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Una joya escondida en Caracas

«Salvo para Isabel Palacios y el público que asiste a los magníficos conciertos de la Camerata en la antigua capilla, [el conjunto arquitectónico de la UCV en Sebucán] es un patrimonio casi completamente desconocido por los habitantes de la ciudad y por las instituciones culturales públicas y privadas.»

Edificio y fachada principal del conjunto arquitectónico de la UCV en Sebucán. Foto: Vicente Lecuna Torres.

Sobre una estrecha avenida de poco tráfico de la urbanización Sebucán se encuentra el portón de acceso de un gran terreno con viejas edificaciones ignoradas y asombrosamente intactas. Esa avenida, que va de norte a sur, se conoce hoy en día como Miguel Otero Silva. El terreno es parte de la propiedad adquirida en 1928 por los Hermanos de las Escuelas Cristianas, mejor conocidos como de La Salle, para construir la sede de un noviciado en la recién inaugurada urbanización caraqueña. El terreno original abarcaba desde la carretera del Este, antes conocida como Camino Real de Petare, y después como avenida Francisco de Miranda, hasta las cascadas de la quebrada Sebucán, en las faldas de El Ávila. 

Ese mismo año se colocó la primera piedra y comenzó la construcción del Noviciado del Sagrado Corazón de Jesús, que siguió el diseño afrancesado de la época. Cinco edificaciones con propósitos diferentes, unidas armónicamente entre sí (capilla, residencias, aulas, dirección y servicios) conforman el conjunto que llegó a tener jardines internos y externos, bosques de mangos, pinos y bambúes, sembradíos, una vaquera y las catorce estaciones del Vía Crucis, colocadas a distancia. En El Ávila quedan dos de ellas, inaccesibles. El camino, cercano a las quebradas, está cubierto por una densa vegetación.

Fotos: Vicente Lecuna Torres.

Luego de varias décadas y la venta de grandes partes de la propiedad original, quedaron quince hectáreas y las edificaciones mencionadas. Hacia finales de la década de los sesenta se clausuró el noviciado. La capilla fue desacralizada y los Hermanos retiraron el material eclesiástico y los vitrales traídos de Francia, y pusieron a la venta lo que quedaba. En 1970, cuando la Universidad Central de Venezuela (UCV) fue intervenida y su cede principal fue allanada y cerrada, hubo dos cohortes de estudiantes represadas, que deseaban estudiar medicina. Ese deseo, en una época llamado vocación, era intenso, poderoso y difícil o imposible de modificar por múltiples razones. Ingresar a todos esos estudiantes en la universidad intervenida era imposible. Entonces se optó por crear para ellos un Ciclo Básico en el cual se administrarían asignaturas «Científicas, sociales y humanísticas», siguiendo estudios previos que indicaba esa necesidad. Ello requirió improvisar rápidamente un currículum y una sede. Fue entonces cuando la UCV adquirió el antiguo seminario y la Facultad de Medicina contrató, por concurso de credenciales, personal de un amplio espectro de profesiones para administrar docencia en esta nueva sede.

El Ciclo Básico, luego conocido como Escuela Básica, y posteriormente como Escuela Lorenzo Campins y Ballester, funcionó allí durante algo más de veinte años hasta que una modificación curricular de las escuelas de medicina, bioanálisis y nutrición determinó su cierre. En la misma sesión del Consejo Universitario que autorizó el cierre de la Escuela Lorenzo Campins y Ballester, la Facultad de Medicina logró que el terreno de Sebucán fuera destinado a una Escuela de Enfermería que aún no existía. El Dr. Alfredo Castillo Valery, consciente de la necesidad de personal profesional de enfermería, llevaba años trabajando para cumplir con los requisitos académicos y burocráticos respectivos, y ya tenía la aprobación del Consejo de Facultad (1989) y del Consejo Nacional de Universidades (1992) para proceder.

Además de las actividades docentes presenciales, Castillo Valery, primer director de la Escuela de Enfermería, organizó una carrera universitaria y un novedoso sistema de profesionalización con licenciatura y maestría para el personal de enfermería que ya había obtenido el título en escuelas particulares o estatales de Caracas y el interior, organizó actividades culturales y musicales en la antigua capilla que tenía, y conserva, una óptima acústica, que se ofrecieron al personal docente, estudiantil, administrativo y a los vecinos de la urbanización por igual.

es curioso que ese complejo permanezca igual, incluso luego de que, en las calles que rodean el viejo noviciado, se construyeran pequeños edificios de apartamentos.

En conjunto con la Facultad de Ingeniería, en 2005 se inició la construcción de un gran edificio en la zona norte del terreno, con el objetivo de elaborar allí materiales de uso quirúrgico y prótesis para reemplazo de articulaciones. La estructura llegó a estar muy avanzada, aunque faltaban detalles importantes y preparar personal especializado para su funcionamiento, cuando el proyecto colapsó, hace unos quince años. De eso solo ha quedado un edificio abandonado, como tantos en el país, inservible y en deterioro.

Foto: Vicente Lecuna Torres.

Hace diez años, la UCV, mediante la Fundación Andrés Bello creada mucho antes para desarrollar los terrenos aledaños a la Ciudad Universitaria de Caracas, conocidos como la zona rental, creó una fórmula legal con el fin de obtener ingresos para el funcionamiento de la escuela de enfermería con la comercialización de zonas rentales en los terrenos al norte de las edificaciones de Sebucán, donde había una gran parte plana, cedidas a una empresa promotora del deporte, con una concesión por treinta años. Se construyeron dos canchas profesionales de fútbol, donde se ofrece entrenamiento a jóvenes. Una importante empresa española de fútbol informa en su página oficial de internet, que tiene sede en este campus de Caracas, en la Escuela de Enfermería.

Las cinco edificaciones con diseño afrancesado de 1928 se mantienen intactas hoy en día. Nunca hubo intervenciones mayores. Ellas representan un instante paralizado del pasado, una isla separada en tiempo y espacio de la evolución del diseño urbano de Caracas. Salvo para Isabel Palacios y el público que asiste a los magníficos conciertos de la Camerata en la antigua capilla, es un patrimonio casi completamente desconocido por los habitantes de la ciudad y por las instituciones culturales públicas y privadas. Además, es curioso que ese complejo permanezca igual, incluso luego de que, en las calles que rodean el viejo noviciado, se construyeran pequeños edificios de apartamentos. Allí sigue funcionando la Escuela de Enfermería, con las restricciones presupuestarias de los últimos veinticinco años, que prácticamente han paralizado las actividades de las universidades autónomas, y la investigación y formación de profesionales de pre y postgrado.

En esta oportunidad resulta inevitable recordar la triste historia que comienza en 1827, cuando Simón Bolívar decreta los Estatutos Orgánicos de la Universidad Central de Venezuela en conjunto con José María Vargas y, para garantizar su funcionamiento, ordenó «una dotación de bienes rentales, entre ellos importantes haciendas cacaoteras exportadoras, como Chuao y Cata (costa de Aragua), productoras de caña de azúcar, y la de La Concepción (en los Valles del Tuy). A ello se agregaron luego otras importantes posesiones de casas y terrenos, y la hacienda Suarez en el Litoral Central. Simón Bolívar había sido el principal promotor de esta política de dar autonomía administrativa a la UCV, junto a la autonomía académica. También el Dr. José María Vargas donó sus dos casas al patrimonio universitario» (Alberto Navas en El Universal, 3 de marzo de 2023). Esa historia tiene un episodio horrendo cuando en 1883 el Congreso de la República ordenó a las Universidades de Caracas y Mérida rematar sus bienes. De pasada, el presidente Antonio Guzmán Blanco, mediante un testaferro, se apropió de Chuao, conocida como la mejor hacienda productora de cacao del mundo.

Propongo que el conjunto arquitectónico de la UCV en Sebucán, por elemental sentido histórico y para el bien común, debe ser protegido legalmente como patrimonio de la UCV.

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