Modernidad y aceleración: tiempo e imagen en la Caracas de los años cincuenta
“La experiencia del tiempo y la representación de sus imaginarios expresan subjetividades que no son efectivamente idénticas en todas las sociedades latinoamericanas y, en el caso venezolano, parecen adquirir, a mediados del siglo pasado, un perfil específico cuyos trazos mayores determinan aspectos importantes en las formas de concebir y construir un discurso sobre la ciudad”. Esta es la tesis de Gustavo Guerrero (Caracas, 1957), quien vuelve en este trabajo sobre una exploración que ya había comenzado en Historia de un encargo: La Catira de Camilo José Cela. Literatura, ideología y diplomacia en tiempos de la hispanidad (Barcelona, Anagrama, 2008), para observar los procesos que tienen lugar durante la década de 1950, bajo el dominio de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, e incluso antes, cuando se impone un tempo bien particular al programa de modernización de Caracas. “La capital venezolana sabe que llega tarde a un proceso que ya se ha iniciado varias décadas antes en otras urbes del continente y, por supuesto, en Europa y Estados Unidos. Aún más, la capital venezolana sabe que luce anacrónica ante la modernidad misma del aparato económico petrolero que viene remodelando al país desde los años veinte. De ahí la sensación de afanosa búsqueda de un tiempo perdido que parece marcar la transformación de Caracas y cuyas huellas pueden leerse entre líneas en los distintos modos de representación de la ciudad no sólo a nivel nacional sino también –y es la gran novedad– internacional”.
1.
“Título: Modernización de Caracas/ Canal de difusión: Radiodifusión Televisión Francesa (RTF)/ Fecha de difusión: 11/12/1954/Duración: 01:16/ Género: reportaje/Lugar: Caracas, Venezuela/ Resumen: Vista aérea de la ciudad de Caracas; plano general de la Avenida Bolívar en obras; plano general de dos rascacielos en construcción junto a un grupo de pequeñas casas antiguas; plano entero del presidente Marcos Pérez Jiménez inaugurando una larga avenida y cortando la cinta; varios planos generales de amplias avenidas; plano general de una vasta multitud asistiendo a la inauguración; plano de conjunto del presidente Jiménez (sic) y de sus oficiales recorriendo la avenida inaugurada; plano general de varios edificios y calles en obras desde distintas perspectivas; vista general de una autopista y autos circulando, probablemente la autopista que une Caracas y el puerto de La Guaira; plano general del paso subterráneo de una autopista, con autos que bajan y suben las rampas; vista general de dos rascacielos de noche con todos los pisos iluminados y, al fondo, autos circulando con las luces encendidas/ Cinemateca 556070/ Mudo/ 35 m”.[1]
2.
Para acercarme a la Caracas de los años cincuenta, la capital del dictador Marcos Pérez Jiménez (1914-2001), quisiera tomar como punto de partida esta traducción de una ficha del archivo del INA en París y me gustaría agregar enseguida otras palabras que proceden de un conocido ensayo del escritor, historiador y diplomático venezolano Mariano Picón Salas (1901-1965). Se trata de un párrafo frecuentemente citado cuando se alude a la cronología del siglo XX en Venezuela y en el cual el autor evoca el momento de su regreso al país desde Chile, tras la muerte del general Juan Vicente Gómez (1857-1935), el longevo autócrata que gobernara con mano de hierro durante 27 años. Picón Salas escribe:
“Podemos decir que con el final de la dictadura gomecista, comienza apenas el siglo XX en Venezuela. Comienza con treinta y cinco años de retardo. Vivimos hasta 1935 como en un Shangri-La de generales y orondos rentistas que podían ir cada año a lavar o intoxicar sus riñones en las termas y casinos europeos; o por contraste, en una fortaleza de prisioneros y en el descampado del espacio rural –llano, montaña, selva– donde el pueblo hacía las mismas cosas que en 1860; sembraba su enjuto maíz, comía su arepa y su cazabe; perseguía alguna vez al tigre y a la serpiente, o escapaba de las vejaciones del Jefe Civil. Los desterrados, principalmente los jóvenes que regresan a la muerte del tirano, traen de su expedición por el mundo un mensaje de celeridad. Era necesario darle cuerda al reloj detenido…”[2]
3.
No sería difícil encontrar en otras bibliografías latinoamericanas, o incluso asiáticas y africanas, testimonios parecidos al de Picón Salas, pues la experiencia de quedarse relegado ante el veloz avance de la modernidad y/o de llegar tarde a una cita con la historia forman parte de la hipoteca ideológica que, como es sabido, grava las periferias de Occidente desde hace algunos siglos. Valga recordar que Octavio Paz acusaba elocuentemente el impacto de este destiempo en aquella famosa frase de El laberinto de la soledad (1950) en la que reivindicaba, para los mexicanos, la posibilidad de ser al fin contemporáneos de todos los hombres.[3] La Venezuela del medio siglo no es una excepción en Latinoamérica por lo que respecta a dicho sentir de un atraso, pero quizás la manera en que se lo vive y se lo interioriza, quizás la manera en que se lo enfrenta y se lo compensa a través de diferentes proyectos de modernización, sí puedan darnos las claves de una peculiaridad venezolana, o esa es al menos la hipótesis que quisiera explorar en las líneas que siguen, basándome en una cierta imagen de la transformación de Caracas que se elabora bajo la dictadura perezjimenista (1952-1958).
4.
La experiencia del tiempo y la representación de sus imaginarios expresan subjetividades que no son efectivamente idénticas en todas las sociedades latinoamericanas y, en el caso venezolano, parecen adquirir, a mediados del siglo pasado, un perfil específico cuyos trazos mayores determinan aspectos importantes en las formas de concebir y construir un discurso sobre la ciudad. Picón Salas habla de “celeridad” y de poner en marcha “al reloj detenido”. No son otras, a mi modo de ver, las exigencias que le imponen un tempo bien particular al programa de modernización de Caracas. Y es que, a diferencia de Río Janeiro o de Buenos Aires, para citar dos ejemplos, la capital venezolana sabe que llega tarde a un proceso que ya se ha iniciado varias décadas antes en otras urbes del continente y, por supuesto, en Europa y Estados Unidos. Aún más, la capital venezolana sabe que luce anacrónica ante la modernidad misma del aparato económico petrolero que viene remodelando al país desde los años veinte. De ahí la sensación de afanosa búsqueda de un tiempo perdido que parece marcar la transformación de Caracas y cuyas huellas pueden leerse entre líneas en los distintos modos de representación de la ciudad no sólo a nivel nacional sino también –y es la gran novedad– internacional.
5.
Pérez Jiménez no se cuenta entre los exiliados que regresan del extranjero tras la muerte del general Gómez en 1935, pero sí es un contemporáneo de Picón Salas y de la generación de jóvenes civiles y militares a la que le toca asumir el reto de recuperar el tiempo perdido. Recordemos que uno de los argumentos principales que esgrimen para participar en el golpe de estado contra el presidente Isaías Medina Angarita (1897-1953) en octubre de 1945, es justamente la lentitud con que se estaban implementando las reformas políticas y económicas que se juzgaban necesarias para dejar definitivamente atrás los años del gomecismo. El capitán Pérez Jiménez y el líder del partido Acción Democrática, Rómulo Betancourt (1908-1981), comparten por entonces el mismo sentimiento de urgencia que los conduce a participar juntos en ese derrocamiento y luego los lleva a presentarlo ante el país como una “revolución” e incluso a bautizarlo como nuestra “Revolución de Octubre”.[4]
6.
Porque no hay tiempo para un cambio progresivo y gradual. El retraso acumulado es demasiado importante y exige rapidez y radicalidad para acortar las distancias que nos separan del siglo XX. Venezuela entra en la carrera contra el reloj global consciente de ir a la zaga y de tener que esforzarse para imprimirle al cambio una velocidad superior. Cuando tres años después, el propio Pérez Jiménez, ya ascendido a teniente coronel, forme parte del grupo de oficiales conjurados que depone a Rómulo Gallegos (1884-1969), el primer presidente elegido por sufragio universal, directo y secreto, la justificación del nuevo golpe no solo se hará eco de las acusaciones de improvisación e ineficiencia contra el gobierno, sino que recogerá las críticas a la parsimonia del primer mandatario e incluso pondrá a circular el rumor de que solía dormir la siesta en su despacho del Palacio de Miraflores.[5]
7.
A diferencia de Rómulo Betancourt y de otros políticos de su generación –pienso en figuras como Jóvito Villalba (1908-1989) y Rafael Caldera (1916-2009)–, Pérez Jiménez nunca fue un orador sobresaliente ni un hombre que se expresara en público con naturalidad y eficacia. Aun sus más fieles partidarios reconocían la timidez, la torpeza que a duras penas lograba disimular durante las largas ceremonias oficiales en las que leía monótonamente sus discursos. Pero lo que sí tuvo antes que muchos, fue una clara conciencia del poder de la imagen y de las posibilidades que le brindaba como herramienta eficaz para legitimar su presidencia, promoviendo la acción de su gobierno y su propio liderazgo político. Así, incluso antes de las elecciones robadas que le llevan al poder en 1952, el teniente coronel, que pronto será coronel y luego general, se deja ver en los documentos de la época como el hombre fuerte de Venezuela.
No es cierto que con Pérez Jiménez se inicie el proceso de modernización de la ciudad, como quiso hacer ver la propaganda del régimen por aquel entonces.
Bajo su dictadura, se le prestará una especial atención al desarrollo de la agencia de propaganda gubernamental, la Oficina de Información, y se constituirá un archivo visual sin precedentes en la historia del país. Este estaba destinado a un público local pero también, y sobre todo, insisto, a un público extranjero. De ahí que los numerosos films, fotografías y reseñas que se coordinan, se financian y/o se llevan a cabo a través de la Oficina de Información recreen en distintas lenguas un vasto y atractivo fresco entre cuyos temas principales se destaca evidentemente la galopante modernización de Caracas gracias al impulso de un hombre providencial e infatigable.
8.
No es cierto que con Pérez Jiménez se inicie el proceso de modernización de la ciudad, como quiso hacer ver la propaganda del régimen por aquel entonces. Para muchos historiadores, la reurbanización de la zona de El Silencio entre 1941 y 1945 por obra del arquitecto Carlos Raúl Villanueva (1900-1975) constituye el verdadero punto de partida material de la transformación de Caracas en una urbe moderna. Algunos años antes, a fines de la década de los treinta, el Ministerio de Obras Públicas había esbozado ya un primer proyecto de urbanismo que cuenta con la asesoría del reconocido arquitecto francés Maurice Rotival (1897-1980) y que desembocará en el primer Plan Monumental de Caracas, rebautizado más tarde justamente Plan Rotival. Como miembro de la Comisión Nacional de Urbanismo, creada en 1946, el mencionado arquitecto francés firmará luego, en 1951, junto a Francis Violich (1911-2005) y José Luis Sert (1902-1983), el Plano Regulador de Caracas que estructura y orienta buena parte del desarrollo de la ciudad durante los años siguientes.[6] Para el momento en que Pérez Jiménez asume plenos poderes, la modernización de la capital está así en marcha y obras como la Ciudad Universitaria, el Centro Simón Bolívar y la Autopista Caracas-La Guaira se encuentran bastante avanzadas. Pero no es esto lo que se muestra en las imágenes de la prensa y las televisiones extranjeras.
9.
“Título: Exposición de Urbanismo en Caracas/ Canal de difusión: Radiodifusión Televisión Francesa (RTF)/ Fecha de difusión: 01/01/1952/ Duración: 01:30/ Género: reportaje/Lugar: Caracas, Venezuela/ Resumen: Vista aérea de la ciudad de Caracas; gran plano general de la Avenida Bolívar con circulación de automóviles y edificios en obras; plano de conjunto de la estatua de Simón Bolívar en una plaza de Caracas; plano general y plano de conjunto de los visitantes de la Exposición de Urbanismo; plano de conjunto de los visitantes mirando las maquetas de los cambios introducidos en el diseño de la ciudad; plano entero del Presidente Jiménez (sic), presidente de la República de Venezuela (sic), de uniforme, visitando la exposición; gran plano de una maqueta con el relieve del país y la cordillera de Mérida; diferentes maquetas de la ciudad; diferentes explicaciones ofrecidas por una guía a los visitantes; otras vistas de Caracas/ Cinemateca 525964/ Mudo/ 35 m”.[7]
10.
Si la participación de arquitectos franceses en los nuevos planes de urbanismo puede explicar en buena medida la difusión de varios reportajes sobre Caracas en la Televisión Francesa, la promoción de la capital como vitrina del régimen tiene también otros objetivos y destinatarios. Tanto los breves documentales preparados para el público norteamericano como los reportajes fotográficos y fílmicos que se realizan para públicos europeos vienen a apoyar las políticas de inmigración lanzadas por el gobierno y buscan atraer a la vez profesionales calificados y brazos para la agricultura y la construcción. Subsidiariamente, hay que reconocerlo, se aspiraba asimismo a “mejorar la raza”, en conformidad con las ideas positivistas y racialistas que inspiraban el Nuevo Ideal Nacional, la doctrina oficial del perezjimenismo[8]. A mediados de la década de los cincuenta, se calcula así que han entrando a Venezuela medio millón de extranjeros entre los cuales la inmensa mayoría procede de Italia, Portugal y España; aunque no se debe olvidar a los casi cuarenta mil norteamericanos que trabajan en el sector de servicios y en la industria petrolera[9].
11.
También para ellos la Oficina de Información financia algunos cortos sobre la transformación de Caracas donde no sólo se exalta la flamante modernidad de las autopistas y los edificios, sino que se ofrecen posibilidades de inversiones y negocios en el mercado venezolano y hasta se habla del crecimiento del país con el lenguaje de un nuevo American Dream.[10] Aunque la Oficina participó en otras operaciones de promoción internacional de la dictadura tan importantes como el encargo de la novela La catira al escritor español Camilo José Cela (1916-2002), es difícil saber sin embargo cuánto pudo influir u orientar el contenido de los reportajes y documentales extranjeros.[11] Consta en los archivos que hubo un buen número de solicitudes de subsidios y apoyo a varios proyectos internacionales.[12] Lo cierto es que las imágenes que podemos descubrir hoy en revistas como Mundo Hispánico o Life, o en los archivos de la Televisión Francesa, la agencia angloamericana British-Pathé, la italiana Luce y los noticieros cinematográficos españoles, ofrecen todas un espectáculo de paz y envidiable progreso que reproduce sin muchos matices el discurso oficial del perezjimenismo. Nada se dice así de la censura ni de los presos políticos, nada de la corrupción ni de los privilegios de la élite militar.
12.
¿Qué se muestra, qué se quiere hacer ver en esas imágenes? Como ya pudo vislumbrarse en las fichas de los reportajes franceses, la mayoría de los planos corresponden a tomas de la capital donde se ven rascacielos, avenidas, autopistas, edificios públicos o conjuntos de viviendas que ostentan aún las huellas de su reciente hechura, o simplemente están en fase de construcción. Es verdad que las vistas aéreas y los planos contrapicados subrayan asimismo el gigantismo de varias obras, como es el caso con las tomas de la Autopista Caracas-La Guaira y de las Torres del Centro Simón Bolívar. Cabe apuntar que existe una corriente de interpretación bien arraigada en nuestra historiografía que señala desde hace décadas la importancia de este rasgo del urbanismo y la arquitectura perezjimenista, calificándola a menudo de “faraónica” o “monumental”.[13] Pero lo que se ofrece a aquel que contempla con atención las imágenes es un discurso algo distinto y que no sólo remite a un asunto de tamaño aunque el tamaño también cuente. Digamos que lo que se ve es asimismo la velocidad de la transformación en curso, una aceleración del proceso de cambio que se subraya a través de la multiplicación de los fotogramas y la dinámica articulación de los planos sobre las diferentes obras que se están ejecutando. ¿Qué se muestra, qué se quiere hacer ver en esas imágenes? Pues que hay mucho, muchísimo que ver y falta tiempo para mostrarlo todo.
Este mensaje, que los reportajes mudos de la Televisión Francesa enuncian con sus montajes, se traduce en palabras en otros films y reportajes fotográficos, como el que se incluye en el número especial dedicado a Venezuela por la revista internacional española Mundo Hispánico en 1955. Así puede leerse en un encarte: “Nuestras fotografías brindan al lector de Mundo Hispánico una idea aproximada del estado de transición y de arrollador crecimiento que en la actualidad experimenta la capital de Venezuela. En donde hasta hace un año sólo existía la achaparrada vegetación de los terrenos desocupados han surgido ahora barrios modernos, núcleos obreros o urbanizaciones residenciales y de tipo comercial: teatros, hoteles y grandes almacenes. Caracas se encuentra hoy a 17 minutos del litoral, de tal modo que los puertos marítimos y aéreos, así como las playas del Caribe, quedan al alcance de todos sin mayor molestia. La capital de Venezuela es así: una ciudad en perpetua transformación…”[14]
13.
En marzo de 1954, cuando se abre la X Conferencia Panamericana bajo las vanguardistas nubes acústicas de Alexander Calder en la recién inaugurada Aula Magna de la Ciudad Universitaria, la prensa internacional retiene una frase del Secretario General de la OEA, el colombiano Alberto Lleras Restrepo: “Quienes vieron a Caracas hace seis meses, no la reconocen ya”.[15]
14.
¿Qué se muestra, qué se quiere hacer ver en esas imágenes? No sólo el cambio en las magnitudes del espacio, sino también, y sobre todo, el cambio en la dimensión del tiempo, que súbitamente ha convertido a la capital venezolana en el teatro urbano de una formidable aceleración histórica. Efectivamente, la transformación no sólo es extensa y profunda; es, a la vez, rápida, rapidísima. Tanto es así que, en apenas unos meses, la ciudad se ha vuelto irreconocible y no solo ha mudado de piel sino de cuerpo, haciéndose otra ya sin común medida con la de la vieja cuadrícula colonial. Lo que dice el Secretario General de la OEA, es lo que dice la propaganda oficial y lo que repite además de mil maneras distintas, pues si bien es cierto que el perezjimenismo no inicia el proceso de modernización de Caracas, resulta innegable que sí elabora y difunde un discurso de la aceleración, que es como el eje central de su visión moderna y su idea del proceso de cambio. Por eso pienso que, más allá o más acá del aspecto faraónico o ciclópeo de muchas edificaciones, más allá o más acá del estilizado diseño y los elementos vanguardista de la Ciudad Universitaria, la transformación de Caracas en la década de los cincuenta quiere ser moderna por la manera como pretende alterar los tiempos de la ciudad e imprimirle un ritmo frenético a la remodelación que nos acerque a la contemporaneidad. A 17 minutos del litoral, a 17 minutos de los puertos y aeropuertos, la capital y el país entero se acercan ahora al mundo y trata de sincronizarse con él. Porque lo que importa, para resumir, no son solo las dimensiones de los rascacielos ni la anchura de las avenidas, ni la presencia de obras de Fernand Léger o de Alexander Calder en los edificios; lo que importa, también, como signo principalísimo de esa sincronización, es el ritmo de ejecución de las obra y la manera como ese ritmo se contagia a la ciudad toda, fijando una nueva pauta temporal para la sociedad venezolana.
¿Qué se muestra, qué se quiere hacer ver en esas imágenes? No sólo el cambio en las magnitudes del espacio, sino también, y sobre todo, el cambio en la dimensión del tiempo, que súbitamente ha convertido a la capital venezolana en el teatro urbano de una formidable aceleración histórica.
15.
Pérez Jiménez en su alocución dirigida a la comunidad nacional el 2 de diciembre de 1953, cuando se celebra su primer año en el poder: “A la vez se ha imprimido a las obras un ritmo de celeridad en cuanto al plazo de su ejecución, sin mengua de la calidad de las mismas, como lo testimonian, para citar algunos casos de la capital, el Aula Magna de la Ciudad Universitaria, construida en el plazo de un año, cuando obras similares en países de técnica muy especializada han requerido varios años; la Avenida Urdaneta, terminada en el lapso de 110 días y el grupo de 212 apartamentos en la barriada de Ciudad Tablita, concluido en 45 días”[16]
16.
El discurso de la aceleración es el discurso de una eficiencia técnica y una racionalización modernas que adecúan medios y fines, obviamente; pero no habría que olvidar que es asimismo el discurso de una carrera contra reloj que le da una particular urgencia al tempo venezolano y que, en los cincuenta, contagia de un ritmo trepidante a la nueva capital, revolucionando la experiencia del tiempo de sus habitantes. Estos ya no viven el ahora como antes lo vivían, ni tampoco el ayer o el mañana. Porque lo que se produce entonces en Caracas, para utilizar los términos de François Hartog, es una mutación del régimen de historicidad que redefine las relaciones entre pasado, presente y futuro, y que desplaza brusca y tajantemente el eje temporal hacia el porvenir, desestabilizando el presente y reduciendo a su más mínima expresión la influencia del pasado.[17] De ello también nos hablan las imágenes de los reportajes fílmicos y fotográficos: en el fugaz y vertiginoso presente de Caracas, la obsolescencia del pasado salta a la vista, pues por todas partes se ven los escombros, las excavadoras mecánicas, las orugas y las palas de las demoliciones que destruyen sin cesar calles y edificios de la vieja ciudad. La dictadura se identifica con esas imágenes que expresan mejor que muchas palabras su perfil rupturista, desarrollista e innovador. No en vano uno de los mejores estudios que se han hecho sobre la ideología perezjimenista, el de Ocarina Castillo, se intitula con buen tino Los años del buldócer (1990)[18].
Como para confirmar esa vocación, en uno de los reportajes de British-Pathé se afirma que se han tenido que demoler hasta doscientas casas para construir la Avenida Urdaneta; los noticieros cinematográficos españoles, por su parte, cuentan manzanas enteras.[19] Acelerar significó, en este sentido, no sólo acortar distancias – gracias a la nueva autopista solo 17 minutos separan ahora a Caracas de los puertos y aeropuertos del mundo–; paralelamente, acelerar significó dejar atrás un pasado que se vive como un lastre y con el cual se aspira a romper radical y definitivamente, para poder sincronizar la hora de Venezuela con la hora global, para ser al fin contemporáneos de todos los hombres.
17.
Quizás por ello no habrá llanto ni lamento por la ciudad perdida. Caracas no es lugar para elegías. El dramaturgo José Ignacio Cabrujas (1937-1995) escribe en una de sus crónicas caraqueñas: “Me recuerdo a mí mismo, presenciando la demolición del Majestic, el hotel de viejas memorias, donde se alojó Carlos Gardel o donde Titta Ruffo vocalizó alguna bravura, antes de un discutido Rigoletto, por hablar de dos portentos. Recuerdo el sonido de aquella bola, quebrando las paredes ante el maravillado júbilo de centenares de caraqueños que voceaban y ponderaban el movimiento pendular de la pesada mole. En un cierto momento, la esfera metálica alcanzó una columna y un piso entero se resquebrajó, levantando nubes de polvo. El aplauso fue unánime y emocionado. Era como si nos encontráramos a nosotros mismos en un gesto colectivo que iniciaba una esperanza y mentiría si digo que alguien expresó una nostalgia”.[20]
18.
Este curioso rasgo de la subjetividad caraqueña resulta tan natural, tan evidente para los habitantes de la ciudad que algunos de nuestros especialistas en cultura urbana lo toman por un fenómeno general y creen verlo en otras ciudades latinoamericanas, como si en todas se hubiese dado el mismo fenómeno de aceleración, como si en todas hubiese existido la misma política de demoliciones masivas que se hubiese llevado a cabo con la misma anuencia colectiva. Pero la realidad no es así y la literatura sienta testimonio de ello. En efecto, varias de las principales obras que han escrito y descrito a las ciudades de América Latina a lo largo del siglo XX, lo hacen, por el contrario, desde la perspectiva de la nostalgia hacia una urbe que se ha esfumado con la modernización, como La Habana de las columnas de Alejo Carpentier (1904-1980) o la México de La región más transparente de Carlos Fuentes (1928-2012). Aún más, cabe recordar que esta mirada nostálgica, como ha señalado Aníbal González, recorre un amplísimo sector de la literatura latinoamericana del siglo XX y le proporciona una cierta identidad que la vuelve legible dentro de la tradición del romanticismo europeo, al inscribir los signos de una relación conflictiva con la construcción nacional y con el proceso de modernización que ésta acarrea.[21] Situada en el extremo opuesto, la literatura venezolana nunca supo mirar a Caracas desde dicha atalaya, ni sirvió de portavoz a un sentir nostálgico porque, desde mediados de siglo, la aceleración fulminante que impulsa el proceso de modernización no dejó lugar para la nostalgia ni tampoco para el culto al patrimonio y la memoria.[22]
19.
“La ciudad que hemos construido es un eterno regreso al futuro”, escribió también Cabrujas en la crónica ya citada, legándonos una frase clave para entender la ciudad que se gesta a mediados del siglo XX.[23] Y es que la otra cara del desapego por un pasado que desaparece entre la agitación y el estruendo de los buldóceres, la constituye la vocación futurista de una Caracas que la prensa, el cine y las televisiones internacionales promueven como un ejemplo asombroso, a veces exagerado y a veces incluso caricaturesco, de la urbe del mañana. En 1954, British-Pathé bautiza así uno de sus reportajes con el título rimbombante de Venezuela’s Utopia City y en 53 segundos ofrece un panorama de las obras efectuadas por el gobierno de Pérez Jiménez, poniendo énfasis en la construcción de bloques de vivienda “super-modernos” y en la terminación del Hospital Universitario, “el más grande de Sudamérica”.[24] Un año después, en 1955, Movietone titula An Ultra-Modern City los 35 segundos que dedica a filmar “una de las ciudades modernas más hermosas del planeta” y destaca la asignación de casi la mitad de los ingresos presupuestarios procedentes del petróleo a la construcción de viviendas e infraestructuras, sobre todo a los grandes bloques y las autopistas que esbozan en el casco urbano “el diseño de un vivir ultra-moderno”. En ambos reportajes Pérez Jiménez aparece inaugurando las obras y rodeado de vastas multitudes que, según Movietone, “realizan así sus sueños de prosperidad”. [25]
20.
Siguiendo esta misma línea de interpretación, pero como extremando y estilizando la imagen de la ciudad, los minutos que se dedican a recorrer Caracas en la película que Jack Tobin realiza para la Creole Petroleum Corporation, Assignment: Venezuela (1956), representan uno de los mejores resúmenes de la ciudad perezjimenista en aquel momento: desde la autopista Caracas-La Guaira hasta la urbanización Altamira, pasando por el Centro Simón Bolívar, la Autopista del Este, Sabana Grande y, por supuesto, los nuevos bloques de vivienda, la capital de Venezuela muestra su cara más rabiosamente moderna. El protagonista, un joven técnico petrolero norteamericano que descubre el país y la ciudad, se deleita ante edificios que son “como mosaicos de seis a diez pisos” en barrios residenciales que le parecen “casi futuristas”. Pero la sorpresa mayor le aguarda en la Universidad Central de Venezuela: “Ya les he dicho cuán moderna es Caracas. Pues bien, si el resto de la ciudad es moderna, van a tener que acuñar otra palabra para la Ciudad Universitaria”. [26]
No cabe de duda que, de haberse inaugurado para el momento en que se hizo la película, el teleférico Caracas-Avila-Macuto le habría arrancado al norteamericano algún comentario análogo, como lo muestra el derroche de celebraciones sobre la dimensión futurista de la obra que se recoge en distintos reportajes nacionales y extranjeros.[27] Pero, a mi modo de ver, ninguna de las obras caraqueñas del dictador llegó a encarnar con tanta elocuencia el cambio temporal de una sociedad que se vuelca hacia el futuro como el proyecto inacabado de El Helicoide, una gigantesca estructura de usos múltiples diseñada por los arquitectos Jorge Romero Gutiérrez (1924), Pedro Neuberger (1932-2011) y Dirk Bornhorst (1927) que quedará abandonada al caer el régimen en 1958 y que algunos caraqueños describirán más tarde, entre bromas y veras, como un estacionamiento para platillos voladores.
21.
“Se puede definir la aceleración del cambio social como un aumento del ritmo de obsolescencia de las experiencias y expectativas que orientan nuestras acciones y como una reducción de los períodos que pueden definirse como correspondientes al presente”, señala Hartmut Rosa en su conocido libro.[28] La transformación de Caracas en los años cincuenta del pasado siglo no solo modifica el aspecto de la ciudad sino que trastorna la vivencia del tiempo entre sus habitantes resituándolos en un presente menguado, fugaz y deleznable; y alejándolos de un pasado que se pierde para siempre en nombre de un porvenir promisorio y que exige todos los sacrificios. El imaginario de la capital de Venezuela se conjuga así en un futuro absoluto y perfecto que bien se expresa en su promoción internacional como urbe del mañana, pero que se traduce igualmente a través del ritmo que la alianza de la tecnología y la política le impone a la sociedad: “En Caracas el tiempo va más de prisa que en otras partes…”, constata un inmigrante canario que llega Venezuela por aquel entonces.[29] La pérdida de las referencias culturales comunes y la renovación constante de discursos, prácticas y valores circunscriben el inestable presente donde se encuentran gentes procedentes de muchos lugares distintos de Europa con otros que son como los desmemoriados sobrevivientes de una ciudad que ya no existe.
22.
Pérez Jiménez nunca fue un buen orador, ciertamente, pero hay algunas imágenes suyas que, como reza el lugar común, hablan por sí solas. Por ejemplo, en noviembre de 1955, cuando inaugura el Primer Gran Premio Internacional de Venezuela, se deja ver en el circuito Los Próceres junto al campeón mundial Juan Manuel Fangio (1911-1995) e incluso lo invita a dar una vuelta a la pista antes de la carrera en su Mercedes Benz 300SL, el Bólido de Plata o Alas de Gaviota con que a veces atravesaba como una exhalación las avenidas y autopistas que construía su gobierno.[30] Aficionado al automovilismo, el dictador impulsa hasta el fin de su mandato este gran premio que se corre en un extenso paseo diseñado por el arquitecto Luis Malaussena (1900-1962) como una suerte de mausoleo al aire libre para los héroes de la patria. De hecho, Los Próceres formaba parte del sistema vial urbano conocido como “Sistema de la Nacionalidad” y que integraban además los paseos de “Los Precursores”, “Los Símbolos” y “Los Ilustres”. Allí se desarrollaban los desfiles militares y las ceremonias de la Semana de la Patria, y no por casualidad fue el lugar elegido para el Gran Premio de Venezuela. ¿Qué se muestra, qué se quiere hacer ver en las imágenes? Pues que Pérez Jiménez trae al corazón simbólico de la nación al corredor más rápido del mundo para sentarlo a su vera de copiloto. Aún más, el dictador no duda en mostrarse en esas imágenes como el hombre que organiza en Caracas un gran evento internacional donde pilotos venezolanos y pilotos del mundo entero correrán la misma carrera a ritmos y velocidades comparables. Dueño del poder del tiempo, Pérez Jiménez se presenta así como nuestro gran ecualizador. Su capital es ese espacio donde logramos al fin compensar el atraso acumulado y sincronizar nuestros relojes con la carrera global.
23.
A lo largo de los años cincuenta, la modernización de Caracas articula diversamente este discurso de la aceleración y lo enuncia incluso de un modo tan radical e hipertélico que no sólo reivindica por su intermedio una cierta contemporaneidad, sino que acaba proyectando la imagen de la ciudad hacia un futuro utópico e indefinido, como se ve en los reportajes internacionales mencionados. Al caer la dictadura en 1958, los restos de ese mañana han de quedar abandonados y, como ha señalado Celeste Olalquiaga, fungirán de nueva memoria, como nuestras ruinas modernas.[31] Pero de aquella ficción, de aquel sueño y/o pesadilla desarrollista, sobrevivirán además una subjetividad y una manera de ver Caracas que, en las décadas siguientes, han de encontrar en la proliferación de las autopistas y en las intervenciones urbanas de nuestros artistas cinéticos otras matrices para seguir representando la aceleración a través del movimiento. El discurso del perezjimenismo perdurará así vinculado a una cierta experiencia del tiempo moderno que sitúa desde entonces a la ciudad en un presente en el que se sigue corriendo la eterna carrera de Aquiles y la tortuga, pero ahora dentro de un régimen de historicidad específico: digamos, entre un pasado que no existe sino como obsolescencia de un futuro que nunca llegó, y un futuro que se transforma en la deuda con que la inmensa mayoría de los habitantes tiene que convivir a diario, esperanzada o desesperadamente.
©Trópico Absoluto
Bibliografía
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Citas
[1] Modernisation de Caracas, Presse filmée, Radiodiffusion-Télévision Française, 1954. INATHEQUE, Institut National Audiovisuel, Paris, nº AFE03002930.
[2] Mariano Picón-Salas, Viejos y Nuevos Mundos, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1983, pp. 17-18.
[3] Octavio Paz, El peregrino en su patria, Obras completas, vol. 8, México, FCE, 1994, p. 189.
[4] Manuel Caballero, La Revolución de Octubre, Caracas, Fundación Celarg, 1998.
[5] Laureano Vallenilla-Lanz, Escrito de memoria, Paris, Lang, 1961, pp 270-271.
[6] Nancy Dembo, José Rozas e Iván González V., “Caracas, modernidad y escala urbana: una aproximación interdisciplinaria”, Tharsis, Vol. 5, nº 16, Caracas, Universidad Central de Venezuela, julio-diciembre 2004, pp. 93-115.
[7] Exposition d’urbanisme a Caracas, Presse filmée, Radiodiffusion-Télévision Française, 1952. INATHEQUE, Institut National Audiovisuel, Paris, nº AFE03001534
[8] Joaquín Soler Serrano, Pérez Jiménez se confiesa, Barcelona, Ilario Ediciones, 1983, p. 57.
[9] Felicitas López-Portillo, El perezjimenismo, génesis de una dictadura desarrollista, México, UNAM, 1989, p. 144.
[10] Un paseo por Caracas, documental, Archivo de Venezolana de Televisión, c. 1954. Web, YouTube, 15 de julio de 2014.
[11] Gustavo Guerrero, Historia de un encargo: La catira de Camilo José Cela, XXXVI Premio Anagrama de Ensayo, Anagrama, Barcelona, 2008.
[12] Alejandro Cardozo Uzcátegui, “La propaganda política durante el perezjimenato: entre la búsqueda de legitimidad de ejercicio y la diplomacia velada, 1952-1957”, Tiempo y espacio, Vol. 19, nº 52, Caracas, diciembre de 2009. Web. Scielo.org.ve, 15 de julio de 2014.
[13] David Gouverneur, “Venezuela: modernity contextualized”, en Gustavo Luis Moré y Barry Bergdoll, Caribbean Modernist Architecture, New York, UTech Jamaica/MOMA, 2010, pp. 114-127.
[14] “Sinfonía de Caracas”, Mundo Hispánico nº 83, número especial dedicado a Venezuela, Madrid, febrero de 1955, p. 26.
[15] Venezuela bajo el Nuevo ideal Nacional, realizaciones durante el segundo año de gobierno del general Marcos Pérez Jiménez, Caracas, Imprenta Nacional, 1955, p. 121.
[16] Venezuela bajo el Nuevo ideal Nacional…, p. 26.
[17] François Hartog, Régimes d’historicité, présentisme et expérience du temps, Paris, Seuil, 2003.
[18] Ocarina Castillo d’Imperio, Los años del buldócer, ideología y política 1948-1958, Caracas, UCV, 1990.
[19] Venezuelan Capital Opens Fifth Avenue, Warner Pathé News, 1954. Web. Britishpathé.com, 15 de Julio de 2014; Reformas en la capital de Venezuela, NO+DO, Noticiarios y documentales cinematográfico, 07/07/1952. Web. Filmoteca RTVE.es, 15 de julio de 2014.
[20] José Ignacio Cabrujas, « La ciudad escondida” (1988) en Tulio Hernández, Caracas en 25 afectos, Caracas, Libros de El Nacional, 2012, p. 26.
[21]Aníbal González “Adiós a la nostalgia, la narrativa latinoamericana después de la nación”. Revista de Estudios Hispánicos. Washington University.XLVI-1, 2012, pp. 83-97.
[22] Gustavo Guerrero, “Caracas, la ciudad invisible”, Inti nº 75-76, Providence, RI, Agosto-Diciembre 2013, pp. 13-20.
[23] José Ignacio Cabrujas, « La ciudad escondida” (1988) en Tulio Hernández, Caracas en 25 afectos…, p. 31.
[24] Venezuela’s Utopia City, Warner Pathé News, 1954. Web. Britishpathé.com, 15 de Julio de 2014
[25] An Ultra-Modern City, Movietone News, 1955, Web. Youtube, 15 de Julio de 2014.
[26] Assignement: Venezuela, director Kevin Murphy, Creole Petroleum Corporation, 1956. Film. Quality Information Publishers, DVD, 2006.
[27] Nuevo funicular en Venezuela, NO+DO, Noticiarios y documentales cinematográfico, 18/02/1957. Web. Filmoteca RTVE.es, 15 de julio de 2014
[28] Harmut Rosa, Accéleration, une critique sociale du temps, Paris, La Découverte, 2010, p. 101.
[29] José Ferreira Jiménez, Historia de la emigración clandestina a Venezuela, Las Palmas de Gran Canaria, Gráficas Mercelo, 1989, p. 38.
[30] Puede verse una reseña del Gran Premio en el portal pasionalavelocidad.com, consultado el 15 de julio de 2014
[31] Celeste Olalquiaga, “Las ruinas del futuro: arquitectura modernista y kitsch”, en Boris Muñoz y Silva Spitta (eds.). Más allá de la ciudad letrada: crónicas y espacios urbanos. Pittsburgh: Biblioteca de América, 2003, p. 207.
Gustavo Guerrero (Caracas, 1957), estudió letras modernas en la Universidad de Paris III, y se doctoró en historia y teoría literarias en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París. Es profesor de literatura y cultura hispanoamericanas contemporáneas en la Universidad de Cergy Pontoise//París Sena y en el Instituto de Estudios Políticos de Saint-Germain-en-Laye. Es consejero literario de la casa Gallimard para el área iberoamericana. Editó, junto a François Wahl, las Obras completas (Madrid 1999) del cubano Severo Sarduy en la colección Archivos-Unesco. Editor asimismo de los Cuentos completos (Madrid 2006) de Arturo Uslar Pietri, y del volumen antológico Conversación con la intemperie (2008), una muestra de la poesía venezolana del siglo XX. También editó Cuerpo plural, antología de la poesía hispanoamericana contemporánea (Valencia/ Madrid/ Buenos Aires, 2010) y, junto a Fernando Iwasaki, Les bonnes nouvelles de l’Amérique latine, anthologie de la nouvelle latino-américaine contemporaine (2010). Como poeta, es autor de los libros La sombra de otros sueños (Caracas, 1982) y Círculo del adiós (Madrid, 2005); como ensayista, ha publicado La estrategia neobarroca (Barcelona, 1987), Itinerarios (Caracas 1997), Teorías de la Lírica (México, 1998), La religión del vacío y otros ensayos (México, 2002). Historia de un encargo: La catira de Camilo José Cela (Barcelona, 2008) –que obtuvo el XXXVI Premio Anagrama de Ensayo–, y Paisajes en movimiento, literatura y cambio cultural entre dos siglos (Buenos Aires, 2018). Actualmente dirige el proyecto Mediación editoral, difusión y traducción de la literatura latinoamericana en Francia (MEDET LAT) en la Escuela Normal Superior de París.
Una versión de este texto apareció en el volumen editado por Adrián Gorelik y Fernanda Areas Peixoto: Ciudades sudamericanas como arenas culturales: artes y medios, barrios de élite y villas miseria, intelectuales y urbanistas. Cómo ciudad y cultura se activan mutuamente. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2016, pp. 210-227.
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