso, el primero, es un motor; la segunda, un inmóvil en el sentido de que no se dan en ella, como en las ciencias, procesos de acumulación del aprendizaje moral; lo que hacía pensar a Kant, nada menos, que sólo en el ámbito de la razón pura hay progreso y ninguno en el de la razón práctica, en la vergüenza, prudencia, sindéresis o recta conciencia moral que debieran guiar en todo momento la acción del hombre.

Salvo episodios deliberados, nostálgicos y efímeros, no hay  saltos  atrás  en  terrenos  del  progreso  científico, cuando  la  historia  moral  de  la humanidad rebosa en cambio de tales saltos, de regresiones morales, de súbitas vueltas al horror. Las ciencias naturales avanzan, las morales no evidencian progreso. Por eso las creencias científico-técnicas de Platón o de Aristóteles suscitan hoy una condescendiente sonrisa por su arcaísmo, cuando la totalidad de sus reflexiones morales y políticas lucen intemporales y de impactante actualidad; y si hubiere dudas al respecto reléase a Aristófanes, fustigador de vicios de la democracia ateniense que se asemejan pavorosamente a los que padecemos en las de hoy. Nuestros compatriotas por venir no dejarán, pues, de sonreír rememorando en estas páginas un mundo en el que los automóviles aún eran conducidos manualmente, los trenes se movían sobre rieles de hierro, los aviones eran subsónicos, las comunicaciones lentas, costosas o fáciles de piratear, y la computación aún manejaba liliputienses gigabytes en lugar de yottabytes o brontobytes, pero demos por seguro que seguirán lidiando como hoy con derechas a izquierdas, democracias y autocracias, ricos y pobres, honestos y ladrones, tolerantes e intolerantes; disfrutarán de otras inimaginables tecnologías de transporte y comunicaciones pero estarán confrontados a problemas de posesión, uso y abuso, gabelas y acaparamientos, libertades y despóticos controles emparentados con los que padecemos hoy en esos mismos terrenos. De allí la utilidad a futuro de trabajos como el presente, que les pintarán un mundo tecnológicamente atrasado, pero que se enfrentó a problemas, injusticias, estupideces y búsqueda de soluciones que ellos mismos confrontarán mutatis mutandis, cuya experiencia les convendrá, pues, atesorar para no repetir inútilmente la historia. Es reconfortante señalar a ese respecto que la moral a futuro, lo que hoy podamos hacer no en beneficio propio o en espera de premios sino para que nuestros lejanos sucesores, que nada sabrán de nosotros, recojan sus frutos (llamémosla ecología de la praxis o moral sustentable) es la más pura y desinteresada manifestación de moralidad por aminorar su egoísta interés por el yo y maximizar su preocupación por el nosotros. Resultará, por ejemplo, instructivo a nuestros futuros compatriotas, tal vez confrontados a algún espantable bigbrother semi-cibernético, saber que, a caballo entre el II y el III milenio, en pleno auge avanzado de la Internet, el Ministro de Información de una pequeña dictadura comunista caribeña tuvo la intrepidez de declarar que la Internet era “una diabólica invención del capitalismo para la destrucción de la humanidad” y que uno de sus admiradores, un pernicioso dictador suramericano, el vigésimo sexto salido de cuarteles que, por poco deja a Venezuela sin transportes ni comunicaciones, llegó a prohibir a todo funcionario público, en el 2009, el uso de plataformas digitales, de teléfonos móviles y de la Internet, por considerarlos “gastos suntuarios y superfluos”.

Vasco Szinetar. De la serie “Caracas Postcards» (2017-2018)

• • •

El avance de la inteligencia artificial es arrollador y no de buen pronóstico. Nadie puede prever hoy si, dentro de decenas o cientos de años, disfrutará el hombre de más privacidad y más generosas libertades de movimiento y comunicación, o si, habiéndose enquistado en el mundo inextirpables terrorismos, le tocará una más implacable y computarizada versión del orwelliano “1984”. Una pregunta así la podemos hoy formular, ponderando a plenitud sus recaídas socio-políticas, porque varias generaciones de pensadores del siglo XX lograron evidenciar el rol ontológicamente fecundante de las comunicaciones en la conformación de las estructuras sociales humanas. Para nosotros es ya verdad apodíctica que entes incomunicados, que no saben uno del otro, no pueden congregarse en estructuras de humana convivencia, en polis, porque ello requiere de previas capacidades comunicantes, una verdad ya entrevista hace veinticinco siglos por un Demócrito que asignaba a la preexistencia de lenguajes la posibilidad de socializar. Ese axioma fundamenta un corolario altamente revelador y, hoy, de enorme actualidad para nosotros: si comunicar es socializar, reconocer la existencia del “otro” y desear con-vivir con él tolerando sus diferencias, todo intento deliberado y planificado de incomunicar, producirá entonces, siempre y necesariamente, efectos de-socializantes (por perseguir un divide et impera) y deshumanizantes (un negar el otro, el supremo crimen anti-humanista, decía Simone Weil), de lo cual se infiere que: limitar, modificar, confiscar, regimentar o conculcar fuera del contrato social, por coacción, nuestra natural propensión a emitir y recibir mensajes en toda libertad, es un atropello social y político de suprema gravedad, porque desfigura y entraba la base misma de mi posibilidad y manera de convivir con el otro, el comunicar. Así, modos del comunicar y formas del convivir son interdependientes; una comunicación autoritaria up-down genera sociedades sumisas, una comunicación bidireccional y dialogal, sociedades abiertas y democráticas. Intervenciones en códigos, canales, contenidos, soportes, emisores y destinatarios del libre comunicar, cuando no legitimadas y consensuadas por democrático convenio, siempre generan control, manipulación, avasallamiento, persuasión/intoxicación o esclavitud. Un dictador que acapara medios y acalla con coacción y violencia las voces endógenas y foráneas de la crítica y el disentimiento para hegemonizar el comunicar, no es un simple personaje de banana republic, un curioso e intrascendente caso de narcisismo o vanidad mediático-populista, sino alguien que abusa de su posición dominante para alterar los cánones y flujos de la comunicación libre, a fin de descalificar el pluralismo constitucional e imponer un pensamiento único, para desfigurar una sociabilidad democrática e instalar en su lugar una autocracia, un totalitarismo, el despotismo o una dictadura, en fin, será alguien que manipula las reglas del comunicar para obtener una estructura social alterada. Desde 1999, con pausas pero sin retrocesos, se ha obligado el país a viajar hacia una de–socialización interna e internacional, practicando ostentosamente el ejercicio de volver invisible, ningunear y negar la existencia del “otro” (individuo, institución o parlamento) y empujando las hambreadas masas a precipitar en el cansancio de la catástrofe, como hubiera dicho Zygmunt Bauman. En estas páginas hallará el lector suficientes datos y cifras confirmatorios de que las dictaduras chavistas intentaron desfigurar, manipulando en su base los transportes y las comunicaciones, de-socializando el país y sembrando odio de clase, la espontánea y democratizada intersubjetividad del venezolano con propósitos de dominación política militar-comunista, y este es el memorándum que nosotros, las víctimas de esa peligrosa manipulación, deseamos remitir a las generaciones futuras.

Vasco Szinetar. De la serie «Caracas Postcards» (2017-2018).

• • •

La vieja denominación “Ministerio de Transportes y Comunicaciones” era inteligente y no ha perdido pertinencia. En el presente trabajo empleamos frecuentemente el término “comunicación” en sentido lato, incluyendo en él la noción de “transportes”. La transportación de personas o bienes materiales y la de inmateriales mensajes, ambas diligenciando un enviar y un recibir, son funciones gemelas de un mismo relacionamiento interhumano, cuya libertad suele preocupar a dictadores y déspotas de toda catadura. Eso justifica la decisión del autor de abarcar en toda su latitud la presente crisis sectorial, hija de un mal gobierno, analizando los principales sectores de la actividad transportadora por un lado, y de la comunicacional por el otro. El lector hallará motivos de asombro al constatar que lo acontecido en Transportes y en Comunicaciones durante los regímenes chavistas conforma una suerte de devastación paralela. Pero aún en su dimensión más abstracta, ese paralelismo no es hermenéutica académica. Por algo será que los legisladores y entes reguladores de la comunicación contemporánea escogen a menudo como una de sus fuentes de inspiración criterios que durante siglos rigieron el transporte de personas y bienes. Mucha normativa actual sobre uso del cable de cobre, las microondas o la fibra óptica (como el must carry), copia, por ejemplo, fundamentales principios decimonónicos establecidos para Suez, Corinto y Panamá.

Los pensa de estudio de las miles de Escuelas de Comunicación Social de América Latina exhiben alguna esclerosis y fosilización, necesitan una refrescada multidisciplinaria. La traída a colación del criterio metodológico recién descrito es ocasión propicia para formular una cordial sugerencia a los colegas investigadores, educadores y protagonistas de la comunicación. Sería de gran utilidad para el ejercicio de su profesión, incorporar a sus intereses específicos más conocimientos en redes nacionales y regionales de Transporte, por ejemplo, (compartimos con África la inexistencia de sistemas viales y ferroviarios que enlacen todo el continente), en la esencial Economía de Transportes y Comunicaciones que poquísimos cultivan, pese a su colosal dimensión, en Tecnología de las Comunicaciones, en historia político-económica de las telecomunicaciones nacionales (ya varios países latinoamericanos tienen la propia), y que un grupo de ellos, tal vez inter-universitario, crease una suerte de observatorio crítico del devenir de lo electrónico/digital, asegurando al país y a su toma de decisiones una visión más comparativa, holística y generadora de nuevos horizontes de análisis y acción. En el presente texto constatará el lector que, a cada ocasión propicia, hemos insistido con ejemplos en las reveladoras bondades del enfoque multidisciplinario que llevó a quien escribe a descubrir con cierto asombro el extraordinario rol pionero que desempeñó en América Latina la pequeña Cuba pre-castrista en materia ferrocarrilera, telegráfica, telefónica y de cables submarinos. No es, pues, un azar ni una concomitancia fortuita que las dictaduras chavistas devastaran de consuno, al unísono y en simultánea, los sectores nacionales del transporte y de las comunicaciones.

Para concluir, pido atentamente al lector que tome con cierta condescendencia el presente trabajo, a medio camino entre la investigación y el reportaje, pues no pretende ser más de un abre-pista y sobre todo, un abreboca. Su autor se sentiría en efecto bien halagado y moralmente satisfecho si investigadores, tesistas, doctorandos y autores de trabajos universitarios de ascenso, decidieran ingresar a algunas de estas primeras trochas de penetración en territorios mal conocidos y las convirtieran en carreteras científicamente construidas que conduzcan a mejor fundamentadas e irrefutables verdades en uno u otro de los aspectos aquí considerados. Al proyecto político hegemónico-militarista en acto de destruir lo existente para mejor manipular un país y someterlo a extemporáneos y delirantes designios, con especial énfasis en una desfiguración de sus ancestrales relaciones materiales e inmateriales, la inteligencia nacional debe oponer hoy implacables revelaciones y denuncias, y mañana el profesionalismo y la honesta voluntad de construir un mundo de libertades consensuadas en una Venezuela mejor.

Vasco Szinetar. De la serie «Caracas Postcards» (2017-2018).

Epílogo

Concluye aquí nuestra inspección en los terrenos de Transportes y Comunicaciones nacionales devastados por la regresiva irrupción chavista. Habrá pensado algún lector, con respetable tino, que sí, que lo aquí inspeccionado es cierto y de lamentar, pero que al fin y al cabo concierne el estragamiento de servicios no del todo prioritarios habida cuenta que el chavismo es culpable de más dramáticas y crueles devastaciones: mató a muchos por desabastecer el país de medicamentos e impedir delictivamente el ingreso de ayudas humanitarias; lo hambreó y lo humilló hasta ponerlo a hurgar en la basura, elevó al 52% la pobreza extrema, dejó perecer cientos de miles de toneladas de alimentos y reprodujo el genocidio estaliniano de asegurar lo poco que hay a quienes le son fieles; no supo aminorar la inmensa tragedia de los casi 30.000 homicidios al año (de 400 a 900 anuales en países europeos con el doble de habitantes), 9.000 de cuyas víctimas son menores de edad; permitió la infiltración del narcotráfico en los ganglios del Estado; generó por incuria insuficiencia crónica de luz y agua; no se inmutó ante el saqueo de trescientos mil millones de dólares y le generó al país la mayor inflación y mayor baja de PIB del mundo; degradó a vergonzantes niveles PDVSA y llevó a su casi perdición los grandiosos proyectos guayaneses de la democracia; ahuyentó del país la flor y nata de una juventud costosamente educada dejándolo sin generación de relevo; mandó a prisión y a callar con violencia las mayorías opositoras; embarcó con artilugios el país en una extemporánea aventura comunista en años en que 46 naciones de la tierra desembarcaban de ella…

Todo lo anterior es dramática y vistosamente cierto, pero esas penurias que padecemos en carne propia no obstan para que añadamos a tal espantable lista otra tal vez menos vistosa: veinte años de perniciosa desactualización tecnológica en la que descuella la devastación causada en transportes y comunicaciones. Vivimos en la época de un terciario (servicios) como máxima fuente de riqueza y calidad de vida, y hasta de un cuaternario (comunicaciones) en el que invierte hoy la humanidad un increíble 13% anual del PIB del mundo y el 10% de la energía que genera. Los que andan por fuera de esa tendencia son parias de la humanidad, países marginados e irrespetados, y el chavismo nos ha llevado a la cola de casi todas las estadísticas mundiales sectoriales. Transportes y Comunicaciones son servicios sistémicos y no puntuales, afectan transversalmente todos los compartimientos del humano quehacer, pueden acelerar o lentificar su devenir, hacerlo rentable o improductivo, ganador o perdedor. En la retórica del régimen hay una hipócrita explotación del concepto de “soberanía recuperada”, cuando deberíamos más bien hablar de soberanías perdidas. En este siglo de las comunicaciones y de colosales tráficos terrestres, marinos y aéreos, todo país de cierto tamaño desprovisto como la Venezuela actual de medios propios, eficientes y adecuados para incluirse como actor en el terciario y el cuaternario, padece un grave déficit de soberanía, queda ipso facto ubicado en la cola del mundo, en plena marginalidad. En los países así desactualizados, las decisiones sobre la calidad de vida y porvenir de sus ciudadanos pasan fatalmente a ser tomadas allende sus fronteras como sería el caso, por ejemplo, de los viajes aéreos internacionales para los venezolanos, cuyas frecuencias, supresiones o degradaciones de servicios, itinerarios, tarifas y hasta moneda de pago son hoy impuestos a viajeros nacionales por gobiernos y compañías foráneos ante un impotente régimen local ya sin poder de negociación por deudor moroso; un caso de tantos de pérdida de soberanía. Tratándose digamos de Vanuatu, Haití o Burundi, su pequeñez-marginalidad-dependencia responde a claras razones geoeconómicas que la vuelven como irremediable; pero cuando se trata de un país de casi un millón de kilómetros cuadrados y 30 millones de habitantes, de trópico temperado, ecológicamente mega-diverso y con excelencias, riquísimo en agua, estratégicamente ubicado y con casi 3000 km. de costas, propietario de las reservas fósiles entre las más grandes del mundo y otrora capaz de imaginar y ejecutar megaproyectos de desarrollo; cuando de un país con semejante perfil se trata, su marginalidad en transportes-comunicaciones se vuelve inadmisible por cuanto induce un grave retorno al subdesarrollo y deteriorada calidad de vida, pérdida de un significativo porcentaje de la riqueza producible y merma de competitividad a nivel internacional. Desde luego, los cuarenta años del pre-chavismo no deben mitificarse, y Dios nos libre de que se nos ocurra “totemizarlos” cual un paraíso a restaurar en lugar de diseñar una nueva democracia más enérgica y eficaz, con menos ladrones y más aristocracia de pensamiento y acción en los poderes. Aquellas cuatro décadas sumaron aciertos y desaciertos pero fueron democráticos y progresistas, y el objetivo esencial de esta serie de artículos fue documentar los graves daños inferidos al sistema transporte-comunicaciones que recibió de aquella democracia el vigésimo sexto militar-presidente de la república, Hugo Chávez Frías. Repasémoslos en apretado resumen:

  1. Transporte terrestre: la democracia abrió 71.200 km de carreteras, el chavismo 4.500 km. El parque vehicular venezolano es, en 2017, el tercero más vetusto y peligroso de América Latina después de Cuba y Haití; el ensamblaje endógeno queda reducido a pocas miles de unidades al año, la importación es prohibitiva; un modesto automóvil cuesta hoy sobre los mil sueldos básicos (en la ex URSS nunca pasó de cien). Nuestro ya reducido parque de 5,3 millones de vehículos en 2008 (140 por cada 1000 habitantes), bajó a 4,1 millones en 2014 (-21%, un caso probablemente único en el mundo). Su vetustez y el pésimo estado de las vías hacen que Venezuela ocupe el 4° lugar mundial por muertos en carretera por 1000 habitantes y el 2° en la región detrás de Santo Domingo (con 6.200 o 9.000 muertos al año, según si los datos son gubernamentales o de aseguradoras).
  2. Transporte ferroviario: el chavismo recupera los ideales ferrocarrileros de los comienzos de la Independencia, pero con resultados finalmente desastrosos. La democracia sólo había abierto 108 km de vías; Chávez lanza en 2006 un faraónico plan ferroviario de 300 millardos de dólares, 13.600 km de vías y delirantes previsiones de 6,5 millones de pasajeros-día (en Francia sus 15.000 trenes diarios sólo transportan 5,4 millones de pasajeros); un plan fantasioso e inviable para un país que no existe. Se instalan 2.000 km de vías inconexas, hoy todas al abandono porque en años de bonanza Chávez comenzó a acumular deudas y los contratistas chinos e italianos se fueron del país. El Plan 2006 está cadáver: tras once años y una pérdida de Dios sabe cuántos millardos, en 2017 sólo funcionan en el país, más mal que bien y con trencitos de periferia, los 41 km de la Cúa-Caracas iniciados por la democracia e inaugurados por Chávez.
  3. Transporte acuático: absolutamente vital para un país que exporta 2 millones de barriles diarios de petróleo e importa vía mar el 95% de cuanto lo equipa, mueve, alimenta y cura. Chávez manejó 1.500 millardos de dólares y dejó a Venezuela sin marina mercante, liquidándola de cuajo. Nada ingresa hoy al país en barco nacional, y si aún ocupamos el puesto 66 de 70 países marineros del mundo es por los escuálidos tanqueros PDVSA. La situación política ha ahuyentado la navegación turística, el régimen debe 1 millardo de dólares por containers no devueltos. Creada por la democracia, PDV Marina terminó quedándose con unos 17 tanqueros activos, 10 de ellos hoy retenidos en puertos extranjeros por no tener con que pagar la obligatoria limpieza de los tanques. Chávez decidió adquirir 42 más en 2006; se los encargó al azar de sus viajes, sin plan alguno, a astilleros de países amigos. Sólo 5 de ellos navegan en 2017; hubo constructores incompetentes, incumplimientos de años y falta de pago. PDVSA se ve así obligada a alquilar hasta 75 tanqueros extranjeros que le ocasionan al país pérdidas cercanas a los 5 millardos de dólares anuales, un negocio que estaría enriqueciendo dolosamente a muchos intermediarios.
  4. Transporte aéreo: el venezolano tuvo su época de oro, Air France la escogió en 1976 para vuelos regulares del supersónico Concorde a Suramérica; en 1980, Viasa (servía 44 ciudades) entró a la lista de las 12 mejores líneas del mundo. El chavismo no la recuperó, se inventó en 2004 una Conviasa para sus sospechosas conexiones con Cuba, Irán y Siria, que la Unión Europea vetó en 2012 y 2013 por motivos de seguridad. El transporte aéreo nacional, aseguran hoy los expertos, entró en zona de alerta amarilla: 63 aeronaves activas de 22 o más años de uso y sobre-explotadas (5 vuelos diarios cada una), 55 aeronaves en tierra y canibalizadas por falta de repuestos (la colombiana Avianca vuela con 140 aviones casi todos nuevos; la chileno-brasilera Latam con 250, más 115 en adquisición). El transporte aéreo crece en el mundo el 5% anual y le está generando a América Latina ingresos por 176 millardos de dólares; el nuestro ha perdido un 65% de pasajeros internos y casi el 30% de internacionales; la falta de ganancias del país es de varios millardos anuales, once compañías extranjeras nos han borrado de sus itinerarios porque el Estado les debe 3.900 millones de dólares. En agosto 2016 se informó que la estatal Conviasa confrontaba una situación desastrosa, con vuelos reducidos de 30 a 13 diarios, once aviones varados en Maiquetía deteriorados a los 3 años de uso, más uno en Miami desvalijado, y casi un 80% del personal renunciando por bajos sueldos.
  5. Comunicaciones impresas: tuvieron su período de oro en la segunda mitad del pasado siglo con un poco más de 200 títulos, 2,7 millones de ejemplares y una prensa regional de 61 diarios. WAN señala un incremento actual del 4,5% en la circulación de la prensa latinoamericana con la excepción de Venezuela, cuyos diarios bajaron a 105 esencialmente por acoso judicial y administrativo del régimen al ser este medio la punta de lanza de la oposición. 23 periódicos han sido adquiridos por el gobierno, incluyendo dos mayores como El Universal y Ultimas Noticias, otros 55 han tenido que suspender temporal o definitivamente su circulación (entre ellos El Carabobeño, con 82 años de existencia) por haber monopolizado el régimen la importación y distribución del papel periódico que niega o regatea a la prensa disidente. Quedan 26 medios impresos enarbolando riesgosamente la bandera de la libertad de expresión y ejerciendo derecho de mirada sobre el gobierno, una esperanza para el país democrático.
  6. Comunicaciones postales: en el ámbito mundial no hay crisis de Correos sino ampliación de servicios; la Unión Postal Universal señala un incremento de ingresos del 3% anual (361 millardos de dólares en 2014). El venezolano Ipostel está catatónico. De jure sigue siendo “un Servicio Público prestado exclusivamente por el Estado” y el chavismo lo puso a “contribuir con la suprema felicidad social”, pero, de facto, sobrevive de lo que le pagan los 26 vectores privados que lo remplazan. Su presupuesto anual equivale a 5 millones de dólares del mercado negro. Se quedó con 329 oficinas para todo el país (Francia: 17.000), 2.100 carteros (Francia 73.000) y en 2015 distribuyó 2,4 millones de piezas (Francia 13.900 millones). El 15 de mayo de 2014 informó al país que cesaba cualquier envío postal desde Venezuela por “exceso de despachos”, una mentirosa ridiculez que encubría el lockout de los transportistas aéreos internacionales con años sin recibir pago por su actividad. El país se escandalizó y en 2015 Ipostel tuvo que reabrir el servicio hacia 22 países. Lo prudente es considerar que ya no disponemos de servicios públicos postales, casi enteramente privatizados, paradójicamente, por el chavismo.
  7. Comunicaciones telefónicas: en densidades la situación es bastante normal: la telefonía fija pasó entre 1991 y 2015 de 7,7 a 15,5x100hab, luego se estancó como en todas partes por advenimiento de la móvil, que ya llegó en Venezuela a 103x100hab y un 32% smart. El operador histórico Cantv controla el 90% del DDN, el 42% de la LDI y casi el 80% de Internet. Chávez se apresuró a renacionalizar la empresa, que ya había vuelto a ser eficaz y eficiente, para poder ejercer libremente el espionaje telefónico, y le impuso tarifas populistas que la arruinaron: unos 50 bolívares mensuales promedio ($0,011) paga una familia en 2017 por un teléfono fijo y uso normal, en momentos en que un kilo de tomates cuesta 4.000 bolívares…, los terceros más baratos del mundo detrás de Irán y Cuba, precisa la UIT. La telefonía es en el resto de los países una maquinita de fabricar riquezas; nuestro principal proveedor ya no puede ni imprimir recibos ni traer repuestos o tecnología, se le fueron más de 2.000 técnicos y se le calcula una deuda externa de 5 millardos de dólares. Los proveedores privados de telefonía van peor, no disponen de moneda fuerte para importar insumos y se les impide exportar ganancias. En 2015 redujeron primero a 30 y luego a 0 el número de países “discables”, y lo mismo hizo Cantv. De no existir la telefonía IP, el régimen hubiera desconectado el parque telefónico venezolano del resto del mundo.
  8. Comunicaciones radioeléctricas: Radio y TV, líderes de opinión, conforman el capítulo más turbulento y golpeado de las relaciones medios-poder chavista. Su más vistosa subyugación: las “cadenas” presidenciales, un récord mundial absoluto de Marconi a hoy. Durante sus 5.060 días de reinado, Hugo Chávez obligó todas las emisoras del país a encadenarse 2.334 veces para obligar a escucharlo por un total general de 243.404 minutos equivalentes a 172 días (casi un semestre), a razón de 48min 10 seg diarios (un caso fenomenal de abuso-violación). Se robó la idea de “emisora comunitaria” y abrió cientos de radios y decenas de Tv regalando el equipo y cubriendo gastos de funcionamiento a condición de que fueran “chavistas”. Recibió un misérrimo parque radioeléctrico público y lo convirtió en un pequeño imperio de al menos 27 radioemisoras y 15 televisoras que casi copan el dial. Agredió ferozmente lo radioeléctrico en la oposición, persiguió y obligó a emigrar a los líderes de opinión que más le estorbaban, clausuró 50 emisoras (incluyendo el célebre caso de RCTV que obtuvo, inútilmente, sentencia en su favor de la CIDH) e indujo un proceso de autocensura tan eficaz que hoy día, en radio, existiría una relación de 333 a 17 en favor del régimen, y en televisión una relación de 60 oficialistas, 32 en autocensura y 1 disidente. Es en este sector donde la política comunicacional chavista, oficialmente hegemónica, ha obtenido numéricamente su mejor victoria, revelando el carácter dictatorial del régimen.
  9. Comunicaciones electrónicas: es el segundo sector más devastado por el chavismo después del radioeléctrico. Está regido por una desastrosa LOTEL chavista o Ley Orgánica de Telecom, una ley-naftalina-troglodita en que las palabras “internet” y “satélites” figuran tangencialmente una sola vez, y a cuya estulticia sólo cabe aproximar el inverosímil Decreto 108 Presidencial 6649 con el que Hugo Chávez Frías, un 25 de marzo de 2009, prohibía a todo funcionario público el uso de: Plataformas Tecnológicas, Internet y Teléfonos Celulares, declarados “gastos suntuarios y superfluos”. Pese a todo, la densidad nacional de internautas (entre 57 y 63%) nos ubica en un razonable puesto 77 de 208 países, incluso un 10% por encima del promedio latinoamericano. El régimen suprimió la independencia de la autoridad reguladora Conatel para convertirla en su comisariato político, y como vimos devastó a Cantv principal proveedor de Internet, que se quedó en la tecnología G2, ofrece mayoritariamente una velocidad de 0,512 Mb/seg y no viaja aún por fibra óptica. Resultado, la velocidad nacional promedio en la red es de 1,4 Mb/seg, la última en absoluto del continente detrás de Haití y Belice, un dato coherente con el de nuestro acceso a las TIC, donde venimos detrás de 12 países latinoamericanos. Hoy toda expansión fisiológica de Internet y Móviles resulta imposible, proveedores públicos y privados están impedidos de adquirir mejoras tecnológicas, hardware o repuestos; la imposibilidad en que se encuentran las multinacionales de repatriar ganancias pudiera obligarlas un día a tomar el camino de las once compañías aéreas tránsfugas.

 

Antonio Pasquali (Rovato, Italia, 1929), egresado de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela. Doctor en Filosofía por la Universidad de la Sorbona. Fue catedrático de la Universidad Central de Venezuela. Está considerado como uno de los introductores en América Latina del pensamiento que se originó en la llamada Frankfürter Schule. Ha publicado, entre otros: Comunicación y Cultura de Masas (Caracas: Ediciones de la Biblioteca Central, Universidad Central de Venezuela, 1964), La moral de Epicuro (Caracas: Monte Avila, 1970), Proyecto RATELVE: Diseño para una política de radiodifusión del Estado venezolano (Caracas: Librería Suma, 1976), La comunicación cercenada: el caso Venezuela (Caracas: Monte Avila, 1990), Bienvenido Global Village: comunicación y moral (Caracas: Monte Avila, 1998), y Del Futuro: hechos, reflexiones, estrategias (Caracas: Monte Avila, 2002)

0 Comentarios

Escribe un comentario

XHTML: Puedes utilizar estas etiquetas: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>