Henry Martínez (1950 – 2025)
A lo largo de su trayectoria, su obra ha sido reconocida por su sobriedad expresiva y su profundidad lírica, cualidades que lo convirtieron en una referencia musical. Su partida deja una huella luminosa en la cultura musical venezolana, con canciones hechas de memoria y afecto que exploran una forma de entender la creación musical como espejo de la experiencia humana.
El compositor Henry Martínez falleció en Caracas el pasado 2 de octubre, dejando un legado que forma parte esencial del cancionero popular venezolano de la segunda mitad siglo XX. Autor de más de doscientas piezas, se le reconoce como uno de los compositores más prolíficos y sensibles de la música venezolana, capaz de unir poesía y melodía en una obra de notable coherencia estética.
Su trayectoria musical comenzó en 1968, cuando escribió «Criollísima», pieza compuesta junto a su maestro Luis Laguna, otro referente de la canción popular venezolana. Ese merengue, interpretado por Jesús Sevillano, Ilan Chester y el Orfeón Universitario de la UCV junto a El Cuarteto, marcó el despegue de un proyecto creativo que había comenzado durante sus años como estudiante de medicina en la Universidad Central de Venezuela, donde Martínez participó activamente en los festivales universitarios de música, espacios que impulsaron su desarrollo artístico permitiéndole experimentar un lenguaje propio.
Su formación médica —especializado luego en medicina familiar— se entrelazó con su sensibilidad musical. Decía que, más que la medicina influir en su arte, fue la música la que moldeó su manera de ejercer la profesión. «Los músicos somos personas con un alto grado de solidaridad, que nos preocupamos por los problemas de otros», afirmaba. Por eso eligió trabajar en el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales y nunca en la práctica privada: prefería el trato directo, cotidiano y humano, donde podía conocer la historia de cada persona. Esa empatía, transmitida por su maestro y amigo Luis Laguna, también nutrió la mirada que atravesó su obra como compositor.
De esa sensibilidad nacieron canciones emblemáticas como «Oriente es otro color», «Sentida canción», «A tu regreso», «Pregón de Navidad», «Venme a buscar» y «El nacimiento». También puso letra a «La negra Atilia», compuesta musicalmente por Pablo Camacaro y llevada a nuevos públicos por la cantante Nella Rojas.
Entre sus influencias, reconocía una profunda admiración por Aldemaro Romero, de quien decía haber recibido sus primeras «clases de armonización a distancia» al escuchar el disco Dinner in Caracas (1955). Martínez consideraba ese álbum una verdadera enciclopedia musical, ejemplo de elegancia y modernidad, y admiraba en Romero la capacidad de dar a la música venezolana un sonido universal que podía escucharse en cualquier parte del mundo sin prejuicios.
En varias de sus letras, Martínez abordó con delicadeza temas ligados al afecto, la distancia y la pertenencia. Él mismo reconocía que canciones como «A tu regreso» y «Venme a buscar» no aluden necesariamente a un amor de pareja, sino al dolor de la separación y del éxodo característico de la Venezuela de mediados del siglo pasado: «pienso en ese éxodo de jóvenes que dejan el campo y se van a la ciudad, y dejan en casa a aquella madre esperando que vuelvan». En su lectura, estas composiciones adquieren una resonancia actual al reflejar la experiencia de la migración venezolana y el desarraigo familiar que lo conmovían profundamente.
Martínez fue parte de una constelación que renovó la canción popular venezolana de autor desde los años sesenta y setenta, junto a figuras como Hugo Blanco, Chelique Sarabia, Luis Mariano Rivera, Lilia Vera, Gualberto Ibarreto, Alí Primera, Otilio Galíndez, Aldemaro Romero y Simón Díaz, entre otros. Sus temas fueron interpretados por voces de varias generaciones, dentro y fuera del país, consolidando un legado que cruzó fronteras y géneros.
A lo largo de su trayectoria, su obra ha sido reconocida por su sobriedad expresiva y su profundidad lírica, cualidades que lo convirtieron en una referencia musical. Su partida deja una huella luminosa en la cultura popular venezolana, con canciones hechas de memoria y afecto que exploran una forma de entender la creación musical como espejo de la experiencia humana.
©Trópico Absoluto
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