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El secreto de la tierra: Poéticas entrelazadas y la Amazonía venezolana en Una ojeada al mapa de Venezuela (1939), de Enrique Bernardo Núñez

A principios del siglo XX, tras su inserción en la vorágine extractiva de petróleo y minerales, Venezuela se vio obligada a repensar su relación con la naturaleza. Este replanteamiento, caracterizado por un afán modernizador, dio lugar a una serie de discursos centrados en la Amazonía venezolana como repositorio de posibilidades. En este trabajo, Gianfranco Selgas (Caracas, 1988) analiza cómo estas posibilidades se canalizaron a través de la metáfora del “secreto de la tierra“, trazando una lectura temprana de la configuración ideológica de Venezuela y su Amazonía como tierra de inagotable riqueza material y poética. El trabajo se centra en la lectura del ensayo sobre geografía y cultura venezolana Una ojeada al mapa de Venezuela (1939), de Enrique Bernardo Núñez, una obra que problematizó tempranamente esta región como un conjunto de construcciones discursivas entrelazadas con la naturalización del ideal modernizador que ha alimentado los imaginarios de crecimiento material y el capitalismo rentista en Venezuela.

"Paraka-Wachoe", Lago Autana. Foto: Kike Arnaiz. s/f

Poéticas entrelazadas en la Amazonía venezolana

El nacimiento de la industria petrolera en Venezuela coincidió con los esfuerzos de Juan Vicente Gómez, dictador de la República en diferentes períodos, entre 1908 y 1935, por consolidar el control sobre un sistema político fracturado. En su intento por disminuir el poder de las élites regionales, Gómez logró afirmar la autoridad del gobierno nacional, sustentado en los beneficios económicos de las compañías petroleras transnacionales que se establecieron en el país tras la explotación de los primeros yacimientos de combustibles fósiles en 1910. A finales de la década de 1930, la Standard Oil de John D. Rockefeller y la Royal Dutch Shell de Henri Deterding controlaban el 85% de la extracción de petróleo de Venezuela (Coronil 1997, 76). Esta relación simbiótica forjada entre la industria petrolera y el Estado le dio a Gómez, y después de 1935 a su sucesor Eleazar López Contreras, legitimidad política y recursos económicos para consolidar y sentar las bases del modelo rentista que caracterizó al petroestado venezolano a lo largo de su historia (Arráiz Lucca 2007, 124-129; Tinker Salas 2009, 2-14). Para Venezuela, la irrupción del petróleo implicó una rápida transición de una economía agroexportadora a una potencia exportadora de energía y, posteriormente, de minerales (Coronil 1997, 69-84). Esto obligó a la nación a replantearse su relación con la naturaleza. Como dice Fernando Coronil, durante la época de Gómez, «la entidad llamada Venezuela pasó a ser vista como constituida no sólo por su gente, sino también por su principal fuente de riqueza, no sólo por su cuerpo social, sino también por su cuerpo natural» (1997, 88, traducción propia).

Sin embargo, la extracción de petróleo no sólo sentó las bases del modelo rentista venezolano, sino que daría rienda suelta a todo tipo de fantasías inducidas por la idea oficial de que la extracción de combustibles fósiles y minerales daría al país el impulso definitivo hacia la modernización. El extractivismo y la producción petrolera tendrían un efecto multifacético en Venezuela. Por un lado, estas actividades abarcaban la producción de bienes, mientras que por el otro abarcaban a los agentes sociales involucrados en el proceso de producción, unificando en un solo campo los órdenes material y cultural sobre los cuales se construyó la idea de nación venezolana. El fortalecimiento del modelo rentista sustentó las bases económicas, políticas y sociales de Venezuela, reforzando la interconexión entre un patrón productivo y la idea imaginaria de crecimiento sin fin como hilos conductores en la construcción de la identidad nacional. De este modo, el discurso desarrollista construido en torno a la extracción de combustibles fósiles y minerales en Venezuela trascendió su marco político y se convirtió en una narrativa maestra, dando forma a la organización de la sociedad, el régimen político y la cultura venezolana como repositorios de posibilidades materiales. La cultura venezolana del siglo XX, por ejemplo, se comprometió sustancialmente con la representación de diferentes modos de extractivismo y su impacto en la sociedad. Aunque este compromiso se ha caracterizado como marginal (Carrera 1972, 29), varias obras de ficción y no ficción abordaron la relación de Venezuela con la extracción de recursos. El petróleo ocupó un lugar destacado en ficciones como Cubagua (1931) de Núñez, Mancha de aceite (1935) de César Uribe Piedrahita, y Oficina no. 1 (1961) de Miguel Otero Silva; el arte y el cine vanguardistas de El Techo de la Ballena (1961-1969) y las obras ensayísticas y de opinión de Arturo Uslar Pietri, Sembrar el petróleo (1936) y Los venezolanos y el petróleo (1990), por citar sólo algunas.

En este trabajo analizo cómo estas posibilidades se canalizaron a través de la metáfora «el secreto de la tierra», figura retórica empleada por el novelista, periodista y diplomático venezolano Enrique Bernardo Núñez en su ensayo Una ojeada al mapa de Venezuela (lectura ante un auditorio ausente, un día cualquiera del año) (1939). Núñez utilizó el secreto de la tierra para referirse a la identidad latinoamericana oculta en las fuerzas endógenas del Amazonas, que veía como la clave para recuperar la autonomía perdida tras la colonización y el creciente poder de las empresas petroleras transnacionales en Venezuela. Como alternativa a las metáforas más duraderas utilizadas para describir el Amazonas -a saber, su representación como un infierno verde o como un paraíso terrenal (Slater 2002, 1-22; Vieira 2016, 120-123; Maronez-Pinzón y Uriarte 2019, 3)- leo el secreto de la tierra como un discurso socioecológico ambivalente escrito sobre el Amazonas venezolano. Sostengo que la obra de Núñez se remonta a una lectura temprana de la configuración ideológica de Venezuela y su Amazonía como tierra de recursos inagotables y riqueza poética profundamente arraigada en la geografía y cultura de esta región.(1) El vínculo que Núñez establece entre la geografía y cultura de la Amazonía y el lenguaje poético es lo que me gustaría llamar poética entrelazada. Más específicamente, analizaré la representación del Amazonas como un entrelazamiento de construcciones históricas, ambientales y poéticas, junto a la naturalización del ideal modernizador que ha alimentado los imaginarios de crecimiento material y capitalismo rentista en Venezuela. Esto me permitirá dar cuerpo y hacer resonar las posibilidades ambivalentes contenidas en esta metáfora.

Mi lectura de la poética entrelazada se sitúa en un marco teórico doble e interrelacionado. Está en deuda con la noción de ecología-mundo de Jason W. Moore (2015), entendida como el entrelazamiento entre humanos y no humanos que explica las transformaciones medioambientales y sociales en el marco histórico del capitalismo. La ecología-mundo hace hincapié en la acumulación capitalista como forma de organización de la naturaleza y en las relaciones entre trabajo, reproducción y condiciones de vida. Entiende las relaciones humanas de poder, producción y creación del medio ambiente sin disociar la naturaleza de las relaciones sociales. En consecuencia, la comprensión de las relaciones humanas y no humanas en la red de la vida debe abarcar y hacer hincapié en «la naturaleza como un todo: naturaleza con n minúscula. Es la naturaleza como flujo de flujos. En pocas palabras, los seres humanos crean entornos y los entornos ambientales crean seres humanos, y la organización humana» (Moore 2015, 4; traducción propia, cursiva en el original). La ecología mundial opera aquí como «un marco para unificar la producción de naturaleza, la búsqueda de poder y la acumulación de capital», ofreciendo «una forma de releer la diversidad de la experiencia humana moderna como inevitable e irreductiblemente socioecológica» (Moore 2015, 291). La poética entrelazada también tiene en cuenta la noción de Karen Barad de entrelazamiento de materia y significado. Según Barad, estar entrelazado es «carecer de una existencia independiente y autocontenida» (2007, ix). Dado que la existencia no se entiende como un asunto individual, entre los seres tiene lugar un proceso de intra-relación enmarañada. Barad (2007, 33) define la noción de intra-acción como la constitución mutua de agencias entrelazadas. En contraste con las descripciones habituales de interacciones entre agencias individuales separadas, la noción de intra-acción reconoce que las agencias distintas no preceden sino que emergen a través de su intra-relación. Los entrelazamientos señalados por Moore y Barad, que dan cuenta de una compleja red y un conjunto de agentes humanos y no humanos que exceden la noción racional y moderna del individuo, resuenan con la lectura que postulo en este artículo.

Con este punto de partida, se despliega una novedosa manera de interpretar la identidad venezolana al leer en el ensayo de Núñez una forma de amazonizar a Venezuela. Juan Duchesne Winter (2019) ha identificado en el verbo “amazoning“ una forma de pensar y escribir con el territorio «sobre las inexploradas convergencias del pensamiento amazónico con tradiciones y expresiones emergentes de sociedades agroindustriales que también desarrollan modos de pensamiento territorial».(2) Más que considerar la cuenca amazónica como un lugar, el “amazoning“ la considera como un conjunto de especies, experiencias y culturas para actuar y pensar. Plantea conexiones territoriales avanzadas por las tradiciones amazónicas como auxiliares para el pensamiento y la acción. Al hacerlo, se compromete con la escritura como una acción estética y una praxis cosmopolítica que promulga alianzas entre especies: «la representación (como acción estética y no como simbolización vicaria) es (…) un procedimiento de animación capaz de reencantar continuamente el mundo de la vida motivando interacciones recíprocas entre las múltiples especies de existentes (bióticos y abióticos, orgánicos y artefactuales) que componen el territorio y, por lo tanto, hacen posible la vida» (Duchesne Winter 2019, 5; cursiva en el original, traducción propia). Haciendo hincapié en las conexiones simbióticas entre especies, la palabra de acción amazoning «conecta los existentes en su diferencia y singularidad, y negocia su conexión simbiótica en lugar de crujirlos en cuantificaciones unilaterales y no cualificadas y axiomas abstractos» (Duchesne Winter 2019, 5). En este artículo, muestro cómo el ensayo puede llevar a cabo una acción similar desde el punto de vista de la representación literaria, centrándome en el secreto de la tierra.

Por último, la noción de poética entrelazada que expongo aquí puede dar cuenta de la construcción de una forma poética relacionada con el llamado misterio que subyace en la Amazonía venezolana en relación con la conexión inherente entre el lenguaje y el medio ambiente que ha sido particularmente relevante en la literatura regional hispanoamericana del siglo XX. Como señaló Carlos J. Alonso (1990, 18-20), esta relación estaba enraizada en una meditación discursiva y geográfica sobre la autoctonía cultural que discutió la problemática relación de América Latina con la modernidad. En ese sentido, el ensayo de Núñez puede relacionarse con una serie de ensayos geointerpretativos que florecieron en América Latina durante las décadas de 1930-1940. La Radiografía de la pampa (1933), del argentino Ezequiel Martínez Estrada, o Chile, o, una loca geografía (1940), del chileno Benjamín Subercaseaux, proponen una comprensión de la nación y su componente humano a través de la lente de su relación intrínseca con su geografía y el medio ambiente, ya sea en la pampa argentina o en la Cordillera de los Andes. Como espacio geográfico y cultural, la cuenca amazónica también ha dado lugar a numerosas representaciones discursivas: desde las idealizaciones coloniales de la selva y sus recursos bioecológicos hasta los relatos de viajes y las posteriores aproximaciones literarias a la región (Rodríguez 1997; Marcone 1998; Pizarro 2005; Martínez Pinzón y Uriarte 2019).(3) Sin embargo, los entornos biodiversos de la Amazonía, su configuración (en curso) como frontera de mercancías y la confluencia cultural amerindia-occidental que tiene lugar en la región también han dado cuenta de los procesos de creación de mundos multiespecies que tienen lugar en ella y a través de ella (Sá 2004; Wylie 2013; Andermann 2018; Smith 2021). Mi conceptualización de la poética entrelazada está atenta a esta perspectiva multiespecífica del Amazonas, ya que evoca un discurso socioecológico atento a la forma en que ciertas materialidades se entrelazan con otras materialidades; es decir, donde la materia y el discurso, la naturaleza y la cultura, se alían con ontologías alternativas fomentadas en el interior de Venezuela.

Las dos secciones siguientes de este ensayo analizan la metáfora del secreto de la tierra en Una ojeada… Identificaré el entrelazamiento entre el discurso geográfico y el poético que plantea la metáfora como una forma de Venezuela amazónica, así como un entrelazamiento poético centrado en la relación entre el medio ambiente y los seres humanos-no humanos en la primera mitad del siglo XX. Por último, mis observaciones finales señalarán cómo esta lectura puede ayudarnos a entender mejor una radicalización discursiva y poética enraizada en enfoques conflictivos de la confluencia cultura-naturaleza en la Amazonía venezolana.

Desenterrar el secreto de la tierra

Una ojeada al mapa de Venezuela fue escrito entre 1933 y 1934, y publicado por entregas en la prensa venezolana a lo largo de diez años, entre 1935 y 1945 (Larrazábal Henríquez 1971, 11). En 1939, el ensayo fue publicado como monografía por la Editorial Elite y, en 1949, apareció una versión definitiva del libro, acompañada de una serie de artículos periodísticos de opinión y otros ensayos breves. Una ojeada… presenta la visión de Núñez sobre la confluencia entre naturaleza y cultura a partir de las huellas geográficas dejadas por las civilizaciones amerindias y europeas en Venezuela. El ensayo se estructura en cuatro partes: «Hacia una interpretación», «La curva de la historia», «La tierra y el tiempo» y «Horizonte». En estos capítulos, el autor describe la dicotomía entre la cosmovisión de los amerindios y la de los colonizadores europeos, así como entre lo urbano y lo rural, lo tradicional y lo moderno. Estas tensiones y dicotomías son relevantes en el discurso de Núñez, dividido entre una apreciación contradictoria entre nociones occidentales como paisaje y naturaleza, y los compromisos amerindios con el entorno no humano.

Para Núñez, estos temas no sólo jugaron un papel importante en la comprensión de la historia de Venezuela y sus intentos de modernización, sino que también fueron útiles para poner de relieve una supuesta desorientación espiritual y la persistencia de estructuras coloniales que ensombrecían una identidad cultural arraigada en el suelo de la Amazonía venezolana. Núñez fue testigo de primera mano de la centralización del poder por parte de la administración gomecista y de la creciente explotación industrial de los yacimientos petrolíferos por parte de capitales extranjeros, central en el proceso de desruralización experimentado en Venezuela (Torres Iriarte 2006, 31-32). Aunque Núñez pertenece a una de las generaciones culturales más relevantes del país -junto a Rómulo Gallegos, Teresa de la Parra, José Rafael Pocaterra, Mariano Picón Salas, Mario Briceño Iragorry y Arturo Uslar Pietri, entre otros- su posición en el campo literario e intelectual venezolano fue relativamente periférica. Núñez ha sido caracterizado como un intelectual ecléctico sin filiaciones políticas concretas (Torres Iriarte 2006, 49-56), un «escritor indiscreto que, en una sociedad de compromisos, superó debilidades hasta verticalizar un compromiso solitario con su verdad sobre el mundo y sobre sí mismo» (Araujo 1972, 79).

Una ojeada… comienza con una descripción estratigráfica y geográfica de Venezuela, planteando una discusión basada en el surgimiento de una conciencia nacional poscolonial fundamentada en una comprensión alternativa de la relación naturaleza-cultura.(4) El contexto para tal comprensión es el del neocolonialismo y el establecimiento de empresas transnacionales en las Américas para la extracción de recursos naturales. Según Alejandro Bruzual (2010, 815-816), el argumento de Núñez se basa en recuperar la relación armónica entre el hombre y la naturaleza perdida tras la colonización. Sin embargo, esta toma de conciencia también puede leerse como un entrelazamiento entre naturaleza y cultura, ya no desde un punto de vista armónico sino de interrelación, transmitido a través de la metáfora del secreto de la tierra. Utilizando el lenguaje para entrelazar naturaleza y cultura, el ensayo destaca una perspectiva entrelazada entre el medio no humano y los humanos que se opone al proceso de desnaturalización y a la indiferencia con que la nación modernizada miraba a la Amazonía venezolana.

El secreto de la tierra articula un discurso socioecológico que cartografía el espacio de la región en una tensión política y cultural ambivalente con la idea promovida por la nación.

Para Núñez, la senda desarrollista y modernizadora promovida e impulsada por el gobierno nacional y ayudada por el capital extranjero, así como la desnaturalización del espacio por su reconstitución como zona extractiva, habían dado lugar a una cosmovisión que era necesario matizar. El problema no era el desarrollo de la nación basado en la explotación de los recursos naturales. En diversos artículos de opinión, Núñez alienta distintos tipos de desarrollo sostenible -por ejemplo, su propuesta de convertir a Venezuela en un país productor regional de papel (Núñez [1939] 1949, 107- 108)-, así como su posición contraria a la intervención extranjera y a la mala gestión estatal de la producción de minerales y petróleo -por ejemplo, expresada en una serie de reportajes publicados por el autor sobre la extracción de petróleo (Núñez [1939] 1949, 69-94; 145- 146) y estaño (Núñez [1939] 1949, 146-147)-. Se trataba, más bien, de la imposición del capitalismo como «forma de civilización frente a otra», donde «la máquina se apoderó de ella y la hizo [al ser humano] esclava» (Núñez [1954] 2017, 17). Sin desconocer los procesos modernizadores asociados a lo anterior, Núñez propone abrazar «una nueva humanidad» ([1954] 2017, 32) repensando la Amazonía en relación con la nación. Esto último puede relacionarse con una visión del mundo que sea a la vez cultural y natural, pues, como señala el autor, para tener una nueva humanidad se debe ir más allá de la imposición del modelo civilizatorio capitalista para crear un «mundo nuevo [que] a veces surge independiente de la voluntad humana». ([1954] 2017, 70)

En Una ojeada…, este nuevo mundo implicará la impugnación del modelo civilizatorio asociado al sistema colonial luso-español y su posterior reproducción por el neocolonialismo británico y estadounidense en América Latina. El ensayo de Núñez subraya la importancia de una expresión cultural latinoamericana que pertenece a las comunidades amerindias -pero que también es producto de la posterior transculturación con comunidades europeas y africanas (Núñez [1939] 1949, 5-7)- y destaca su potencial para posibilitar otra visión del mundo a través de la lente de los entrelazamientos humanos y más-que-humanos que pondrá en marcha una «virtud generadora» que «debe llenarse las manos de tierra» (Núñez [1939] 1949, 21). Esta frase debe leerse en el contexto de los procesos modernizadores iniciados en Venezuela durante la década de 1930, y sobre todo de 1940, un llamado a recuperar la conexión con la tierra como entorno con el que lo humano se entrelaza frente a la creciente tecnificación y desnaturalización de la geografía nacional. Este entrelazamiento y la intra-acción que pone en primer plano pueden ser interpretados en el ensayo a partir de la metáfora del secreto de la tierra. Esta metáfora no sólo muestra un vínculo temático entre los seres -humanos y no humanos- y la tierra, sino que también permite, retóricamente hablando, un doble sentido. El secreto de la tierra transmite principalmente la idea de «algo que escapa a nuestros sentidos» (Núñez [1939] 1949, 4) y que está enraizado en la relación con el entorno. Núñez representa esto como una interrelación simbólica y vivencial entre el medio y los amerindios, que encontraban en la tierra «imágenes, símbolos tan vitales como los que brillan con formas más puras en el altar de otras civilizaciones» ([1939] 1949, 6). Al mismo tiempo, la metáfora subraya la existencia de una riqueza que puede localizarse sobre y bajo la tierra, destacando un potencial aislado asociado a la mercantilización histórica de los recursos naturales. Este doble sentido pone en primer plano la fusión de lo simbólico y lo material, algo que Moore (2015, 80) ha identificado en los orígenes de la conceptualización de la naturaleza y su fetichización. Lo que quiero destacar con esto es cómo la metáfora contiene una comprensión de la tierra y sus secretos como ser y recurso a la vez. Plantea la idea fetichista del secreto como algo que puede ser capitalizado y mercantilizado, pero también lo replantea al reconocer cómo va más allá del sentido y el deseo humanos, insinuando a la tierra como un actor endógeno en relación con la red de la vida. En este sentido, el secreto de la tierra alude a la imbricación cultural y natural de la Amazonía, algo que se hace evidente en la forma en que Núñez retrata el medio ambiente, haciendo hincapié en su geografía a través de imágenes poéticas. Como muestra el siguiente ejemplo, el ensayo transmite esto como un entrelazamiento en el que los humanos -es decir, la cultura y el discurso poético- se relacionan y se ven afectados por los no humanos: la tierra y la fuerza geológica:

Ante todo la tierra que tenemos delante reclama de nosotros una interpretación. […] Los territorios de Guayana; la inmensa región de los ríos; las praderas del Cuyuní, del Atabapo y de Río Negro; las montañas que separan al Orinoco del Amazonas, tallados luego por el trazado de las rectas fronteras, surgieron mucho antes de que los bordes de la costa en su aspecto actual aparecieran sobre el Caribe. […] Asistimos así al relato de un trabajo fabuloso […] No basta conocer los períodos geológicos en la formación de los terrenos. […] Se quiere comprender la intención del artista; el sentido religioso y poético de su creación. […] Nosotros no tenemos […] monumentos que puedan guiarnos en nuestro propósito. Pero hay el silencio y la soledad. Existen las serranías sobrepasándose siempre, y los horizontes. En todo esto hay imágenes. Se cree percibir cosas que existen o han existido. Algo que escapa a nuestros sentidos. En fin, eso que los conquistadores, cuando sentían turbada su alma en medio de las soledades, llamaban el secreto de la tierra. (Núñez [1939] 1949, 3-4)

La sucesión de elementos específicos del entorno -por ejemplo, montes, ríos y praderas- puede relacionarse con una estétca regionalista-naturalista, pero en Una ojeada… el componente geográfico no cumple necesariamente una función de paisaje terrestre. Por el contrario, el medio ambiente se revela en el texto como una especie de personaje actuante, una fuerza geológica configuradora del mundo que resuena con la prosa romántica decimonónica -ver, por ejemplo, las Fantasías geológicas de Arístides Rojas, intelectual al que Núñez recurre profusamente en su obra. La geografía venezolana, en este caso, es una obra fabulosa, una materialidad actuante. Comportándose como un artista, el medio ambiente encarna la forma de un hacedor divino, creando una obra con múltiples interpretaciones. Además, el entorno tiene un efecto retórico decisivo en el ensayo. No solo funciona a nivel formal, es decir, haciendo de la región amazónica el sujeto de la acción -cualidad que recibe a través de su designación en el ensayo como creadora del mundo que exige una interpretación. Por el contrario, comunica una aproximación sensible a la tierra que, por un lado, destaca una esencia cultural y un poder de actuación incrustados en ella y, por otro, la separa de la reducción técnica asociada a las actividades extractivas que mercantilizan y escudriñan cientificamente el medio ambiente como mercancía. El ensayo busca así descifrar otro vínculo entre la historia humana y la natural, ya no desde los preceptos de la naturaleza como un bien explotable, ni en términos de una reiteración dicotómica de la representación cultural de la naturaleza como un infierno verde o un paisaje paradisíaco terrenal. Por el contrario, expresa una relacionalidad en la que ambas figuras -el medio ambiente y lo humano, la geografía y la cultura- se configuran como una ecología-mundo (Moore 2015, 3), captando a los seres humanos y a las formaciones geológicas como un flujo de flujos en la red de la vida. En otras palabras, el lenguaje poético del ensayo transmite la idea de un entorno geográfico que simultáneamente reclama una interpretación y crea el mundo, situándose así en el mismo nivel agencial que el ser humano que lo habita. Al afirmar la agencia del entorno, el lenguaje desplaza el tropo discursivo del paisaje natural de un lugar amenazador, o paradisíaco, a otro de cualidades transformadoras y relacionales: un lugar de entrelazamiento multiespecífico.

Al mismo tiempo, el secreto de la tierra articula una importante ambivalencia ideológica en el ensayo de Núñez. Volviendo a las referencias geográficas del pasaje citado, la región amazónica se presenta como un espacio de formación primigenia, opuesto al de la costa caribeña, donde se encuentran la intelectualidad de la nación y la capital, Caracas. Al hacerlo, el ensayo resuena al principio con el tropo del valor fundacional de la Amazonía. Como han señalado Lúcia Sá (2004, xiii-xxviii), Lesley Wylie (2009, 1-13) y CharloWe Rogers (2012, 1-28) la recuperación discursiva de la selva amazónica por novelas de la selva como La vorágine (1924), de José Eustasio Rivera, y Canaima (1935), de Rómulo Gallegos, llevó a cabo un acto de reencuentro con lugares auténticos y vírgenes de fundación nacional, al tiempo que inscribía en ellos una relación transcultural con las cosmologías nativas amazónicas y se apropiaba de ellas. Sin embargo, siguiendo lo que Amanda Smith ha identificado como la capacidad contradiscursiva de la Amazonía, me interesa destacar cómo la Amazonía venezolana puede leerse de forma diferente en el ensayo de Núñez. La Amazonía es «una región que sirve tanto como patio de recreo por excelencia para la imaginación desarrollista como de impedimento arquetípico para la modernización» (Smith 2021, 13, traducción propia). Leer esta ambivalencia, y su resonancia con la metáfora del secreto de la tierra, implica traer a un primer plano las fuerzas en juego que se hacen explícitas en el texto -por ejemplo, geológicas, animales, humanas- en relación con la apropiación histórica de la Amazonía como instrumento para el desarrollo capitalista. En lugar de localizar la autenticidad cultural, la poética entrelazada pone de relieve un complejo entrelazamiento biológico de fuerzas humanas y no humanas.

Además, aunque el Estado Amazonas en Venezuela resultó ser un área estratégica para fines geopolíticos, económicos y de desarrollo, el desdén nacional por la provincia se afianzó en discursos que imaginaban estos espacios como «irreales» e «indignos de ser habitados» (Núñez [1939] 1949, 11). Tomando esto en consideración, la geografía descrita por Núñez al inicio del ensayo se lee como una reinterpretación de la región amazónica para cuestionar la idea sobre la cual se construyó la nación venezolana. Así, puede leerse en Núñez ([1939] 1949, 13) una denuncia de la indiferencia imperante hacia la Amazonía y su instrumentalización como zona extractiva, fundamentada en la idea de nación moderna cultivada por los intelectuales del litoral urbano:

Por eso diremos que los poemas de nuestro pensamiento son nuestros problemas. Es decir, los problemas de la tierra y los del hombre a la cual está unida. […] Para nosotros la realidad autónoma está en esa realidad que es preciso conquistar –situada más allá de esfuerzos inmensos, cargada por lo mismo de insinuaciones apasionadas– ancho paisaje de sol y de selvas lejanas, sobre las cuales centellea en su vuelo, invitándonos a seguirlo, el pájaro de los siete colores. (Núñez [1939] 1949, 14)

Este párrafo continúa vinculando retóricamente los elementos medioambientales con el discurso cultural. Núñez reitera la necesidad de relacionar el pensamiento y la estética -los poemas de nuestros pensamientos- con el territorio y los problemas que enfrenta el país, adscritos al capitalismo, al pasado colonial de Venezuela y a su presentación poscolonial y neocolonial. El texto plantea la necesidad de conquistar la tierra, pero bajo un precepto que alude a la pasión -semánticamente opuesta a la racionalidad- para recuperar el amplio paisaje de sol y selvas lejanas de Venezuela. Aquí, el acoplamiento entre conquista y paisaje recuerda las posiciones contradictorias planteadas por el ensayo de Núñez. Al igual que con la metáfora del secreto de la tierra, la conquista de la tierra expone una tensión entre la fetichización de la naturaleza -es decir, un paisaje que debe ser poseído para un beneficio específico- y la posibilidad de desenterrar una interacción diferente entre la cultura humana y el entorno no- humano para descubrir la autonomía de ese espacio. Sin embargo, esta tensión también es representativa de una dinámica más compleja que, según mi lectura, pone de relieve la ecología-mundo y el entrelazamiento multiespecífico descritos en el ensayo. Esto resulta especialmente importante cuando Núñez se centra en el «siete colores», un ave que vive al sur del río Orinoco. En la mitología caribeña, el arco iris y sus siete colores representan el Youlouca o penacho de Dios. El mito indígena asocia esta representación de Dios con los penachos de sus caciques, formados por una diadema de plumas asociada con la variedad de colores del siete colores y su relación documentada con los indígenas de la región del Orinoco (Rojas 1907, 203). A partir de esta relación alternativa entre humanos y no- humanos, para conquistar el Amazonas de manos del capitalismo, los venezolanos deben seguir el camino de un entrelazamiento humano y no-humano -es decir, convertirse en el amerindio que lleva las plumas del pájaro en el pecho y se hace Dios- y que contrastaría directamente con la conquista de inmensos esfuerzos -es decir, el capitalismo y el modelo civilizatorio moderno.

Esta construcción poética que contrasta palabras como «conquistar» y «paisaje» con un entrelazamiento de múltiples especies pone el ensayo en relación directa con la unidad dialectal de «la coproducción de movimiento de tierras, creación de ideas y creación de poder a través de las capas geográficas de la experiencia humana» (Moore 2015, 3). También permite una lectura que contrasta con el discurso tecnocrático del petroestado venezolano. Acoplados estética y políticamente al modelo civilizatorio capitalista, la nación y sus intelectuales se sitúan en el centro de la crítica implícita de Una ojeada…:

Cuando se considera que los instrumentos de cultura han permanecido inútiles en manos del hombre de la ciudad está uno dispuesto a pensar que esas ciudades vinieron a ser incapaces de cumplir su destino, y el impulso venido de lejos –el cual amenazó un día con una profunda transformación– provocó hechos dentro de sus muros […] La lucha entre la ciudad y el campo; la aldea hostil y la ciudad desdeñosa; el abandono de la tierra; los problemas urbanos; el culto al progreso. Todo ha sido fielmente representado. Pero los cimientos no han sido removidos y la vieja estructura permaneció igual, cubierta, eso sí, de cemento armado. (Núñez [1939] 1949, 14)

Núñez examina explícitamente las formas en que, tanto el Estado-nación como la representación cultural de la Amazonía desplegada por los intelectuales urbanos son incapaces de mirar de otra manera a la región. El ensayo critica la promesa incumplida de la modernización: el destino fallido promovido desde lejos, se reflejó en los instrumentos culturales que han sido incapaces de dar cuenta de la realidad histórica de la Amazonía. Se trata del «divorcio entre los llamados hombres cultos y los que se dicen hombres de trabajo», que es, para Núñez, «uno de los rasgos sobresalientes de la vida venezolana» (Núñez [1939] 1949, 13) que señala la tensión histórica entre lo moderno y lo tradicional. Esta situación, que Núñez ve como la base de la dicotomía entre sociedades urbanas y rurales en la tradición política y literaria latinoamericana, está relacionada con los procesos de modernización acelerados que vivía Venezuela en ese momento: un flujo vertiginoso de migración obrero- campesina de un entorno rural a un urbano-industrial, debido a la transformación económica que se estaba produciendo en el país. Según Núñez, los intelectuales urbanos descuidaron la realidad histórica del Amazonas al no darse cuenta de que «en la ciudad seguimos siendo rurales o campesinos» ([1939] 1949, 129). «Todos somos indios al fin y al cabo», prosigue Núñez, y «la civilización no es sólo calzar zapatos e ir al cine. Hay otra manera de proceder, de entender la vida digna de llamarse civilización» ([1939] 1949, 119). Esta posición no sólo sitúa el discurso a favor del campesinado y las comunidades indígenas, sino que pone en marcha un pensamiento ideológico que reacciona contra el componente intelectual modernizado de la nación y el capitalismo como modelo civilizatorio. Más explícitamente, en el ensayo, Núñez se distancia de la intelectualidad urbana, aislada y alejada del secreto de la tierra, a través de una escritura que, en su entrelazamiento entre cultura y entorno amazónico, articula un discurso alternativo.

La crítica de Núñez se dirige entonces tanto al plano político como al estético. Las dicotomías utilizadas y discutidas en el ensayo apuntan al declive y fracaso del proyecto modernizador y del pensamiento occidental reproducido en la política, la economía y la cultura de Venezuela. El secreto de la tierra articula un discurso socioecológico que cartografía el espacio de la región en una tensión política y cultural ambivalente con la idea promovida por la nación.(5) De este modo, la representación textual que Núñez hace del mapa venezolano se interpreta como una llamada a abandonar la visión estratigráfica del tecnócrata -representada en Una ojeada por la figura del intelectual y del explotador capitalista- en favor de una visión geográfico-cultural que apela a la intra-acción y al reconocimiento de los entrelazamientos entre el medio ambiente y el ser humano.

La amazonización de Venezuela

Tras argumentar a favor de una interpretación distinta del mapa venezolano -es decir, en lugar de mirarlo con ojos estratigráficos, nos insta a mirar su esencia entrelazada- Núñez sostiene que el mapa venezolano tiene forma de árbol. La metáfora actúa de forma sugerente: enraíza la imagen vegetal en la configuración de una forma alternativa de imaginar una relación entre naturaleza y cultura, y desbarata el aplanamiento espacial que supone el mapa, impulsado por el proceso de modernización puesto en marcha por la industria petrolera. Aquí, interpreto esta metáfora como una forma de «amazonizar» el mapa de la nación: aborda una imagen de Venezuela más allá de la determinación y categorización territorial de sus riquezas naturales, llevándola al terreno de la imaginación poética, observadora de las tradiciones autóctonas que parecen transmitir otra forma de abordar la realidad venezolana. Como muestra el pasaje siguiente, Núñez realiza una práctica de mixtura, incrustando el discurso poético con construcciones especulativas y míticas, desplazando la lectura del espacio geográfico de la representación estratigráfica a la lectura sensible propulsada por el propio territorio:

Ella se nos presenta en el mapa bajo la forma de un árbol. Esta forma de árbol es ya como el signo de un horóscopo. Un bello horóscopo. Un árbol, se asocia enseguida a la idea cielo y es símbolo frecuente de visiones antiguas y maravillosas. […] Las raíces de nuestro árbol se hunden en las tierras amazónicas coloreadas por las tribus –girones de la antigua raza– y esplendorosas de silencio. […] El silencio es la savia espiritual. La palabra que asciende hasta la cima. Es la flor y el fruto de ese árbol. Así, ese contorno que contemplamos nos ofrece algo más que los simples relieves de su aspecto físico y nos encontramos frente a una inteligencia; un pensamiento abandonado a la tierra (Núñez [1939] 1949, 5).

Este pensamiento abandonado a la tierra resuena con las formas de amazonización y entrelazamiento de la materia que reimaginan la configuración del mapa venezolano. En el contexto sociopolítico y extractivista de la Venezuela de principios del siglo XX, Una ojeada… dialoga con novelas como Doña Bárbara (1929), de Gallegos, y Las lanzas coloradas (1931), de Uslar Pietri. A diferencia de estas conocidas ficciones fundacionales y modernizadoras (Bruzual 2010, 813), Una ojeada… de Núñez presenta un discurso explícitamente opuesto a la idea de reordenar y modernizar la nación.(6) Durante las décadas de 1930-1940, la transición modernizadora derivada de las exportaciones petroleras, así como el proceso de rehabilitación nacional utilizado para contener la insurgencia caudillista venezolana durante la dictadura de Gómez a principios de siglo, instituyeron un relato de la nación que giraba en torno a la noción de progreso y desarrollo impulsado por los beneficios económicos de la industria petrolera y la inserción de Venezuela en el mercado internacional. El mapa en forma de árbol inscrito en Una ojeada… modifica este relato, que ficciones fundacionales como las de Gallegos o Uslar Pietri reprodujeron. Es decir, a través de una construcción literaria que mira el entorno y la cultura del Amazonas de tal manera que desafía la configuración del espacio nacional que situaba a Caracas en el eje central de la modernidad venezolana, se articula una nueva espacialidad.

Como muestra el pasaje, el pensamiento abandonado a la tierra enfatiza una conexión entre las raíces del árbol y el Amazonas que hace visible un vínculo oculto entre la tierra y la identidad venezolana. Al reconocer la agencia del mundo vegetal -la tierra piensa, tiene inteligencia-, una abstracción cultural eminentemente humana como el pensamiento se interpreta como una construcción no-humana. Este conjunto de significados, expresados a través del lenguaje, moviliza retóricamente la intra-acción del ser uno con la tierra en los entrelazamientos de la vida, poniendo el foco en una relacionalidad humana-no-humana, así como problematizando la identidad nacional que responde a la delimitación político-territorial de la nación. Más allá de las propiedades básicas del territorio y sus recursos para el desarrollo de la nación, el ensayo señala una forma de inteligencia y perspicacia inherente al entorno más que humano que apunta a otras formas de relación con la tierra. El árbol, y por ende la Amazonía, desencadenan un proceso relacional en el que palabras y plantas, cultura y naturaleza, sintonizan y se entrelazan. En otras palabras, una implicación mutua dentro de la cual se mueve el pensamiento amazónico -donde todos los seres existentes están potencialmente implicados unos con otros (Duchesne Winter 2019, 39) y en un flujo de transformación constante en formas humanas y no humanas (Viveiros de Castro 1998, 469-470)- emerge y da paso a una configuración alternativa de la identidad venezolana.

Por otro lado, en Una ojeada…, el secreto de la tierra puede leerse como el reconocimiento de una relación intrínseca entre la naturaleza y el ser humano más allá de un punto de vista antropocéntrico. Transmite la posibilidad de desenterrar un secreto en sintonía con el entorno e históricamente ensombrecido por la colonización y sus sucesivas reiteraciones en el continente debido a la lógica de la colonialidad y la construcción occidental de las Américas. Como explica Jens Andermann (2018, 27), la construcción verbal y visual occidental del paisaje y la naturaleza en las Américas se basó en una división entre las categorías sujeto-objeto, cultura-naturaleza y humano- no-humano, tradicionalmente reforzada por la estética moderna y su visión objetivada de la naturaleza heredada del punto de vista colonial. Por el contrario, la identificación del entrelazamiento entre el discurso de Núñez y los modos en que el ensayo aborda la inteligencia y la perspicacia del entorno no humano proporciona una perspectiva crítica más allá de la idea antropocéntrica del paisaje; es decir, un mundo que ha asumido nuevas formas de inscripción y co-agencia en y con lo no-humano, trastocando las conceptualizaciones occidentales y modernas.

Impugnando el ideal modernizador establecido en las Américas desde los tiempos coloniales y neocoloniales, la poética entrelazada que identifico en el ensayo evalúa con otros ojos el secreto de la tierra.(7) Anclada en una atención apegada a los orígenes de la tierra, la materia y el significado aparecen como entrelazados de manera que sugieren una atención alternativa al interior de Venezuela. En lugar de apoyar retóricamente el ideal modernizador de la Venezuela del siglo XX, Una ojeada… puede leerse desde el punto de vista de una poesía entrelazada en la profusión lingüística y multiespécie de la Amazonía venezolana, canalizada a través del secreto de la tierra. Como se describió anteriormente, la metáfora es ambivalente, ya que propone la idea fetichista de una capitalización discursiva basada en la riqueza imaginaria de la Amazonía, pero también la replantea al dar peso al entorno no humano como actor endógeno en relación con la red de la vida. Desenvolver esta ambivalencia es importante, ya que la metáfora impugna y a la vez contribuye a la naturalización del ideal modernizador que ha alimentado los imaginarios culturales del crecimiento material y el capitalismo rentista en Venezuela. Esta es la potencialidad crítica que quiero enfatizar en el ensayo de Núñez, pues lo entiendo como «un sitio de indagación sobre cómo cambian las relaciones miméticas a la luz de las transformaciones ambientales“ (Saramago 2020, 184). Como ha mostrado Victoria Saramago, las obras literarias se han convertido en sitios de producción de conocimiento, imaginación e intervención en los entornos latinoamericanos. La tarea de las lecturas contemporáneas consiste en hacer perceptibles estas relaciones, entendiendo cómo los entornos ambientales inspiran compromisos con la producción literaria.

Conclusiones: materialización discursiva de una realidad intangible

En Una ojeada al mapa de Venezuela, de Núñez, la metáfora el secreto de la tierra se convierte en materialización discursiva de una realidad intangible para el presente histórico. Núñez logra plasmar discursivamente otra cara de la identidad venezolana, transfigurada en la representación del Amazonas como un sitio rico en recursos naturales y culturales. Para hacer tal metáfora, el autor recurrió a la Amazonía venezolana como repositorio de posibilidades. En lo que he descrito como poética entrelazada, Núñez apela a las fuerzas endógenas de la Amazonía -su situación geográfica y la cultura de las poblaciones indígenas- en un intento de recuperar la autonomía americana perdida tras la colonización.

Leído como una postura ideológica, posicionada en contra del ideal modernizador prevaleciente en la Venezuela del siglo XX, leo la Amazonía en el ensayo como un medio discursivo para expresar la perspectiva de Núñez sobre la situación del país, construyendo una idea de la Amazonía venezolana con una marcada posición antimperialista y poscolonial. En este caso, sin embargo, el motor de la prosa parece ser una clara voluntad de asociar la idea de la Amazonía con la ambivalente metáfora del secreto de la tierra. El doble sentido de esta metáfora puede leerse como una sutil reiteración del discurso nacional que encontró en la profusión de recursos naturales un elemento articulador para la construcción y modernización de Venezuela. Si bien el lenguaje literario moviliza retóricamente una interacción del ser con la tierra y el entrelazamiento de ecología-mundo que pone el foco en una relacionalidad humano-no- humano con el capitalismo, también se hace eco de la idea imaginaria de riqueza al convertir el secreto de la tierra en un tropo literario que da cabida a una reinterpretación de la identidad venezolana. En ese sentido, las poéticas entrelazadas reelaboran las visiones de la Amazonía venezolana como un espacio que abre nuevas posibilidades materiales y poéticas.

Finalmente, la lectura del entrelazamiento de lenguaje y geografía en el ensayo muestra un discurso cultural atento a las formas en que materia y lenguaje, naturaleza y cultura, se asocian con ontologías alternativas fomentadas en el interior venezolano. Sin embargo, este ejercicio intelectual, en lo que puede tomarse como una forma de alteridad discursiva, entra en tensión con sus propios medios, pues el ideal modernizador atraviesa la idea misma de la riqueza poética de la Amazonía. Dicho de otro modo, la poética entrelazada que identifiqué en Una ojeada… puede leerse como incrustada en la profusión cultural y medioambiental del Amazonas venezolano. En este caso, la riqueza poética refleja la abundancia natural, haciéndose eco en ocasiones del controvertido discurso de la modernización.

Notas

1. Además de Una ojeada, la región amazónica está bien representada en la obra de Núñez. En su novela Cubagua (1931) y en los ensayos Orinoco: Capítulo de una historia de este río (1943) y Tres momentos en la controversia de límites de Guayana (1947), la región amazónico-guayanesa aparece como un espacio determinante y estratégico en términos culturales y geopolíticos, tanto para el Estado venezolano como para Gran Bretaña y Estados Unidos, por tratarse de una zona rica en recursos minerales. Asimismo, en Canaima (1935) de Rómulo Gallegos, Diamante […] Llanto de minero (1957) de Natalio Dobson, Kathleen D. Phelps sobre sus expediciones a las montañas Jimé y Yaví (1947 y 1954), Amazonas: apuntes y crónicas (1994) de Manuel Henríquez, así como la rica tradición mítica oral y escrita de los amerindios venezolanos, la Amazonía venezolana ha sido presentada desde diferentes perspectivas, desde la explotación minera y cauchera hasta las exploraciones científicas y los relatos históricos de esta región. Aunque el compromiso literario con el Amazonas ha recibido una importante atención crítica (Marcone 1998; Sá 2004; Wylie 2009, 2013; Andermann 2018; Smith 2021), aún es necesario un estudio sistemático de la representación cultural de la Amazonía venezolana. En ese sentido, al centrarme en Una ojeada de Núñez, me propongo tanto ampliar un tema eclipsado en la historia literaria venezolana como contribuir a los estudios sobre la representación de la Amazonía venezolana en la literatura del siglo XX.

    2. Aunque la argumentación de Duchesne Winter gira en torno al pensamiento vegetalista en la Amazonía, sus argumentos son útiles para apuntar a una práctica de mezclas, como él la llama, «a pensar con diversas expresiones culturales actuando en contextos-mundo plurales, expresiones que adoptan identidades como potenciales de mezcla, superando fronteras categoriales» (2019, 2).

    3. Como han señalado Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte, la Amazonía estuvo «desde tempos coloniales, sujeta a narrativas fronterizas que llevaban consigo, como suele ser el caso, fantasías de inmensas riquezas al otro lado de la ‘civilización'» (2019, 3, traducción propia). Del mismo modo, Ana Pizarro ha descrito la Amazonía como una construcción discursiva (2005, 61), e incluso habla de una «imaginación poética de la Amazonía» (2005, 73) como una forma de relación estética y ética entre la cultura y la naturaleza.

    4. Según Orlando Araujo en una conversación con Núñez, éste se interesó por la relación entre los amerindios y el territorio como medio para comprender la identidad cultural. Para Núñez, la transculturación entre españoles y amerindios debe considerar el papel desempeñado por el territorio en el choque cultural y racial. En palabras de Núñez, la tensión cultural en América se produjo ante una «fuerza telúrica, invisible a simple vista, que ha permanecido oculta durante cuatro siglos y medio» (Núñez en Araujo 1972, 39).

    5. Como señaló Raquel Rivas Rojas, a finales de la década de 1930 el imaginario de la nación venezolana se enfrentaba a una transformación. Se intentó reconstruir una narrativa nacional basada en la recuperación de los vínculos con el pasado para elaborar un proyecto nacional para el futuro inmediato. A la luz de estos acontecimientos, la literatura producida durante este período intenta «evidenciar una tensión que abre una brecha en el imaginario de la nación que ya no confía en las narrativas lineales y en los dispositivos unificadores del discurso de la modernización» (Rivas Rojas 2001, 514).

    6. Para un análisis exhaustivo de la obra de Núñez, en concreto de su novela Cubagua, comparada con Doña Bárbara de Gallegos y Las lanzas coloradas de Uslar Pietri, véase Bruzual (2010).

    7. Por ejemplo, Alejandro Bruzual (2010, 2014) ha leído la metáfora el secreto de la tierra como relacionada con una relación armoniosa con la naturaleza. Aunque atento a la lectura de Bruzual, en este artículo sostengo que el secreto de la tierra pone de relieve una riqueza material y poética ambivalente que procura una atención alternativa al interior de Venezuela.

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    Gianfranco Selgas (Caracas, 1988) es investigador postdoctoral de la British Academy (Environmental Humanities in Latin America & the Caribbean) en el University College de Londres. Es egresado de la Universidad Central de Venezuela y doctor en literatura y cultura latinoamericana por la Universidad de Estocolmo. Su investigación se centra en las humanidades ambientales y energéticas, los estudios culturales y las relaciones entre cultura y política en Latinoamérica y el Caribe. En 2021 recibió el premio al mejor artículo en humanidades otorgado por la Sección de Estudios Venezolanos de la Latin American Studies Association (LASA). Su investigación postdoctoral en curso, Entangled Materialities: Cultures of Extraction and Regional Environments in Venezuela, 1890-1980, propone una historia cultural y medioambiental paralela a la emergencia del petróleo en el país.

    Una primera versión de este artículo se publicó en: Gianfranco Selgas (2023) «El secreto de la tierra: Entangled Poetics and the Venezuelan Amazon in Una ojeada al mapa de Venezuela (1939) by Enrique Bernardo Núñez», Journal of Latin American Cultural Studies, 32:2, 283-298, DOI: 10.1080/13569325.2023.2214502. Esta versión traducida al español se publica aquí con expresa autorización y supervisión de su autor.

    Para enlazar con la versión original, dirigirse a: https://doi.org/10.1080/13569325.2023.2214502

    1 Comentarios

    1. Miguel Ángel Campos

      De ninguna manera EBN es un nombre periférico en la saga de nuestro ensayo de la identidad y venezolanidad. Está justo al lado de Uslar Pietrir y Picón Salas, digamos. Pudiera ser un autor desdeñar desde su biografía personal: no está en la primera gran exposición institucional de nuestro ensayo, la colección de Edime. Su obra ensayística espera por un arqueo, es más voluminosa e insistente que la de AUP. Es el hombre de la vanguardia narrativa, vista en su justa razón: potente fulgor. Se entregó al periodismo y eso fragmento su obra, viajó por todo el territorio como un corresponsal atado a lo noticioso, pero sus valoraciones de lo visto resultaron estables. Discutió la elección de ave y árbol nacional con argumentos de historiador y ecológico. Era un hombre huraño pero conocía el «secreto de la tierra».

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