Los humanos dinamita
¿Quiénes son los humanos dinamita? Seres que buscan dominar y llamar la atención a través de la agresión y la exageración, celebrando la necedad y el miedo. Se presentan como figuras de poder absoluto, despreciando la ciencia, la cultura y la vida ajena, mientras operan con intensidad y teatralidad. Aun así, detrás de su fachada, siguen siendo humanos con dudas, emociones y recuerdos comunes, como cualquier otro.
Hoy pensaba en los humanos dinamita. Son humanos que están constantemente buscando un enemigo, porque tienen poco (o nada) que ofrecer. Y están dispuestos a ir al fondo (a llevarnos al fondo) porque es eso lo que tienen para ofrecerse a sí mismos. Así se divierten, como lo hace el adolescente que tortura a un ratón junto a su pandilla. O a una iguana. Da lo mismo.
El propósito de los humanos dinamita es mostrar su ortopédica superioridad: si tienen a disposición un ejército lo utilizarán. Insisto: los humanos dinamita necesitan fingir que son superiores y que pueden permitirse lo que sea. Son acaparadores de la atención. Son el alma (forzada) de una fiesta desconcertante, donde, como en toda fiesta, habrá humanos disfrutando de esa necedad.
En el mundo de los humanos dinamita el disfrute tiene la forma de la necedad, la cual, lo sabemos, se mide en niveles de insistencia: en el caso de este mundo el nivel es alto, grosero, se diría que obvio. En el mundo de los humanos dinamita la obviedad nunca fue tan violenta; por ende, genera o generará a la larga una respuesta semejante. Los humanos y los medios dinamita acapararán de nuevo la atención: las únicas pérdidas que valdrán serán las de su propio mundo.
Los humanos dinamita consideran cobardes a los que no dañan. En este sentido, son vulgarmente escolares. El disfrute de sus secuaces estudiantes está mediado por el miedo; celebran el castigo a los otros porque temen que este se vuelva contra ellos. Aplican la crueldad preventiva, y de ese modo postergan el fin de su dominio cagón.
Vistos a la distancia, los humanos dinamita parecen androides. Da la impresión de que incluso no comen, no se indigestan, no se bañan o no necesitan dormir. Se muestran como seres dados al sacrificio, con el cuerpo y la mente puestos en una misión extravagante, necesaria, acompañada del entusiasmo de los CEOs, y de un puñado de promesas confusas, como si la Historia empezara con ellos.
Los humanos dedicados al estudio y preservación de la vida para los humanos dinamita son unos perdedores; por eso odian la ciencia y la salud. Los humanos dedicados a buscar y proteger la belleza, los signos de identidad que permiten una mejor comprensión sobre el mundo, para los humanos dinamita son unos perdedores; por eso odian la cultura y la memoria. No quieren otra relevancia que la que ellos mismos producen, aunque esta sea torpe, impopular y/o mórbida. En este sentido, los humanos dinamita operan de un modo contraproducente al capitalismo, porque le apartan a este del camino aquello que podría convertir en mercancía, conocimiento de exportación, industria competitiva… Y es que los humanos dedicados a la producción son unos perdedores para los humanos dinamita, salvo algunas excepciones, relacionadas con su estricta protección personal y la de sus secuaces. En el mundo de los humanos dinamita las fuerzas de seguridad son custodios particulares. Hoy desregulan la tenencia de armas para que en un futuro lo sean los civiles.
A los humanos dinamita les gusta gritar, gruñir, gesticular, como si hubieran estado estreñidos por años… Del mismo modo dan órdenes; lo hacen con la saña del vengador. O del «enviado». Así lo certifica su discurso, el cual leen (o improvisan) como si se tratara de un texto religioso. O de un religioso que hace stand up comedy. En el mundo de los humanos dinamita la realidad se inventa, se distorsiona, se oculta, y sus simpatizantes ya no son individuos que marchan y se manifiestan en las calles contra esto, sino desde sus cuentas (anónimas y no) de redes de Internet en las que aportan a la falsedad del relato. En el mundo de los humanos dinamita el sentido de urbanidad no interesa, como tampoco lo que generen las capacidades humanas. Pueden llevar a la pobreza y la guerra, y dará lo mismo. Lo importante es que el humano dinamita sostenga su coraje, su autenticidad, sus «huevos». Lo importante es que la intensidad del castigo no decaiga.
Últimas consideraciones parciales.
Más allá de su poder transitorio, el humano dinamita es un humano como cualquier otro. Nació en un mundo que medianamente conocemos (o creíamos conocer). Creció en una familia como medianamente las conocemos (o creíamos conocer). Se educó en un sistema que medianamente conocemos (o creíamos conocer). Atravesó algunas dificultades que medianamente conocemos (o creíamos conocer). El humano dinamita tuvo una infancia y una adolescencia y tuvo (tiene) dudas existenciales y tiene padres vivos o muertos. Incluso es capaz de reír y relajarse; incluso es capaz de llorar.
¿Cómo, entonces, se puede desarmar a un humano dinamita? ¿Qué produce esta clase de humanos? ¿Qué nos ha producido?
Oigo el murmullo de los chicos en el patio de la escuela cerca de aquí. Se confunde con el coro de los pájaros del alba.
©Trópico Absoluto
Ricardo Añez Montiel (Maracaibo, 1982) es un escritor, músico y arquitecto venezolano-argentino. Ha publicado los libros de poesía: Ciudad blanca sobre fondo blanco (2015), Agonía de los días terrestres (2018) y El rezo de los chatarreros (2021, Mención de honor en el VIII Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero); de narrativa, crónica y ensayo: S, M, L (2021), Los regalos y las despedidas (2022), Botella imposible (2024), Diario inútil (2025) y El tiempo flotante (2025). Textos suyos han aparecido en diversos medios y antologías y han sido traducidos al inglés. Vive en Buenos Aires desde 2007.
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