Masculinidad cosmética
Ofrecemos a continuación la introducción al original ‹Drag Kings: Arqueología crítica de masculinidades espectaculares en Latinx América› (Santiago de Chile: Metales pesados, 2025), editado por Nathalie Bouzaglo y Javier Guerrero, un libro que problematiza el porvenir del género en el espacio de América Latina. Partiendo del «drag king show» y de la propuesta de «masculinidad espectacular» -masculinidad hiperbólica que usurpa el espacio de privilegio y centralidad que se le otorga a la masculinidad del hombre-, el volumen reúne un conjunto de trabajos que realiza una sistemática arqueología de la puesta en escena de las muchas masculinidades y su capacidad de generar crisis en el heterosexismo.
Las todavía recientes indagaciones críticas en torno a la noción de masculinidad han repercutido en el debilitamiento de la hegemonía sexual y en la consiguiente reproducción del binarismo del género. Es decir, la redefinición del concepto de masculinidad y su expansión al de masculinidades han desmontado de manera significativa la ilusión de que la anatomía del hombre constituye el grado cero del cuerpo. La masculinidad es un efecto performativo más del género, copia de un original que se ha perdido.[1] No se trata ya de un sinónimo de hombría ni depende exclusivamente del cuerpo del hombre y sus efectos.[2] Estas cuestiones han impactado en las nuevas programaciones del género; y, por lo tanto, el cuerpo masculino también ha devenido en materia excesiva, cosmética, prostética y a todas luces alterable, mutable, maleable.
Nueva historia natural del hombre
La masculinidad se fundó en la idea de que el cuerpo del hombre se correspondía con el lugar del original, era principio de la materia, constituía su primera piel. No obstante, la masculinidad no siempre fue percibida como statu quo del cuerpo. Dicha ilusión de naturaleza, esa idea de que el cuerpo del hombre ocupa el lugar de cuerpo neutro o, incluso, la sensación de que el cuerpo es un componente implícito o del todo ausente en la idea de la masculinidad —del cual, entonces, se desprende el cuerpo de la mujer como su opuesto material— forma parte de un grupo de operaciones performativas, de citacionalidad y repetición, que ha necesitado tiempo para perpetrarse. Por lo tanto, la posibilidad de una arqueología del género que repare en sus agujeros y fallas resulta un ejercicio crítico necesario para dar cuenta de cómo su ilusiva naturaleza se materializa; y, más aún, cómo se presenta ante todxs nosotrxs el futuro del género.
Semejante a la arqueología de los medios, la cual ha dominado el recientemente establecido campo de los estudios de medios y modernidad, el análisis de la masculinidad y la respuesta política de la discusión de las masculinidades permiten entender las relaciones entre naturalización, género y sexo para, sobre todo, contar con la oportunidad de desestabilizar la hegemonía y combatir la violencia que esta ejerce sobre las vidas y la habitabilidad de otros cuerpos. Activar esta arqueología impacta tanto en las políticas de visibilidad y visibilización del género y el sexo, como en los procesos materiales que fijan aquellas sensibilidades, afectos, deseos y prácticas, las cuales exceden desde adentro el esencialismo de la noción de masculinidad.
Diversos investigadores e intelectuales han desafiado el concepto de masculinidad y, en especial, han indagado en su compleja construcción, a fin de discutir también el masculinismo que ha dominado en los estudios de masculinidad en el siglo XX.[3] Jack Halberstam ha propuesto convincentemente cómo la reflexión sobre las masculinidades alternativas, todas congregadas bajo su concepto de masculinidad femenina [female masculinity], puede intervenir efectivamente tanto en la concepción general del género, como en la teoría y crítica de género y sexualidades. Su trabajo desvincula a la hombría del acceso a los códigos y efectos de masculinidad y asienta una operación crítica definitiva en la historia de la masculinidad y su futuro. Asimismo, Paul B. Preciado ha relacionado la masculinidad con los signos del presente y las nuevas formas del poder, que define como régimen farmacopornográfico[4] o petrogenerorracial.[5] Su propio consumo de testosterona, una sustancia casi sagrada y de difícil acceso comercial, así como su diagnóstico de disforia de género[6], prueba cómo aquello inaccesible —la masculinidad como original del sexo— se articula en torno a un control químico-psiquiátrico que, sin embargo, resulta posible hackear. La virilización de Preciado no constituye una búsqueda de estabilidad del sexo. Por el contrario, su tránsito se vuelve un proyecto paradójicamente desidentificatorio cuyo centro radica en la desaparición y el desdibujamiento de la propia noción de masculinidad.

La radical reinvención de Paul B. Preciado continúa el trabajo de José Esteban Muñoz, quien soñó con un cruce utópico al asentar que la noción de queerness no existe aún, por lo cual debemos pensarla a futuro, desestimar el aquí y el ahora y sustituirlos por un allá y un entonces.[7] Muñoz propuso que, aunque el estado de queerness no haya llegado aún, se aproximaría como una ola de potencialidad colectiva para pensar un mundo más amplio y vasto, más sensual y luminoso.[8] Esta nueva temporalidad cuir dislocaría el presente del género y lo situaría en un más allá que podamos ver venir pese a la paradójica certeza de que quizá nunca llegue.[9] Muñoz también entendió la necesidad de desnaturalizar lo que llamamos identidad; y, con su noción de disidentification, ofrece una nueva posibilidad de dilucidar una política minoritaria que no fuera ni monocausal ni monotemática, que estuviera calibrada para el discernimiento de una multiplicidad de componentes identitarios, todos entrelazados para dar cuenta de las maneras en que afectan lo social[10], como bien lo ha planteado ya el trabajo de Kimberle Crenshaw y su formulación de interseccionalidad.[11] Por su parte, Marcia Ochoa inscribe el concepto de feminidad espectacular para pensar cómo los cuerpos de transexuales y travestis —autonombrados en Venezuela como transformistas—, así como los cuerpos de las concursantes de certámenes de belleza, son necesarios para hacer legible la feminidad. Dicho concepto implica el uso de convenciones mediáticas que construyen el género en cuerpos visibles para el público. Por ello, el concepto de espectacularidad resulta fundamental para entender la mediación mediática que define la feminidad.[12]
En 1986, un artículo de Rita Segato —nunca citado como aporte fundamental de la teoría del género, pero escrito antes de la publicación del clásico de Judith Butler, Gender Trouble [El género en disputa]—, discute cómo los cultos a xangô de la tradición nagô afrobrasileña se caracterizan por un sistemático esfuerzo de liberar las categorías de género y sexualidad de sus determinaciones biológicas.[13] En este pionero artículo, la autora no solo revisa las prácticas de asignación de santo, o la equivalencia que se establece entre sus miembros y los orixás del panteón afrobrasileño, práctica independiente del género del participante, sino que también analiza las consecuencias de la esclavitud en Brasil, en especial su ruptura con los patrones tradicionales de comportamiento y las concepciones relativas a la masculinidad, el matrimonio, el vínculo sanguíneo y los roles sexuales. Por ejemplo, el artículo afirma que las leyes de la esclavitud brasileña socavaron el poder que los hombres ejercían sobre las mujeres y sus descendientes, perdiendo entonces el control sobre las esposas e hijos y siendo desocupados de los roles sociales que les habían asignado como varones.[14] Segato expone que, con su relativización de la biología y el peculiar tratamiento de la identidad de género, «los miembros del xangô postulan la independencia de la esfera de la sexualidad y dejan traslucir la premisa implícita de la fluidez y libertad del deseo humano, subordinables solo con dificultad a categorías esenciales o identidades rígidas”.[15] Por lo tanto, resulta factible, concluye Segato, que la visión del mundo del xangô establezca afinidad con la experiencia homosexual, como ya se había recalcado en diversas oportunidades.[16]
En este sentido, los trabajos de Halberstam, Preciado, Muñoz, Ochoa y Segato, por nombrar solo algunos, constituyen una poderosa batería crítica para afirmar la necesidad de concebir la masculinidad fuera del dominio de lo masculino, desnaturalizar el género, entender las necesarias mediaciones que vuelven la masculinidad legible y revisable más allá de las esferas de la hombría y su vinculación con los varones. Otras aproximaciones críticas, como las de Eve Kosofsky Sedgwick —homosociabilidad, nonce taxonomies—[17], Sylvia Molloy —la política de la pose—[18], Sayak Valencia —capitalismo gore—[19] o Roberto Echavarren —arte andrógino—[20], ofrecen tecnologías críticas estratégicas para repensar la historia de las masculinidades, la arqueología que este libro despliega; pero, de igual modo, para proponer genealogías alternas que nos hagan reconsiderar los principales postulados de las más radicales discusiones contemporáneas sobre el acceso a los códigos de la masculinidad y sus regímenes.
Acceso abierto
Drag Kings. Arqueología crítica de masculinidades espectaculares en Latinx América se propone discutir el porvenir del género en el espacio desigual, plural y contradictorio que hemos decidido llamar Latinx América. Partiendo del drag king show y de lo que proponemos como masculinidad espectacular —aquella masculinidad hiperbólica que regularmente usurpa de manera inadvertida el espacio de privilegio y centralidad que se le otorga a la masculinidad del hombre—, planteamos una sistemática revisión de la puesta en escena de las muchas masculinidades y la potencialidad de generar una crisis en la crítica del heterosexismo, máquina de producción de sentidos a la que se le ha encomendado la construcción binaria del género. Por un lado, destacaremos aquellas intervenciones tempranas en las que mujeres o cuerpos transexuales, travestis, transformistas o intersexuales, así como homosexuales, crossdressers, o marimachos producen el efecto de masculinidad como capacidad dinamitadora de las certezas del género —antecedentes destacables del Drag King show contemporáneo—. Por el otro, leeremos tanto la masculinidad hegemónica, como sus modelos excepcionales a partir de una tecnología crítica que le suba el volumen a su teatralización, su condición prostética y cosmética, su masculinidad espectacular desvinculada del control del hombre y de su exclusiva administración. De Eleno/Elena de Céspedes, cirujano español del siglo XVI que desde joven decidió asumir su compleja identidad de género públicamente, a Chavela Vargas, una de las máximas exponentes del bolero ranchero mexicano, cuya masculina voz se convirtió en un icono nacional.

Nuestro libro indaga en la enorme flexibilidad que establece la masculinidad, su definición como Open Access, y las paradójicas categorías que pueblan tanto el siglo XIX como el siglo XX. Drag Kings… le presta especial atención a aquellas figuras que les han dado cuerpo a los mitos masculinos y las escenas homosociales (Sedgwick) —del intelectual latinoamericano a la pelea de gallos—, así como a sus reversos, parodias y revisiones —del cine de autor a la cultura lowriderxicanx—.[21] A su vez, complicamos nuestra investigación al incorporar una revisión interseccional de masculinidades en falla y en falta. Por ejemplo, el trabajo del artista latinx rafa esparza, el cual usualmente propone conexiones entre migrantes o indocumentados con sujetos queers, repiensa la supremacía del cuerpo y asume una masculinidad espectacular que relaciona las huellas dejadas en los gay cruising spots de Elysian Park, lugares de encuentros clandestinos de la comunidad gay, con las de los inmigrantes y trabajadores latinos cerca de centros de prisión o del LA River. En 2015, su performance Red Summer consistió en un recorrido cerca del campo de tiro de la Academia de Policía con una diana hecha de lentejuelas colocada en su espalda. Durante doce horas, cada vez que oía un disparo en Elysian Valley, rafa esparza se tiraba al suelo.
Toda la reflexión crítica que proponemos no solo intenta discutir las certezas del género, sino también poner en escena un juego de desidentificaciones que, pese a las nuevas presiones, tácticas y algoritmos del binarismo de género, imposibilite localizar los originales del sexo y del género: es decir, que inscriba espacios de autonomía material tras una deconstrucción de la formulación de género. De la misma manera, nos interesa proponer una recomposición de Latinoamérica que incorpore el trabajo de críticos, activistas, artistas y voces de las poblaciones latinas/hispanas en Estados Unidos, como continuidad o interrupción de los debates propios de Latinx América y el Caribe. Por ejemplo, a diferencia de lo que ocurre con el difundido trabajo de Ana Mendieta, la obra de la artista latina Laura Aguilar —quien documenta con su trabajo fotográfico la comunidad lesbiana del este de Los Ángeles en los noventa—, ha sido totalmente ignorada en los estudios cuir en Latinx América. Incluso, pese a su reciente visibilidad, continúa ausente de los marcos de referencia regionales.[22]
Una vez más, nuestro proyecto parte de estas masculinidades prostéticas y cosméticas para pensar las espectaculares operaciones de las masculinidades en el contexto de lo que nombramos como Latinx América. Si bien la figura de la drag queen y sus parientes cercanas han sido ampliamente discutidas en nuestra región —de El lugar sin límites de José Donoso, a El beso de la mujer araña de Manuel Puig—, las personificaciones de la masculinidad y la figura del drag king han sido omitidas de la reflexión crítica y la imaginación ficcional latinoamericanas. En este sentido, nuestro libro encuentra que, pese al machismo y caballerismo con el que han sido pensadas las producciones culturales masculinas y la masculinidad latinoamericana, tanto las mujeres y sus personificaciones masculinas, como las disidencias sexuales paradójicamente han tenido un acceso privilegiado a la masculinidad hegemónica. Por lo tanto, estudiar las masculinidades espectaculares, es decir, aquellas figuras discordantes y contestatarias, muchas de las cuales han ocupado espacios centrales cultural y mediáticamente —como es el caso del cantante mexicano Juan Gabriel (Fig. 2)—, no solo hace más legibles el concepto de masculinidad y sus operaciones naturalizadoras, sino que principalmente da cuenta de las fallas estructurales que han gestado y fundado el entramado de la masculinidad.

Fig. 2. Juan Gabriel. Carátula del disco El México que se nos fue, 1995. Bertelsmann de México, S.A. de C.V.
De los encuentros
Cuando comenzamos este proyecto en 2019, nos propusimos mirar hacia atrás para desenterrar esas figuras que incomodaban y, como ya decíamos, amenazaban el statu quo de la masculinidad. También, para entender cómo algunas otras habían navegado con cierta comodidad —como, por ejemplo, una vez más el caso del cantautor mexicano Juan Gabriel—, los mares más preciados de la masculinidad vernácula. En cierto sentido, nos interesaba recordar su condición de cuerpos perturbadores, instigadores de cortocircuitos en los sistemas de control del género, más allá de las lecturas que los veían como alegorías de una melancolía heterosexual.[23] Sin embargo, este tiempo ha estado marcado por una radicalización de estos nuevos ordenamientos y cruentas críticas y reacciones en contra del avance de nuestra arqueología del género.
La elección de Donald Trump en Estados Unidos a fines de 2016 —y su reelección en 2024—, y la de líderes latinoamericanos como Jair Bolsonaro en Brasil (2019-2022), y Javier Milei en la Argentina (2023), así como la continuación de proyectos de masculinidad hegemónica como los de Nicolás Maduro en Venezuela, Nayib Bukele en El Salvador y Daniel Ortega en Nicaragua, han desplegado el retorno de antiguas y restrictivas certezas del género como confirmación de que la historia no es, para nada, progresiva. De igual manera, el fortalecimiento de conceptos como el de ideología de género y la demonización del lenguaje inclusivo, entre otros, han marcado la agenda neoconservadora de la región. Estados Unidos, por su parte, ha vivido una ola de censura y criminalización de publicaciones y experiencias relacionadas con la transexualidad y la experiencia drag.
Pero ¿por qué temerle de nuevo a la teoría de género? o, como bien discute el libro de Judith Butler, Who’s Afraid of Gender? [24], ¿quiénes le temen a la nueva inscripción del género y, para precisar más aún, a la noción expandida de masculinidad? No en vano, Judith Butler fue confusamente repudiada tras su presentación en Brasil. En 2017, durante una visita a San Pablo, Butler fue objeto de protestas mientras participaba en un congreso sobre el futuro de la democracia. Manifestantes quemaron una efigie de una bruja con el rostro de Butler frente al centro cultural SESC-Pompeia; y, en el aeropuerto de San Pablo fue confrontadx por un grupo que lx acusó de ser pedófilx.[25] Estos eventos formaban parte de una campaña contra lo que los manifestantes llamaban ideología de género, un término utilizado por grupos conservadores para demonizar sus teorías sobre el género y la sexualidad.[26]

Fig. 3. Afiche del simposio Drag Kings: An Archeology of Spectacular Masculinities in Latino América que tuvo lugar en la Universidad de Princeton, 2019. Diseño de Walther Sorg.
Por esta razón, desde que celebramos nuestro primer encuentro en la Universidad de Princeton, los días 11 y 12 de abril de 2019 (Fig. 3), seguido de presentaciones en dos congresos de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), realizados en Boston (mayo de 2019) y Bogotá (junio de 2024), el proyecto ha crecido y se ha expandido considerablemente. Este libro es el resultado de nuestros varios simposios, cursos, paneles, talleres y discusiones, sobre todo de la circulación de cuerpos e ideas, muchas de ellas de manera virtual —ya que parte de Drag Kings se desarrolló durante la pandemia del covid-19—; es decir, el desarrollo de un grupo de trabajo que ha visto pasar ante sus ojos los acelerados cambios de toda una época.
Hemos dividido nuestro libro en seis secciones, que por supuesto dialogan entre sí y más allá de ellas.
Dragamatologías
Nuestra primera sección echa mano de la categoría propuesta por el intelectual y escritor argentino Daniel Link, «dragamatología», la cual demuestra cómo los gestos, actuaciones y vestuarios que desafían las normas de género pueden también ser entendidos como prácticas significativas que revelan y cuestionan las dinámicas de poder dentro de las culturas y sociedades. En todos los casos el término no solo enmarca estos actos como meras representaciones teatrales o estéticas, sino también como intervenciones capaces de remodelar la comprensión de la performatividad, situándola como una estrategia crucial en la lucha por la visibilidad, la representación y la equidad. La riqueza del artículo de Link se produce tras argumentar una arqueología de lo que el autor llama gestos ritualizados masculinos, los cuales pueden ser entendidos como patrones de reconocimiento, pero también como políticas de subversión y resignificación. A partir de casos históricos y contemporáneos, de la monja alférez a intérpretes como Cecilia Bartoli y Azucena Maizani, Link ilustra cómo los gestos ritualizados masculinos se han operativizado para desafiar y transformar las expectativas de la masculinidad hegemónica. Por lo tanto, como afirma el artículo, el gesto dragamatológico descontinúa «la falsa alternativa entre fines y medios que paraliza la moral y presenta unos medios que, como tales, se sustraen al ámbito de la medialidad, sin convertirse por ello en fines». Esta sección continúa con el artículo de Licia Fiol-Matta, quien plantea una discusión sobre la voz de la cantante mexicana Chavela Vargas y lo que Vargas misma propuso como masculina voz. Fiol-Matta aborda cuatro interpretaciones de su primer y poco analizado personaje artístico y demuestra cómo Vargas intervino los modos cismasculinos para vocalizar su deseo a partir de un inusitado control de arreglos, técnicas vocales, elección de repertorio y alineación ominosa con los géneros musicales de la época. El artículo sostiene que Chavela Vargas conspiró contra la estandarización de género con grabaciones que desenmascaraban los modelos musicales de la masculinidad hegemónica. La cantante revisó géneros musicales como el bolero y la ranchera para así ejecutar «una variante de su propia masculinidad autobiográfica, atrevidamente libre de gran parte de los mandatos en torno a la feminidad musical. Los intervino directamente, desde lo queer». Su voz masculina no se pretendía mímesis del macho herido mexicano o del macho político latinoamericano, sino que rechazaba, concluye Fiol-Matta, el «mujerismo» de la música mexicana a la vez que transformaba algunos de sus signos con una forma inesperada de cantar.
Esta sección culmina con el artículo de Cecilia Fajardo-Hill, «Performar el cuerpo marrón», el cual se centra en un grupo de artistas chicanxs cuyos trabajos desafían la heteronormatividad masculina blanca hegemónica, las nociones fijas de raza y clase y las ideas canónicas de buen gusto en la práctica artística de la contemporaneidad. Fajardo-Hill revisa la obra de varios artistas, entre ellxs: la de Judy Baca, quien en una pieza como Vanity Table, incorpora el estilo pachuca de la década de 1940; Pattsi Valdez, quien confronta nociones estereotipadas de vulgaridad asociadas con las chicanas y propone acciones de glamur queer colectivo; Laura Aguilar, quien con sus series fotográficas retrata a las latinas lesbianas chicanas, desafiando al cuerpo cristiano y sagrado de la mujer y visibilizando cuerpos marrones marginados; Nao Bustamante, cuyo trabajo se inspira en el cineasta queer Jack Smith, para ejecutar una exploración surrealista del glamur, la raza y la sexualidad, a través de la compleja personificación de la musa de Smith, María Montez; rafa esparza y Sebastián Hernández, quienes al plantear la personificación tanto del famoso lowrider Gipsy Rose, como de Cyclona, parodian y subvierten la masculinidad chicana asociada con la cultura lowrider. “Performar el cuerpo marrón”, finalmente, expone cómo ciertos artistas chicanxs desbordan las etiquetas de género disponibles, como la de gay o lesbiana, enmarcadas en un contexto social que es a la vez clasista y racista y que expulsa sus cuerpos marrones de las esferas públicas y afectivas que legítimamente ocupan.
Arqueologías
En conjunto, esta sección no solo revela las complejas maneras en que las identidades de género han sido históricamente moldeadas y remodeladas, sino que también ofrece una visión de cómo se ha utilizado la performance de género, como resistencia o, tal como Rita Segato ha propuesto, reexistencia [27], y afirmación dentro de estructuras de poder restrictivas. La categoría “Arqueologías” enfatiza la continua reinterpretación de la historia del género y la sexualidad. Esta sección comienza con el artículo de Sophia Blea Núñez, el cual se aproxima al caso de Elena/o de Céspedes, quien en 1587 fue acusado de sodomía, bigamia, «sentir mal del sacramento del matrimonio» y tener un pacto con el diablo. En su defensa, Céspedes aseguró que era hermafrodita. No obstante, de acuerdo con Núñez, los exámenes físicos discreparon y fue sentenciado a doscientos azotes y diez años de trabajo en ropa femenina. Su caso llegó a ser tal espectáculo, al que acudía tanta gente, que interrumpió el funcionamiento del hospital. El artículo analiza la escritura del cuerpo de y sobre Céspedes en el proceso de 1587; es decir, cómo Céspedes intenta forjarse un espacio neutro, natural y lícito haciendo referencia al discurso médico; cómo las intersecciones de raza, esclavitud y religión generan sospechas adicionales sobre Céspedes y cómo su cuerpo se construye como lugar de verdad, engaño y transformación. Tras rechazar las explicaciones médicas de Céspedes y negar que los cambios corporales justificaran sus acciones, los inquisidores sin embargo sugirieron, afirma la investigación de Núñez, que el comportamiento, la ropa y la astucia eran suficientes para pasar por hombre, aunque no para convertirse en hombre. Por último, el artículo destaca las grietas presentes en el género normativo, las cuales revelan la capacidad de Céspedes de existir en un complejo entrelugar. El caso de Céspedes, finaliza Núñez, confirma las dificultades de leer y escribir los cuerpos ambiguos, en especial aquellos claramente atravesados por la religión y la raza.
A este ensayo le sigue el relato de la escritora Gabriela Cabezón Cámara, quien se centra en la historia de la monja alférez. A fines del siglo XVI, una niña vasca es sustraída del mercado matrimonial e ingresada en un convento. A sus quince años, se cose un traje de varón y huye. La historia aborda cómo debe hacerse hombre sin haber conocido a prácticamente ninguno. Ejecuta tal transformación en España y en las colonias del Nuevo Mundo; se hace varón en el cruento marco de la Conquista. Cabezón Cámara, como leemos en su novela Las niñas del naranjel, discute las complejas paradojas del imperativo de género, así como la relevancia del género para los nuevos materialismos, los cuales ponen en crisis la separación entre los llamados tres reinos: «Te he obedecido siempre sin haber hecho nunca lo que vos querías. O hice lo que vos querías sin haberte obedecido nunca».
La escritora Diamela Eltit revisita el caso del coronel Amelio Robles y analiza la interacción entre moda, identidad de género y poder social. Con «Las batallas del coronel Robles», Eltit se aproxima a un cuerpo que pese a ser asignado como mujer adopta una identidad masculina durante la Revolución mexicana y discute cómo a través del cuerpo normado «el mandato social dispone de un territorio privilegiado para ensayar la eficacia o la dificultad de un sistema de poder». La moda se entiende como la fantasía del sueño utópico de cualquier descentramiento y, como construcción del molde del cuerpo seriado y generizado, se gesta en la paradoja propia de la prenda de vestir: cubre y descubre una anatomía que, tras vestirla, la desviste. El artículo analiza la fotografía etiquetada como «El coronel Robles y su mujer» para plantear que lo que tal fotografía documenta es el deseo del coronel Robles como «cuerpo voluntariamente rehecho para el poder», cuyo «campo de significaciones atraviesa las fronteras y al vestirse lo que realmen- te viste es su repudio a su deprimida organización sexual». Tal estrategia, concluye Eltit, le da acceso al rango de mito, haciéndole partícipe del «mito supremo de la masculinidad»; es decir, al darle acceso a sus códigos sagrados. B. Christine Arce, por su parte, se embarca en la odisea de la imagen fotográfica de la coronela Carmen Robles, zapatista de Guerrero, y la confusión que se produce, por ejemplo, con el coronel transgénero Amelio Robles —ya abordado por el artículo de Diamela Eltit—, quien, de acuerdo con Arce, interviene de manera relevante en la (des)identificación de la coronela Robles. Ambos, Carmen y Amelio, desempeñan un papel primordial en la corporalización de formas alternativas de ejercer una identidad revolucionaria en las primeras décadas del siglo XX mexicano. El artículo, entonces, da cuenta de la cantidad de errores que se producen en la identificación de la coronela y de cómo estos errores generan consecuencias en las maneras en que se describe, percibe y generiza tal cuerpo. El artículo concluye que el itinerario de estas fotografías produce un contradiscurso que revive «las posibilidades de las mujeres afro/insurgentes, de las distintas formas de hombría femenina, los hombres trans, las mujeres/hombres valientes en México que han intervenido al estar siendo en la historia con resistencia e insurgencia, pero que quedaron sepultadas en espera de investigaciones que se comprometieran con, permítanme la metáfora, trabajos arqueológicos de y en el archivo visual”.
Machos
El ensayo de Graciela Montaldo, «Teoría crítica: performance de la masculinidad en América Latina”, explora la construcción de la masculinidad a través de la crítica literaria y la teoría de los años sesenta. La reflexión se inicia proponiendo cómo un grupo de escritores y críticos discutió el pensamiento regional para que diera cuenta de las complejidades de Latinx América. Ángel Rama, Julio Cortázar y David Viñas cuestionaron la hegemonía del discurso teórico europeo y norteamericano para sentar las bases de un pensamiento construido a partir de problemas y categorías propias de la región. Montaldo afirma que precisamente tal intento fracasará por su insistencia en declarar a la masculinidad blanca como género neutro, impidiendo el ingreso de otras sensibilidades. Por lo tanto, aunque los críticos de la época buscaban desafiar las hegemonías occidentales, su insistencia en una masculinidad normativa, enfática en sus poses intelectuales, limitó la posibilidad de una verdadera crítica emancipadora gestada desde Latinoamérica. La teoría latinoamericana, entonces, se edificó como un hábitat masculino impenetrable, que invisibilizó tanto a las mujeres como a otras formas de resistencia cultural: «Frente a una literatura sin atributos, la literatura que lleva al compromiso (una expresión central en la época), a la acción frente a un mundo que no llena las expectativas de los jóvenes, tendrá todas las características de lo masculino».
Por su parte, Thomas Matusiak indaga en la performance de género del autor cinematográfico, centrándose en la cineasta argentina Lucrecia Martel. A partir de un análisis de la película Años luz, de Manuel Abramovich, especie de detrás de cámaras del filme Zama, el artículo confirma que Martel escenifica de manera irónica muchos de los estereotipos asociados con los grandes autores cinematográficos citando críticamente una genealogía autoral para desmontarla. La performance de una masculinidad espectacular por parte de Martel lleva tal tradición hasta sus últimas consecuencias: «Al retratar la construcción del artificio de la pose autorial, Abramovich busca exponer cómo Martel navega los códigos de género que la institución del cine arte impone al privilegiar la tradición masculinista del autor». Para la cineasta, concluye el artículo, la pose cinematográfica y el drag resultan fundamentales para gestar una nueva política del autor cinematográfico que, en vez de rechazar el modelo patriarcal, lo simula para entonces deconstruirlo. Aunque se inscribe en un contexto masculinista que valora la violencia y la dominación por encima de la cooperación, finaliza, «La pose cinematográfica: Lucrecia Martel y la performance de la autoría masculina», la cineasta argentina se propone desprogramar tal linaje con la intención de soñar con nuevos futuros autorales.
En «Pelea de gallos: arqueología de la masculinidad animal», Gina Saraceni examina cómo las peleas de gallos en Latinx América funcionan como un ritual que permite performar masculinidad, revelando tanto sus normas hegemónicas como sus contradicciones. El artículo insiste en que la pelea de gallos sirve como metáfora de la formación masculina, en un contexto sociocultural donde el combate entre animales refleja la competencia y rivalidad entre los hombres. Este ritual no solo encarna violencia, sino también involucra a los espectadores quienes, mediante sus apuestas y participación, son parte activa de la performance de esta masculinidad: «La gallera puede pensarse como un sensorio de la masculinidad latinoamericana; una escena dramática donde el hombre reproduce un guion fundado en sentimientos como la rivalidad, el riesgo, el honor, el prestigio». Saraceni plantea que la pelea de gallos puede entenderse como una «educación sentimental» que refuerza valores como el honor, el prestigio y el riesgo, componentes esenciales de la identidad masculina hegemónica. El artículo ofrece ejemplos literarios que ilustran cómo el gallo ha sido representado en la literatura latinoamericana. En algunas de esas historias, el gallo simboliza la virilidad, el honor y la venganza, a menudo asociando el combate entre animales con conflictos familiares o nacionales. Saraceni, sin embargo, insiste en el trabajo de poetas como Igor Barreto y Eugenio Montejo, o artistas como Clemencia Echeverri Mejía y Ana Mendieta, para proponer maneras alternativas de abordar el gallo, las cuales desafían la imagen tradicional de violencia y dominación. El gallo se presenta como un símbolo de belleza y canto, y su participación en la poesía y en las artes visuales ofrece una oportunidad para reconsiderar la relación entre el hombre y el animal y la activación de nuevos códigos posthumanistas.
El artículo de Saraceni finaliza esta sección de nuestro libro afirmando que las intervenciones literarias y artísticas contemporáneas permiten desestabilizar la hegemonía, tras abrir un espacio para la revisión de estas nuevas masculinidades desafiantes.
Marimachas
Esta sección comienza con el artículo «Arturo el ‘impostor’: un archivo a contrapelo de galera y gabán», de Andrés Mendieta, quien explora la historia de Arturo de Aragón, una figura transmasculina de la Argentina de principios del siglo XX. Mendieta investiga cómo los medios y la sociedad etiquetaron a personas como Arturo de mujeres-hombres o casos de impostura de sexo, que reflejaba un enfoque cisexista y falsificador el cual deslegitimaba sistemáticamente las identidades trans*. El ensayo destaca la importancia de reevaluar estas narrativas a través de un análisis crítico y respetuoso de las autopercepciones de género, más allá de las interpretaciones patologizantes y criminalizadoras tradicionales. Revisar estos casos permite recuperar experiencias individuales; pero, sobre todo, nos recuerda que el cuestionamiento sobre la experiencia, la representación y el significado del género eran tan relevantes a principios de siglo tal cual lo son hoy día.
A partir de artículos de periódicos, anuncios publicitarios y programas educativos, con «Marimachas en movimiento», Nathalie Bouzaglo analiza diversos relatos y debates sobre la participación y exclusión a finales del siglo XIX y principios del XX de las mujeres latinoamericanas en el deporte. La deportista, recurrentemente etiquetada como marimacha, desafía los ideales de la feminidad tradicional al experimentar con nuevas formas de expresión corporal, estilos de vestimenta y sensibilidades. El artículo pone en evidencia el complejo repudio que experimenta la marimacha: las mujeres masculinas aparecen compulsivamente y, pese a la invitación a encorsetarlas, limitarlas y moderarlas, irrumpen con fuerza en espacios de importante inteligibilidad del entresiglo. Los actos de resistencia de las mujeres atletas ofrecen una oportunidad crítica para repensar las normativas de género y abrir nuevas vías para el reconocimiento y la expresión de políticas de identidades alternativas asociadas con la masculinidad: «Las elusivas identidades o representaciones liminales de las deportistas/ marimachas son clave […] en la medida en que despliegan distintas configuraciones del cuerpo […] sobre las construcciones del género y sexualidad y, en especial, de las identidades trans».
Titulado «Espectáculos ojivales del género: teratologías marimachas y cultura impresa en el México finisecular», el ensayo de Carlos G. Halaburda aborda la percepción y representación de las marimachos en el México de finales del siglo XIX y principios del XX. Explora cómo la cultura impresa retrataba a estas mujeres de manera sensacionalista y monstruosa, a menudo vinculándolas con conceptos de degeneración y perversión. A través de un análisis detallado de diversos casos y eventos, de redadas policiales a crónicas periodísticas, Halaburda revela las maneras en que estas transgresoras mujeres eran tanto estigmatizadas como invisibilizadas del discurso público. El estudio también discute la respuesta social y los discursos medicolegales que buscaban marginar y patologizar a las figuras que no cumplían con los roles de género asignados. Simultáneamente estas figuras exploraban la emergencia de identidades de género más fluidas y la resistencia contra las normativas heterosexuales dominantes de la sociedad mexicana de la época. Halaburda afirma, citando a Paul B. Preciado, que la marimacho antecede al hombre, es decir, al no ser ni copia ni original, «el sexo y el género son prótesis, invención y reinvención».
El artículo «Mujeres con bigote: masculinidades, género y la Guerra de la Triple Alianza en la ficción de Joaquim Manuel de Macedo» examina cómo la Guerra de la Triple Alianza y el contexto del siglo XIX brasileño reconfiguraron las representaciones de género y masculinidad. Braga-Pinto parte de la pregunta: «¿Por qué tantas mujeres, sin dejar de ser mujeres, se disfrazan de hombre y por qué tan pocos hombres, sin dejar de ser hombres, se disfrazan de mujer?». El artículo echa mano a los conceptos de doncella guerrera y masculinidad femenina con el fin de analizar figuras como Jovita Alves Feitosa, una mujer que se disfrazó de hombre para unirse al ejército. El artículo argumenta que el travestismo o travestimiento en la literatura no solo pone en cuestión las categorías tradicionales de género, sino que también refleja tensiones sociales sobre la guerra, el patriotismo y el honor. Braga-Pinto se centra en el lado conservador de estas representaciones y afirma que las mismas «tuvieron un propósito civilizador que imaginaba la transformación de las fuerzas armadas y, en última instancia, la desaparición del monarca y el surgimiento del republicanismo». Es decir, eran del todo emancipatorias.
El artículo de Sylvia Molloy, «Las ladies de Colette. Teresa de la Parra y el lesbianismo de resistencia”, ofrece una lectura de la novelista e intelectual pública venezolana Teresa de la Parra que repiensa la excesiva feminización de la escritora por parte de la tradición crítica. Molloy retoma aspectos de la vida y obra de la escritora silenciados por parte de críticos y familiares al tratarse de rasgos incómodos de su vida personal y sexualidad, en especial sobre su relación con la antropóloga y escritora cubana Lydia Cabrera. El artículo revela un «lesbianismo de resistencia» en la obra de la novelista, un rechazo a la heterosexualidad normativa y una afirmación de independencia frente a las normas sociales de su época. Para Molloy, el exilio de Teresa de la Parra no constituye una mera circunstancia azarosa, es por el contrario un acto político que le permitió imaginar una zona alternativa en la que las mujeres cobraban agencia. Al centrarse en mundos anacrónicos como espacios bucólicos del siglo XIX o del claustro colonial, De la Parra construye un refugio simbólico que, aunque nostálgico o conservador, se resiste ante la heterosexualidad obligatoria y se aleja de aquella modernidad latinoamericana que excluía a las mujeres y sus sexualidades divergentes. Molloy cierra esta sección subrayando la importancia de restituir las memorias de figuras como Teresa de la Parra, Lydia Cabrera y Gabriela Mistral, y reconocer sus elecciones como formas de resistencia ante las imposiciones de género y sexualidad de su tiempo.
Maricones & maricuecas
Luis Pérez-Oramas escribe una crónica que destaca las relaciones afectivas y estéticas entre el dramaturgo Isaac Chocrón, el artista Roberto Obregón y el fotógrafo Luis Salmerón. Con «Trilogía para una rosa enferma: Isaac Chocrón, Luis Salmerón y Roberto Obregón», Pérez-Oramas acude al diario inédito de Isaac Chocrón para reconstruir la historia de amor entre el dramaturgo y el fotógrafo, y las maneras como la historia interactúa con la paralela desconstrucción de «la literalidad atemporal de la máquina estética moderna» gestada por la obra de Roberto Obregón. El artículo se centra en un procedimiento fundamental del trabajo plástico del artista: la disección de la rosa. Con tal repertorio femenino y antimonumental «Roberto Obregón emprendió el desmontaje de los prodigios mesiánicos del cinetismo, y con ello, necesariamente, también el desmontaje político de su hipnotizante mudez de macho». La rosa enferma, obra de Obregón y La Revolución, pieza teatral de Chocrón, serán entonces vehículos que unirán a los tres protagonistas de este ensayo de Pérez-Oramas y su radical desprogramación de la masculinidad, así como su reflexión sobre el naufragio irrevocable de todo un país.
«Mário Peixoto, los diarios y los amigos» examina la vida intelectual y afectiva de Mário Peixoto a través de sus diarios inéditos y testimonios de personas cercanas. Denilson Lopes investiga las redes afectivas de Peixoto en Río de Janeiro y destaca su participación en círculos intelectuales que compartían una sensibilidad cosmopolita y moderna. Peixoto, conocido por su película Límite (1931), se mantuvo al margen de los debates ideológicos de su tiempo y no se adhirió a posiciones políticas o religiosas. Pese a ser leído como una figura aislada, Lopes argumenta que tal aislamiento fue relativo, y más bien reflexiona sobre la relevancia del afecto y el homoerotismo en la vida de Peixoto, especialmente sobre la amistad que lo unió con Octavio de Faria, su interlocutor más cercano, pero también con el músico Brutus Pedreira. Lopes sugiere que los lazos homosociales y homoeróticos fueron centrales en la formulación de una nueva masculinidad. El ensayo enfatiza en relativizar la imagen de Peixoto como un intelectual aislado y resaltar cómo sus relaciones afectivas y amistades moldearon su trayectoria, alejándolo del entorno familiar tradicional y ofreciendo un novel espacio de protección emocional e intelectual.
El artículo de Juan Pablo Sutherland, «Injuria y performatividad hiperbólica en Pedro Lemebel», discute la performance de subjetividades homosexuales sudacas en la obra del artista e intelectual público chileno Pedro Lemebel. En especial, el autor subraya la condición hiperbólica de la lengua y el cuerpo presentes en el neobarroco y se refiere a la poética de nombrar como fundamental para el carácter performativo de esta escritura. Aquí el artículo localiza «una rearticulación de la esfera que queda excluida de la definición de sujeto», aquello que Kristeva y Butler[28] caracterizan como lo abyecto; así como otras zonas emblemáticas de memoria. La poética de la injuria se revelaría, entonces, como exceso y artificio que convierten a la enunciación en una hipérbole de identidad. El artículo finaliza con la afirmación de que al hacerse otro, tal sujeto coliza halla en su caricaturización, su compleja e injuriosa identidad.
Para finalizar esta sección, el artículo de Javier Guerrero, «Incógnita genital: Carlos Leppe/Nelly Richard y la nueva programación del sexo», indaga en las complejas materializaciones del género y la sexualidad producidas en la neovanguardia chilena (1974-1989), a partir del trabajo del performer y artista visual Carlos Leppe, en estrecha colaboración con la crítica Nelly Richard. Guerrero propone cómo para Leppe la masculinidad se torna un signo perdido y en ruinas, un residuo evanescente al que solo puede acercarse paradójicamente como estructura travestida. Con especial atención, el artículo plantea las maneras en las que Leppe sustituye una cadena de figuras marcadas en términos históricos como masculinas por cuerpos femeninos o feminizados que paradójicamente se resisten a develar su código genital con el fin de complicar el binarismo de género, así como la existencia de los originales del sexo. Es decir, Leppe no solo produce una nueva estética pasional, al intervenir una de sus principales superficies de trabajo —el Cristianismo—, sino que altera la masculinidad fundante para sustituirla por un cuerpo de apariencia femenino a cuyo sexo resulta imposible acceder. No obstante, y este es uno de los alcances críticos de la propuesta de Guerrero, la localización del problema central de la obra de Leppe se gesta en el encuentro entre Nelly Richard y Carlos Leppe. En este intercambio estético-crítico se cimentarán las bases para la operación del que considera el centro gravitacional del trabajo de Leppe. El cuerpo de la mujer, en específico el de la madre de Leppe, se tornará en cuerpo que sustituye el signo central del binarismo de género para exponer en su bisexualidad[29] o, incluso diría, en su condición intersexual, la imposibilidad de develar su incógnita genital.
Sobrevida
El libro culmina con una entrevista realizada a la escritora y crítica Sylvia Molloy, participante de este proyecto, quien falleció el 14 de julio de 2022. Maestra, amiga, escritora, teórica y pensadora inolvidable, su radical reinvención del entresiglo latinoamericano ha gestado una importante huella en la escena crítica del género y la sexualidad latinoamericanas del presente. La intervención crítica de Sylvia Molloy desafió con radicalidad la maquinaria crítica e interrumpió de manera decisiva en su sistema circulatorio; en cierto sentido, tanto su trabajo crítico y poético, como su masculino cuerpo fraguaron otro fin de siglo, uno mucho más lujurioso y trasvestido.[30] Con «Frida es una precursora. Sylvia Molloy en acto de presencia», nuestra entrevista discutió las estrategias de lectura que Molloy propuso a lo largo de toda su obra, así como su poética ficcional pero también su vida. Sylvia cierra este volumen con contundencia y, sobre todo, en acto de presencia.
Nuevas programaciones del sexo
En su libro Dysphoria Mundi, Paul B. Preciado diseña el término de régimen petrosexorracial para dar cuenta del conjunto de tecnologías de gobierno y representación que comienzan en Europa en el siglo XVI a partir de la intervención colonial y de tecnologías raciales y sexuales y se expanden al resto del globo, sostenido por un modo de producción que depende de la combustión de energías fósiles altamente contaminantes y destructivas.[31] El filósofo afirma que lejos de haberse descontinuado, se trata de un régimen reproductor de epistemologías, tecnologías de poder, técnicas de cuerpo, regímenes de representación, discursos y aparatos de verificación que plenamente operan en nuestro presente.[32]. La virilidad y el carbón dominan nuestra época[33]; la masculinidad moderna no está más compuesta de testosterona, sino de petróleo y pólvora.[34] Pese a su pesimismo filosófico, Preciado da cuenta de los cuerpos que se resisten a ser dominados por el poder petrosexorracial; y, por lo tanto, a ser convertidos en mercancía.[35] En este sentido, su novel búsqueda radica en «entender aquellas condiciones que son descritas como disfóricas no como patologías psiquiátricas sino como formas de vida que anuncian un nuevo régimen de saber y un nuevo orden político-visual desde el que pensar la transición planetaria».[36] Porque, a fin de cuentas, la dys-phoria mundi sería desfase, falla, colisión entre el viejo régimen petrosexorracial y uno nuevo, aún balbuceante, gestado en actos de crítica y desobediencia política.[37] Preciado afirma que no somos meros testigos de una época, sino cuerpos en mutación. Es decir, la pregunta dejó de ser quiénes somos, para ahora asentarse en qué nos vamos a convertir.[38]
Esta idea de Paul B. Preciado coincide con nuestra lectura de la masculinidad y los actos críticos que ensayamos en este libro. Más que nunca, pero inscrito en un largo trayecto histórico-crítico, el cuerpo es nuestro primer dispositivo político; de él dependen el futuro y la supervivencia del planeta y de todas sus escrituras. Como señalan Jack Halberstam y Del Lagrace Volcano, la escena drag king se expande continuamente y produce nuevos estallidos en la masculinidad que ya no se limita a exponer los llamados deseos o géneros anómalos, sino que se deleita en lo que ya resulta perverso de la norma. El drag king da cuenta de los caprichos de la masculinidad hegemónica, su propio conjunto de peculiaridades, lo cual permitiría nombrarlo como efecto drag y sacarlo fuera de escena para entonces activarlo como estrategia que reestructure nuestra vida cotidiana.[39]
Este libro es un reservorio de tales estallidos: de los que suceden a diario en nuestros actos críticos/personales pero muy especialmente de aquellos que acontecen en el corazón de nuestra práctica escritural. A fin de cuentas, Drag Kings. Arqueología crítica de masculinidades espectaculares en Latinx América discute un porvenir en plena explosión.
Larga vida al drag king.
Sevilla, julio de 2024
©Trópico Absoluto
Notas
1. Judith Butler, Bodies that Matter: On the Discursive Limits of Sex (Londres: Routledge, 1993), 24. Jack 2. Halberstam, Female Masculinity (Durham: Duke University Press, 1998), 9-10.
3. De ahora en adelante, hemos decidido usar el masculino para ocupar el género y producir un efecto okupa en la elocución universalizante propia de la masculinidad.
4. Paul B. Preciado, Testo yonqui (Madrid: Espasa Calpe, 2008).
5. Paul B. Preciado, Dysphoria Mundi (Barcelona: Anagrama, 2022).
6. Preciado, Dysphoria Mundi, 15-16.
7. José Esteban Muñoz, Cruising Utopia: The Then and the There of Queer Futurity (Nueva York & Londres: New York University Press, 2009), 185.
8. Muñoz, Cruising Utopia, 185, 189.
9. Javier Guerrero, Escribir después de morir (Santiago: Metales Pesados, 2022), 19.
10. José Esteban Muñoz, Disidentifications (Minnesota: University of Minnesota Press, 2013), 9.
11. Kimberle Crenshaw, On Intersectionality: Essential Writings (Nueva York: New Press, 2017).
12. Marcia Ochoa, Queen for a Day: Transformistas, Beauty Queens, and the Performance of Femininity in Venezuela (Durham: Duke University Press, 2014), 302-305.
13. Rita Segato, «La invención de la naturaleza: familia, sexo y género en la tradición religiosa afrobrasileña», Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos (Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2003).
14. Segato, «La invención de la naturaleza», 209.
15. Segato, «La invención de la naturaleza», 218
16. Segato, «La invención de la naturaleza», 218.
17. Eve Kosofsky Sedgwick, Between Men: English Literature and Male Homosocial Desire (Nueva York: Columbia University Press, 1985) y Epistemology of the Closet (California: University of California Press, 1990), respectivamente.
18. Sylvia Molloy, «La política de la pose», en Josefina Ludmer (comp.), Las culturas de fin de siglo en América Latina (Rosario: Beatriz Viterbo, 1994).
19. Sayak Valencia, Capitalismo gore (Madrid: Melusina, 2010).
20. Roberto Echavarren, Arte andrógino: estilo versus moda en un siglo corto (Montevideo: Brecha, 1997).
21. En su artículo, «The Ongoing Histories of Xican Art», Cecilia Fajardo-Hill hace especial énfasis en la tradición artística de tales comunidades con los automóviles lowrider, las cuales ornamentan los vehículos por dentro y por fuera con una mezcla iconográfica que va de la religión al pop, que incluye héroes políticos y mediáticos como Zapata o Speedy González. Cecilia Fajardo-Hill, «The Ongoing His- tories of Xican Art», en Cecilia Fajardo-Hill et al. (eds.), Xican-A.o.x. Body (Múnich: Hirmer Publishers 2024), 21.
22. Pese a la exposición retrospectiva Laura Aguilar: Show and Tell, en el Vincent Price Art Museum (2017), Aguilar sigue ausente de muchas referencias regionales, lo que resalta una desconexión entre las producciones culturales queer en los Estados Unidos y Latinoamérica, que suelen quedar excluidas de los circuitos dominantes de producción, exhibición y coleccionismo. En su artículo «The Plush View: Makeshift Sexualities and Laura Aguilar’s Forbidden Archives», Macarena Gómez-Barris explora cómo la fotógrafa Laura Aguilar documentó las comunidades queer latinas y chicanas en Los Ángeles durante las décadas de 1980 y 1990, en el contexto del gobierno de Reagan y la crisis del sida. A través de las imágenes tomadas en el bar lésbico Plush Pony, Aguilar crea un archivo visual de estas comunidades marginadas. Gómez-Barris emplea el término plush view para describir una mirada densa y afectiva que captura la provisionalidad de las conexiones queer y visibiliza relaciones dentro de las redes sociales de estas comunidades. Además, como explica Gómez-Barris, Aguilar visibiliza su propio cuerpo y desafía las representaciones normativas de género, sexualidad y raza. Macarena Gómez-Barris, «The Plush View: Makeshift Sexualities and Laura Aguilar’s Forbidden Archives», en Alvarado, Leticia et al. (eds.), Axis Mundo – Queer Networks in Chicano L.A. (Múnich: München Prestel, 2017), 320-331.
23. Butler, Bodies that Matter, 180.
24. Judith Butler, Who’s Afraid of Gender? Nueva York: Knopf Canada, 2024.
25. Richard Miskolci y Pedro Paulo Gomes Pereira, «Who’s Afraid of Judith Butler?: The Moral Crusade against Human Rights’s Brazil», 2018. Disponible en www.scielo.br/j/cpa/a/kVfpkxv4mhpf5X- 6GZpJhLtd/?format=pdf&lang=en
26. Miskolci y Pereira, «Who’s Afraid of Judith Butler?».
27. Rita Segato, Expuesta a la muerte: escritos sobre la pandemia (Santiago: Metales Pesados, 2023), 11.
28. Butler, Bodies that Matter.
29. Hélène Cixous, La risa de la medusa: ensayos sobre la escritura, trad. Myriam Díaz-Diocaret (Barcelona: Anthropos, 1995), 44.
30. Javier Guerrero, “Ansiedad capilar: Sylvia Molloy y el fin de siglo”, Chuy Revista de Estudios Literarios Latinoamericanos, número especial (mayo de 2021), 110.
31. Preciado, Dysphoria Mundi, 40.
32. Preciado, Dysphoria Mundi, 41.
33. Preciado, Dysphoria Mundi, 42.
34. Preciado, Dysphoria Mundi, 46.
35. Preciado, Dysphoria Mundi, 22.
Referencias
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Valencia, Sayak. Capitalismo gore. Madrid: Melusina, 2010.
Nathalie Bouzaglo es profesora asociada en el Departamento de Español y Portugués del Weinberg College de la Universidad de Northwestern. Es doctora en literatura latinoamericana por la Universidad de Nueva York. Se especializa en la literatura latinoamericana de los siglos XIX y XX, los estudios de género y sexualidad, y la teoría queer. Bouzaglo es autora de Ficción adulterada: Pasiones ilícitas del entresiglo venezolano (Premio Fernando Coronil, 2016), obra que examina narrativas de adulterio femenino en producciones culturales de finales del siglo XIX para revelar las contradicciones y complejidades implicadas en la construcción de una cultura nacional. Su investigación también explora las intersecciones entre el modernismo, el plagio y el desarrollo del derecho internacional de autor, así como el legado de Oscar Wilde en el imaginario latinoamericano. Es coeditora junto a Javier Guerrero de Drag Kings: An Archeology of Spectacular Masculinities in Latinx America (Metales Pesados, 2025).
Javier Guerrero es profesor titular del Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Princeton, y director de su programa de postgrado. Guerrero es doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Nueva York y licenciado en Estudios Cinematográficos por la Universidad Central de Venezuela. Su investigación se centra en la intersección entre la cultura visual y la sexualidad en América Latina de los siglos XX y XXI. Su trabajo académico pone el cuerpo en el centro del análisis, explorando de manera profunda las formas inesperadas en que este participa en sus propios procesos materiales, transformándose en ocasiones, al desplegar tecnologías novedosas que desestabilizan la esfera simbólica del sexo. Es autor de: Escribir después de morir. El archivo y el más allá (Metales Pesados, 2022); Tecnologías del cuerpo. Exhibicionismo y visualidad en América Latina (Iberoamericana/Vervuert, 2014); a book on the filmmaker Mauricio Walerstein (FCN, 2002), and the novel Balnearios de Etiopia (Eterna Cadencia, 2010). Ha editado el volumen Relatos enfermos (Conaculta/Literal Publishing, 2015), y coeditado A máquina Pinochet e outros ensaios (Peixe-elétrico, 2016); Excesos de Cuerpo. Relatos de contagio y enfermedad en América Latina (Eterna Cadencia 2009), y junto a Nathalie Bouzaglio Drag Kings. Arqueología crítica de masculinidades espectaculares en Latinx América (Metales pesados, 2025).
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